Conjeturas sobre la alienación.
Si quiere, hagamos un pato;
Usté su alma me ha de dar
Y en todo lo he de ayudar.
¿Le parece bien el trato?"
Como el Dotor consintió,
El Diablo sacó un papel
Y lo hizo firmar en él
Cuanto la gana le dió.
Usté su alma me ha de dar
Y en todo lo he de ayudar.
¿Le parece bien el trato?"
Como el Dotor consintió,
El Diablo sacó un papel
Y lo hizo firmar en él
Cuanto la gana le dió.
FAUSTO (Impresiones del gaucho Anastasio El Pollo)
Cotización de la memoria.
1848, febrero.
Aparece el Manifiesto Comunista, parido en un café de Bruselas.
Julio 4, muere en París el Vizconde François-René de Chateaubriand. De él diría Marx a Engels: un vanidoso[1].
En el Prólogo a Memorias
de ultratumba se lamentaba el escritor: “La triste necesidad, cuyo pie ha
constantemente oprimido mi garganta me ha obligado a vender estas Memorias. Nadie puede comprender el dolor
que me ha causado la precisión de hipotecar mi tumba. […] Un cariño pusilánime
tal vez, me hacía considerar mis Memorias como unos confidentes, de los cuales
no hubiera querido separarme jamás. Mi intención era legarlas a Mme. De
Chateaubriand, para que las diese al público, si así era su voluntad o para que
las conservase inéditas, que es lo que yo hoy desearía más que nunca. ¡Oh! Si
me fuera posible, antes de dejar el mundo, hallar una persona suficientemente
rica […] para rescatar las acciones de la sociedad;
[…] que no tuviera como esa sociedad la precisión de dar mi obra a la prensa,
en el instante que doblen por mí las campanas. Algunos accionistas son amigos
míos […] pero las acciones al fin, pueden haber pasado a manos de gente que no
conozco, y para la cual lo más importante es el buen éxito de los negocios […]
Natural es que la prolongación de mi vida cause a estas personas, sino
disgusto, perjuicio al menos. En fin si todavía fuese yo dueño de estas Memorias, las conservaría manuscritas o retardaría
cincuenta años su publicación”[2].
El trabajo de casi toda una vida, cuarenta y dos tomos[3], donde ha objetivado su
esencia, se le ha vuelto extraña, ajena. Más aun, se vuelve contra la
prolongación de su vida. El producto parece tener vida propia, se hará público
antes de lo decidido. El vizconde había perdido el uso de la cosa, como el obrero el de su fuerza de trabajo.
¿Alienación?
Es sugestiva la reflexión de un personaje de Paul Aster:
“Chateaubriand tardó treinta y cinco años en escribir ese libro, y no quería
que lo publicaran hasta cincuenta años después de su muerte. […] Lo publicaron
en 1848, el mismo año de su muerte. Tuvo problemas financieros. Madame
Récamier, su amante […] lo convenció para que hiciera unas cuantas lecturas de
las Memorias ante un público selecto
[…] La idea consistía en encontrar un editor dispuesto a pagar un anticipo […]
por una obra que no vería la luz hasta dentro de bastantes años. El plan
fracasó, pero las reacciones ante el libro fueron extraordinariamente buenas.
Las Memorias se convirtieron en el
libro sin leer, inacabado e inédito más célebre de la historia. Pero
Chateaubriand seguía arruinado. Así que a Madame Récamier se le ocurrió otra
idea […] Se creó una sociedad anónima, y los socios compraron las acciones del
manuscrito. Futuros literarios, podríamos llamar a eso, la misma operación que
hacen en Wall Street especulando con el precio de la soja y los cereales. En
efecto Chateaubriand hipotecó su autobiografía para financiar su vejez. […] Fue
un arreglo espléndido. El único problema era que Chateaubriand seguía viviendo.
La sociedad se creó cuando él andaba por
los sesenta y cinco años, y aguantó hasta los ochenta. Para entonces, las
acciones habían cambiado varias veces de mano, y los amigos y admiradores que
invirtieron primero ya habían muerto […]
Chateaubriand era propiedad de un grupo de desconocidos. Lo único que les
interesaba a éstos era cobrar los beneficios, y cuanto más tiempo seguía
viviendo, más deseos tenían que muriera”[4].
