viernes, 27 de marzo de 2015

Los estigmas del Doctor Kicillof y la Docta ignorantia.

"Cuántos pobres hay es una pregunta bastante complicada. Yo no tengo el número de pobres, me parece que es una medida bastante estigmatizante", afirmó el Doctor Kicillof.

La ignorancia de los doctores no es precisamente la docta ignorantia que postuló Nicolás de Cusa en el Siglo XV. Era esa la ignorancia humilde como condición del conocer y cumplió su tarea de abrir los senderos de las ciencias. Bien distinta de los bocazas sabelotodo.      

Probablemente alguien más enterado le haya advertido al Ministro, a bocajarro de haber abierto la boca, que el actual Papa, argentino y peronista, se bautizó Francisco en honor al poverello  de Asís y que, según la tradición fue éste el primero que recibió los estigmas. Y que fue el Obispo de Roma quien obsequió a la abogada Fernández el documento del Consejo Episcopal de Aparecida, que trata de los pobres de América Latina  "para que vaya pescando lo que piensan los obispos".   

Entonces el Doctor Kicillof, sin parar mientes sobre la estigmatización, se apuró a rectificar la ausencia de medición enfatizando: "La medimos y la ultramedimos".  Vele decir, si medir es estigmatizar: estigmatizamos y ultraestigmatizamos.
Con lo cual los pobres deberían sentirse agradecidos de que el Ministro reprodujera en sus cuerpos las llagas de Cristo de tal manera. Que obrara el milagro del privilegio divino. Privilegio tal que el propio San Francisco ocultaba sus estigmas porque no se creía merecedor de ellos.

Quiero pensar que fue ésta la acepción que quiso usar el Doctor y no la infamar o deshonrar, puesto que si así fuera y medir la pobreza significase infamar a los pobres o deshonrarlos, "ultramedirlos" sería poco digno de un Ministro. Mucho menos de quien, exhibe, en el CV que publica la página de su Ministerio, haber sido Asesor de Gildo Insfran, durante una de sus gobernaciones en Formosa, y de Eduardo Amadeo durante el gobierno de Carlos Menem.   

Podría esto quedar en la anécdota de una pifiada. Pero ignorar la pobreza parece ser hoy tarea de economistas que, acompañados de cerca por el propio líder de la "Iglesia de los pobres", el compatriota Bergoglio, desplazan el asunto hacia la "desigualdad escandalosa".
Y la razón parece residir, precisamente, en la medición.
La medición de la pobreza no es infamante, como tampoco una gracia divina. Es inmoral cuando se naturaliza su existencia -pobres hubo siempre, dijo la rea María Julia Alsogaray-, porque significa la naturalización de los ricos. Es esto lo que da por presupuesta la desigualdad que escandaliza al Papa más que la pobreza, que da sentido a su iglesia ¿qué sería de la iglesia de los pobres sin pobres? Como da letra a Pikkety, Stiglitz, Krugman y a cuantos dan por casi superada la pobreza en Latinoamérica y el Caribe, por cuanto conforme a cómo miden ésta, por ingresos y tenencia de algunos bienes, los índices efectivamente han bajado sustancialmente en la última década. Al tiempo que mucho más aumentaron los de la desigualdad.
La tarea, dicen, es bajar la desigualdad. Claro es que bajar la desigualdad es mantener la pobreza. Y la riqueza. Lo que ninguno de ellos dicen es que precisamente la desigualdad es la causa de la pobreza.

"Queremos que más personas sean propietarias" dijo George W. Bush en el 2003.
Se trataba de los adquirentes de viviendas con las hipotecas que fueron a parar al diablo pero que fueron el pilar del gran negocio financiero cuyo pato lo pagaron, con el salvataje, los mismos contribuyentes "favorecidos"  por Bush Jr.
Préstamos para el consumo, endeudamiento de los hogares. Propietarios endeudados fueron los que quería el hijo del padre, como los españoles desahusiados y los griegos desprevenidos.
Tanto en Estados Unidos como en España el endeudamiento de los hogares, vale decir cuánto del ingreso está afectado al pago de deudas por préstamos para el consumo, es del 100%. En Inglaterra del 159%, lo que significa que para saldar la deuda el tipo tiene comprometido, de mantenerse constante, una vida y media de trabajo.
En Latinoamérica se mide poco, pero en tanto en Brasil como en Chile alcanza al 60%. En México se realiza en relación al PBI y aumenta aceleradamente.
En la República Argentina no se hace. Seguramente también para no estigmatizar. Pero el Doctor Kicillof asegura que algún organismo internacional señala a nuestro país con menores índices de desigualdad en América del Sud. En el mismo acto donde la Presidenta de la Nación anunciaba más préstamos para el consumo de bienes del hogar. Es decir, más deuda. Trabajo futuro más comprometido y más ganancia asegurada para el acreedor. Siempre que el deudor viva y pague. Para lo que no tiene más remedio de trabajar. Si puede.

