lunes, 24 de agosto de 2015

Marx, honra y muerte del deudor. El "acuerdo" griego.

Alguna vez el viejo Marx fue joven, un joven estudioso, intuitivo e inconforme. Rebelde.
Por 1844 escribió a mano algunos textos conocidos como tales, Manuscritos. Entre ellos uno con el título de "Crédito y banca" que, al menos que yo sepa, no está traducido al castellano y que, me parece, viene al caso.
"El crédito es el juicio que la economía política tiene sobre la moralidad de un hombre".
En el crédito "un hombre reconoce a otro por el hecho de que le adelante valores. En el mejor de los casos…cuando [el prestamista] no es usurero, señala su confianza en su prójimo al no considerarle un bribón, sino como un hombre «bueno». Por «bueno», el acreedor, como Shylok, entiende solvente".
"Vemos que la vida de un pobre, sus talentos y su actividad son, a los ojos del rico una garantía de reembolso de lo prestado: dicho de otra manera, todas las virtudes sociales del pobre, el contenido de su actividad social, su existencia misma, representa para el rico el reembolso de su capital y de sus intereses. La muerte del pobre es, por lo tanto el peor accidente para el acreedor. Es la muerte del capital y los intereses".

A aquél joven no le dieron el Nobel de Economía. Stiglitz dice que la muerte del deudor "se torna en una amenaza para el funcionamiento de los mercados financieros internacionales". Por eso-dice- Griessa "desafía un principio básico del capitalismo moderno: los deudores insolventes necesitan un nuevo comienzo".

Los acreedores necesitan deudores vivos, es un principio básico del capitalismo moderno.
La muerte del deudor es la muerte del capital y los intereses. Nos quieren buenos, es decir sometidos.


Estos son los párrafos finales del artículo La deuda, las deudas publicado en Herramienta n° 55 en la primavera del año pasado que, quizá, valdría la pena volver a leer.

Fue escrito en el contexto de los fallos de Griesa y el barullo de los graznidos de los buitres que tuvieron el efecto de reavivar el tema de las deudas públicas, al punto de llevar la cuestión de la mejor manera de pedir su propia quiebra que tiene un estado soberano frente a los prestamistas privados a la propia Asamblea de las Naciones Unidas.

En suma, darle a los deudores la oportunidad de ser honrados. Lo había dicho ya Adam Smith: Cuando se hace necesario que un Estado se declare en quiebra al igual como sucede cuando un individuo tiene que hacer lo mismo, un procedimiento de quiebra justo, abierto y explícito es siempre el mecanismo menos deshonroso para el deudor y menos perjudicial para el acreedor”.

Deudor muerto no paga y muere en la deshonra. Stiglitz lo sabe: "Principio básico del capitalismo moderno: los deudores insolventes necesitan un nuevo comienzo".

Y el joven Marx filosofaba: "El crédito es el juicio que la economía política tiene sobre la moralidad de un hombre".

El bochornoso episodio de la deuda griega para algunas voces indignadas, legítimamente indignadas, encarna en la señora Merkel que, por cierto, se gana el honor. Despierta fantasmas de trágicos sucesos. Evoca fáciles comparaciones históricas. Acude a la memoria del pueblo alemán. A la anexión, a las reparaciones. Camino infecundo, también peligroso.

Alude a la tozudez de la troika. Si ya se sabía que el "rescate" de hace pocos años no iba a funcionar porqué insistir en las mismas medidas. Por cierto hay quienes quieren la sumisión política que confronta con el NO lúcido y mayoritario del pueblo griego.
Pero parece un precio muy alto conceder así otra prórroga a cambio de privatizaciones, "austeridad" y "competitividad" que no garantizan el valor de los títulos de la deuda, los bonos de la deuda soberana. Tenemos derecho a sospechar que si bajan, alguien hará el negocio de comprarlos barato y esperar. Ya lo hicieron en Grecia algunos conocidos nuestros: Paul Singer del famoso holdouts NML Elliot.

De la economía de deuda, del capitalismo de crédito, de la economía a través de la cual funciona el capitalismo de las finanzas hegemónicas. De la división del género humano en acreedores y deudores, la mayoría. Sea por deudas públicas o privadas. De todo ello trataba el artículo que recordamos.
De la deuda global, de la que los latinoamericanos tenemos todas las heridas. De la que no podemos olvidar porque aquéllas no cierran, para nuestra deshonra.
El Estado de Deuda cambia el sentido de las palabras y de las instituciones. Pagar sumisamente es "desendeudar". El Fondo Monetario ni es fondo de monedas ni provee a la producción, sino al negocio de los bancos y los fondos privados, buitres o palomos. Los Bancos Centrales quedan a la expectativa de los flujos de los fondos y sus estrategias los patrocinan. De ellos depende el valor de las monedas.

