martes, 16 de septiembre de 2014

Reestructuración de las deudas soberanas: ¿Quién le deja preparada la cena a los buitres? Herramientas estratégicas del capital financiero.

La Resolución.

La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 68/304, con el pomposo título de "Hacia el establecimiento de un marco legal multilateral para los procesos de reestructuración de deuda soberana".
El fin expresamente proclamado es muy claro: "aumentar la eficiencia, la estabilidad y la previsibilidad del sistema financiero internacional".
Para ese fin resuelve "elaborar y adoptar a través de un proceso de negociaciones intergubernamentales, con carácter prioritario durante la 69º sesión un marco legal multilateral para los procesos de reestructuración de deuda soberana".
Señala que "el esfuerzo de un Estado por reestructurar su deuda soberana no debe ser frustrado o impedido por acreedores comerciales, incluyendo fondos de inversión especializados como los fondos de riesgo".
En suma, para lograr la eficiencia, la estabilidad y la previsibilidad del sistema financiero internacional es necesaria alguna norma que evite que ningún acreedor, inclusive un fondo financiero, impida pagar a los deudores de deuda soberana.
Es decir, que los estados puedan quebrar y como cualquier quebrado puedan pagar conforme a los principios mercantiles: acordado el pago con la mayoría, la minoría no lo puede impedir. 


El discurso de Timerman.

Luego de la aprobación de la Resolución el Ministro Timerman pronunció un discurso parangonando esta patriada pagadora con el "Alegato Ruda" de 1964 contra el colonialismo.

Dijo el Ministro que todos sabemos que los países endeudados pueden quebrar. El problema de los fondos es cómo cobrar porque hay una laguna legal, falta el marco que ahora se propone elaborar. 
La ausencia de un marco legal para la reestructuración de deudas soberanas "se ha transformado en un problema grave para los fondos inversores".
"Todos sabemos…que un país quebrado no está en condiciones de devolver lo prestado".
El problema consiste en que el quebrado pueda seguir produciendo para pagar. Sabemos "que las finanzas no son posibles sin la producción".
Es necesaria una norma que establezca que si la mayoría de los fondos acreedores acuerdan esa posibilidad la minoría no la pueda vetar. La mayoría de los fondos inversores "reconocen la bondad de respetar el acuerdo con la mayoría de los acreedores".
Mientras esa norma no exista la situación queda sometida al "uso y abuso que hacen los especuladores". "Miles de millones de dólares van a los bolsillos de los dueños de los fondos buitre gracias a este vacío legal".
Y la falta de un marco legal "tiene su correlato con la pobreza, las enfermedades, el analfabetismo y la inseguridad que sufren los países históricamente golpeados por la deuda externa".
Distingue, entonces el Ministro. Si hubiese un marco legal, aunque golpeados por la deuda externa esos países no sufrirían pobreza, enfermedades e inseguridad. Pagarían tranquilamente a la mayoría de los fondos, produciendo. Con ellos no habría uso y abuso ni se llevarían miles de millones de dólares que nos les corresponde. Es decir no habría fondos buitres, que son los que compran bonos basura o bonos chatarra.
Por eso "Hemos decidido que ha llegado el tiempo de darle al sistema financiero un marco legal para la reestructuración de la deuda soberana, que respete a la mayoría de los acreedores y que le permita a los países salir de las crisis en forma sustentable".
"Es hora de comenzar a trazar conjuntamente un camino ético, político y jurídico capaz de ponerle frenos a la especulación desenfrenada".

Tendríamos entonces, según el Ministro, dos clases de especulación: una especulación ética y otra desenfrenada. La primera es la de la mayoría, que quiere y merece cobrar.


Fondos financieros, ética y normas.

Los fondos abusivos, especuladores desenfrenados, buitres al fin, aparecen como una anomalía del sistema financiero que, por falta de normas para cobrar, genera hambre, miseria, enfermedades, inseguridad.  
Propongo husmear un poco cómo funcionan fondos "sanos", no anómalos, en sintonía con las políticas monetarias auspiciadas por bancos centrales de Estados Unidos, Japón, Gran Bretaña, la Unión Europea y China.

QE es la sigla de una herramienta de política monetaria denominada Quantitative Easing, algo así como relajación o flexibilidad o expansión cuantitativa. El primero en utilizarla fue Japón en 2001.
Solemos leer en los diarios que la Reserva Federal de los Estados Unidos baja las tasas de interés con el objeto de reactivar la economía. Simplificando, se desanima el ahorro para que el dinero vaya al consumo y, de allí, a la producción. En realidad la reducción de las tasas de interés tienen el fin de desalentar que los bancos privados mantengan sus fondos depositados en los bancos centrales y los vuelquen al mercado. En teoría la mayor oferta de dinero baja su costo, el interés, en suma, se abarata el dinero que, al no producir renta iría al consumo.
Reducir las tasas de interés es un camino para arrojar dinero al mercado, alentar el consumo y, con él, la producción. Simplificando ése es el esquema.

El límite de la tasa podría ser cero y los bancos privados no tendrían interés en mantener sus fondos en los bancos centrales. Si ello no sucede por razones coyunturales del mercado, queda aun el recurso de establecer tasas negativas, esto es de menos cero, por ejemplo -2%.
Esto significa que si un banco privado mantiene sus depósitos en el central, éste le cobra un interés, por caso el 2%. Este interés funciona como una multa para expulsar dinero al mercado.
Se entiende que este sistema tiene algún límite y que es posible que el dinero que arroje a la plaza no sea suficiente para reactivar la economía. Es entonces cuando aparece esta herramienta QE.
Los bancos privados tienen entre sus activos bonos de la deuda pública y otros títulos de crédito, por ejemplo, hipotecarios. Pues bien, otra manera de hacer que los bancos se hagan de más dinero es transformar esos activos, cuya iliquidez los hace inoperantes para las transacciones, en efectivo apto para prestar. Los bancos centrales compran bonos o títulos pagando con dinero que, en principio va a parar al mercado a través de los bancos vendedores.
 
Mario Draghi es actualmente el Presidente del Banco Central Europeo. Fue vicepresidente y socio de Goldman Sachs, uno de los cuatro bancos de inversión más importantes del mundo. Este grupo bajo su vicepresidencia "asesoró" al gobierno griego en el año 2002 para maquillar la deuda griega para que Grecia pudiera entrar en el euro.
De ello tuvo que responder luego ante el Parlamento europeo.
Pues bien, este economista, en junio de este año, llevó la tasa de interés  del B.C.E. a menos de cero y anuncia la compra de bonos de deuda soberana y cédulas hipotecarias, a instancias del Fondo Monetario Internacional.