Está claro que con algunos bienes se puede vivir un poco mejor. Mejor con heladera que sin ella. Pero el nivel de pobreza no es ni absoluto ni permanente. Salvo que, para acreditar la condición de pobre deba uno andar con taparrabos o, como dicen que decía el General don José de San Martín, "en pelotas".
La pobreza, según parece, es relativa e histórica. Habrá de considerarse en relación al producto social y a su apropiación. Y esa apropiación, que se traduce en quienes tienen que cobrar y quienes tienen que pagar, es la que señala la desigualdad "escandalosa". Pocos tienen mucho que cobrar y muchos tiene mucho que pagar. Pocos acreedores y muchos deudores. We are the 99%.
El Doctor ha enseñado en la cátedra aquello de "libre y esclavos, patricios y plebeyos, señores u siervos" del Manifiesto Comunista. El Doctor, pensando que hay que superar a Marx, escribió "Salario, precio y ganancia en la Teoría General" de Keynes. No reparó, creo, en que podría agregarse acreedores y deudores. Quizá sea porque el Ministro es un gran pagador. Desesperado por no poder pagar a los acreedores. Líder de los pagadores con los ahorros de los estigmatizados.

Quizá de De docta ignorantia  le bastara leer el Capítulo primero del Libro Primero, De qué manera saber es ignorar.  Pero ignorar no es saber. No es pobreza, es miseria intelectual.

Edgardo Logiudice

Marzo de 2015

lunes, 2 de marzo de 2015

El pago soberano. Los mejores abogados de un deudor son los acreedores

El llamado neoliberalismo, es decir la forma política de la culminación de la dominación del capitalismo financiero, entre todas sus políticas privatizadoras emprendió la que quizá haya sido la atribución mayor de la soberanía estatal. La creación y gobierno de la moneda que caracterizó al Estado-Nación.
De ese juego, como a las patas de un burro roncador, jugó George Soros nada menos que contra la libra esterlina. Su fondo, Quantum Endowment, forzó al Banco de Inglaterra a devaluar la divisa en 1992. Parece que en 1997 hizo algo similar con Malasia.
El muy ingenioso titulero de Página 12 dice "No estamos Soros".
En verdad no lo estamos. Está también Kyle Bass que compró bonos griegos después de la crisis al 30% de su valor y, luego del cierre de Grecia con la tríada del Fondo Monetario, el Banco Mundial y la Unión Europea obtuvo ganancias superiores al 20% anual en euros. Que pagan los griegos, como se debe claro, con ajuste de cinturón.
Soros y Bass ya hicieron su negocios, quieren pasar por ventanilla y Griessa se opone.
Aliados nuestros, entonces, que queremos pagar. Los acreedores, abogados del deudor.
Pero contamos también con el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Argumenta claramente. El fallo de Griessa "alienta el comportamiento usurero, se torna en una amenaza para el funcionamiento de los mercados financieros internacionales y desafía un principio básico del capitalismo moderno: los deudores insolventes necesitan un nuevo comienzo".
Con este fallo, pronostica  "los prestatarios soberanos no van a confiar, ni deberían, en la imparcialidad y competencia del poder judicial norteamericano y el mercado para la emisión de dichos bonos se trasladará a otro lugar". Alerta. No asustar a la clientela.

