Y colgaron de un cordel
de esquina a esquina un cartel
y banderas de papel
verdes, rojas y amarillas.
de esquina a esquina un cartel
y banderas de papel
verdes, rojas y amarillas.
El cielo en la tierra.
Hace ya tiempo que la reaparición de formas religiosas de
legitimación política han puesto en duda lo que fue llamado el proceso de
secularización. Proceso que tiene más de un sentido.
Iniciado como confiscación o entrega de bienes eclesiásticos
al poder político, en el campo de las ideas se tradujo como una apropiación de
categorías teológicas y formas religiosas por el derecho y a la política. De
este modo las categorías o conceptos políticos se autonomizan absorbiendo y
subordinando su origen religioso y despegándose de él. Los autores señalan
particularmente la soberanía y la representación.
Soberanía del pueblo en la tierra y su representación,
mediando con el poder y no con el Señor.
El movimiento que estaríamos viviendo ahora sería el de una
des-secularización, es decir un retorno a formas religiosas. Los
fundamentalismos de todo pelo y la influencia política de algunas iglesias
serían síntomas de este proceso. Pero también los discursos y formas políticas.
Las sonrisas.
Antes de las llamadas elecciones primarias las sonrisas de
los candidatos, a pesar de algunas ostensibles dentaduras postizas, así lo
hacían suponer: una fiesta. Con globos y papelitos. Nada de grandes estadios ni
tumultuosas manifestaciones callejeras.
En esta fiesta se pincharon algunos globos, los del lomense
por culpa del perro (es decir el de la fórmula einsteniana de la masa) que
metió Magneto, según nuestra estadista. Los del Alcalde por culpa de una señora
que encontró otra fórmula, mezclar agua
con aceite. Pero se inflaron otros globos, más radicales, a fuerza de parches
provincianos del tipo K.
Sonrisas de izquierda, de centro y de derecha, si es que
encontramos algún criterio de distinción que no sea la autodefinición, aunque
nadie se proclame diestro. En todo caso centro-izquierda, vale decir
ambidestro.
Sonrisas en las papeletas hacen elecciones de pasta dental.
Los intereses, las reivindicaciones, las ideas, los deseos
de los electores representados en la mejor sonrisa. Que no es la enigmática de
La Gioconda, pero sí misteriosa. Nadie sabe de qué se ríen.
El proceso de secularización, es decir aquél que indicaba el
pasaje de conceptos teológicos a la política o la asunción de la política de
mecanismos religiosos, parece haber sido sobrepasado, corregido y aumentado.
Este proceso señalaba dos categorías esenciales de lo político moderno: la
soberanía y la representación. Llegamos ahora a la beatitud, a la seráfica
sonrisa.
Sonrisa pedigüeña, mendicante. Para política milagrera. De
desprecio del elector. El elector es aquél a quien le metieron el perro, pero
también aquél que no entendió el mensaje, el que no fue convencido por la
sonrisa. Se falló en la comunicación. No se entendió que en la vida hay que
elegir, que todos juntos podemos. Los electores no entienden.
La felicidad para la vida monástica era la vida en silencio,
contemplativa, la del hablar sólo lo necesario fuera del claustro. Otra forma
de la secularización: algunos monjes llegaron felices por haber callado. La
lección del británico Laclau fue aprendida y superada. Ya no se trata de
ambigüedad y la polisemia sino de silencio para aunar demandas en la razón
populista. En boca cerrada no entran moscas sino votos. El extremo del
significante vacío.
La clase política, clase política propia de un modo de
producción político, ha sabido crear sus medios de producción y su forma de
reproducción. Optimizando el cálculo de costo-beneficio: menos ideas más
sufragios. El medio de producción es el logo, que ahora unifica varias marcas:
las unen. Se UNEN lastimosamente estatistas y liquidadores del Estado.
La plegaria es otro signo religioso de esta secularización.
Un buen candidato ecológico con un jugado dirigente gremial ruegan el voto que
les falta para entrar en la fiesta.
Pedigüeños: una banquita, por favor.
La participación.
Hubo invitados que no concurrieron y otros que dudaron en
hacerlo.
A pesar de la lenidad de las penalidades el voto sigue
siendo obligatorio. Pero la cuarta parte del padrón despreció a quienes la
desprecian. Por lejos la primera minoría. Ocho millones de ciudadanos no
concurrieron a las urnas. La participación bajó el 5,6%.
El Frente para la Victoria logró menos de 6 millones de
sufragios, 2 millones menos de los que no participaron en la fiesta. O no les
atrajo el dentífrico. Soberanía popular coja. "Fragilidades" dirá un
día después el sociólogo de la biblioteca nacional. Se le acabaron los tiempos
de rara felicidad. En todo caso habrá que acomodar las cargas acudiendo a la
cita del canal del monopolio para tartamudear sus sentencias excusatorias.
Entre los que dudaron un joven celebra que han dado el
"primer paso" para entrar en la fiesta. En virtud de su capacidad -dice-
de "consensuar" con otra fuerzas políticas, un otrora meritorio
dirigente descartado, es decir sin cartas. Quisiéramos no recordar este paso como
el del verso de Evaristo Carriego: el de la
costurerita que dio aquel mal paso, y lo peor de todo, sin necesidad. Esta
vez.
Quizá deba pensarse la no participación.
¿Hartazgo? En todo caso no el que menta el apoyado por el
camionero.
¿Indiferencia? En todo caso ¿porqué?
¿Rebeldía? En todo caso no el de la "comunización"
de John Holloway, la de los verbos insumisos contra los sustantivos. Algo más
confuso quizá, pero más serio y responsable.
¿Desilusión? En todo caso ¿quién fue el o los ilusionistas?
Las decisiones.
El valor de la política parece estar en las decisiones. Así
lo señalaron no sólo los teóricos de la realpolitik
sino también algunos liberals.
Las decisiones las tomó la titular del Poder Ejecutivo. Con
ellas puso en claro dos cosas: el verdadero valor de estas primarias y el
cometido del modelo.
Finalmente puso fin a la secularización.
El cometido del modelo fue pagar y los acreedores pagan con
ingratitud.
La Presidenta de la Nación dijo donde se juega el verdadero
partido con los titulares: el líder mano a mano con la banca, los empresarios
de la subvención y la burocracia sindical selecta. Su decisión de resolver la
cuestión allí pone en evidencia la inutilidad de la fiesta de los suplentes, de
los gestores, de los gerentes.
Allí quedó la mentada nueva forma de hacer política, allí
quedó el valor de la celebrada nueva militancia. Desprecio por toda la tropa,
propia y ajena. Actores de un simulacro.
La otra decisión se aparta de la secularización, se acerca a
la plegaria y el milagro: "la primera decisión que hemos tomado es pedirle a Dios
que ilumine a la Corte Suprema de los Estados Unidos". Sabia decisión ya que con el representante de
Dios ahora tenemos línea directa.
La calesita.
Se acabó,
el sol nos dice que llegó el final,
por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual.
Vamos bajando la cuesta
que arriba en mi calle
se acabó la fiesta.
el sol nos dice que llegó el final,
por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual.
Vamos bajando la cuesta
que arriba en mi calle
se acabó la fiesta.
Alguien decía que la ideología política es
como la fantasía de la calesita. Una vez que uno sube a ella cree que los
caballitos son verdaderos.
Para que dure la ilusión de vez en cuando alguno
saca la sortija. Para una vuelta más.
Edgardo Logiudice
agosto 2013.