Futuros literarios,
dice el escritor del siglo XXI. Enajenación del futuro. Como la soja, ni
siquiera cosechada. Tan intangible como las memorias de alguien que no había
terminado de vivir. Un muerto tendría la virtud mágica de hacer aparecer los
beneficios. Al accionista le interesa la propiedad del muerto, no su cuerpo,
como al sepulturero. La propiedad dejará de ser un título para hacerse
tangible, la trabajosa escritura del vizconde vivo devendrá, al final, un equivalente
de todas las cosas.
Para entonces el autor de El genio del cristianismo estará enterrado en la isla de Grand Bé.
“Sin pompas, sin fecha, sin nombre
grabado” como en el “Cruz de palo”, de Enrique Cadícamo, pero de piedra. ¿Vestigio,
huella de una alienación?
Marx también era escritor, escribía. También dedicó gran
parte de su vida a una obra. Beneficiarios desconocidos y anónimos, no tuvieron
que esperar su muerte. Su mejor amigo heredó una carga, revisar sus papeles y
ordenarlos lo mejor que pudo. A ello debemos nuestro Tomo III, donde se trata del
capital prestado a interés. Dice allí cosas sorprendentes. De estar a las
opuestas interpretaciones generadas, algunas hasta enigmáticas.
Industrial asalariado.
En lo que conocemos como Capítulo XXIII nos dice que el
trabajo del capitalista industrial es el un obrero asalariado.
“Frente al capitalista dueño
del dinero, el capitalista industrial es un obrero […]”[5].
“El capitalista industrial
[…] no aparece […] sino como funcionario […] como simple exponente del proceso
de trabajo en general, como obrero y, concretamente, como el obrero asalariado”[6]. [Subr. EL]
Nos dice que explotar es un trabajo.
El “proceso de explotación aparece aquí como un simple proceso de trabajo,
con la diferencia de que el capitalista en activo realiza un trabajo distinto
al de los obreros. Por donde se identifican como dos modalidades de trabajo
el trabajo de explotación y el trabajo explotado. El trabajo de explotación es trabajo exactamente lo mismo que el
trabajo al que se explota”[7]. [Subr. EL]
Finalmente nos dice que si el capitalista industrial trabaja
recibe un salario.
“El salario que reclama y
percibe [el capitalista industrial] por este trabajo equivale a la cantidad de
trabajo ajeno que expropia, […] siempre y
cuando que se someta al necesario esfuerzo de la explotación […]”[8].[Subr. EL]
¿Es el suyo, como el del obrero, trabajo alienado?
Los intereses creados.
Somos
los hombres
como
mercancía, que valemos más
o
menos según la habilidad del mercader
que
nos presenta.
Jacinto Benavente
Uno puede preguntarse
¿Cuál es la relación que hay entre el capital-dinero a interés y el capitalista
industrial para que éste pueda aparecer como obrero asalariado?
Precisamente el interés. Y ¿Qué es el interés? El interés
“es una relación entre dos capitalistas”.
Donde “es la separación de
los capitalistas en capitalistas de dinero y capitalistas industriales lo que
convierte una parte de la ganancia en interés y crea en general la categoría
del interés […]”[9].
Hay “concurrencia entre estas dos clases de capitalistas”.
Es decir, una relación de enfrentamiento.
Donde “se desdobla en propiedad del capital, en capital al margen
del proceso de producción, que rinde de por sí un interés, y el capital dentro del proceso de producción […]”[10].
En ese desdoblamiento el capital al margen es, para el que está dentro,
una mercancía que, si se pone en función su valor de uso en la producción,
contendrá ganancia. Que se reparte pagando un precio, el interés.
“Es en el capital-dinero,
donde el capital se convierte en mercancía cuya cualidad de propia valorización
tiene un precio fijo, plasmado en el tipo de interés […]”[11].
La fuerza productiva del trabajo se compra por su capacidad
creadora de valor, se use o no en la producción. Porque potencialmente esa capacidad es
anterior a la entrada en el proceso.
“Como tal capacidad creadora
es como se compra […] Lo mismo acontece con el capital. Es incumbencia del prestatario el emplearlo o
no como capital, el poner o no realmente en acción la cualidad inherente a él
de producir plusvalía. Lo que paga, tanto en uno como en otro caso, es la
plusvalía que, potencialmente, como posibilidad, se contiene en la mercancía
capital”[12].
Es decir, para el capitalista industrial, el capital a préstamo es una mercancía
como cualquier otra. La tiene que buscar en
el mercado.
¿Qué es lo que se pagará con el interés? La propiedad de un
medio para apropiarse del trabajo ajeno.