Creo que, por lo menos desde cierta izquierda marxiana, podríamos recordar que es un préstamo de dinero a interés, crédito para el acreedor, deuda para el deudor. Que, cuando es de un Estado se llama soberana.
El préstamo es la venta de una mercancía que se llama dinero, cuyo precio es su valor que incluye un interés, que es la ganancia. Es una venta temporaria, tiene un plazo, y es condicional ya que lo prestado se debe devolver. Parecido a un alquiler pero que, a diferencia de éste donde, si lo alquilado se destruye no se puede devolver, dado que el dinero no huele, siempre puede ser reemplazado por una suma igual y, por lo tanto, siempre puede y debe ser devuelto. Tomo III de El Capital.  
El préstamo funciona siempre como un anticipo fundado en la confianza en esa devolución. Una confianza desconfiada, dado que el grado de confianza determina la razón, el porcentaje de interés.
Pero confianza al fin porque uno sólo es el que pone, no hay intercambio, de parte del deudor sólo hay una promesa, escrita pero promesa. El acreedor confía en la virtudes personales del deudor. Por eso se habla de honra.
El negocio del prestamista está en que siempre haya hombres honrados que le estén debiendo. Que existan siempre los que necesitan anticipos.
Los grandes prestamistas de hoy son los fondos financieros que actúan a la sombra de los bancos. El capital financiero que no tiene más patria ni domicilio que aquél donde pueda evadir mejor su origen y los impuestos. El fondo Quantum de Soros tiene domicilio fiscal en el paraíso de Curaçao. Soros confía en nosotros, no estamos solos. Quiere que sigamos siendo honrados y paguemos. Así, de paso, él también cobra lo que Griessa no le deja.
Después de todo Soros se jugó como cuarto mayor tenedor de acciones de YPF con 450 millones verdes. Después que los verdes ecológicos le impidieran regar, junto con un vicepresidente del Grupo Clarín, sus 1l.000 hectáreas de arroz, inundando los esteros del Iberá. Filántropo nuestro aliado pensaba en los pobres chinos.

El capital financiero no es dinero, es la concentración de la propiedad privada del trabajo social en forma de dinero. Dinero que, para seguir siendo capital, necesita venderse como cualquier mercancía. Cuando decimos que queremos pagar para obtener inversiones, como las chinas por ejemplo, estamos diciendo que queremos pagar para poder comprar dinero. No importa si un poco más caro o más barato. Los acreedores que quieren que nos dejen pagar quieren seguir manteniendo su negocio. Por eso Soros y Bass, como abogados nuestros, piden a los tribunales que se desbloqueen los fondos. El Nobel Stiglitz es transparente: si ahuyentamos a los clientes se cae el negocio. El capital financiero necesita seguir concentrando trabajo social en forma de interés. De dinero que engendra dinero. El valor de uso de la mercancía dinero. "Es en el capital a interés donde la relación de capital cobra su forma…más fetichista", escribió Marx. Los intereses que queremos pagar no son más que trabajo social. Trabajo social es el ajuste: más impuestos menos salarios. Desposesión de un lado, concentración del otro. Pagar significa mayor desigualdad.
Ese parece ser el significado de la epopeya del "pago soberano". Soberanos…

Alguna vez el viejo Marx fue joven, un joven estudioso, intuitivo e inconforme. Rebelde.
Por 1844 escribió a mano algunos textos conocidos como tales, Manuscritos. Entre ellos uno con el título de "Crédito y banca" que, al menos que yo sepa, no está traducido al castellano y que, me parece, viene al caso.
"El crédito es el juicio que la economía política tiene sobre la moralidad de un hombre".
En el crédito "un hombre reconoce a otro por el hecho de que le adelante valores. En el mejor de los casos…cuando [el prestamista] no es usurero, señala su confianza en su prójimo al no considerarle un bribón, sino como un hombre «bueno». Por «bueno», el acreedor, como Shylok, entiende solvente".
"Vemos que la vida de un pobre, sus talentos y su actividad son, a los ojos del rico una garantía de reembolso de lo prestado: dicho de otra manera, todas las virtudes sociales del pobre, el contenido de su actividad social, su existencia misma, representa para el rico el reembolso de su capital y de sus intereses. La muerte del pobre es, por lo tanto el peor accidente para el acreedor. Es la muerte del capital y los intereses".

A aquél joven no le dieron el Nobel de Economía. Stiglitz dice que la muerte del deudor "se torna en una amenaza para el funcionamiento de los mercados financieros internacionales". Por eso Griessa "desafía un principio básico del capitalismo moderno: los deudores insolventes necesitan un nuevo comienzo".

