martes, 29 de abril de 2014

La seducción de El Capital en el siglo XXI. Nueva plataforma ideológica:el discurso de la desigualdad.

Creo que en aquéllo que algunos ven como la crisis del neo-liberalismo aparece apenas un cambio de discurso, otro transformismo de la revolución en el status quo.

El discurso sobre la pobreza de Amartya Sen, apoyado en el de John Rawls, de carácter ético normativo, que le valió el Premio Nobel, si no agotado parece al menos algo debilitado. Sin duda Sen con sus categorías contribuyó a precisar las estadísticas sobre la pobreza, es decir a contabilizar los pobres reduciéndolos a números. Como también a ayudar a perfeccionar las técnicas de los organismos internacionales que proyectan los préstamos para la reducción de la pobreza. La que aun existe en cantidad suficiente como para no dejar sin empleo a buen número de burócratas.    

Quizá dos caras de la hegemonía del capital financiero contribuyen a difumar la cuestión de la pobreza con mayor efectividad.
Uno puede ser la necesidad de generar los clientes reales o potenciales a través del consumo forzado sobre el que se apoyan las expectativas de ganancias en que se basa el edificio de la pirámide especulativa de las finanzas capitalistas.
El otro, la necesidad de alimentar a aquella parte de la población productiva de el mínimo de bienes, tangibles e intangibles, cuyo trabajo presente o futuro genera la base material en la que se apoya y domina , como garantía, la arquitectura financiera.
Ambas caras contribuyen a generar las formas ideológicas de la propiedad privada y la de la remuneración del trabajo como renta.
Dos ejemplos. Los consumidores se constituyen en propietarios de lo que compran, aunque su propiedad no dure más que aquello que consumen. La propiedad del consumidor es tan efímera como la propiedad del humo.
Si la remuneración del trabajo es, por ejemplo, una de las franquicias que están tan de moda, el trabajador franquiciado, aparece como dueño de un capitalito. Por lo tanto su remuneración aparece como renta de un capital.

Creo que en esto se apoya la tan mentada existencia de una clase media. O, como dijo      Kemal Dervis, ex ministro de economía de Turquía, clase "casi media".
Lo cierto es que, como también dijo este hombre de Estado "Centenares de millones de personas han podido escapar a la pobreza e ingresar en la era del consumo moderno”.
Organismos como la FAO y la OMS, o la CEPAL, atribuyen al crecimiento de PBI de las llamadas economías emergentes el descenso estadístico de la pobreza. Pese a los todavía mil millones en extrema pobreza y cuatrocientos ochenta millones de desnutridos. Es decir los que no sirven siquiera como clientes potenciales. Éstos son los que siguen alimentando los resultados de las curvas de medición suficientes para satisfacer el espíritu de las almas caritativas y la competencia inter-religiosa en América Latina y el Caribe.

Pero a este "descenso" de la pobreza le salió un grano: la desigualdad.
Y, con ella, otro discurso. Más descarnado. Y otra ilusión: un impuesto a las grandes empresas y patrimonios. Y un teórico: Thomas Pikkety, francés del MIT y de L,École, que dice francamente: desigualdad hubo siempre y va a haber más. La desigualdad no es mala, ayuda a querer mejorar, a hacer mérito y el mérito fortalece la democracia.
La desigualdad se debe a que los ricos tienen mayor posibilidad de ahorro que los pobres, por lo tanto pueden invertir los excedentes que, al producir mayor renta asumiendo más riesgos por tener mejor acceso a los fondos de cobertura, ensancha la brecha entre ambos. 
Para que la brecha no sea tan inequitativa que atente contra el mérito, es decir la esperanza de estar mejor, hay que redistribuir. Que no se apague la ilusión para que nadie abandone la carrera. Porque peligra la democracia. Las "desigualdades arbitrarias e insostenibles socavan radicalmente los valores meritocráticos en que se basan las sociedades democráticas". En suma peligra la actual forma de gobernabilidad.
Este es El Capital del siglo XXI que la prensa anglosajona con el New York Times a la cabeza, junto a The Wall Street Journal, The New Yorker, The Guardian, The Economist, The Financial Times, saluda la reciente edición inglesa.
De este best sellers ha dicho Paul Krugman "será el libro más importante del año y quizá de la década". Vale decir, esta es la nueva plataforma ideológica para la casi clase media.
Por supuesto tiene la reprobación de los cavernícolas republicanos, esos de los que Paul Auster dice que no digieren aun un presidente negro, que lo han tachado de marxista. Cosa que a Piketty no le desagrada, su intención fue provocar esa reacción. Aparecer como una corrección a Marx, pero no aparecer como neoliberal clásico. Para ello critica lo más fácil, a esta altura, de criticar: el derrame.

No es necesario que Piketty aclare que él no tiene nada que ver con Marx. Como tampoco que recuerde que viendo las góndolas vacías en Rumania entendió que necesitamos la propiedad privada y las instituciones de mercado. Basta leer unos párrafos.
"Para comenzar, a todo lo largo de este libro, cuando hablamos de «capital», sin otra precisión, excluimos siempre lo que los economistas llaman a menudo - y a nuestro entender demasiado impropiamente- el «capital humano», es decir, la fuerza de trabajo, las cualificaciones, la formación, las capacidades individuales. En el cuadro de este libro, el capital es definido como el conjunto de los activos no humanos que pueden ser poseídos y cambiados en el mercado. El capital comprende particularmente el conjunto del capital inmobiliario (inmuebles, casas) utilizados como vivienda y del capital financiero y profesional (edificios, equipamientos, máquinas, patentes, etc.) utilizados por las empresas y las administraciones".

Esta definición parecería muy tonta, si no fuese tramposa.
Excluir el trabajo del concepto de capital significa que el capital no tiene nada que ver con el trabajo. Por lo tanto el capital no tiene nada que ver con su apropiación y, por lo tanto, con la propiedad.
La equiparación como capital de la vivienda con una fábrica, en el segundo párrafo de la "definición", equivale a equiparar a cualquier propietario, por ejemplo un obrero con casita propia, con un capitalista. Con lo cual nuestra casi clase media la única diferencia que tiene con cualquier fondo de inversión es de cantidad. La desigualdad, entonces, es una cuestión de grado. No se trata de pobreza sino de más o menos ricos, el ideal de esa casi clase media.

Esto es coherente con la consideración del salario, no como desposesión de la fuerza de trabajo en forma de venta, sino como renta, tan renta como la ganancia del capitalista industrial o la renta del capital financiero. Y así lo afirma.
Una periodista de El País lo entrevistó. En una de sus respuestas él afirma: "La desigualdad siempre ha sido un tema de debate pero durante mucho tiempo se abordó desde una perspectiva ideológica". Esto hace suponer que no lo es la suya. Autodefinido como pragmático afirma: "El objetivo principal de este libro no es llegar a una conclusión política sino facilitar las herramientas para que cada uno adopte su propia posición".
La periodista afirma que las tesis de Piketty han suscitado entusiasmo entre algunos referentes de la izquierda. Es posible que esos referentes entiendan que: "La distribución de la riqueza hoy es menos desigual, contamos con una clase media que posee buena parte de la riqueza. La pregunta es: ¿vamos a aumentar esa clase media y el proceso histórico de redistribución de la riqueza o vamos a provocar un aumento de la desigualdad y la reducción de la clase media? […] Si quieres conservar la apertura de los mercados y la globalización creo que es mejor tener una fiscalidad progresiva que imponer barreras comerciales o controles de capital".
El capital no se toca. Mucho menos el capital financiero.
En la publicación digital del Comité por la anulación de la deuda del Tercer Mundo (CADTM) se publicó un debate en el que Piketty sostiene que la anulación de la deuda "no es ninguna solución progresista", rechaza las anulaciones de deuda debido a que los acreedores serían en su mayoría pequeños ahorradores, siendo injusto de que recayera sobre ellos esa anulación, mientras que los muy ricos sólo habrían invertido una pequeña parte de su patrimonio en títulos de la deuda pública. Similar respuesta le dio a las observaciones críticas que le hiciera François Chesnais. La deuda no se toca.
En suma, con la presunta defensa de un sector de la clase media, engloba a toda esa casi clase media y termina dejando intacto todo el edificio financiero que gobierna el mundo.