Sin embargo, Europa no termina, o no empieza, a salir de la crisis. El consumo se recupera muy lentamente. El desempleo no baja.
Las inversiones no van a la producción. El dinero barato va a la financiación de la compra de ciertos activos que, de este modo, disparan sus precios y "hacen más inestable el sistema financiero", describe Larry Elliott del The Guardian. En realidad, dice, por la misma razón la QE no ha funcionado ni en Estados Unidos ni en el Reino Unido.
En suma, los bancos centrales proporcionan a los fondos financieros el combustible para inflamar las burbujas financieras que, cuando explotan son socorridas por los Estados o, para precisar, por sus poblaciones. Con ajustes y recortes en salud, educación, gasto social.

En este negocio derivado de las medidas del Banco Central Europeo está metido el Bank of America Merrill Lynch. El Bank of America compró Merrill Lynch en 2008 cuando ésta iba a ser arrastrada por la crisis de las hipotecas subprime sin poner al tanto a sus ahorristas de la situación. Fueron juzgados varios directivos.
También el JPMorgan Chase que, también después de aquella crisis, se benefició con el mayor "salvataje" de la historia de la Reserva Federal para eliminar competidores.

Pues bien, esas dos angelitos son los que están liderando en Europa el negocio de bonos "chatarra". Están aprovechando simplemente que, dado que los bancos mantienen bajas tasas de interés los inversionistas ponen la vista en activos más riesgosos que, naturalmente pagan más intereses. El Bank of America y JPMorgan se encargan de ponerlos en la plaza.
"Bancos griegos, constructoras españolas y aserraderos alemanes insolventes están aprovechando el mercado". Es decir esos bancos financieros colocan deudas de deudores insolventes que no consiguen créditos bancarios y pagan altas tasas.
No solamente eso, sino que además, a través de fusiones, absorciones y adquisiciones se generan firmas de compañías privadas que se endeudan a esas tasas de riesgo para, con sus presuntos activos, lograr más créditos, los que se llaman financiamientos "apalancados", para adquirir otras empresas.
Lo que se denomina "arquitectura financiera".
Todo esto es absolutamente legal y ético.
El temor es -dice Jenny Anderson del The New York Times- que cuando los tenedores de los títulos de esas compañías corran a vender no encuentren compradores.
Estos bancos son los que no sólo negocian sino que, como vimos, generan a la sombra de los bancos centrales, los llamados "bonos chatarra".


Fondos buitres ¿anómalos?

Ambos bancos no operan así solamente Europa, con el mismo dinero barato lo hacen en Medio Oriente y África.
El caso de África subsahariana es bastante elocuente respecto a la relación entre los fondos sanos y los "anómalos".
Los sanos son anómalos o tal anomalía no es más que el funcionamiento normal del capital financiero global.

Hamid Rashid, de Bangladesh, asesor económico del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, es discípulo de Joseph Stiglitz Premio Nobel de Economía 2001, con él escribió en junio del año pasado "Los endeudados de riesgo del África subsahariana" (Sub-Saharan Africa’s Subprime Borrowers).
Sostienen que, a partir de la emisión de bonos de Ghana en 2007, se "desencadenó una orgía de endeudamiento soberano en la región".  En 2013 ya diez países habían emitido bonos a 11 años y al 6,2% promedios. Hasta ese entonces los bonos eran a 30 años y al 1,6%.
Preguntan: "¿Y por qué los prestadores han considerado de repente dignos de interés esos países?"
Responden: "Como la flexibilidad cuantitativa [la famosa QE que describí] ha reducido los tipos de interés a unos niveles mínimos sin precedentes…se trata de otra y más obscura manifestación de la búsqueda de rendimiento de los inversores".

La espantosa insuficiencia de "préstamos en condiciones favorables" para atender las necesidades de África para lograr niveles de crecimiento sostenido necesarios para reducir la pobreza. Los préstamos en condiciones favorables serían los de los organismos de crédito multilaterales, es decir el Fondo Monetario Internacional y el conglomerado del Banco Mundial. Pues bien, las condiciones -cuyas rigideces y consecuencias conocemos bien por aquí- que estos organismos imponen no los hacen nada atractivos para los africanos. Aparecen entonces los Bank of America, JPMorgan o similares con el dinero adquirido gracias a la flexibilidad cuantitativa.

"No cabe duda -dicen- de que los riesgos aumentarán …lo que podría tener consecuencia un endeudamiento excesivo".
"De hecho todo esos emisores subsaharianos de bonos soberanos tiene calificaciones crediticias «especulativas», lo que sitúa sus emisiones en la categoría de «bonos basura» e indica un riesgo importante de suspensión de pagos".
"La situación puede llegar a ser peor…los llamados fondos «buitres» han aprendido a provecharse al máximo de los países con problemas."

Nada de lo descripto es ilegal. Ni siquiera atenta contra valores cristianos. Según el Reporte Anual 2012 del I.O.R., es decir el Banco del Vaticano, sus activos contaban con bonos de las deudas soberanas de Portugal, Irlanda y Grecia. Todas quebradas. Posee también bonos de Holanda, Canadá y Estados Unidos. Tiene inversiones en la deuda pública de España y, naturalmente, de Italia.

Estas actividades no son ilegales, en realidad se hallan en una zona de a-legalidad, la famosa "laguna legal".
Pero esta "falta de marco legal" comprende toda la actividad de los fondos financieros, no solamente la de reestructuración de las deudas.

En los Acuerdos de Basilea participan casi todos los principales países europeos, el Reino Unidos y los Estados Unidos. El objetivo es establecer normas de funcionamiento de los bancos que garanticen su solvencia: capitales mínimos, carácter de los activos, normas de evaluación de los mismos, entre otros. El "fracaso" de los Acuerdos después de cuarenta años, para establecer algún estándar mínimo de evaluación para la capitalización de los créditos como activos de los bancos, es la muestra de la complicidad de los Estados y los organismos internacionales con el capital financiero global.