Los acreedores necesitan deudores vivos, es un principio básico del capitalismo moderno.
La muerte del deudor es la muerte del capital y los intereses. Soros y Bass nos necesitan vivos. No estamos sólos.


 Edgardo Logiudice. Agosto 2014.

Reflexiones sobre Notas sobre el momento actual del capitalismo de François Chesnais.

El trabajo apunta al corazón de los mecanismos actuales de la dominación de la propiedad financiera y acude sin prejuicios a la visión de los propios organismos multilaterales que, frente a las crisis y en medio de las tensiones y contradicciones entre los actores económicos y políticos, ponen al descubierto sus diversas estrategias.
El trabajo gana en fecundidad si se lo lee con el publicado por Viento Sur en septiembre del año pasado[1] del que el autor dice que éste es complemento. De modo que estas reflexiones se refieren al conjunto de ambos textos.
No por desconocidos creo que merecen señalarse algunos puntos relevantes, particularmente porque no muchos de ellos no suelen aparecer en la literatura de inspiración marxiana.
El punto relevante más específico que, a la vez, constituye una caracterización genérica es la distinción de "la acumulación financiera propiamente dicha" constituyendo una "situación sistémica específica que corresponde a la financiarización como fase histórica". "Fase específica de la historia del capitalismo".
Otro punto es la afirmación de que "la acumulación financiera se desarrolla mediante el juego de apropiación y crecimiento endógeno que le son propios".
Y, en esos mecanismos endógenos "la inyección de moneda bajo modernas formas de funcionamiento de «producción de dinero»" del que dependen permanentemente "los mecanismos mundiales de apropiación de la plusvalía". Razón por la cual "la política monetaria se ha convertido en el único instrumento de política macroeconómica".
En esos mecanismos endógenos se destaca también otro fenómeno del que se deriva que "los niveles y ritmos de rendimiento [de los productores] están determinados según criterios dictados por el capital-dinero". Se trata de las cadenas de valor globales (CVG). 
Chesnais recuerda que "los estudios sobre la financiarización de los grupos industriales se han focalizado en la colocación financiera de las ganancias en su operaciones especulativas en los mercados de derivados. Pero -dice- las dimensiones más importantes de su financiarización se encuentran en […] la instalación por parte de los grupos de mecanismos de apropiación de la plusvalía que fusionan ganancia y renta en la producción industrial misma". "El capital financiero constituye un bloque diferenciado (subr.orig.). Está compuesto por los llamados «grupos industriales» (producción manufacturera, servicios, agroindustria y minas), los inmensos grupos de distribución (Wal-Mart, Carrefour, Tesco) y las sociedades financieras -grandes bancos, aseguradoras, fondos de pensiones y hedge funds- cuyo «trabajo» consiste en valorizar el dinero que se ha convertido en capital a causa de la centralización en sus manos y, también, a «fabricarlo» mediante mecanismos crediticios que las finanzas han puesto a su disposición".
Se trata de "grandes grupos financieros con dominante industrial y comercial" que, recuerda Chesnais, un estudio de la OCDE define como "el conjunto de las actividades realizadas por una empresa para poner un producto al mercado, desde su concepción hasta su utilización final. […] los progresos tecnológicos han permitido la emergencia de las CVG pero la liberación de los intercambios y de las inversiones tuvieron un rol". Rol que, señala el autor, se relaciona directamente con las dimensiones de las finanzas. Las CVG "fueron precedidas por las denominadas «nuevas formas de inversión» en las que una transferencia de tecnología o el acceso a un mercado valía a un grupo una parte del capital en una empresa-conjunta [conjunto empresario], pero que pasaron a ser una práctica habitual y a gran escala".   
En opinión de Chesnais todo este desarrollo tiene por causa "un proceso de centralización/concentración industrial y bancaria de una amplitud sin precedente (y que aun continúa y se acentúa)".
Otros puntos tratados en este contexto como la irrupción de las IDE (inversión extranjera directa) relacionada a las estrategias chinas, el papel de los servicios (intereses) de las deudas públicas, el recurso generalizado e intensivo al crédito que oculta la amplitud de la superproducción de mercancías, constituyen también aspectos actuales relevantes para una mirada abarcadora de los fenómenos de este período del capitalismo.