Respecto a la presunta fiscalidad progresiva, a lo que Chesnais, como miembro de la ATTAC, recuerda el ya existente proyecto de la tasa Tobin, desde la CADTM, Thomas Coutrot , Patrick Saurin , Eric Toussaint dicen: "¿Qué gobierno, qué G20 decidirá gravar al capital con un impuesto progresivo sin que unos potentes movimientos sociales hayan previamente impuesto el desmantelamiento del mercado financiero mundial y la anulación de las deudas públicas, que son los principales instrumentos del poder actual de la oligarquía?". Cabe recordar también que los acuerdos de Basilea no han podido ni querido simplemente regular los fondos que actúan a la sombra del capital bancario.  
Precisamente lo que no parece desear Piketty es ese desmantelamiento. Para él como lo recuerda Chesnais, una mera auditoría de la deuda provocaría "el pánico bancario y las quiebras en cascada".
Por el contrario, su aparente denuncia de la inequidad de la desigualdad se funda en la tesis de que, en el largo período, "el rendimiento de la riqueza de la riqueza, especialmente para las grandes carteras de inversión, va a ser mucho mayor que el crecimiento del PBI" con lo cual se genera una creciente desigualdad, porque como vimos los más ricos pueden asumir más riesgos.  Pero Piketty dice: "No tengo ningún problema con la desigualdad siempre y cuando sea conveniente para todos". Lo que en realidad le preocupa es la gobernabilidad: la desigualdad extrema pone en peligro nuestras instituciones democráticas que, como recuera el New York Times son una promesa de igualdad de oportunidades.  

Creo que vale la pena transcribir una partecita del reportaje que hiciera Babelia recientemente al historiador y filólogo marxista, miembro de la Fondazione Istituto Gramsci, Luciano Canfora.
"El andamiaje es igual y sigue en pié -el Parlamento, las elecciones…- y aparentemente se sigue discutiendo sobre leyes electorales, las coaliciones…Pero la realidad es que se ha desarrollado y consolidado un fortísimo poder supranacional, no electivo, de carácter tecnocrático y financiero […] Uno podría decir, por tanto, que la democracia ha muerto, que sólo permanece el cadáver que camina -se hacen elecciones, leyes…- porque quien decide realmente lo hace sin contar con un parlamento.
P. ¿Quién decide entonces?
Una  oligarquía fundada sobre los intereses de grandes grupos financieros que son el verdadero poder. Comparada con ellos, la familia Agnelli, por poner un ejemplo, es una familia de mendigos, no pobres, pero cuentan poco y nada. Los grandes grupos financieros que tieenen un poder mundial e ilimitado pueden decidir el destino de todos. El Parlamento Europeo que elegiremos en mayo es un seminario universitario, no tiene ningún poder real, sólo aquél de crear una clase de parásitos bien pagados, preciosísimos para el sistema, porque sirven para hacer ver que existe un parlamento no es completamente antidemocrática. Por eso les pagan tanto. Porque uno compra una persona si le da 10.000 euros al mes.

Mi opinión es que esta repentina seducción por el capital es al menos sospechosa de constituir una ideología hecha a medida.
  
Edgardo Logiudice

Abril de 2014

martes, 22 de abril de 2014

El linchamiento del lobizón. Historia de bandidos.

Fue el general Perón, en 1973, quién que legalizó la costumbre de que los presidentes de la nación apadrinaran en el bautismo al séptimo hijo varón.
La leyenda dice que este hijo se transforma en lobizón los viernes de luna llena. Para evitar ese destino desagradable parece que se acostumbraba a bautizar al niño con el padrinazgo de su hermano mayor. Y, según dicen, desde 1907 éste fue suplido por el del presidente.
Licántropo se dice del hombre-lobo, hombre que se transforma en lobo y lobo que se humaniza.
Algunos dicen que la leyenda no es oriunda de estos pagos sino de alguna región alemana.
De hecho el primer bautismo que le tocó a Figueroa Alcorta fue el de una familia ruso-alemana de Coronel Pringles, Provincia de Buenos Aires.

Al hombre-lobo era asimilado un bandido por la Lex Ripuaria de los francos renanos del siglo VII. Hombre-lobo es el malhechor que se halla expulsado de la comunidad. Y al que está expulsado cualquiera puede dar muerte sin que por ello cometa homicidio. Así lo afirma el filósofo italiano Giorgio Agamben. Ese expulsado, hombre-lobo, en la Edad Media se llamará banido. Del que deriva en castellano la palabra bandido.
El bandido es un hombre-lobo que puede ser matado impunemente. Puede ser linchado.
Los ahijados del presidente no saben a lo que están expuestos.

Quienes promueven los linchamientos no consideran al delincuente un hombre.
Peor aun que un hombre-lobo, porque éste debía antes de quedar en banda, bandido, ser juzgado con la pena de expulsión.
El bandido que queda a merced de cualquiera que lo pueda linchar impunemente queda pues a-bandonado. Ni siquiera es expulsado de la comunidad, su vida queda sujeta a la voluntad de matarlo de cualquiera. Queda exceptuado del respeto a la vida. Respecto a él quedan suspendidas todas las normas. Salvo de una que no está dicha ni escrita, la norma de que para él no rigen las normas que rigen para los demás.
Políticos, periodistas y opinólogos sacan a relucir un estado de anomia como justificación de los intentos de linchamiento. No es que no haya normas, la norma que justifica, peor aún, que legitima y no se expresa es la normalidad de la excepción. La misma que rige en Guantánamo o en Afganistán. Para el que se considera enemigo no hay ley, para él se suspende. Es el estado de excepción.
La anomia no es un vacío, es una zona en la que puede actuar la violencia sin ropaje jurídico. Donde de la fuerza de la ley, sólo queda la fuerza. La violencia desnuda.

El linchamiento, caso de justicia por mano propia, pretende justificarse por la ineficiencia o abandono de las funciones del Estado, de la función de juzgar y punir la transgresión de las leyes. Es decir de la falta de normas, un estado de anomia que deja indefensos a los ciudadanos. La inseguridad entendida como quedar sujetos impunemente a la violencia en la persona y los bienes. Como fondo explicativo está presente la droga y el narcotráfico.
En suma, un despojo, desposesión sin ley que justifica el abandono de la ley, una excepción al juicio previo y la defensa.
Este es más o menos el discurso hegemónico tanto de los medios como de opinólogos  y políticos.
No obstante, pocos se atreven a legitimar tal procedimiento. Por el contrario, con el argumento de que la violencia sólo genera violencia, lo que se exige es mayor intervención del Estado. Mayores penas, mejor aparato policial y judicial, mayor y mejor régimen carcelario. Reformar el Código Penal.

Lo que no es manifiesto, o no se dice, es que los propios Estados ya no son estados de derecho, que los estados de excepción son la regla. Que la contrapartida del padrinazgo presidencial de los lobizones, que por una ley de la inefable Estela Martinez de Perón les garantiza una beca para los estudios primarios, secundarios y terciarios a los ahijados, es que todos somos bandidos. Merced a la des-regulación; la regla de que no hay que reglar.
La norma de que no hay que normar es la norma que cumplen fielmente los Estados.
El llamado neo-liberalismo ha impuesto una ley, la Lex mercatoria. Esto es, las leyes que los mercaderes establecen entre ellos para sí mismos. En vez de mercaderes medievales son hoy financistas posmodernos. CEOs que establecen estrategias sobre expectativas de ganancias dictando bandos cuyo único límite es el auto-disciplinamiento, siempre que no obstaculice esas expectativas. Miles de millones de vidas quedan sujetas al homicidio impune, por contaminación, por hambre, por degradación moral. La Lex mercatoria es el estado de excepción.