“El interés […] representa la
simple propiedad del capital como medio
para apropiarse de los productos del trabajo ajeno”[13]. [Subr. EL]
Propiedad que no está en sus manos. Se halla como el obrero
frente a los medios de producción. De allí, quizá, el sorprendente paralelismo que
describe Marx.
Traducciones del enigma.
Y es en ésta relación entre dos capitalistas en la que
hallaremos la forma más alienada y fetichista.
Lo que conocemos como Capítulo XXIV del Tomo III comienza
así: “Es en el capital a interés donde la relación de capital cobra su forma
más externa y más fetichista”[14].
Por lo que respecta al fetichismo del capital en préstamo,
Marx parece bastante elocuente: “En el capital a interés aparece consumada la
idea del capital-fetiche, la idea que atribuye al producto acumulado del
trabajo plasmado como dinero la virtud,
nacida de una misteriosa cualidad innata, de crear automáticamente plusvalía
[…]”[15][Subr.EL]. Como capital-dinero a interés
es que el capital adquiere “su forma fetichista más pura”, dice Marx en el
mismo capítulo, “la mistificación capitalista en su forma más descarada”.
Pero parece ser que las dificultades se hallan en eso de la
“forma más externa” del capital-dinero prestado a interés. Aquí es donde
difieren las traducciones y las interpretaciones.
Lo que en la vieja traducción de Wenceslao Roces es la
“forma más externa”, aparece en otras como “la más enajenada”[16].
Georges Labica tradujo: “Le capital porteur d´intérêt, forme
aliénée (Veräusserlichung) du rapport
capitaliste”[17].
Sin embargo sostiene, en el texto citado, que “Marx habrá de recurrir casi
indiferentemente a los dos modos hegelianos” de alienación: uno como
exteriorización o enajenación y, otro, vinculado a la alienatio latina , como devenido extraño, extranjero, divorciado,
dividido (spaltung) , “parte de sí en
el otro”.
Parece existir, entonces, una cuestión filológica que no
estoy en condiciones de encarar, por la sencilla razón de que no conozco alemán.
Aun así creo que estamos que estamos siempre frente a una
cuestión de devenir ajeno, de otro, lo
que de algún modo se considera propio.
Más no sólo eso, sino que lo que ha devenido ajeno, se
vuelve antitéticamente contra su hacedor. Y más aun, lo somete.
Es ésta, nos dirá
Marx, la forma más extrema de alienación. Y, me parece, que no cabe duda de que
se trata también de alienación de trabajo.
Sin embargo, está claro que un capitalista industrial no es
un obrero: aparece así sólo en su situación frente al prestamista del
capital-dinero.
El Capital ¿Un
“enriquecimiento” de la alienación de los Manuscritos del 44? Así lo planteó en
su momento, Abel García Barceló[18]. (Años después nos dijo,
no lo escribió que yo sepa, que su apreciación del momento estaba teñida aun
del humanismo de la esencia humana).
O, como para Mandel ¿Una “teoría marxista de la alienación,
que es el desarrollo coherente de la contenida en La ideología alemana, y el rebasamiento dialéctico de las
contradicciones contenidas en los Manuscritos
de 1844”?[19].
La alienación ¿Algo que no fue abandonado pero que, en El
Capital y los Borradores, aun debe ser decodificado? Como sostuvo Anita
Dinerstein[20].
O ¿Solamente le mot
mantenida por Marx? Como parecía sostener Georges Labica en el Diccionario
citado.
Conjetura.
Quizá, un topos
propio de la apropiación del trabajo ajeno por medio del contrato.
En una de las acepciones de alienación (la latina) Labica
sostiene que hay algo de la figura hegeliana alienación-contrato. Pues
bien, el capital a interés es el capital a préstamo. ¿Qué es el préstamo sino
un contrato? Y ¿Qué es el salario sino un contrato? Y ¿Qué es el salario sino
la forma contractual de la apropiación del trabajo ajeno?
Es cuando el capital aparece como mercancía cuando ocurre la
forma extrema de alienación. Dicho de otro modo, para que aparezca la forma
extrema de alienación y fetichización el capital debe aparecer como mercancía. Debe
estar en el mercado, ser objeto de compra venta, tener un precio. Es decir, ser
objeto de un contrato.
La contractualidad (“igual-libertad” y equivalencia en los
intercambios) es un presupuesto necesario de la matriz mercantil del
capitalismo[21].
El capitalismo existe si el trabajo es una mercancía y como tal es que puede
haber apropiación del trabajo ajeno.