Material el que nos ocupa entonces que, con independencia de su contenido intrínseco, induce a reflexionar sobre algunas cuestiones planteadas y no planteadas por el autor. Por ello, aun más fecundo, me parece. El mismo Chesnais invita a ello al advertir la necesidad de nuevas herramientas teóricas para abordar, por ejemplo, "los efectos de los cambios en la demanda china [que] están ahora cuantificados, pero una «macroeconomía mundial», marxiana o marxo-keynesiana-estructuralista hace mucha falta".

Chesnais recurre algunas veces a consideraciones de Marx, aunque no como cita o argumento de autoridad sino más bien como un punto de apoyo para desarrollar sus argumentos. Me parece que sólo de ese modo el reto es aceptable e invita a reflexionar.
Podríamos decir entonces que toda riqueza es producto del trabajo, entendiéndose por él la capacidad laboral constituida por el gasto de energía física, las habilidades y los conocimientos para generar un novum. Producción que es, al mismo tiempo, una apropiación.
La producción es, entonces, el piso práctico de la riqueza en toda sociedad y en toda forma histórica de sociedad. Y la producción contiene la probabilidad de su excedencia, absoluta o relativa. El plus-producto que excede las necesidades de la reproducción de la capacidad laboral o que excede el costo de su reposición.
En las sociedades de clase no necesariamente los productores se apropian de los que producen o, al menos, de todo lo que producen. "Las clases - decía el malhadado Lenin en 1919-  son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse el trabajo del otro en virtud de los diferentes lugares que uno y otro ocupan en un determinado régimen determinado de economía social”.
En la organización o modo de producción y apropiación capitalista industrial esa apropiación del trabajo ajeno se realiza a través del salario. No siempre ha sido así y es de esperar que no lo sea, que eso sería, quizá, el comunismo.
El salario oculta la parte no retribuida del plus-producto que, en el capitalismo industrial, se denomina plusvalía, al menos para los marxianos. Y, si se trata del plus-producto o trabajo excedente, es indudable que éste se crea en el proceso productivo, cuya forma es la plusvalía allí generada pero sólo existente en los intercambios, en la forma del intercambio entre el capitalista industrial y el obrero.
En ese régimen del capitalismo industrial el interés y la renta no pueden ser más que porciones de plusvalía que se distribuyen en el proceso total, el ciclo total del capital. Se deducen de ella, porque es la única forma de producción de la riqueza bajo la hegemonía del capital industrial. 
Esto es lo que nos recuerda Chesnais cuando acude al Marx del Libro II de El Capital.

El capital industrial es la única forma de existencia del capital en que es función de éste no sólo la apropiación de la plusvalía o del producto excedente, sino también de su creación. Este capital condiciona, por tanto, el carácter capitalista de la producción; su existencia lleva implícita la contradicción entre capitalistas y obreros asalariados. [bastardilla de Chesnais]. (Marx, 1973b: 51).

Agrega luego que este modo de existencia del capital, que no se basa sólo en la apropiación de plusvalía sino en su producción, supone, tiene como condición, la subordinación del capital comercial y del capital en dinero (Subr.EL):

No son más que modalidades de las distintas formas funcionales que el capital industrial asume unas veces y otras abandona dentro de su órbita de la circulación, modalidades sustantivadas y estructuradas unilateralmente por la división internacional del trabajo. (Ídem).

Sin embargo, tres párrafos más adelante en el mismo capítulo, se observa que incluso en tales condiciones el capital dinero recupera un primer plano en las fases de euforia financiera: “todas las naciones en que impera el sistema capitalista de producción se ven asaltadas periódicamente por la quimera de querer hacer dinero sin utilizar como medio el proceso de producción” (Ídem: 52).
Y explica la razón de esto: 

Precisamente porque la forma-dinero del valor es la forma tangible e independiente en que se manifiesta, la forma de circulación D - D’, cuyo punto de partida y cuyo punto de final es el dinero efectivo, el hacer dinero, expresa del modo más tangible el motivo propulsor de la producción capitalista. El proceso de producción no es más que el eslabón inevitable, el mal necesario para poder hacer dinero [bastardilla de Chenais]. (Ídem).