Las Naciones Unidas se han impuesto no reglamentar la actividad de las empresas transnacionales. Los acuerdos de Basilea se han impuesto no reglamentar la actividad bancaria y financiera. El medio ambiente, los derechos humanos y sociales, el derecho laboral, la alimentación, la salud y la educación quedan fuera de toda norma que reglamente la actividad de las empresas y grupos financieros que atentan contra los derechos. Los organismos internacionales los dejan librados a la responsabilidad social empresaria.
Así los migrantes forzosos que mueren buscando trabajo son efectos colaterales, exceptuados de cualquier derecho que no sea una piadosa bendición franciscana.
Los Estados han renunciado a sus propias soberanías para someterse a tribunales formados por instituciones financieras, comerciales y empresariales. Así todos quedamos abandonados a sus bandos.

Cualquier arrebatador puede quedar abandonado y sujeto al linchamiento, sobre todo si es adicto al paco. Pero el dinero del narcotráfico es lavado en los bancos y entidades financieras cuyas actividades está prohibido conocer. Y los narcos son los que matan impunemente, los narcos son una fuerza de la ley de los financistas. Los aparatos del Estado cuando no son sus socios se dedican a hacer llenar formularios de la DEA, en los que le preguntan a un pobre diablo que compra un terrenito o una batata para salir el domingo con los pibes, si el dinero conque compra es de fuente legal.
Para la tribuna quedan las paradas compadritas de los Berni y los Granados, las camaritas de los Masa y los Macri. Gestores cómplices de la lavadora Prosegur.

Así es como todos resultamos bandidos. La sociedad plena de lobizones, a veces lobos y a veces hombres.
Algunos sostienen la vuelta al Estado y otros, menos, olvidarse de él.
A este estado de cosas hemos llegado tanto con dictaduras como con democracias representativas. No estoy diciendo que son lo mismo, sino que poco se puede esperar de los grupos cuya función es hoy, en la mayor parte de los casos, la de mayordomos a comisión y recaudadores de impuestos para pagar deudas ajenas y que seguimos llamando Estados. En la cúspide, bandas legalmente armadas. No se trata ya del comité ejecutivo de la burguesía.
Pero mucho menos se puede hacer sin normas. No vale la salida tipo Far West de algún estado mexicano. Una especie de linchamiento en banda.
Autonomía respecto al Estado no quiere decir ausencia de normas. Cuando las cosas se plantean en abstracto no mejoran si agregamos auto-organización ni auto-determinación. Tampoco horizontalidad. Porque precisamente si los fondos financieros empresariales se parecen a las mafias es porque son autónomas del Estado, acuerdan sus relaciones horizontales entre sus pares, se auto-organizan y auto-determinan.

La cuestión es que parece que la hegemonía, que se forma de cultura, ideología y hábitos, nos está transformando a todos en lo que suponía Hobbes, homine lupus homine est.
Patrimonio de la humanidad no son sólo los monumentos y las viejas ciudades, lo son también, aunque no se los declare por la UNESCO, los logros de las resistencias y luchas emancipatorias de los oprimidos. Principios de convivencia como humanos: Nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario, nadie puede ser penado sin juicio previo…A pesar de los Oyarbide.
Porque la barbarie que tememos es también su olvido. La manada de lobos sin bautismo.
Que estas cosas no nos sean indiferentes.


Edgardo Logiudice

Abril 2014 

lunes, 14 de abril de 2014

La propiedad burguesa ya fue abolida. El manifiesto de los comunistas.


De todas las ruinas, las que pertenecen a aquello que nunca llegó a construirse son las más tristes.
Pablo de Santis, Crímenes y jardines, Planeta 2013, p. 171.



La propiedad manifiesta del Manifiesto.


En el texto que rumiaron Marx y Engels en el café de la Grote Markt de Bruselas y que, según parece, fue redactado sólo por el primero, el centro de la cuestión es el de la propiedad y la abolición de su forma burguesa.
Pero allí también se prevé y se proclama otra abolición, la de la compraventa.

Por aquello que desde la anatomía del hombre podríamos conocer la del simio, es decir, desde lo más desarrollado y complejo lo más simple, quizá valga la pena volver sobre ese texto hoy bastante devaluado.  No es la primera vez que el Manifiesto de los comunistas, que simbolizó las luchas de las clases sojuzgadas,  sigue la suerte de sus triunfos y sus derrotas[1].
Sin embargo una proclama de tal carácter, vigente durante un siglo y medio, merece seguir siendo trillada, independientemente de sus vicisitudes políticas.

Reflexionar desde las formas actuales de propiedad sobre la presencia o ausencia de la propiedad privada burguesa de la que el panfleto, como así lo consideran algunos por su estilo, proclamaba su próxima disolución[2].

Presencia o ausencia. ¿Ha sido abolida la forma, su determinación formal o su determinación material, esto es, su función, o el rango de su función?

La primera cuestión es que se trata de de un modo de apropiación específico e históricamente determinado. En efecto, el manifiesto afirma "[…] los comunistas destacan la cuestión de la propiedad, al margen de la forma más o menos desarrollada que haya alcanzado, como cuestión fundamental del movimiento"[3].
 "Lo que caracteriza a los comunistas no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición de la propiedad burguesa"[4]. Los fundadores no eran amigos de las abstracciones indeterminadas[5].
Es la abolición de la propiedad fundada en el trabajo asalariado. Entre las tesis positivas de los socialistas y comunistas crítico-utópicos el manifiesto señala "la supresión del trabajo asalariado". Es decir que la abolición de la propiedad burguesa es la abolición de un modo de apropiación. "El proletariado carece de propiedad […]. Los proletarios sólo pueden conquistar las fuerzas productivas sociales aboliendo su propio modo de apropiación y, con este, todo el modo de apropiación precedente. Los proletarios no tienen nada propio que asegurar […]"[6]

Ese modo de apropiación se diferencia de otros que le anteceden, es decir históricos.
"Todas las relaciones de propiedad estuvieron subordinadas a un cambio histórico constante, a una transformación histórica constante"[7].
La propiedad burguesa se diferencia de la propiedad personal que la antecedió.
"Se nos ha acusado a los comunistas de querer abolir la propiedad personalmente adquirida, lograda por el propio trabajo […] ¡Propiedad lograda, adquirida, ganada por uno mismo! ¿Habláis de la propiedad de los pequeños burgueses, de los pequeños campesinos, que antecedió a la propiedad burguesa? […] No necesitamos abolirla, el desarrollo de la industria la ha abolido y sigue aboliéndola a diario"[8].

Pero esa propiedad personal "lograda por el propio trabajo" no es atributo del obrero asalariado. El obrero asalariado no es propietario de nada.
El hecho de que el trabajo o la fuerza de trabajo o la capacidad laboral tenga un precio no significa que el asalariado la venda como una propiedad suya.
"[…] en vuestra sociedad vigente, la propiedad privada está abolida para las nueve décimas partes de sus integrantes; existe precisamente en la medida en que no existe para nueve décimos. Nos reprocháis que queremos abolir una propiedad que presupone, como condición necesaria, la carencia de propiedad de la enorme mayoría de la sociedad"[9].
"[…] los proletarios no tienen nada que perder excepto sus cadenas"[10].
Por eso la burguesía debe alimentar al trabajador. "[la burguesía] es incapaz de asegurarle a su esclavo la propia existencia dentro de la esclavitud; porque se ve forzada a degradarlo a una condición en que tiene que alimentarlo, en lugar de ser alimentada por él"[11].
"El precio promedio del trabajo asalariado es el salario mínimo, es decir, la suma de los medios de subsistencia que son necesarios para mantener al trabajador vivo como trabajador. Lo que, pues, se apropia el trabajador asalariado a través de su actividad, sólo alcanza para reproducir su mera existencia. No queremos de ningún modo abolir esta apropiación personal de los productos del trabajo para la reproducción de la vida inmediata […]"[12]
La burguesía de la que habla el Manifiesto acá mantiene vivo al obrero para que éste trabaje. El trabajador  "solo vive en la medida en que lo requiere el interés de la clase dominante"[13].   
Este obrero podría hacerse la pregunta que hace un personaje de Roberto Arlt en El juguete rabioso: "Decime, Rengo, ¿tiene sentido esta vida? Trabajamos para comer y comemos para trabajar". Se estaría preguntando quizá por la determinación material de la alienación.
Pero volvamos.