El Presidente del Banco Central Europeo, clave de la troika, era vicepresidente de Goldman Sachs cuando ésta asesoró a Kostas Karamanlis para ocultar el déficit griego que condujo a la crisis. Un cómplice del fraude es ahora juez del destino del pueblo griego a cuyo hundimiento colaboró.
Con la política de tasas negativas de Draghi los fondos de inversión - que sólo los ingenuos o los crápulas quieren distinguir en buitres y palomos - toman dinero gratis para colocarlos en bonos de alto riesgo a altos intereses. Algunos compran bonos griegos a dos años al 23%.        

Con estas instituciones y dirigentes quería negociar Yanis Vaurofakis, el ministro que había nombrado Tsipras, ducho en arquitecturas financieras. Con una especie de Plan Brady en el bolsillo. Canje de bonos por bonos con más deuda. Bonos de un fondo especial, Fondo Europeo de Estabilidad Financiera. El dinero de sus préstamos proviene de los estados miembros o tienen su aval, cuando son privados. Los Estados, sus contribuyentes en realidad, garantizan a los financistas.

Con ese dinero se realizaron los rescates griegos. Vaurofakis quería reeditarlos pero con menos austeridad. Salvar la honra pateando la pelota.
Pero los rescates griegos anteriores no tenían en cuenta la honra de Grecia sino los dineros de los bancos alemanes y franceses que, si aquélla se hundía, se iban a pique junto con ella.   
"Dieron dinero para salvar a los bancos alemanes y franceses, no a Grecia", confesó Paulo Nogueira Batista, representante de Brasil ante la junta directiva del FMI.
Pero no sólo los griegos contrajeron más deuda, austeridad y privatizaciones sino que, de paso - o no tan de paso-, los fondos privados (todavía con el plumaje de las palomas) salvaron su dinero. El 40% de la deuda. Sus bonos fueron rescatados y eso fue presentado como un exitoso desendeudamiento: una quita del 50% sobre el valor nominal. No era más que el valor real, de plaza, de los mismos.

Un informe de Bloomberg de febrero decía: " Desde el primer momento, uno de los objetivos del nuevo gobierno griego fue intentar tranquilizar a los inversores. Yanis Varuofakis, ministro de Finanzas, viajó inmediatamente después de la victoria…a Londres para reunirse con 100 inversores y asegurarles que no planeaba ninguna quita de la deuda griega, a pesar de las promesas de su partido".     
Este "marxista errático", según se autodefine, parece que sabía muy bien quienes eran los dueños del circo. Y el episodio anuncia la verdadera naturaleza del "acuerdo" Tsipras-troika.

Aquel rescate fue la versión europea del plan Brady.  
Por estos pagos conocemos el significado del plan de bonos por más bonos, con más intereses. Los blindajes y megacanjes, los swaps de Machinea. Después de él viene la "restructuración", las reestructuraciones y los llamados buitres.

Ya entonces el mismo informe de Bloomberg anunciaba: "De hecho, parece que algunos inversores confían en la rentabilidad de Grecia. PIMCO…no tardó en recomendar la compra de bonos griegos tras las elecciones…Y Robert Schiller, premio Nobel de Economía (cuando no), aseguró que «Grecia es una inversión espectacular»".    

En junio, días antes del acuerdo, la misma agencia informativa de negocios recogía""Si Grecia evita un impago y permanece en la zona euro, comprar activos griegos podría resultar el mejor negocio del año". Lo había escrito nada menos que Athanasios Vamvakadis, un analista de Bank of America Merrill Lynch. Uno de los cinco mayores bancos de inversión del mundo.

Y Tsipras cumplió.
El "acuerdo" actual Tsipras-Troika, rescatados ya los bancos, parece más bien la preparación del camino a los fondos privados de inversión. Los fondos a la sombra de los bancos que ya cobraron ahora esperan que caiga la breva. Los bancos palomos como Merrill Lynch, que fuera nombrado por Kirchner en el 2005 Agente Organizador del Canje de la reestructuración.

Ese parece ser el papel actual de los organismos financieros internacionales. Sus durísimas condiciones arrojan a los deudores en manos de los fondos privados a través de la restructuración. O Tsipras ignora lo que pasó por acá o Tsipras, por más que diga que acepta tapándose la nariz, no ha claudicado. Asumió el papel actual de los gobernantes, gestionar la deuda. Cumplido con los neoliberales el papel de endeudar, el de los socialdemócratas y en su defecto, o impopularidad, los "populistas" es el de pagar. Para honra del deudor. Grecia no podía morir apartándose del Euro. 

El acuerdo es el camino para la reestructuración.
No lo digo yo, sino la Directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, el 29 de julio: "Para que Grecia tenga éxito en cualquier programa que se ponga en marcha debe producirse una restructuración significativa de la deuda".

Restructuración significa, lo sabemos, cambiar los bonos "institucionales" por los privados, el canje. Y es allí donde los palomos cambian el plumaje.