La tesis que defiendo es que aunque dicho “vértigo” alcance su paroxismo en determinados momentos[…]Ahora tiene un carácter sistémico y marca al capitalismo de punta a punta. El modo de existencia del capital a interés-capital ficticio y del fetichismo del dinero que engendra y proyecta, tienen repercusión en el conjunto del proceso de reproducción ampliada. Retomemos el circuito completo D-M-P-M’-D’. En el momento D se encuentran los más grandes bancos y fondos financieros, pero también los “fondos propios” (“stockholder’s equity”), las reservas de tesorería de los grandes grupos con dominante industrial y comercial. El capital altamente concentrado que opera en el momento M’ del circuito ha devenido un par del capital comprometido en la producción de plusvalía, en tanto que en el momento P las modalidades organizativas y de funcionamiento del capital “industrial” (minas, agro-industria, manufacturas y servicios) descansan tanto en la producción de plusvalía como en la apropiación de plusvalía ya producida. (Subr. EL)

La referencia empírica a las cadenas de valor global intentan ser abordadas así por Chesnais en el plano teórico en forma de tesis. Creo que esto sugiere, si se lo vincula por ejemplo con el papel del préstamo para el consumo que, como vimos, oculta la superproducción de mercancías, la presencia ya no solamente del salario como forma de apropiación del trabajo ajeno, sino el propio consumo como medio para el endeudamiento. Es decir que, este proceso, descansaría no sólo en la producción de plusvalía y de la apropiación de la plusvalía ya producida, sino de plusvalía futura. Porque el endeudamiento de los hogares a que hace referencia el propio Chesnais, por ejemplo, que en algunos países supera el 150% de los ingresos, significa que el trabajo futuro está comprometido en la deuda. Y el trabajo futuro significa plusvalía futura. No en vano lo que se negocia y se capitaliza contablemente como activos en las grandes transacciones entre los nuevos grupos se denomina "expectativa de plusvalía".
Y no me parece casual tampoco que entre esas grandes cadenas de valor global las mayores sean las vinculadas al consumo. Walmart, Carrefour en el retail, como las dedicadas a la alimentación y la vestimenta.
Quiero decir con esto que el cambio de paradigma, la restructuración producida en el ciclo global de la reproducción ampliada a que hace referencia Chesnais sobre la base de la financiarización, repercute también en las formas de apropiación del trabajo ajeno. Fenómeno que se puede observar también, me parece, en las formas de remuneración del trabajo que están supliendo al salario. Aquéllas a las que se refiere el autor, sin detenerse en ellas, como formas de trabajo aparentemente independientes de trabajadores autónomos o en las ya bastante difundidas franquicias. No en vano el auge ilusorio de los "emprendedores", con las consecuencias ideológicas que derivan de estas formas de remuneración y apropiación del trabajo.
Además, en el orden de los activos intangibles, como lo es la expectativa de plusvalía (en realidad, de ganancia), se puede pensar en el papel cada vez más importante de las marcas, vinculadas íntimamente a las expectativas. Estos activos constituyen muchas veces, merced a su titularización en acciones, la base de los negocios de la ingeniería financiera (los nuevos mecanismos que menciona Chesnais) que apalancan préstamos que, invertidos en nuevos proyectos potencian las expectativas y contribuyen a generar la bola de nieve del "bloque diferenciado" del sector financiero. Estos parecen ser también parte de los "mecanismos endógenos".
Por último diría que los textos sugieren también abocarse al papel de las tecnologías, las formas de comunicación e información, la robótica, la genética, en fin lo que -sin compartir las ilusiones benéficas que difunden algunos ideólogos- podemos denominar otra Revolución en el modo de producir que acompaña a este modo de apropiación. Porque, como lo señala Chesnais, muchas formas de organización y de mundialización del montaje de esta, por lo menos "fase histórica específica -y si se puede llamar así todavía- del capitalismo"" son posibles merced a ella. Más aun, cuando el autor toma como referencia la definición de la OCDE, como vimos, asume dicho rol generador de las tecnologías como causa concomitante. Y ello constituye, para los grupos dominantes, lo que denomina "capacidad estratégica".

En suma, son muchas las sugerencias y los caminos abiertos para intentar con alguna eficacia resistir al menos esa capacidad estratégica y conjeturar algunas otras para nosotros, los dominados. Y los excluidos, no mencionados por Chesnais en estos trabajos.

Edgardo Logiudice
marzo 2015.


[1] http://www.vientosur.info/spip.php?article9403