Comida por trabajo, trabajo por comida, parece un intercambio. La suma de los medios de subsistencia conque la burguesía alimenta la vida de los trabajadores, aparece como un precio en la forma salario. Aparece como un contrato, un contrato de compraventa[14]. Esto es, el salario constituye la determinación formal de una relación cuya determinación material es alimentar el trabajo vivo.
Pero esa determinación formal no es inoperante, inocua, sino que constituye al asalariado como si vendiera su fuerza de trabajo como algo de su propiedad. Lo constituye en propietario, como si fuese propietario de su energía y sus habilidades que, en realidad son propiedad de la burguesía. En la forma de capital destinado a salarios, es decir los medios de subsistencia del trabajo vivo. La propiedad burguesa de la que habla este manifiesto es la propiedad del trabajo vivo bajo la forma del salario.
Esta es la propiedad burguesa destinada a la abolición en el estado de desarrollo en que se encontraba al tiempo del escrito. Una propiedad fundada en la compraventa originada ya en formaciones anteriores basadas en los intercambios entre productores individuales independientes. La de los pequeños burgueses, los pequeños campesinos, que es abolida diariamente por la propiedad burguesa. Pero de la que no es abolida la forma de los intercambios, aunque sea ahora otra su determinación material, que define el nuevo modo de producción y de cambio[15]. La forma cumple ahora otra función, tiene otro rango. Es re-signficada, re-funcionalizada. Pero no desaparece, ni desaparecen sus funciones anteriores.
Como no desaparecen del todo las clases involucradas en las viejas formas[16].

La forma de los intercambios es la compraventa, de la que el manifiesto también proclama y prevé su abolición.

Otra vez un fragmento de El juguete rabioso para ponernos en situación. "Por lo general, los comerciantes son necios astutos, individuos de baja extracción, y que se han enriquecido a fuerza de sacrificios penosísimos, de hurtos que no puede penar la ley, de adulteraciones que nadie descubre o todos toleran".
Tal parece ser el estado del desarrollo del comercio a la vista de Marx.
Debo admitir que, literalmente, la expresión abolición de la compraventa no surge de ediciones que hagan mención al origen y al autor de su traducción.
Los párrafos pertinentes de esas ediciones dicen:
"Por libertad, en las condiciones actuales de la producción burguesa, se entiende la libertad de comercio, la libertad de comprar y vender.
 Desaparecida la compraventa, desaparecerá también la libertad de compraventa. Las declamaciones sobre la libertad de compraventa, lo mismo que las demás bravatas liberales de nuestra burguesía, sólo tienen sentido aplicadas a la compraventa encadenada [forzada] y al burgués sojuzgado de la Edad Media; pero no ante la abolición comunista de la compraventa, de las relaciones de producción burguesas y de la propia burguesía".

Aquí he debido apartarme de la edición que venía citando. Un obstáculo de traducción ha resultado un accidente bastante feliz para mi propósito, que es considerar la viabilidad de la conjetura mentada.
En efecto, el texto transcripto corresponde a la digital de la Biblioteca de Autores Socialistas (BAS) de la Universidad Complutense de Madrid y a la impresa en Buenos Aires de la Biblioteca Pensamiento Crítico publicada por Ñ-Clarín; ambas sin datos de traducción.   
El tropiezo reside en que, en la edición que venía citando, en el segundo párrafo no aparece la palabra compraventa sino especulación, de modo que lo que se proclama sería la abolición comunista de la especulación.
En la vieja edición de Cartago de las Obras Escogidas la expresión utilizada es chalaneo, en otras trapicheo. La primera se refiere al menudeo de tenderetes, la segunda a comerciar al por menor con medios no siempre lícitos.
En versiones digitales o facsímiles francesas e italianas la expresión es tráfico o comercio.
Dado que el punto gira sobre la libertad de comercio, tanto estas expresiones como la referencia a ella como declamaciones, palabrerío, bravatas liberales, etcétera, aparecen como una forma despectiva, peyorativa de referirse a ella.
Para justificar el término trapicheo, en alguna versión, hay una remisión a la mirada que tenía Engels del comercio para los años 40 en el Prefacio a La situación de la clase obrera en Inglaterra cincuenta años después. Allí nos habla de trapacerías, trampas mezquinas, pequeñas raterías, artimañas de ese comercio de una producción capitalista poco desarrollada
La expresión especulación, que parecía resultar inconveniente, tiene que ver con el sentido del término utilizado por Marx y Engels, en alemán.
En efecto, según me aclaró el propio traductor, el término germano utilizado por los autores (Schachter) tiene un sentido despectivo:  comercio con mucho regateo; comercio con afán de lucro sucio (unsauber), usura (Wucher); tratar de hacer una especulación (Schacher) con una mercancía. Se trata, entonces, de las compraventas del comercio en un sentido negativo, peyorativo, no obstante que, hoy corrientemente, adquiera otro matiz más preciso.
Creo que, precisamente, este contraste señala que se trata de compraventas que, aunque en un estado de producción capitalista poco desarrollada, son punto de partida y condición del modo de producción capitalista industrial que, por ello, serán suprimidas por el comunismo ya en su forma más acabada, sin el rasgo ya de artimañas y trapacerías.
En suma, el discurso sería: será suprimida la forma compraventa del intercambio que grandilocuentemente llaman libertad de comercio y que por ahora no es más que un menudeo de baratillo de plaza.  

La propiedad burguesa es la forma de la apropiación en un estado de desarrollo del modo de producción capitalista.
Basta una lectura de  La situación de la clase obrera en Inglaterra para hacerse una idea del primitivo, torpe e inacabado desarrollo de esas relaciones por la época del manifiesto.  
En el Prefacio de 1882 a esa obra Engels se encarga de señalar la magnitud de los cambios que ocurren en el modo de producir después, precisamente, de 1847 en cuyos días finales parece haberse redactado el texto de Bruselas.
A ese estado de desarrollo de la producción, de los intercambios y de sus formas es al que corresponde la propiedad burguesa, cargada aun de límites artesanales y mercantiles, muy anterior al taylorismo y a la acabada subsunción del trabajo al capital. Anterior, en suma, a la propiedad capitalista industrial. Presente ya en el pensamiento de nuestros autores pero lejos aún de ser una realidad.