Esto es así porque los propios Estados no están interesados en regular la actividad financiera. Por lo que parece es, al contrario, que la actividad de los grupos financieros "regula" la actividad de los Estados, es decir de los gobiernos, de sus bancos centrales y del valor de la moneda.
Así Soros forzó la devaluación de la libra esterlina en 1992 y en Malasia en 1997 especuló contra las monedas asiáticas logrando su devaluación.
Soros apoya la Resolución de la Asamblea General. Soros es ahora socio estratégico de YPF, cuarto mayor accionista. Capital financiero sano, ético, legal y legítimo. Soros es parte de la mayoría que arregló y quiere cobrar, el célebre y angelical 92,4%.

Estos son los acreedores que merecen cobrar. Dice el Ministro.
La cena está servida, nadie quiere quedar afuera.
Para cenar es necesario que siga viviendo el que produce el alimento de buitres y de palomas, el deudor.
Es todo lo que pretende la Resolución: "aumentar la eficiencia, la estabilidad y la previsibilidad del sistema financiero internacional".


     
Edgardo Logiudice
Septiembre 2014


domingo, 14 de septiembre de 2014

Ética de las restructuraciones y pago soberano

La Resolución.

En el curso de la gesta del desendeudamiento, luego que la Asamblea General de las Naciones Unidas  aprobara la Resolución n° 68/304, "Hacia el establecimiento de un marco legal multilateral para los procesos de reestructuración de deuda soberana", el Ministro de Relaciones Exteriores y Culto dirigió a ella un encendido discurso.

El texto  que fuera aprobado resuelve "elaborar y adoptar a través de un proceso de negociaciones intergubernamentales, con carácter prioritario durante la 69º sesión un marco legal multilateral para los procesos de reestructuración de deuda soberana con miras a, entre otras cosas, aumentar la eficiencia, la estabilidad y la previsibilidad del sistema financiero internacional".
Señala asimismo que "el esfuerzo de un Estado por reestructurar su deuda soberana no debe ser frustrado o impedido por acreedores comerciales, incluyendo fondos de inversión especializados como los fondos de riesgo".

Es decir, para aumentar la eficiencia, la estabilidad y la previsibilidad de fondos de riesgo, la Asamblea propone que se elabore un marco legal que permita a los estados quebrados pagar sus deudas. Esto fue lo propuesto por el G77+China, incluido nuestro país.


El discurso de Timerman.

El discurso del Ministro Timerman, después de parangonar esta patriada de pagadores con el "Alegato Ruda" de 1964 contra el colonialismo en defensa de la soberanía argentina en Malvinas, enuncia las razones esgrimidas.

Resumiendo:
a) "Todos sabemos…que un país quebrado no está en condiciones de devolver lo prestado", "que las finanzas no son posibles sin la producción",
b) "La laguna normativa existente en el actual sistema financiero internacional en materia de restructuración de deuda" nos deja "desprotegidos ante el uso y abuso que hacen los especuladores" de esa laguna,
c) La falta de un marco legal "tiene su correlato con la pobreza, las enfermedades, el analfabetismo y la inseguridad que sufren los países históricamente golpeados por la deuda externa". "Miles de millones de dólares van a los bolsillos de los dueños de los fondos buitre gracias a este vacío legal
d) La ausencia de un marco legal para la reestructuración de deudas soberanas "se ha transformado en un problema grave para los fondos inversores",
e) La mayoría de los fondos inversores "reconocen la bondad de respetar el acuerdo con la mayoría de los acreedores",
f) "Es hora de comenzar a trazar conjuntamente un camino ético, político y jurídico capaz de ponerle frenos a la especulación desenfrenada". "Hemos decidido que ha llegado el tiempo de darle al sistema financiero un marco legal para la reestructuración de la deuda soberana, que respete a la mayoría de los acreedores y que le permita a los países salir de las crisis en forma sustentable".


Sintetizando:
Todos sabemos que los países endeudados pueden quebrar. Para los fondos el problema consiste en cómo cobrar, es decir que el quebrado pueda seguir produciendo para pagar.
Por eso si los fondos llegan a un acuerdo, la minoría debe respetar a la mayoría, porque de lo contrario no cobra nadie. De allí que sea necesaria una norma que así lo diga.
En suma, para cobrar no hay que matar al deudor. Ese es el camino ético.
Si las minorías respetan las mayorías de los fondos financieros se terminan los problemas del hambre, las enfermedades, el analfabetismo y la inseguridad y los fondos buitres no se llevan los dólares que no les corresponden. Con la norma los países deudores quedarían protegidos frente al uso y abuso de los especuladores.

Trataríase de una cuestión ética que se resuelve jurídicamente. Ético es que cobremos todos y que dejemos producir al deudor para que pueda pagar.
La solución legal es que la quiebra del Estado se trate como cualquier quiebra comercial.
Algunos postulan mayorías del 66%, otros del 75% suficientes para arreglar el pago soberano y obligar así a todos los acreedores, lo que garantizaría cobrar sin problemas.
Se trata, sin duda, de una concepción mercantil de la soberanía del Estado, una especie de estado en liquidación.
Parece tratarse de una ética comercial, más que política.


Fondos financieros, ética y normas.

Los fondos abusivos, especuladores desenfrenados, buitres al fin, aparecen como una anomalía del sistema financiero que, por falta de normas para cobrar, genera hambre, miseria, enfermedades, inseguridad.  
Propongo ver cómo funcionan fondos sanos, no anómalos, auspiciados por bancos centrales de Estados Unidos, Japón, Gran Bretaña, la Unión Europea y China.

QE es la sigla de una herramienta de política monetaria denominada Quantitative Easing, algo así como relajación o flexibilidad o expansión cuantitativa. El primero en utilizarla fue Japón en 2001.
Solemos leer en los diarios que la Reserva Federal de los Estados Unidos baja las tasas de interés con el objeto de reactivar la economía. Simplificando, se desalienta el ahorro para que el dinero vaya al consumo y, de allí, a la producción.  
Pero las tasas tienen un límite, cero. Cuando ya las tasas de interés no se pueden bajar es cuando aparece esta herramienta QE. Consiste en comprar activos en poder de los bancos: bonos de la deuda pública u otros títulos de crédito, por ejemplo hipotecas. Al comprarlos los bancos centrales arrojan dinero que, en principio, va a parar a través de los bancos privados al mercado con el mismo efecto que la baja de las tasas.

