sábado, 8 de marzo de 2014

La biopolítica, los chanchos chinos y los chinos chanchos.

Ciertos aditivos al término socialismo suelen darle un sabor a chiquero.
De China se dice que es socialismo de mercado. Del negocio que hacen Monsanto y las cerealeras con domicilio legal en la República Argentina dícese que vendemos granos al socialismo.
El ingeniero Héctor A. Huergo es bisnieto del otro ingeniero homónimo que proyectó el Puerto Nuevo construido por una compañía inglesa allá por el primer Centenario.
Huergo dirige el suplemento rural de Clarín. No ahorra pluma para adornar la tercera revolución de las pampas.
Recordaba el ingeniero hace poco que, en los noventa de Menem, viajó a China con Jorge Castro por entonces Secretario de Planeamiento de aquél. Ya el Secretario de Agricultura, Felipe Solá había autorizado la introducción de la soja transgénica. Huergo y Castro fueron a olfatear las posibilidades del mercado del socialismo mercantil.
Por entonces, recuerda, los chinos no comían carne, era un socialismo cuasi vegano. Hoy, dice Huergo, el plato de los chinos de la nueva clase media luce una buena costeleta de cerdo o una pechuguita de chicken, en vez del clásico arroz.
En realidad, afirma, se trata de la soja y el maíz de estos pagos transformada en proteínas, el alimento de los pollos y los chanchos chinos. El hombre de los agronegocios no necesita repetir el discurso ese de que con nuestros transgénicos se ayuda a paliar el hambre de los pobres y desnutridos. El paladín de Monsanto celebra que la revolución llegue a la mesa de los nuevos ricos chinos en forma de cerdo sojero.
No muy lejos de esta posición se halla el economista, Coordinador del Departamento de Economía del Centro Cultural de la Cooperación, Martín Burgos. En un artículo publicado en el número 16 de la Revista del C.C.C. sostiene que si bien las exportaciones argentinas a China muestran cierta debilidad, debido a que el 75% consiste en alimentos y de estos la mitad está constituida por la soja, esto se puede revertir agregando productos con valor agregado. Forma, sería, de eludir la re-primerización. Más o menos como venderle naranjas al Paraguay.
En China, dice Burgos, se ha producido un cambio que no es neoliberal, ni tampoco una transición, sino una transformación de largo plazo que ofrece a la Argentina grandes oportunidades y hay que aprovecharlas. Porque se trata de una "doble dependencia": Argentina depende de la venta de granos y China depende de su compra. Pobre China. Dan ganas de volver a leer a Theotonio dos Santos y a Gunder Frank.
En un reciente artículo en Página 12 el economista del CCC define las características del cambio: "la dirigencia china, a diferencia de la rusa, no reniega de la revolución socialista porque entiende que la planificación es lo que le permite erigirse en una clase protoburguesa. En efecto, el mantenimiento del control del Estado sobre la economía es el control de la dirigencia política sobre la economía, frente a los nuevos capitales provenientes de otros países. Paradójicamente, entonces, pareciera que algunas instituciones de la revolución siguen siendo funcionales para la «acumulación originaria» de la burguesía naciente en China, lo que podría explicar que el «socialismo de mercado», más que una transición hacia el capitalismo liberal, es una forma atípica de desarrollo".
Mientras tanto China tiene más feo olor que un chiquero. Y los campos de la revolución pampeana llenos de yuyos resistentes al célebre glifosato, más resistentes que el no menos célebre yuyo de la Presidenta. El olor de China es a carbón quemado, su acumulación originaria tiene la industria más contaminante del mundo. Contaminación que vende cuando vende su producción manufacturera de mano de obra esclava. Que sigue comiendo arroz, que ya no puede cultivar en los campos desalojados por la urbanización. Pero donde, después que los chinos compraron Nidera, se va a producir arroz transgénico. Para alimentar a sus pobres, que a los ricos los alimentamos nosotros.
Para eso el gobierno de Cristina Kirchner dobló la apuesta de Solá con la nueva soja de Monsanto, que celebran Huergo y Castro y asiente Burgos. Desde el NOA haremos que los chanchos chinos no pasen hambre.

Desde Michel Foucault en más el concepto de biopolítica ha tenido que revalidar su noble origen frente a diversos fenómenos. Debe enfrentar ahora otro aspecto de la vida humana que, por humana, siempre es política. La biotecnología política. Que no sólo engorda cerdos chinos sino que ha parido el socialismo transgénico.        

Edgardo Logiudice

marzo 2014.