La abolición que proclaman y prevén los comunistas es la de la propiedad burguesa que realmente ocurrirá en manos de la propiedad capitalista industrial, de la que la burguesa es antecedente y condición histórica. Como el comercio lo fue de ella, lógica e históricamente.
Y esa propiedad burguesa sobrevivirá también pero subordinada a la propiedad capitalista industrial. Más aun, será la forma que quedará (queda todavía) para los sectores más pobres, que la harán suya como si fueran realmente propietarios. Este, creo, es el significado que tuvo el célebre aburguesamiento del proletariado.
"Con el desarrollo de la gran industria, le es arrebatada a la burguesía su propia base, a partir de la cual produce y se apropia de los productos"[17].
Independientemente del sentido profético o agitativo del párrafo[18] parece indudable que la gran industria es un estadio distinto del modo de producción y de cambio. El que corresponde, precisamente, a las transformaciones devenidas después de 1847 a las que se refiere Engels. El desarrollo de la gran industria es la consolidación de la dominancia del modo de producción y de cambio capitalista industrial, de la propiedad capitalista industrial, frente a los otros sectores del capital.    
Transformada la agricultura en industria el modo de producción capitalista se consolida e ilumina, para usar una expresión de Marx, el conjunto de las relaciones económicas. Esa dominancia no es sólo la del modo de la producción sino la de la apropiación y su forma correspondiente. La apropiación por medio del intercambio generaliza la forma compraventa, la mercantilización de casi todas las relaciones sociales, aun de los productos del intelecto, los bienes intangibles. Persisten formas de adquisición antecedentes, como la herencia, o marginales como algunas posesiones por ocupación, pero la forma de adquirir generalizada es la compra. Lo postulado por Hegel se hizo realidad: la propiedad sólo se adquiere por la compraventa.
No se trata de que la compraventa, la propiedad privada e incluso el salario, aparezcan recién en la modernidad burguesa, consolidada con el capitalismo industrial, después de la segunda mitad del siglo XIX. Todas ellas existían en Roma y aun antes, pero como formas marginales dentro de otros modos de producción dominantes, el comercio fronterizo, los pequeños intercambios o las esporádicas ferias.
Esa economía mercantil marginal, ese intercambio, es una forma de apropiación del trabajo ajeno recíproca, mediada por el dinero cuando ya funciona como equivalente general. Es decir, cuando ya coloca a los intercambiantes en poseedores equivalentes que intercambian libremente, a diferencia de las ventas forzadas con las cuales confrontan los autores del Manifiesto el libre comercio. Aquí es donde se ubica el origen de las formas, de las nuevas formas de apropiación del trabajo ajeno, tanto de la propiedad burguesa como de la propiedad capitalista industrial. Forma con la que no sólo se producen los intercambios realmente equivalentes (salvo las pequeñas trampas) entre los mercaderes, sino que recubre el intercambio entre el capitalista y el obrero.

Ya es conocido: la fuerza de trabajo o capacidad laboral produce más valor que el que requiere su reproducción, y ese plusvalor, al terminar el ciclo productivo pertenece a quién ya pagó por la capacidad laboral su valor, es decir el de los medios de subsistencia necesarios. La forma oculta, entonces, la determinación material.
El asalariado no sólo es constituido en propietario como vendedor sino como comprador.
Ya vimos que la clase dominante, poseedora de los medios de subsistencia, mantiene viva la cantidad de capacidad laboral que le es necesaria. Sin embargo, como la forma del intercambio con los productores directos es la heredada del comercio, que es su condición histórica, es la compraventa, lo que se vende para entrar en la producción reaparece, una vez terminado el ciclo, como compra en el consumo.
La forma de adquirir la propiedad privada burguesa, que es la forma de los mercaderes, la compraventa, convirtió a los proletarios en propietarios. Asalariados primero y deudores, después.  
Tanto productores como capitalistas actúan como mercaderes, unos venden su fuerza de trabajo por un precio y otros la compran a quien, por venderla, se suponen propietarios.
La compraventa de la capacidad laboral constituye al obrero en propietario. Surge la forma histórica de la personalidad del obrero-propietario. Esta forma histórica signará su papel de consumidor, el que vende puede comprar.
De allí que, presente esta propiedad ya acabada en la visión de nuestros autores, la abolición de la propiedad privada está ligada a la abolición de la compraventa. "El comunismo no le arrebata a nadie el poder de apropiarse de los productos sociales; sólo el poder de servirse de esa apropiación para someter el trabajo ajeno"[19]. La apropiación donde "el trabajo vivo es sólo un medio para multiplicar el trabajo acumulado"[20]. Apropiación cuya forma es el salario, una compraventa.
Contrato que es la forma más perfecta del intercambio, dirá años después Marx en sus borradores ya citados. Porque, en la determinación formal o ideal, se respeta la equivalencia. El obrero recibe exactamente lo que cuesta reproducir su vida, que es el asiento de las capacidades laborales. Otra cosa es el resultado de su aplicación al proceso productivo. Por eso dice Marx, en otro lugar, que el obrero se vende a sí mismo en partes, es decir durante el tiempo que trabaja. Porque la aplicación de su capacidad laboral es inescindible de su cuerpo. Sólo que la apariencia de intercambio lo hace aparecer como propietario de su fuerza de trabajo.

Pero vimos que el que vende puede comprar.
La alimentación que provee el capitalista aparece como compra de los medios de subsistencia. Es el propietario consumidor.
La forma del intercambio, la compra del consumo, refuerza la forma de la individualidad del obrero como propietario. El cenit de este proceso es el fordismo.
La cadena del fordismo no termina en la producción sino en el consumo. El consumo de masas. Producción de bienes en masa, por masas y para masas.
La estrategia del fordismo consolidó al obrero-propietario. Productores que aparecieron como propietarios del producto de su trabajo, de un bien que no se agota inmediatamente con su consumo. De un bien del que se puede disponer aun vendiéndolo. La clásica propiedad perfecta, disponer del producto del propio trabajo, de su capacidad laboral. Casi como aquella propiedad personal producto del esfuerzo que la propiedad burguesa había abolido. Propiedad personal re-significada, re-funcionalizada.
Su propiedad es formalmente igual a la del capitalista, jurídicamente igual. Sólo que la mercancía que él compra no es igual a la que compra el capitalista por medio del salario.
Son propiedades distintas porque son compraventas distintas. El obrero no compra trabajo vivo; si obtiene una ganancia en la venta del auto que compró no será porque se apropió del trabajo ajeno de nadie. La determinación material del intercambio es lo que constituye, nuevamente, la diferencia.

La compraventa sigue funcionando como la relación cohesionadora de lo que es una relación antagónica ocultando las diferentes ubicaciones, lugares, en relación a la disposición de hecho, al uso de hecho de los bienes producidos. Pero no es la relación de los individuos con los bienes lo que define la propiedad como apropiación, sino el tipo de relación social en la apropiación. Y esta ya no es la misma que la de la propiedad burguesa en la que las nueve décimas partes de la población ni siquiera tenían el título de propietarios. Al menos en buena parte de Europa, América y Japón.
Los que tuvieron título de propietarios actuaron como tales, negociando colectiva, no individualmente, el valor de su fuerza de trabajo. Con lo que la compraventa, su determinación formal, de la capacidad de trabajo adquirió otra magnitud y otros caracteres muy distintos a los descriptos por Engels en el trabajo citado y luego por Marx en El Capital.
Como consecuencia hubo de reconocerse cierto aspecto social de la propiedad. Es que afloraba el carácter social del trabajo. Monopolio estatal de algunos usos y consumos con aspecto de carácter público y limitaciones a su compraventa y, consecuentemente al ejercicio de la propiedad. Lo que se llamó Estado Social o Estado de Bienestar o formas similares. El derecho laboral (el nuevo derecho, diría Alfredo Palacios) parte del supuesto de la asimetría de poder de negociación entre capitalistas y obreros. El reconocimiento legal de una función social de la propiedad se distancia de las formas de la propiedad privada precedentes.
Lo que no significa que las formas antecedentes desaparecieran sino que quedaron subordinadas a las nuevas.
La incorporación de grandes masas al consumo, designio de la estrategia fordista dio lugar a lo que denomino estado de contractualidad. Grandes masas inmersas en un mar de contratos. Pero una contractualidad de adhesión a los precios y condiciones puestas imperativamente por los grandes vendedores. Lo que se concibió para los juristas como la crisis del contrato clásico, es decir la desaparición de la supuesta igualdad de las partes y la supuesta libertad que de ella derivaba. Muy atrás quedaba el pichuleo.

Si con la primera propiedad capitalista industrial la producción generaba el consumo y el consumidor, tal como planteaba Marx en la Introducción del 57, con la propiedad fordista el consumo forzado se transforma en asiento e instrumento de la producción. Con ella nace la publicidad para el consumo de masas del nuevo bien no perecedero, el automóvil. Como ya antes había nacido la de los bienes de sobrevivencia. La propiedad de un Ford fue un gran sueño americano. Propiedad de un bien tangible no perecedero.
La posesión, el uso, un consumo demorado, que no se agota inmediatamente, como resultado de un aparente intercambio, fue lo que dio visos de realidad al sueño que esfumó las cadenas. El sueño se extendió, se hizo común, colectivización del sueño del individuo propietario. Ya se hacía difícil afirmar "[…] los proletarios no tienen nada que perder excepto sus cadenas"[21].

