sábado, 11 de junio de 2016

Conjetura sobre un contexto del nuevo gobierno en una nueva estrategia del capital financiero: inversiones en infraestructuras en asociación pública-privada.

Es al menos llamativo que nada menos que Clarín, que bogó por el rápido pago a los fondos buitres, publicara el 17 de mayo de este año en la sección Opinión, página impar, un artículo del economista Rubén Lo Vuolo, en su momento asesor de Carrió y últimamente de Stolbizer, con una furibunda crítica al capital financiero. Y, el mismo día, en Página 12,  lo hiciera con otro de Mónica Peral Ramos, en su momento elogiada por Cristina Fernández,  en el que sostiene que el “talón de Aquiles de Macri” es el endeudamiento que atenta contra las inversiones en infraestructuras que son las que generarían el desarrollo que genera empleo. 

Cabría tomar nota ahora del anuncio de Prat Gay de la presentación próxima de un proyecto de asociación pública privada para inversiones y la propuesta del Presidente de la Comisión de Valores del funcionamiento de éste como un ente autónomo.

En diciembre de 2014 la sección Noticias de la página del Banco Mundial publicó una nota sobre los proyectos público-privados en infraestructura. Dice allí que las APP están de moda en América Latina. Cita la opinión del gerente para A.L. de la unidad de APPs de la Corporación Financiera Internacional, órgano del B.M. enfocado al sector privado.
América Latina se enfrenta a una desaceleración económica después de una década de bonanza […]. La situación ahora es cómo prepararse cuando hay que desarrollar grandes autopistas, acueductos o centrales eléctricas para cubrir la mayor demanda de servicios de los latinoamericanos”. Sostiene aumentó la relevancia de la inversión de los fondos en energía, transporte, telecomunicaciones y agua y saneamiento. “Según los expertos, las dos grandes ventajas de las APP son, primero movilizar financiamiento privado para que los gobiernos no tengan que recurrir a sus recursos, a veces escasos sobre todo en épocas de turbulencias económicas; y segundo, contar con el conocimiento y el manejo gerencial y técnico del sector privado en proyectos que antes eran gestionados por el sector público”.

Desde que Kofi Annan, siendo Secretario General de la UN, en 1999 dio luz verde anunciando en el Foro de Davos (el encuentro de los mayores empresarios del mundo) la creación del Pacto Global, la injerencia de los grandes grupos económicos en las decisiones de los organismos intergubernamentales quedó oficializada, es decir legitimada. No sólo con su participación en el Pacto sino, luego, con la creación del Grupo de Alto Nivel  de Personas Eminentes, entre ellas “250 directores ejecutivos de grandes corporaciones que compartieron sus valiosas ideas y puntos de vista durante una serie de consultas” para elaborar la Agenda de Desarrollo Post-2015. Éste Grupo decía ya: “Las grandes empresas tienen dinero y experiencia para crear las infraestructuras que permitan a todas las personas conectarse a la economía moderna […] Se apoya un aumento de flujos financieros mejor dirigidos en el sector privado; de apoyan los centros de asociación público-privado en el seno de los distintos países; se fomenta la inversión extranjera directa en los países en desarrollo…” “La fuente de financiación a largo plazo más importante será el capital privado, proveniente de los grande fondos de pensiones, fondos de inversión…”. Clarito.

El año pasado la UN aprobó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Contó también con la participación del Grupo de Alto Nivel de Personas Eminentes.  En consonancia la CEPAL, el mes pasado elaboró un Informe para nuestro continente, Horizonte 2030. Se trata de una fuerte crítica a la financierización. 
“La creciente desigualdad, la presión del ajuste externo sobre las economías más débiles y la caída de la inversión junto con la multiplicación de los activos financieros conforman un cuadro de incertidumbre y baja demanda agregada […]. Superar este escenario exige la construcción de bienes públicos para la estabilidad y el pleno empleo a nivel global […] y una nueva arquitectura financiera que reduzca la incertidumbre y la volatilidad generada por el apalancamiento excesivo y los movimientos especulativos de capital”. “La mayor presencia e intervención del sector financiero en distintos ámbitos de la actividad económica ha complicado la relación entre la actividad real y la financiera. […] la esfera de lo financiero tiende a primar sobre la esfera de lo real. Esto forma parte de un proceso de financiarización, definido como la creciente importancia de los mercados financieros, las instituciones financieras y las élites financieras en el funcionamiento de las economías y sus instituciones de gobernanza, a nivel nacional e internacional”.
Plantea que es urgente crear una nueva arquitectura financiera que cierre la brecha entre la liquidez y extrema volatilidad y la productividad. “La inversión en infraestructura favorece el cambio estructural progresivo orientando hacia la reducción de las diferencias de productividad entre sectores y empresas de un país, al tiempo que se fortalecen los vínculos con el exterior y se aprovechan las oportunidades que ofrece la economía global.[…]. Finalmente “La trayectoria que proponemos tiene como condición clave la participación conjunta de los actores públicos y privados para incentivar la acción colectiva en favor de un nuevo estilo de  desarrollo con aumentos sostenidos de la productividad y la competitividad. También resulta indispensable ampliar el margen de maniobra de los Estados de modo que puedan construir una plataforma de políticas de largo plazo más allá de los ciclos electorales”.