Mario Draghi es actualmente el Presidente del Banco Central Europeo. Fue vicepresidente y socio de Goldman Sachs, uno de los cuatro bancos de inversión más importantes del mundo. Este grupo bajo su vicepresidencia "asesoró" al gobierno griego en el año 2002 para maquillar la deuda griega para que Grecia pudiera entrar en el euro. De ello tuvo que responder luego ante el Parlamento europeo.
Pues bien, este economista, en junio de este año, llevó la tasa de interés a menos de cero. Ello obliga a los bancos a retirar sus depósitos del Central. La tasa negativa funciona como multa por los depósitos. Se trata de que los bancos tengan efectivo para prestar y alentar el  consumo y la producción.
Promueve, con el mismo fin, la compra a los bancos de bonos de deuda soberana de Europa y activos privados de sus carteras, es decir, créditos de empresas en poder de los bancos. Estas compras también proveen de liquidez a los bancos que, en teoría, reactiva la economía.
Sin embargo, Europa no termina, o no empieza, a salir de la crisis. El consumo se recupera muy lentamente. El desempleo no baja.
Las inversiones no van a la producción.
Al retirarse del mercado las inversiones en bonos y activos privados "fuertes" los fondos de inversión van en busca de los mejores intereses que, naturalmente, son los activos que ofrecen más riesgos. Entre ellos los de los países de economías más débiles que emiten deuda a jugosos intereses o invierten en materias primas que funcionan como commodities en los mercados de futuros. Se trata de recursos naturales extractivos o productos de la expoliación del suelo.
Los altos intereses que pagan esas economías débiles conducen rápidamente a situaciones de incumplimiento, colocando su deuda en situación de bonos "basura" y, desde allí, comienzan a operar los famoso buitres. Como resultado al que conduce el comportamiento "normal" del capital financiero.

Fondos de inversión toman dinero de los bancos a bajas tasas de interés y lo colocan en plazas de altas tasas.
Esto no sólo ocurre, por ejemplo, con la compra de bonos de deuda pública (soberana, perdón) de África subsahariana, con intereses superiores al 6%, sino dentro de la misma Europa. 
En el negocio está metido el Bank of America Merrill Lynch. El Bank of America compró Merrill Lynch en 2008 cuando ésta iba a ser arrastrada por la crisis de las hipotecas subprime sin poner al tanto a sus ahorristas de la situación. Fueron juzgados varios directivos.
También el JPMorgan Chase que, también después de la crisis del 2008, se benefició con el mayor "salvataje" de la historia de la Reserva Federal para eliminar competidores.
Pues bien, esas dos angelitos son los que están liderando en Europa el negocio de bonos "chatarra". Están aprovechando simplemente que dado que los bancos mantienen bajas tasas de interés los inversionistas ponen la vista en activos más riesgosos que, naturalmente pagan más intereses. El Bank of America y JPMorgan se encargan de ponerlos en la plaza.
"Bancos griegos, constructoras españolas y aserraderos alemanes insolventes están aprovechando el mercado". Es decir esos bancos financieros colocan deudas de deudores insolventes que no consiguen créditos bancarios y pagan altas tasas.
No solamente eso sino que, además, a través de fusiones, absorciones y adquisiciones se generan firmas de compañías privadas que se endeudan a esas tasas de riesgo para, con sus presuntos activos, lograr más créditos, los que se llaman financiamientos "apalancados", para adquirir otras empresas. Lo que se denomina "arquitectura financiera".
Todo esto es absolutamente legal y ético.
"La demanda ha superado nuestras expectativas más altas", dice un directivo de JPMorgan.
La profesora Jenny Anderson escribió recientemente en The New York Times: "El temor es que cuando los inversionistas corran a las salidas, no habrá nadie para comprar. Los bancos, como resultados de los requisitos de capital más rigurosos, serán menos capaces de comprar. Con más inversionistas de alto rendimiento que nunca, hay menos creadores de mercado para suavizar una liquidación".
En criollo, si hay corrida, los bonos no valdrán nada.

Nada de lo descripto es ilegal. Pero es cierto que estas actividades, además de estar auspiciadas por herramientas financieras como las QE de los Bancos Centrales, no están reguladas porque los propios Estados, es decir los gobiernos, no lo quieren. El "fracaso" de los Acuerdos de Basilea después de cuarenta años, para establecer algún estándar mínimo de evaluación para la capitalización de los créditos como activos de los bancos, es la muestra de la complicidad de los Estados y los organismos internacionales con el capital financiero global.
De allí que estas medidas de inyección de dinero tengan resultados como los referidos.
Como ha sido dicho, "la norma es no normar". La a-legalidad. Esa es la mentada "laguna legal".
Pero de ello resulta que el valor de las monedas está dictado por los flujos del capital financiero. Así Soros forzó la devaluación de la libra esterlina en 1992 y en Malasia en 1997 especuló contra las monedas asiáticas.  
Soros apoya la Resolución de la Asamblea General. Soros es ahora socio estratégico de YPF, cuarto mayor accionista. Capital financiero sano, ético, legal y legítimo.

Estos son los acreedores que merecen cobrar. Dice el Ministro.


Edgardo Logiudice

Setiembre 2014

 

martes, 2 de septiembre de 2014

La deuda, las deudas

De esclavo a súbdito
de súbdito a ciudadano
de ciudadano a deudor

Ajo (María José Martín de Hoz)
Historia de la Humanidad


Preocupaciones.

Dos parecen ser hoy las principales preocupaciones de las usinas ideológicas del pensamiento económico, político-económico, de los sectores dominantes. La desigualdad extrema y el funcionamiento de los mercados financieros. Dos caras o dos aspectos del capitalismo hegemonizado por el sector de las finanzas.
De los premios Nobel de la primera década de este siglo, también dos son los elegidos como portavoces por los grandes medios de difusión especializados en negocios y finanzas. Ellos llegan como voces de alerta frente a los límites escandalosos de la ortodoxia del llamado neoliberalismo. Ello les otorga cierto aire de progresismo que algunos sectores, particularmente los presuntos neo-keynesianos se hallan dispuestos a comprar. La cerrazón de los grupos más conservadores, en especial en Estados Unidos los republicanos, ayudan a abonar ese supuesto carácter.
Paul Krugman monta en el caballito de la desigualdad, de la extrema desigualdad. Claro es que no está sólo, lo acompañan nada menos que el F.M.I. con un informe de comienzos de año y la calificadora de riesgos Standard & Poor´s, que se lució en su momento calificando como buenas las hipotecas basura, con otro del 5 de agosto.
Dos también son los peligros esenciales que alertan a los citados y a otros más. La gobernabilidad y la disminución del crecimiento. Dejemos por ahora la primera que es bastante obvia.