El crédito para el consumo facilitó la compraventa, el presunto intercambio que, generando ahora la deuda, garantizó el futuro de su esclavitud. Una nueva esclavitud por deudas. El drama de las cuotas del automóvil, la heladera y, después, el televisor, reflejado en cierta literatura social norteamericana. El clásico de Arthur Miller, La muerte de un viajante.
Al adelantar los bienes de consumo el vendedor se fue transformando en acreedor y el comprador en deudor. La tarjeta de crédito terminará por ir borrando las huellas del intercambio. Las anacrónicas formas del regateo quedarán recluidas al trapicheo de los pobres o al pintoresquismo de los mercados turísticos callejeros.
La compraventa queda abolida, con la hegemonía del capital financiero frente al industrial. El negocio no es vender sino prestar. La compraventa y la propiedad capitalista industrial pasan a segundo plano.

Aun así todavía esta propiedad es manifiesta, de alguna manera es visible, porque sigue vinculada sobre todo a los bienes tangibles.
La deuda es siempre invisible, el crédito es un bien intangible. Permanece en las sombras hasta su vencimiento. Sin embargo sobre ella se construyen ideales edificios financieros. Sobre las expectativas de las ganancias que todo préstamo significa. Expectativas que, pese a su intangibilidad, sirve de garantía a otros préstamos y deudas. Lo que algunos llaman capital ficticio y ganancias ficticias. Ficción que, sin embargo opera, decidiendo el destino de grandes grupos humanos. Tanto si las deudas se pagan, porque lo serán siempre con trabajo pasado o futuro, como si no se pagan, porque algunos habrán perdido lo que pusieron. La deuda tendrá consecuencias bien tangibles, saldrá de la sombra, aflorarán sus determinaciones materiales.  



La "propiedad en la sombra" o la sombra de la propiedad.


Es antigua la cuestión de la diferencia entre la propiedad y la gestión de una empresa, planteada como problema (1932). El asunto gira en torno a su control de hecho.
Las emergencia de fusiones, absorciones, participaciones y otro tipos de integración, es decir concentración económica, ha llevado la cuestión del control efectivo, no necesariamente de titularidad jurídica, a la propia relación entre empresas o grupos económico-financieros. Así se diferencia entre sociedades controlantes y controladas.
Esto es lo que constituye lo que los expertos denominan la estructura de propiedad de las empresas. Esta es la verdadera propiedad, el conjunto de determinaciones materiales de la disposición de bienes a las que corresponden otras determinaciones formales.
La emergencia de la incorporación de toda la ingeniería financiera, lo que algunos llaman la innovación financiera, ha generado transformaciones en la concepción de la gestión de las empresas. Han devenido asimismo conflictos de intereses entre los titulares propietarios, lo gestores o cuadros y los inversores.
Todo esto en un marco de una extensión global tanto de las empresas multinacionales como de los grupos financieros. En este contexto los Estados nacionales, en particular los estados receptores, no actúan más que de mayordomos locales de estos grupos. Pero tampoco actúan mejor los organismos internacionales como la OCDE o las propias Naciones Unidas. La consecuencia es que las decisiones de los grupos económicos carecen de cualquier control o regulación. Esta propiedad deviene entonces, una propiedad a-legal.    

De la nueva propiedad, de las determinaciones materiales de la propiedad, sólo parecen verse las sombras. Tan intangibles como los bienes a los que se vincula.
Shadow banking system es la expresión técnica para designar negocios financieros a la sombra de la banca.
En las crisis suelen mostrarse algo las entrañas del sistema. Sucede cuando no ya los críticos del sistema, algunos marxistas y exponentes de la teoría económica crítica, sino intelectuales orgánicos del mismo, ortodoxos y heterodoxos, asustados por algunas consecuencias no previstas en sus modelos matemáticos, buscan la forma de reformar algunos mecanismos. Las catastróficas crisis de estas dos últimas décadas desprestigió tanto a la iglesia financiera como a sus pastores. Como el Papa de la iglesia romana hubieron de revisar los mecanismos de los negocios, manteniendo el templo en pié. Como Francisco también algunos acudieron a la ética, a la responsabilidad y a las normas de conducta.

Para nuestro propósito voy a distinguir acá, si bien se trata de un mismo fenómeno de flujos de capitales en ámbitos locales muy amplios (Estados Unidos, Gran Bretaña, China) o regionales (Unión Europea) o directamente globales, entre el sistema bancario y financiero, por una lado, y las empresas multinacionales o trasnacionales, por otro. En ambos casos estamos en el nivel de la propiedad a-legal o propiedad en la sombra.

En el sistema de las empresas multinacionales la a-legalidad se halla en el borde de la ilegalidad y esto por obra directa de las Naciones Unidas.
La irrupción de estas empresas a nivel global ha dado lugar a debates en el plano de los organismos internacionales. Algunos de ellos a raíz de reconocidas violaciones a los derechos humanos, del trabajo y medioambientales. Se ha reconocido la incapacidad regulatoria de los estados nacionales frente a el poderío de las empresas y sus estrategias de elusión de las normas locales. Solicitándose por ello, desde la década de los setenta, la intervención de esos organismos, lo que dio lugar a iniciativas y proyectos de regular las actividades empresarias.
Sin embargo tales proyectos no han sobrepasado el nivel de recomendaciones que no obligan a las empresas.
En efecto, a iniciativa del Secretario General Kofi Annan, en el 2005, nombró para estudiar el tema a John Ruggie, asesor de Global Compact, conglomerado que funciona junto a la Secretaría General formado por grandes empresas transnacionales.
Ruggie presentó sus "Principios Rectores sobre las empresas y los derechos humanos". El Informe dice que "los principios rectores no son ni aspiran a ser normas obligatorias sino solo indicaciones". Y agrega que la contribución normativa de los principios no radica en la creación de nuevas obligaciones en el derecho internacional.
En julio de 2012 la Secretaría General de la ONU presentó un Informe al consejo de Derechos Humanos relativo al tema para la divulgación y aplicación de los Principios Rectores. Allí se reconoce que "es posible que aparezcan lagunas normativas". Dice Alejandro Teitelbaum, jurista argentino de la Asociación Americana de Juristas, partícipe de estos debates, a quien sigo acá: "De modo que no se trata de que sea …«posible que aparezcan lagunas normativas» sino que en materia de un encuadramiento jurídico específico de las empresas transnacionales sigue existiendo un vacío normativo en el derecho internacional"[22].
En realidad se trata de una norma de no normar impuesta por Global Compact. Estado de excepción, diría Agamben, donde la regla es que no hay normas.
John Ruggie posteriormente fue nombrado miembro de la Junta de Asesores en materia de Responsabilidad Social Empresarial de Barrick Gold en el 2012.   
   
Otro tanto sucede con la OCDE[23]. Sus países miembros representan alrededor del 80% del PBI mundial.
La actualización de las Líneas Directrices es del 2011. Son bastante elocuentes.
Contiene las "Recomendaciones para una conducta empresarial responsable en el contexto global". Allí se afirma que "se constata una tendencia hacia las fusiones internacionales de gran escala […] actualmente tienen un abanico más amplio de acuerdos empresariales y de tipos de organización. Las alianzas estratégicas y las relaciones más estrechas con proveedores y contratistas tienden a desdibujar los límites de la empresa.[…] Otro hecho clave es el surgimiento de empresas multinacionales en países en desarrollo como inversionistas internacionales de peso".
"En este contexto, las empresas podrían verse tentadas a descuidar las normas y principios de conducta adecuados con el fin de obtener una ventaja competitiva indebida. Estas prácticas de unas pocas empresas podrían poner en duda la reputación de la mayoría de ellas y generar preocupación en los ciudadanos". He allí la preocupación fundamental.
"Las Directrices son recomendaciones dirigidas conjuntamente por los gobiernos a las empresas multinacionales. […] El cumplimiento de las Directrices por parte de las empresas es voluntario y no es jurídicamente vinculante". Conforme a ello en sus Principios Generales declara que "Las empresas deberán […] desarrollar e implementar prácticas autodisciplinarias". "Las empresas deben ser consideradas como socios de los poderes públicos para la preparación y aplicación de estrategias voluntarias y regulatorias relacionadas con las políticas que las afectan".
En este caso no se trata solamente de no querer establecer normas obligatorias, sino de tener a los poderes públicos como socios de sus estrategias autodisciplinarias, es decir de sus decisiones. De este modo quedan sujetos a este principio todos los temas que el documento aborda: los derechos humanos, la legislación laboral, el medio ambiente, la tributación fiscal, las cuestiones de ciencia y tecnología, la corrupción. Está claro, los Estados locales, llamados anfitriones, deben asociarse a las decisiones voluntarias, discrecionales, de las empresas y los inversores.
Estamos hablando de los titulares de la propiedad del ochenta por ciento de la riqueza mundial. Esa propiedad no está legislada, es a-legal[24].