Hay  consenso entre los economistas, analistas económicos, agencias y asesorías de negocios y finanzas, consultores financieros, los propios  representantes de los grandes bancos, fondos y empresas, los organismos multilaterales de crédito  y, ahora las instituciones intergubernamentales,  en señalar la presencia de lo que llaman hiper-
Liquidez, volatilidad  y el consiguiente riesgo. Hay consenso también en señalar una “saturación” de las deudas. Sea de las deudas soberanas como las de los endeudamientos de hogares generado por el consumo. La llamada ingeniería financiera, fundada en titularización de futuros y derivados ha generado una distancia ingobernable entre el capital financiero y el productivo; se calcula que la relación sistema financiero/ PBI global es de 25 a 1. De modo que esto alerta a los actores económicos y políticos sobre el alto riesgo, por un lado de incobrabilidad de los créditos y por otro de la ingobernabilidad no sólo de los mecanismos económicos, sino políticos. Riesgos que, como ya lo indica la práctica, hacen difícil nuevos “salvatajes” y “re-estructuraciones”.  En el caso de los países emergentes se señala el impacto de la caída de los precios de los productos primarios. En un marco global de caída o estancamiento de la producción, llamada recesión, con el consiguiente aumento  del desempleo y la caída de la demanda, es decir el consumo, principal generador de deuda.
En suma, para el capital financiero un panorama de alto riesgo y de baja tasa de rentabilidad (se calcula no más del 1%). Frente a esto, en medio de una gigantesca transformación en el modo de producir y la intangibilidad y volatilidad de grandes activos, los fondos financieros buscan y reclaman inversiones en activos “materiales” que las respalden. Porque una cosa es la deuda y otra la garantía. Reclaman proyectos en las infraestructuras generadas por los cambios. Obras en infraestructuras que, por su carácter de base genérica, es decir pública, debe ser encarada o proyectada por los Estados. Los grandes inversores y sus agentes se quejan de la falta de esos proyectos. Buscan refugios menos riesgosos: infraestructuras aseguradas por los Estados.

Infraestructura es energía, agua, comunicaciones, transporte, tecnología. La propuesta es que la intervención estatal no obstaculice la ejecución. Para ello debe limitarse su papel regulador. La propuesta es que se trate de organismos “autónomos”.  Se proponen además distintos tipos de arbitrios que operen como fondos de garantías tanto del capital de las inversiones como de la rentabilidad, particularmente a través de fondos de garantías. El papel del Estado es así el de garante sin meter las narices.

Cabría referirnos por inciso a un par de cuestiones:
a)       advertir que la distinción del sector financiero del capital es solamente analítica. Vale decir, por capitalismo entiendo un complejo de relaciones sociales que conforma una unidad orgánica en la que distinguimos al menos el capital mercantil, el industrial y el financiero. La actual hegemonía del sector financiero pone de relieve la distinción ya que este sector ha generado mecanismos endógenos de acumulación. Es lo que se ha llamado economía de crédito o de la deuda como forma de apropiación del trabajo ajeno, coexistente pero subordinando y re-funcionalizando  las formas mercantil y salarial.
b)      referirnos a este neologismo, sobre el que parece no hay aun acuerdo, financierización o financiarización. No se trata ya sólo del control de los flujos de capitales orientados a futuros y derivados especulativos autonomizados de la “economía real”. Ha sido señalada ya la derivación de resultados de las actividades de las grandes cadenas de valor hacia el sector financiero en la forma de bancos o fondos de inversión. Es decir de fondos que no son “productos financieros” generados en la “ingeniería financiera” de titularización, futuros y derivados, sino originados en la acumulación capitalista productiva no reinvertidos en ella. Cargill, muy conocido por nosotros en la actividad agrícola, es un caso emblemático con su  Black River Asset Management. De modo que las grandes corporaciones que “comparten sus ideas para el desarrollo” no están desvinculadas de la financierización de la economía que, como vemos, aparece seriamente cuestionada.
Quizá tardía e interesadamente cuestionada.

Todo esto comprende muchos otros asuntos y aspectos. Entre otros no menores, la repercusión social. El empleo, cantidad, calidad, las políticas de contención, de control.
Es difícil, dado lo heterogéneo y rejuntado de las nuevas alianzas políticas, la puja de distintos intereses que ya se manifiestan, el rumbo de la situación económica y geopolítica global, arriesgar algún pronóstico. Pero es un camino probable.
Razón suficiente para prestarle atención, investigar más seriamente el tema y, sobre todo, cuáles y como pueden arbitrarse medios de resistencia acordes. Para que las respuestas no sean tardías.   

Edgardo
Junio 2016