Hay niños pobres que no pueden hacer uso de su talento. Esto "no sólo es injusto sino caro. La desigualdad extrema significa un desperdicio de recursos humanos". Los programas de gobierno que hagan alguna redistribución pueden hacer las naciones más ricas "si reducen ese desperdicio". Este es el argumento de Krugman: un poco de desigualdad es necesaria, demasiada es cara.
A  Joseph Stiglitz no le es ajeno el tema de la desigualdad, este ex vicepresidente y economista jefe del Banco Mundial, escribió El precio de la desigualdad. Pero Stiglitz está empeñado en demostrar que el capitalismo no tiene leyes y que la desigualdad no es inherente al capitalismo, que sólo se trata de malas o buenas políticas. Por eso un fallo como el de Griessa "se torna en una amenaza para el funcionamiento de los mercados financieros internacionales". Porque "alienta la usura", es decir el exceso. Para salvar a los "mercados financieros", es decir a los prestamistas, no hay que excederse en los intereses.
En suma, la desigualdad no debe ser tanta que, no sólo haga peligrar la dominación, sino que no desperdicie a quienes todavía se les puede hacer producir riqueza. Los demás pueden ser desechados. Y, dado que el capitalismo no tiene leyes y la desigualdad no le es inherente, ésta no tiene nada que ver con la apropiación de la riqueza para lo que son necesarios los mercados financieros.
Para resguardar entonces estos mercados es necesario preservar la existencia de deudores, es decir clientes que compren dinero, de los que al por mayor los más importantes son los Estados que generan lo que se llama "deuda soberana".  Para que éstos sigan existiendo es conveniente no acogotarlos, de allí que dice Stiglitz que hay que respetar "un principio básico del capitalismo moderno: los deudores insolventes necesitan un nuevo comienzo" (El País, 24/08/14).
Desde ese lugar lidera una lista de economistas asesores de negocios y finanzas que solicitan a la ONU se tomen recaudos para la restructuración de las deudas soberanas.
Y en el mismo rumbo la Asociación Internacional de Mercados de Capitales, que nuclea a 450 bancos e inversores globales, propone que en caso de quiebra de un Estado es suficiente que éste se rinda ante el 75% de los bonistas y, en ese caso, la minoría se tiene que aguantar el acuerdo.
Para que todos cobren y el deudor insolvente tenga un nuevo comienzo: siga endeudándose para pagar.  
Los deudores somos nosotros, los griegos, los españoles, los portugueses…en el mundo de la deuda y de las deudas.


El préstamo y los deudores. Capitalismo de crédito.

 Pagad a todos lo que debéis...
Pablo, Romanos 13, 7


La Deuda aparece cuando su pago no parece posible. Mientras tanto convivimos natural e irreflexivamente con ella y con ellas. Con ella cuando se trata de la llamada deuda soberana, la deuda asumida por los gobernantes en nombre de un Estado, con ellas cuando se trata de las que reconocemos individualmente. En ambos casos resultan de un préstamo, un anticipo, reductible siempre a dinero, que otorga quien lo posee a quien promete reembolsarlo a cambio de un precio. Se trata del préstamo a interés. Una relación social que constituye a algunos individuos en acreedores y a otros en deudores. Una relación entre poseedores de dinero y desposeídos de él, donde el poseedor dispone del dinero como de cualquier mercancía, la vende.
El préstamo es la venta de una mercancía que se llama dinero, cuyo precio es su valor que incluye un interés, que es la ganancia. Es una venta temporaria, tiene un plazo, y es condicional ya que lo prestado se debe devolver. Parecido a un alquiler pero que, a diferencia de éste donde, si lo alquilado se destruye no se puede devolver, dado que el dinero no huele, siempre puede ser reemplazado por una suma igual y, por lo tanto, siempre puede y debe ser devuelto. Tomo III de El Capital.  
El préstamo funciona siempre como un anticipo fundado en la confianza en esa devolución. Una confianza desconfiada, dado que el grado de confianza determina la razón, el porcentaje de interés. Confianza que miden las calificadoras de riesgo, que son empleadas de los acreedores desconfiados.
Pero confianza al fin porque uno sólo es el que pone, no hay intercambio, de parte del deudor sólo hay una promesa, escrita pero promesa. El acreedor confía en la virtudes personales del deudor. Por eso se habla de honra.
El negocio del prestamista está en que siempre haya hombres honrados que le estén debiendo. Que existan siempre los que necesitan anticipos.
Estos hombres honrados son los deudores, individuales o colectivos, cuyo cometido es pagar. Una forma de subjetividad, por lo visto, muy generalizada. Vivir para pagar. El homo debitor.

Servidumbre de la deuda, es la paráfrasis de servidumbre de la gleba, que acuña David Harvey, y no parece exagerada, para referirse a la dependencia de la vida de los hombres de la inversión de los flujos literalmente vitales de capital-dinero.
Dinero que, para seguir siendo capital, debe generar deudores que produzcan ganancias aunque sea fabricando propietarios que compren sin dinero propio. Consumidores a crédito.
Propietarios del humo, porque no se puede ser propietario de lo que se agota en el consumo y no se es propietario más que en los papeles de aquello que se debe. Ilusión que se acaba cuando no se paga el préstamo. Consumir significa, dice Marc Augé, el deber de endeudarse.
Deber de endeudarse, servidumbre de la deuda.
Fábrica del hombre endeudado, dice Maurizio Lazzarato, de esta "economía de la deuda", de este capitalismo financiero o de este capitalismo post-fordista hegemonizado por el capital financiero. Capitalismo de crédito, creo que podríamos decir.


La producción del deudor.

"Decime, Rengo, ¿tiene sentido esta vida?
Trabajamos para comer y comemos para trabajar".
Roberto Arlt , El juguete rabioso. Años veinte.