Demasiado grande para quebrar. Too big to fail. Es un concepto que categoriza entidades bancarias cuya quiebra pondría en peligro la estabilidad financiera y, con ella, la de toda la economía no sólo local o regional, sino global. Estabilidad financiera es la palabra de orden del capital financiero. Es la respuesta a las crisis que han dejado al aire las tripas de la nueva forma de apropiación. El edificio de créditos, es decir construido sobre deudas, resultante de las llamadas innovaciones financieras que otorgan valor a bienes tan intangibles como son las expectativas de ganancias. Se trata ahora de especulaciones sin ningún sentido peyorativo; su base es el cálculo. El cálculo de probabilidades basado en modelos matemáticos de evaluación de riesgos fundados en supuestas conductas, algunas veces basadas en estadísticas que a su vez presuponen que los actores volverán a actuar como lo hicieron. Todas las relaciones sociales así generadas conforman esta nueva forma de propiedad dominante, también a-legal. La propiedad en la sombra.

La globalización o transnacionalización de las empresas requiere grandes capitales y suficiente liquidez para realizar las transacciones que la globalización implica.
En principio son los bancos, con su capital propio o sus disponibilidades de depósitos quienes pueden proveerlos, además de las bolsas de títulos y acciones.
Pero estas distintas innovaciones financieras son transacciones en la que se adjudica valor a bienes intangibles que pueden avalar préstamos, depósitos o aportes. Atraer dinero líquido disponible, inversores. No sólo por medio de los bancos sino por entidades financieras no bancarias, los fondos de inversión. Pero los bancos, los grandes bancos (Too big to fail) administran esos fondos, aunque no figuren en sus balances. Esa administración no sólo genera comisiones y ganancias sino que sirve para avalar otras operaciones del banco. Todo eso se hace a su sombra, porque esa actividad no está regulada[25]. Los bancos, por lo general tienen ciertas regulaciones. Por ejemplo un capital mínimo y, generalmente, en una determinada proporción a sus operaciones e inversiones en activos fijos o de determinada calidad.
La proliferación de estas modalidades y los riesgos implícitos que pusieron de manifiesto las crisis financieras impulsaron ese furor por la estabilidad. De allí resultaron los acuerdos de Basilea entre los Bancos Centrales de Alemania, España, EE.UU., Francia, Italia, Japón, Luxemburgo, Holanda, el Reino Unido, Suecia, Suiza, Bélgica y Canadá. El fin declarado fue regular la actividad financiera. También acá nos encontramos con que la norma es no normar. Se trata de recomendaciones para tratar de achicar el riesgo sin que se escapen los inversores ni mermen las utilidades. Están a cargo del Comité de Basilea, el Comité de Supervisión Bancaria.
Pero del análisis de los acuerdos surge cuales son problemas a que los bancos se abocan desde su punto de vista, sus operatorias y, para nosotros, las nuevas formas del modo de apropiación. Pero también la sospecha bastante fundada de que esta forma del capitalismo sigue dando alimento y cobijo sólo a quienes generan ganancia. Y Basilea una sede de la materialidad de la biopolítica. Allí están Novartis, Syngenta. Allí los conjuntos bancario-financieros que operan sobre la especulación inmobiliaria. Semillas, fármacos y vivienda.
En esos conjuntos los cereales son commodities, las innovaciones farmacéuticas derivados financieros y las viviendas hipotecas subprime.
El planeta mismo, el habitat humano, es un derivado financiero. Hay un mercado de derechos de emisión contaminante. Transferencias que tienen un precio estimado, el precio de arruinar el medio ambiente. Sobre esas transferencias se apuesta a la suba o a la baja y sirven de aval para otras operaciones[26]. Esta es  una biopolítica poco filosófica.

En estas innovaciones financieras los protagonistas son bienes intangibles. Por lo tanto difíciles de evaluar. Pero estos bienes  se titulizan, es decir se convierten en títulos de crédito, como si fuese un pagaré, como garantía a un inversor. Se trata de endeudamiento con la expectativa de realizar negocios que presuntamente dejarán ganancias.
La tendencia de los bancos es a titulizar cualquier expectativa de ganancia y a sobrevalorar esos títulos. Ello genera el riesgo de que al momento de hacerse efectivo el crédito, es decir de pagar la deuda, el valor no sea el esperado o no tenga ningún valor.
Las presuntas regulaciones pretenden evitar esas sobrevaloraciones o sugerir reservas suficientes para hacer frente al riesgo, capitales mínimos, etc. Pero el negocios de los bancos (y de cualquier grupo financiero) es hacer plata con la plata de otros. De este modo el regulador que supervisa tiene el límite de que el negocio deje de funcionar. Para ello se asesora o con los mismos bancos interesados o con las famosas Agencias Calificadoras de Riesgos, cuyos sistemas y modelos de evaluación no difieren del de las propias entidades y, además, viven de los fondos de esas empresas[27].  
El resultado es "una ilusión de mensurabilidad de los riesgos" que es lo mismo que decir que se trata de una propiedad de riesgos, una ilusión de propiedad, si nos atenemos al viejo concepto. Pero en este tipo de propiedad se asienta la economía, pues es de esos flujos de capital de los que depende no sólo el llamado desarrollo sino la mínima actividad productiva. El flujo de capitales, dice Harvey, es un flujo vital[28]. No se trata de ningún capital o ganancia ficticios, es el capital financiero, bien real, bien material y bien efectivo, operatorio.
Esta es la propiedad que subordina a todas las demás. Y esa propiedad autoregulada es la propiedad dominante. La que ostenta el poder de decisión. Poder de facto, porque es a-legal. Disposición directa o indirecta del uso y consumo de los bienes tangibles e intangibles, bienes que son producto del trabajo social, pasado, presente y futuro. También de su destrucción, como con la obsolescencia programada. ¿Qué propiedad es la de un bien que es agotado antes de ser consumido? De un bien obsoleto antes de entrar en el mercado. 
Y de la destrucción de la apropia propiedad: las "hipotecas basura" no destruyeron la propiedad financiera, objeto de "salvataje", sino la de los desahuciados.
Los Estados actúan como mayordomos de los conjuntos financieros[29]. El rescate con los fondos públicos, el trabajo social, es el asiento de la "estabilidad" de los demasiado grandes para quebrar. No sólo han renunciado a regular sino que, además, han sido capturados tanto o más que los organismos de regulación ad hoc. El rescate con fondos sociales no es sino otra forma de apropiación del trabajo ajeno, que no es ahora el salario. La propiedad burguesa ha sido abolida.
                                                                                              
Estamos muy lejos del trapicheo o el pichuleo, cualquiera sea la traducción, del Manifiesto. Y, sin embargo, tan cerca, tan diaria, como lo estamos del sol dando vuelta alrededor de la tierra, estamos en relación con la propiedad manifiesta del manifiesto.
Si para los dominados, oprimidos y excluidos la cuestión de la propiedad sigue siendo "la cuestión fundamental del movimiento", quizá sea bueno explorar algo más sobre sus mecanismos y resultados. La propiedad no es una cuestión de los juristas.