Esta es la "fábrica del hombre endeudado" del capitalismo financiero de la que habla Maurizio Lazzarato, y nosotros el homo debitor. Cuya moralidad, como vimos que decía Marx, se mide de acuerdo al monto del pago.

La cuestión parece ser que no sea nuestra muerte la condición de la muerte del capital y los intereses, sino nuestra vida la que lo logre. No fue el camino de Tsipras, queda en manos de todos los deudores del mundo. Que somos mayoría.


Edgardo Logiudice

julio 2015. 

jueves, 6 de agosto de 2015

Frente a las PASO. El sufragio y la tecnología.

Un año eminentemente electoral nos pone por delante la cuestión de la calidad democrática. Para ser más precisos de los mecanismos de la democracia representativa electoral.

Alrededor suyo han transcurrido luchas y reivindicaciones tan preciadas como el sufragio no censitario, la lucha de las sufragistas, el voto secreto, la representación proporcional para el derecho de las minorías e infinidad de recursos técnico-jurídicos para evitar la distorsión de la voluntad popular que expresan las urnas.

Sin embargo, no tanto el sistema de elección basado en la fórmula de "un hombre, un voto", como la representación ha sido un tópico cuestionado, al menos desde la célebre expresión de Rousseau: el pueblo inglés cree que es libre porque sufraga, pero desde ese momento se pone las cadenas.
Desde entonces famosos constitucionalistas, juristas y filósofos, ensayistas, sociólogos y, últimamente politólogos, han escrito desde voluminosos tratados a flacas monografías.
Suenan nombres como Hanz Kelsen, Carl Schmitt. Más recientemente Giovanni Sartori, Robert Dahl.

Algunos sostienen que la representación moderna tiene un origen rural y mentan la representación de los Estados Generales en Francia. Nosotros podemos pensar en los representantes de las provincias en la Junta Grande, que nunca acababan de llegar.   

Ello nos pone frente al tema de las tecnologías.
A esta altura de la civilización sabemos que no es sólo patrimonio de los marxistas afirmar que el desarrollo técnico incide sobre la formación de las instituciones. Es decir, que éstas sufren transformaciones conforme al desarrollo de las fuerzas productivas. Cosa que hace evidente el ejemplo recién citado, cuando los votos llegaban en carretas.

Bien, nos hallamos ahora frente al voto electrónico. Por lo tanto se pone sobre la mesa su papel en el mejoramiento de la calidad democrática.

Sin embargo parece necesario atender a algunas cuestiones previas e implícitas del problema.

Como vimos la construcción del proceso de expresión de la voluntad tiene la impronta del valor del tiempo y el espacio. No cabe duda de las ventajas de la celeridad informática frente al paso de los bueyes vadeando los ríos para llegar a Buenos Ayres.
Sin embargo no debemos olvidar que se arbitraron otros medios para acelerar el proceso electoral, tales como "no se moleste, usted ya votó" o encomendar al capataz a recoger todas juntas las libretas y llevarlas al comicio sin que la peonada tuviera siquiera que trasladarse. De este modo no hacía falta siquiera la boca de urna, pues el resultado se conocía de antemano. Ventajas que no posee el modernísimo voto electrónico.

Nadie parece haber reparado en las protestas de los detractores de las nuevas tecnologías. Se les achaca su agresividad al medio ambiente aludiendo a la cantidad de bosque que es necesario talar para fabricar el papel de boletas que alcanzan hasta más de un metro, cuando no una acusación filosófica de racionalidad instrumental de costo y beneficio, que cantidad de papel cuesta un diputado.   
Se establece apriorísticamente la ley de que la calidad democrática es inversamente proporcional a la longitud de la boleta y nadie discute sus presupuestos lógicos.

Por el contrario quienes defienden el sistema de la clásica papeleta argumentan la verdad de la ley contraria ya que, cuanto más larga la boleta menor es la probabilidad de su robo, cosa bastante frecuente que, por lo demás insume el tiempo de los fiscales que interrumpen el acto para verificar la existencia de boletas de su partido.
Este argumento a favor de la longitud también debería ser objeto de discusión, ya que algunos están pensando en el rollo de 74 metros. Sin reparar que la longitud del papel no garantiza su buena absorción por el electorado. Lo que va en desmedro de la calidad democrática.

Tampoco entre los defensores de la high tech electoral parecen atender al derecho al voto anulado. Muchas veces expresión de disidencia extrema manifiesta en una feta de salame de clara alusión a los candidatos o algún otro adminículo más íntimo que demuestra la consideración que aquellos les merecen.  Aunque este argumento tampoco es sostenido por los defensores del sistema artesanal que se sienten mal aludidos.

 En suma, es auspicioso y alentador que nuestros futuros representantes atiendan a la legitimidad de sus mandatos poniendo en tela de discusión la precisión del software y la longitud del soporte corpóreo de la expresión de la voluntad popular.


Edgardo Logiudice

agosto 2015, vísperas.