Hasta que Henry Ford encuentra la fórmula de producir consumidores los productores asalariados nacían deudores.  
Una desigualdad originaria, la desposesión de las condiciones de vida, los medios de subsistencia acompaña la desposesión de los medios de producción y obliga a los desposeídos a trabajar. Los medios de subsistencia residen en la forma de capital variable, el destinado para el pago de salarios, en manos del capitalista industrial. Con él paga la capacidad laboral. Al pagarla en dinero la clase capitalista industrial otorga la forma de intercambio al acto de alimentar a los portadores de la capacidad laboral que necesita volcar a la producción. Como se alimenta a los chanchos para que produzcan chanchitos, pero en dinero, el salario.
Se convierte así el trabajo en una mercancía y al obrero en su propietario.
Adquiere la capacidad o fuerza de trabajo suficiente y necesaria que sea rentable conforme a su capacidad de producción y el mercado. Ni más ni menos. De modo que la clase de los capitalistas industriales, en cuyas manos se halla en forma dinero las condiciones de vida y subsistencia de los poseedores de la fuerza laboral, alimentará solo a aquéllos que les sean necesarios. Para conservar esa capacidad, pero también para reproducirla. De manera que el salario contendrá el equivalente a los gastos de reproducción, es decir los futuros asalariados. Esto significa que el capitalista industrial anticipa en forma dinero los medios de subsistencia de la prole asalariada. Prole que, entonces, nace con una deuda que pagará obligatoriamente trabajando. Borradores1857-58, Cuaderno VI, La pequeña circulación.

Con el capitalismo industrial, la renovación de los ciclos y la consiguiente acumulación, los productos deben realizar su valor en el mercado. El crecimiento depende, sobre todo, de la demanda, es decir del consumo. Henry Ford encuentra la fórmula: altos salarios y venta en cuotas. Es necesario generar consumidores: publicidad para fabricar nuevas necesidades y préstamo para el consumo.
Ahora el deudor producido está forzado a consumir, si no lo hace queda excluido y es el consumidor el que nace deudor.          
A la deuda básica originaria se agregan, superponen y subordinan otras deudas originadas en otras necesidades, genuinas o ficticias, pero que sin duda transforman las condiciones de vida. Productos de confort a los que, en la época de Marx, los productores sólo accedían en momentos de auge económico, como artículos de lujo, pasan a ser de consumo generalizado. 
En principio sólo cambia el contenido material de las condiciones de vida conforme a los nuevos resultados de la producción. Pero la transformación sustancial estriba en que el préstamo para el consumo, creciente con la aparición masiva en los años ochenta de la tarjeta de crédito, es otro anticipo que se agrega por fuera del pago del salario o cualquiera de sus formas sustitutas. Anticipo que también deberá saldarse con trabajo futuro del propio productor deudor.

Claro es que estos anticipos no aparecen como tales. En la caja del supermercado, en el cajero automático o en la compra on line, lo que aparecen son respuestas casi automáticas a requerimientos informáticos. Gestos corporales que conforman algo parecido a aquello que Bourdieu llamaba creencias irreflexivas, no cognitivas. Estos préstamos en los cuales y por los cuales respiramos no requieren de la presencia del usurero ni de la visita al montepío. 
Estos automatismos constituyen nuestra nueva subjetividad adecuada a los mecanismos de funcionamiento del sistema. Mecanismo de disciplinamiento ya no sólo en el trabajo sino en el consumo. La bancarización de los salarios y nuevas formas de remuneración no son sólo una cuestión de innovación técnica ni un negocio de encaje y comisiones de los bancos, tiene un efecto ideológico de ocultamiento. Entre otras cosas oculta las estrategias de dominación y desposesión del capitalismo financiero a través del consumo. Del que derivan las deudas.

 Este nuevo anticipo señala un mayor endeudamiento y devela, a pesar de la posesión precaria de mayores bienes, servicios e ingresos, una mayor desigualdad. Una tasa creciente de la desigualdad que tanto alarma. Este endeudamiento amplía la famosa brecha empírica, pero sobre todo evidencia la consolidación de las posiciones entre quienes poseen el poder de disposición de las condiciones de vida y los desposeídos, paradójicamente, por el consumo. El consumo es un medio para fabricar deudores.
Y excluidos.
En el funcionamiento del capitalismo financiero la expectativa de consumo, los potenciales clientes, que son potenciales deudores tienen tanto valor como los consumidores-deudores efectivos. La expectativa de la ganancia resultante se contabiliza como un activo inmaterial o intangible con un valor estimado. Como el valor de una cosecha futura que se negocia en la bolsa de Chicago.
Ese valor contable que forma parte del activo se convierte en un título que puede ser negociado, convertido en dinero líquido disponible. Esto significa que las ganancias no necesitan esperar a que el consumo efectivo y, por lo tanto es posible retardar una nueva producción. Vale decir, que se pueden realizar ganancias reales sin necesidad de aumentar la masa de productores. Es la célebre distancia entre las llamadas economías reales y las ficticias. Y, como recuerda Harvey, los inversores dirigen  siempre su mirada a la rentabilidad.
Pero de ello resulta que muchos productores quedan excluidos y, de este modo, no tendrán a su alcance ni las mínimas condiciones de vida, nos les llegan los flujos vitales. Son los muertos de hambre que no tienen donde caerse muertos, literalmente. Son los que no pueden cumplir su deber de deudores, como dice Augé.
Y los buenos deudores serán consumidores forzosos y más intensivos mediante varios expedientes. Expedientes que significan formas de control y disciplinamiento.



Las innovaciones.

Las innovaciones aparecen como el motor del capitalismo. Parece verdad que los productos son asiento de mayor valor merced a las innovaciones, es decir al contenido creciente del componente inteligente que soportan. Pero estas innovaciones no sólo se valorizan por el agregado tecnológico intangible. Su valor queda determinado también por las expectativas de ganancia o de plusvalía, de acuerdo a la jerga contable de los bienes inmateriales. El simple anuncio de un proyecto de innovación genera un aumento de precios de las acciones de una empresa realizable inmediatamente en el mercado de valores, independientemente de la materialización efectiva del nuevo producto. Por lo tanto las innovaciones no se dirigen tanto a la mejora del producto cuanto a su papel de medio financiero.
Pero el consumidor queda atado a la innovación. La rápida obsolescencia de los productos que no admiten reparaciones, de soportes que no admiten nuevos programas. Se trata de la estrategia de la obsolescencia programada.
Queda atado por tanto a nuevos anticipos, una especie de Sísifo post-fordista. Sujeto de un futuro sólo repetitivo de un nuevo presente. En el que queda preso, controlado. Alienado.
Esto significa una destrucción acelerada del producto del trabajo humano y una explotación incontrolada de las materias naturales a la vez de la creación de vaciaderos de desechos contaminantes. Pero esta aceleración de la producción en nombre del progreso es, desde el punto de vista de los capitales, el acortamiento de los ciclos de rotación con la misma cantidad de consumidores, atados a las innovaciones.
Consumidor cautivo, es decir deudor cautivo, forzoso. A lo que se puede agregar, un ejército de reserva de consumidores, formado por aquéllos no totalmente desechables que Krugman quiere recuperar, para el caso de que sean necesarios. Consumidor-deudor virtual que, sin embargo, valoriza la cartera capitalizándose como un activo intangible, palanca de nuevos anticipos, bases de las famosas burbujas.