Si la apropiación del trabajo ajeno por medio del contrato
no es más que el capitalismo de matriz mercantil, eso significaría que la
alienación, o bien se confundiría con el conjunto de las relaciones
capitalistas o no es más que un topos
de la apropiación del trabajo ajeno por medio del contrato. No una teoría
especial ni una categoría.
Tanto en el caso del vizconde, como en el del capital a
préstamo o como en el del obrero, nos hallamos con apropiación del trabajo
ajeno o, lo que es lo mismo, no-apropiación
del trabajo considerado propio.
Esta aproximación permitiría acercarnos a cuestiones de
alienación, fetichismo, cosificación, a situaciones no directamente
productivas: la desocupación estructural, el consumo y el no-consumo, por
ejemplo.
Un topos de la relación capitalista
(entiendo por capitalismo también la economía soviética y la china), cuya
característica, su “aire de familia” es la contractualidad.
La contractualidad o su sombra. Es decir, formas de
negociación, como las que aparecen en las relaciones actuales del gran capital
financiero, donde las relaciones apenas conservan los nombres de los elementos
contractuales clásicos. Sin embargo encubren y fetichizan formas de apropiación
de trabajo ajeno[22],
y quizá, entonces, nos conduzcan al campo teórico de las ideologías[23].
Conjeturar[24] que la cuestión de la
alienación no es una teoría no es menospreciar la entidad del asunto, sino,
quizá, abrir la cuestión a otros aspectos de la apropiación del trabajo ajeno
por medio del contrato. Decir que es un topos
significa que puede ser un lugar problemático en que concurren, junto a esa
alienación, la cuestión del fetichismo y formas de cosificación.
Edgardo Logiudice
Marzo de 2012
[1]
Carta del 26 de octubre de 1854. Marx, Karl Engels, Friedrich. Escritos sobre literatura. Bs.As.,
Colihue, 2003, Pág. 185.
[3]
La edición española en 4 tomos, de El Acantilado, tiene 2800 Págs.
[4]
Auster, Paul. El libro de las ilusiones.
Bs.As., Booket, 2012, Pág. 76.
[5]
Marx, Carlos. El Capital. Crítica de la Economía Política. Bs.As.,
1956, Editorial Cartago, Tomo III, Pág. 350.
[6] Id.Ant. Pág. 346
[7] Ibid. Pág. 347.
[8] Ibid. Pág. 351.
[9] Ibid. Pág. 337.
[10] Ibid. Pág. 341.
[11] Ibid. Pág. 355.
[12] Ibid. Pág. 346.
[13] Ibid. Pág. 346.
[14] Ibid. Pág. 354.
[15] Ibid. Pág. 360.
[16]
En la edición de Siglo XXI, 1983, Vol.7, pág. 499.
[17]
Bensussan-Labica. Dictionnaire critique
du marxisme. París, 1982, PUF, Voz aliénation,
pág. 20.
[18]
García Barceló, Abel. Marxismo y
alienación, de los “Manuscritos” a “El Capital”. En Marx, Carlos. Manuscritos de 1844, Bs.As., 1968, Editorial Arandú.
[19]
Mandel, Ernest. La formación del Pensamiento Económico de Marx: De
1843 a la redacción de El capital: estudio genético. Capítulo X. De los Manuscritos de 1844 a los
Grundrisse: de una concepción antropológica a una concepción histórica de la
alienación. En www.marxismocritico.com
[20]
Dinerstein, Ana C. Recobrando la
materialidad: el desempleo como espacio de subjetivación invisible y los
piqueteros. Rev. Herramienta, n° 22, año VII, Bs.As. 2003, Pág. 89.
[21]
Es uno de los fundamentos de la teoría de la modernidad de Jacques Bidet,
presente en toda su obra. Puede verse L´État-monde,
PUF, 2011, 317 Págs.
[22]
Logiudice, Edgardo. El marxismo y el
consumo. Herramienta web 10, diciembre 2011; El marxismo y la propiedad
privada, Herramienta web 9, agosto 2011.
[23]
Logiudice, Edgardo. La publicidad como
normatividad dominante, www.mientrastanto.org , N° 96,
Barcelona, octubre 2011.
[24]
Las expresiones “conjetura” y “topos” me fueron sugeridas por la lectura de
algunos de los ensayos de Carlo Ginzburg publicados en El hilo y las huellas. Lo verdadero, lo falso, lo ficticio. Bs.As.,
FCE, 2010, 492 Págs. Creo que su utilización distiende la rigidez, a veces
inmodesta, de las hipótesis teóricas.