Edgardo Logiudice
marzo 2014



[1] "Cuando [después de la derrota parisina de 1848] desapareció de la escena pública el movimiento trabajador surgido de la revolución de febrero, también el Manifiesto pasó a un segundo plano". MARX, Karl-ENGELS, Friedrich, El Manifiesto Comunista, Buenos Aires, Herramienta, 2008; Prólogo a la cuarta edición alemana  de 1890, Pág. 92. Traducción directa del alemán de Miguel Vedda.
[2] "El Manifiesto Comunista tenía como tarea proclamar la disolución inevitablemente próxima de la moderna propiedad burguesa". Íd.ant. Prólogo a la edición rusa de 1882, Pág. 78.
[3] MARX,C.-ENGELS,F. Op.cit.,  Pág. 71.
[4] Id.ant.  Pág. 42.
[5] "Es sabido que los monjes escribieron insípidas historias católicas de santos sobre manuscritos que contenían las obras clásicas del paganismo antiguo. Los literatos alemanes procedieron de manera inversa con la literatura profana francesa. Escribieron su insensatez filosófica detrás del original francés. Por ejemplo, detrás de la crítica francesa de las relaciones dinerarias, escribieron «enajenación de la esencia humana»; detrás de la crítica francesa del Estado burgués, escribieron «abolición del dominio del universal abstracto», etc." Id.ant. Pág.58.
[6] Id.ant. Pág. 38.
[7] Id.ant. Pág. 42.
[8] Íd.ant. Págs. 42, 43.
[9] Id.ant. Pág. 44.
[10] Id.ant. Pág. 7l.
[11] Id.ant. Pág. 40.
[12] Id.ant. Págs. 43,44.
[13] Id.ant. Pág. 44.
[14] Aunque un texto de Marx es muy posterior nos es útil como aclaración. En efecto en los Borradores hay unas de las pocas páginas que Marx dedicó al consumo de subsistencia. Lo hizo analizando la circulación de una parte del capital variable denominada "pequeña circulación": "Esta circulación [la del capital destinado a salarios] acompaña al proceso de producción y aparece como contrato, intercambio, forma de intercambio [...]".MARX, Karl. Elementos fundamentales para la crítica de la Economía Política. Borrador 1857-1858. volumen 2, Buenos Aires, 1972, Siglo XXI, Págs. 200/201.
[15] Los modos de producción y de cambio son inescindibles.  El texto es elocuente, siempre que trata de transformaciones el Manifiesto se refiere al modo de producción y de cambio, como una unidad.
[16] "La gran industria ha producido el mercado mundial, que había sido preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial concedió un inconmensurable desarrollo al comercio, a la navegación, a las comunicaciones terrestres. Este desarrollo, a su vez, influyó retrospectivamente en la expansión de la industria,  y en la misma proporción que se expandieron la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, la burguesía se expandió, aumentó sus capitales, desplazó a un segundo plano a todas las clases heredadas del Medioevo".  Aquí el traductor anota acertadamente: "Como puede verse, no se sostiene aquí que las demás clases desaparezcan, sino que son relegadas a un papel subsidiario".  Yo diría papel subordinado. MARX,C.-ENGELS,F. Op.cit.,  Pág. 27.

[17] Id.ant.Pág.40.
[18] Dice el traductor respecto a este párrafo: "Este es uno de los pasajes a los que se suele recurrir para afirmar que Marx creía en el carácter inevitable de la revolución social. Imposible -e inútil- exponer aquí una síntesis de lo que se ha escrito al respecto. Cabría decir, por un lado, que la postulación de un progres inevitable en dirección a la caída del orden burgués y el triunfo del proletariado, no sólo se contradice con otros pasos del Manifiesto,  sino que parece tener, al final de esta sección, una intención meramente agitatoria". Ibíd. 
[19] Ibíd. Pág. 45.
[20] Ibíd. Pág. 44.
[21] Ibíd. Pág. 7l.
[22] TEITELBAUN, Alejandro. Las multinacionales del capital y de la producción, los mercados y los derechos humanos. http://www.seipaz.org/documentos/2013FSIP_Teitelbaum.pdf
[23] OCDE (2013), Líneas Directrices de la OCDE para Empresas Multinacionales, OECD Publishing.
http://dx.doi.org/10.1787/9789264202436-es
[24] Según un estudio de un grupo de investigadores del Swiss Federal Institute of Technology de Zurich,
publicado en setiembre de 2011, el grueso del poder económico mundial confluye en 737 grandes
corporaciones, la mayoría de ellas bancos y grupos financieros que, a través de diversas redes y vínculos,
controlarían el activo del 80% de las grandes sociedades transnacionales. Pero según el mismo estudio, un grupo más concentrado, que llaman “super-entity”, de sólo 147 corporaciones controlaría el 40% de dicho activo « The network of global corporate control », Stefanie Vitali, James B. Glattfelder et Stefano Battiston, ETH Zurich, 19 septembre 2011, http://www.scribd.com/doc/70706980/The-Network-of-Global-Corporate-Controlby- Stefania-Vitali-James-B-Glattfelder-and-Stefano-Battiston-2011). Citado por TEITELBAUN, Alejandro, Op.cit.
[25] "Sistema bancario paralelo" dice VIVES, Xavier. Profesor de Bussiness School, Universidad de Navarra. En La crisis financiera y la regulación, Papper, setiembre 2010. http://blog.iese.edu/xvives/files/2011/09/La-crisis-financiera-y-la-regulacion.pdf
[26] MATEOS ANSÓTEGIUI, Ana Isabel. Instrumentos financieros y derechos de emisión de GEI.[ Gases Efecto Invernadero]. Dossier Revista Partida Doble, n° 226, nov. 2010, en http://revistacontable.dev.nuatt.es/noticias_base/instrumentos-financieros-y-derechos-de-emisi%C3%B3n-de-gei
[27] Las visiones críticas de estas desregulaciones provienen de los partidarios de la estabilidad financiera. Acá tomé como base de estos párrafos a RODRÍGUEZ  FERNÁNDEZ, José Miguel. Crisis financiera y regulación de la solvencia bancaria: una reflexión crítica sobre los acuerdos de Basilea. Académico, Profesor titular de Economía Financiera, consultor, especialista en Ciencias Empresariales.  En http://www.revistaeconomiacritica.org/sites/default/files/revistas/n11/REC11_4_JMiguelRodriguezFernandez.pdf
[28] "E1 capital es el flujo vital que nutre el cuerpo político de todas las sociedades que llamamos capitalistas, llegando a veces como un goteo y otras como una inundación, hasta el último rincón del mundo habitado. Gracias a ese flujo adquirimos quienes vivimos bajo el capitalismo nuestro pan cotidiano, así como nuestras viviendas, automóviles, teléfonos móviles, camisas, zapatos y todos los demás artículos necesarios para mantener nuestra vida diaria cotidiana. Mediante ese flujo se crea la riqueza que proporciona los muchos servicios que nos sustentan, entretienen, educan, reaniman o restablecen y, gracias a los impuestos sobre él, aumentan su poder los Estados; no sólo su poderío militar, sino también su capacidad para mantener un nivel de vida adecuado para sus ciudadanos. si se ve frenado o, peor aún, si se interrumpe o bloquea, nos encontraremos con una crisis del capitalismo en la que la vida cotidiana no puede proseguir de la forma acostumbrada". HARVEY, David. El enigma del capital y las crisis del capitalismo. Madrid, 2012. Akal, Pág.5.
[29] "El Estado deja de ser el protagonista central de la producción legislativa y el pluralismo jurídico global se consolida como expresión de una legalidad supraestatal, formal e informal, basada en las instituciones y agentes económicos dominantes […] El Estado legisla no legislando". HERNANDEZ ZUBIZARRETA, Juan. El Derecho comercial Global frente al Derecho Internacional de los Derechos Humanos. En http://www.enlazandoalternativas.org/spip.php?article243