Varias son las formas de atar al deudor, también como trabajador. Como negocio a dos puntas. Los servicios, cuyo peso económico es cada vez mayor y sobre cuyos agentes hace ya tiempo Harvey llamaba la atención, son asiento de nuevas formas de explotación. Sobre ellos se genera una nueva subjetividad. Son los franquiciados, emprendedores.  Cuya remuneración aparece como la renta de un capital, muchas veces anticipados por le marca franquiciadora. Lo que sitúa al franquiciado en esa "clase media" de la cual se forma parte, según la CEPAL, cuando los ingresos están entre los 4 y los 10 dólares diarios.
En realidad el franquiciado está pagando el valor intangible de la marca, que supone potenciales clientes. Pero a la vez, al incorporarse a la cadena está incrementando el valor de la marca que el paga. Es decir paga lo que contribuye a crear lo que, a la vez, sirve a los grupos titulares de la marca para apalancar nuevos negocios.
Como se ve la base es un préstamo, pero el deudor no aparece como tal, sino como un pequeño capitalista. A esto se ha llamado "desproletarización". Trátase, como se ve, de una nueva forma de alienación, más que del trabajo, de la deuda.   

Aumento de la rentabilidad, mayores capitales disponibles que, sin necesidad de ser reinvertidos en la producción, buscan salida en la especulación. Aumento de las deudas en las que se asientan los movimientos especulativos, dadas las expectativas de ganancias. Así crece la brecha, es decir la desigualdad. A pesar del acceso a bienes y servicios que conforma a los atados al consumo como lo que ha sido llamado clase cuasi media.
Esto es lo que abruma a ciertos economistas de la Cepal que observan que a pesar de haber descendido, conforme a sus mediciones, los niveles de pobreza aumenta escandalosamente la desigualdad.   
Además, asegurada de este modo la rentabilidad, se hacen innecesarios más consumidores y, por lo tanto, trabajadores. Con lo cual los niveles de desocupación se hacen crónicos, la flexibilidad de los "ejércitos de reserva" cada vez más reducida lo que es lo mismo que decir que la exclusión es crónica. Eufemísticamente desocupación estructural, lo que no significa más que exclusión sistémica.
La producción del deudor no parece ser sino la producción de la desigualdad y la exclusión por el capitalismo bajo la hegemonía del sector financiero.


"La deuda".

El llamado neoliberalismo, es decir la forma política de la culminación de la dominación del capitalismo financiero, entre todas sus políticas privatizadoras emprendió la que quizá haya sido la atribución mayor de la soberanía estatal. La creación y gobierno de la moneda que caracterizó al Estado-Nación.

El ya clásico gambito de Soros que, en 1992, forzó la devaluación nada menos que de la libra esterlina, puso en evidencia el dominio de la moneda-crédito.
Moneda-deuda, dicen algunos. Los bancos centrales están condicionados por la liquidez del sector financiero. Es decir, dependen de esa cuasi-moneda que son los bonos, títulos de deudas, que se negocian secando o licuando la plaza, sin proporción con la moneda soberana. La clásica independencia de los bancos centrales depende del mercado de capitales.

El papel de la deuda pública en las decisiones políticas no es nuevo, como tampoco lo es que, en definitiva, se trata de lo único íntegramente socializado, como decía irónicamente Marx. Sólo que ahora, lo soberano ya no es la emisión de la moneda y la fijación de su valor, sino las deudas resultantes de los préstamos que asumen los gobernantes en nombre del Estado, del que en última instancia sus ciudadanos son, somos, garantes. Es decir, deudores.

Los gobiernos emiten moneda en base a la emisión de deudas, de donde la moneda depende de la deuda. Es decir de los préstamos que otorgan los bonistas congregados en los grandes grupos financieros. Grupos que fijan las condiciones sin condicionamientos. A la sombra de los bancos aparentemente regulados, pero a los que nadie tiene interés en regular. Tampoco los gobiernos porque son alimentados por ellos.
La celada es el crecimiento. La consigna es la competitividad para el acceso al crédito. 
Los modelos son las llamadas economías emergentes. Para "atraer" capitales asegurar rentabilidad. Para asegurar rentabilidad mano de obra barata baja carga fiscal. Baja carga fiscal se traduce en menos gasto social, menos sanidad, menos educación, menos seguridad social. En suma, precarización y degradación de trabajadores. Rentabilidad para los inversores globales que se traduce en valorización de sus acciones y, por lo tanto, nuevos negocios financieros.
A pesar de cierta ralentización las tasas de crecimiento son aun elevadas con fuertes alzas del PBI. Alzas que se apoyan en los commodities. Es decir productos del extractivismo y la expoliación de la tierra cultivable cuyo destino son los mercados de futuros y derivados. Es decir, la industria financiera.
No es para extrañarse, entonces, que el crecimiento sea acompañado por la desigualdad creciente que preocupa a célebres economistas de la CEPAL. Ni que continuemos en estado de "inseguridad alimentaria", según el eufemismo de la FAO. Con 842 millones de desnutridos, 1.300 millones en extrema pobreza y 2.500 millones que hacen sus necesidades al aire libre.
Acceder al crédito, atraer capitales, no significa más que embarcarse en más deudas, condicionadas siempre por los prestamistas. No sujetos a más control que los propios de sus alianzas, sus fusiones, sus absorciones y sus guerras. Distinguir entre buitres y palomos es, cuanto menos, ingenuo. Sino hipócrita.
     
Para preservar el negocio, como postula Sitgliz, hace tiempo que se vienen intentando los acuerdos de Basilea.
Las innovaciones exceden el ámbito de la producción. Hay también innovaciones financieras. Se trata de la creación de figuras jurídico-negociales acordadas privadamente entre grupos de negocios no sujetas a regulación legal.
Estos negocios operan a la "sombra" de los bancos.
La globalización o transnacionalización de las empresas requiere grandes capitales y suficiente liquidez para realizar las transacciones que la globalización implica.
En principio son los bancos, con su capital propio o sus disponibilidades de depósitos quienes pueden proveerlos, además de las bolsas de títulos y acciones.
Pero estas distintas innovaciones financieras son transacciones en la que se adjudica valor a bienes intangibles que pueden avalar préstamos, depósitos o aportes. Atraer dinero líquido disponible, inversores. No sólo por medio de los bancos sino por entidades financieras no bancarias, los fondos de inversión. Pero los bancos, los grandes bancos (Too big to fail) administran esos fondos, aunque no figuren en sus balances. Esa administración no sólo genera comisiones y ganancias sino que sirve para avalar otras operaciones del banco. Todo eso se hace a su sombra, porque esa actividad no está regulada. Los bancos, por lo general tienen ciertas regulaciones. Por ejemplo un capital mínimo y, generalmente, en una determinada proporción a sus operaciones e inversiones en activos fijos o de determinada calidad.
La proliferación de estas modalidades y los riesgos implícitos que pusieron de manifiesto las crisis financieras impulsaron ese furor por la estabilidad. De allí resultaron los acuerdos de Basilea entre los Bancos Centrales de Alemania, España, EE.UU., Francia, Italia, Japón, Luxemburgo, Holanda, el Reino Unido, Suecia, Suiza, Bélgica y Canadá. El fin declarado fue regular la actividad financiera.
Se trata de recomendaciones para tratar de achicar el riesgo sin que se escapen los inversores ni mermen las utilidades. Están a cargo del Comité de Basilea, el Comité de Supervisión Bancaria.
En estas innovaciones financieras los protagonistas son bienes intangibles. Por lo tanto difíciles de evaluar. Pero estos bienes  se titulizan, es decir se convierten en títulos de crédito, como si fuese un pagaré, como garantía a un inversor. Se trata de endeudamiento con la expectativa de realizar negocios que presuntamente dejarán ganancias.
La tendencia de los bancos es a titulizar cualquier expectativa de ganancia y a sobrevalorar esos títulos. Ello genera el riesgo de que al momento de hacerse efectivo el crédito, es decir de pagar la deuda, el valor no sea el esperado o no tenga ningún valor.
Las presuntas regulaciones pretenden evitar esas sobrevaloraciones o sugerir reservas suficientes para hacer frente al riesgo, capitales mínimos, etc. Pero el negocios de los bancos (y de cualquier grupo financiero) es hacer plata con la plata de otros. De este modo el regulador que supervisa tiene el límite de que el negocio deje de funcionar. Para ello se asesora o con los mismos bancos interesados o con las famosas Agencias Calificadoras de Riesgos, cuyos sistemas y modelos de evaluación no difieren del de las propias entidades y, además, viven de los fondos de esas empresas.
El Comité de Basilea viene dando recomendaciones desde 1974, hace ya entonces 40 años.
En la última actualización de 2013 el Comité dice que las recomendaciones se están revisando en un período de observación para hacer frente a consecuencias no deseadas y que esperan obtener algún estándar mínimo de regulación para el año 2018.

Este es el universo de la economía de la deuda, del capitalismo de crédito. La fábrica del hombre endeudado. Los mercados financieros que los Nobel quieren preservar.



El fetichismo del dinero.


 "Es en el capital a interés donde la relación de capital cobra su forma…más fetichista".
Marx, El Capital.

El capitalismo reproduce y amplía la desigualdad originaria. 
El capital financiero no es dinero, es la concentración de la propiedad privada del trabajo social en forma de dinero. Dinero que, para seguir siendo capital, acrecentarse, necesita venderse como cualquier mercancía. Y cobrarse.
Los intereses que pagamos no son más que trabajo social. Trabajo social es el ajuste: más impuestos menos salarios. Desposesión de un lado, concentración del otro. Pagar significa mayor desigualdad.
En el préstamo a interés parece que es el propio dinero que produce dinero. Eso es el fetichismo del dinero que denunciara Marx. Así se le aparece al inversor y por eso reclama su interés como un derecho. Pero, por eso mismo, no vale demonizar el dinero. La cuestión no está en él sino en las relaciones que oculta y, hoy, la relación social hegemónica es el préstamo a interés. Callarlo es complicidad o, al menos, resignación. Resignarse a la condición de dominado. En estos registros parecen moverse los gobiernos, los políticos profesionales y, desgraciadamente, muchos intelectuales.
No cabe frente a esto una actitud soberbia, sólo la modestia de reconocer que estas cuestiones merecen ser atendidas y estudiadas.

Alguna vez el viejo Marx fue joven, un joven estudioso, intuitivo e inconforme. Rebelde.
Por 1844 escribió a mano algunos textos conocidos como tales, Manuscritos. Entre ellos uno con el título de "Crédito y banca" que, al menos que yo sepa, no está traducido al castellano y que, me parece, viene al caso.
"El crédito es el juicio que la economía política tiene sobre la moralidad de un hombre".
En el crédito "un hombre reconoce a otro por el hecho de que le adelante valores. En el mejor de los casos…cuando [el prestamista] no es usurero, señala su confianza en su prójimo al no considerarle un bribón, sino como un hombre «bueno». Por «bueno», el acreedor, como Shylok, entiende solvente".
"Vemos que la vida de un pobre, sus talentos y su actividad son, a los ojos del rico una garantía de reembolso de lo prestado: dicho de otra manera, todas las virtudes sociales del pobre, el contenido de su actividad social, su existencia misma, representa para el rico el reembolso de su capital y de sus intereses. La muerte del pobre es, por lo tanto el peor accidente para el acreedor. Es la muerte del capital y los intereses".

A aquél joven no le dieron el Nobel de Economía. Stiglitz dice que la muerte del deudor "se torna en una amenaza para el funcionamiento de los mercados financieros internacionales". Por eso-die- Griessa "desafía un principio básico del capitalismo moderno: los deudores insolventes necesitan un nuevo comienzo".

Los acreedores necesitan deudores vivos, es un principio básico del capitalismo moderno.
La muerte del deudor es la muerte del capital y los intereses. Nos quieren buenos, es decir sometidos.


Edgardo Logiudice

Septiembre 2014