Finalmente los compañeros de Carta Abierta han dicho más o
menos claramente a quiénes dirigen su discurso. Difícilmente alguno de los
lleguen a leer este texto queden excluidos de alguna de las tres categorías a
quienes la carta número trece hace un llamado y algunas advertencias.
El espacio llama: a) a discutir
a quienes siguen formando en la consideración hacia este gobierno a pesar de
sus dificultades; b) a deliberar a
las izquierdas democráticas sobre la base de un mismo sentido común; y c) a no hacer del concepto de corrupción una
sentencia a un sector progresista de la sociedad.
Nos convoca a partir de y aceptando la raya puesta por uno
de los varios periodistas sin principios que lucen sus imposturas en los
medios. Desde su misma postura catastrófica y apocalíptica con lenguaje de
indignado escándalo.
Nos advierte, desde el lugar de los intelectuales que saben,
que conocen a Rosa Luxemburgo y la República de Weimar, que el periodista no
presenta pruebas de los actos de corrupción que denuncia.
Lo hacen desde un lugar que está más allá de lo que conforma
lo político. Esto es, el nivel de base de las creencias difusas, frágiles e
ingenuas, que hacen verosímil la vida en común y su otro polo del nivel de las
elucubraciones más exigentes, el cálculos de los políticos. Después está el modo real en que operan las
fuerzas sociales y económicas.
Frente al peligro de que las exigentes elucubraciones de los
políticos, respondiendo a ocultas fuerzas sociales y económicas, horaden
nuestras creencias, estos intelectuales que conocen el mecanismo de
deslegitimación nos alertan para que luego no lloremos.
Nos recuerdan que no hay sentencia sin pruebas y que las
pruebas se presentan en los tribunales de justicia. Por si no lo sabíamos o no
nos dimos cuenta. Obviedad que aprendimos de Carlos Corach durante el
menemismo.
El Espacio de Carta nos advierte que el objetivo de este
escándalo no sólo es deslegitimar al gobierno sino a la política misma. De la
política como espacio de emancipación. Del gobierno como gobierno emancipador.
Porque de eso se trata. No parece haber otra política emancipadora que la de
este gobierno.
Política emancipadora que incluye la Ley Antiterrorista que,
otro periodista, Edgardo Mocca justificó con la Razón de Estado. Argumento
emancipador del Cardenal Richelieu.
Probablemente los compañeros de Carta no estén pensando en
las listas testimoniales, ni en los acuerdos con los barones del Gran Buenos
Aires, ni en los trueques con los Cobos, los Sciolis, los Capitanich, los
Insfran, los Alperovich, con los que se construye la ingeniería electoral.
Quizá estén pensando en la benevolencia de una Presidenta que, por razones
teológicas, decide no ser eterna. O,
mejor aún, en el entre toninegrino y
zapatista empoderamiento, más radical que la laclauniana razón populista cuando
el líder anuncia que no es eterno sino mortal.
Empoderamiento que ya les fue anticipado a los líderes
obreros, alternadamente a Hugo Moyano, a Gerardo Martínez, a Armando Cavalieri.
Nos llaman a discutir, a deliberar, a no sentenciar sobre la
corrupción sin el veredicto previo de esta justicia que es la que,
efectivamente, está viciada, sin antes recordar la virtud de lo justo de este
gobierno.
Un gobierno de quienes lograron cortar la hegemonía
indisimulada de aquéllos que convirtieron al país en una agencia del capital
financiero. Un gobierno de quienes reinstalaron en nuestra sociedad la idea de
que lo justo no es una quimera y que dio a la idea de justicia una dimensión de
articulación de la libertad y la igualdad.
Gobierno que, por primera vez en décadas, cuestionó
injusticias y desigualdades, tramas monopólicas y abusos de poder de quienes
siempre se sintieron dueños del país.
Gobierno caracterizado por el avance poderoso de políticas
de reparación social.
El gobierno de lo justo que se afirma en la distribución más
igualitaria de los bienes materiales y simbólicos y que pone en cuestión la
hegemonía de aquéllos que condujeron al país a la desigualdad y la injusticia.
Un gobierno emancipador igualitario. Emancipador del poder
del capital financiero.
Emancipador, vale decir libre de tutelas, libre de cualquier
tipo de dependencia o subordinación a cualquier poder. Sentido emancipador
otorgado por las figuras públicas que son emblemas de gobiernos populares y le
dan su forma de aglutinamiento, especialmente fijadas en su nombre. Por lo que el ataque a esas figuras públicas es
el ataque a la emancipación graciosamente otorgada.
Es probable que Carta Abierta quiera discutir, deliberar,
sobre los hechos que encarnan esa descripción, para que no le hagamos el juego
al revanchismo. Querrán deliberar sobre el sentido emancipador del
desendeudamiento, la emancipación de
Monsanto, del capital bancario, de la concentración de la industria
alimentaria, de Chevron. O, quizá, de la distribución igualitaria del impuesto al salario, de los
recursos del Anses sin el 82% en beneficio de los subsidios a los Rocca, a los
Roggio, los Bulgueroni, los Eurnekian.
Quizá los amigos nos puedan esclarecer como estas cuestiones
significan cortar con la hegemonía del capital financiero y rentista.
Pero mientras tanto nos recuerdan que los ataques a los
gobiernos en nombre de la ética pública han ocurrido en todas las épocas. Desde
la República de Weimar, pasando por el gobierno gualtemalteco de Arbenz, sin
olvidarnos de Hipólito Yrigoyen. En Alemania abriendo la puerta al fascismo y
en Argentina a los golpes de estado.
Este es el punto más serio del llamado que nos hacen los
compañeros de Carta Abierta.
Nos advierte que si no comprendemos, si no entendemos la
advertencia del revanchismo podemos llegar a llorar, como se lloró al líder
radical.
¿Qué debemos comprender los genuinos demócratas? Que de triunfar la alquimia del vodevil
mediático de intereses, corporativos, gestualidad antipolítica y neogolpismo
especulativo, lo que nos espera será
nuevamente el vaciamiento de la vida institucional democrática y el retroceso
social.
En suma. Personas adultas cuyo oficio es leer y escribir llaman
a otras, también adultas, cuyo oficio no necesariamente es el mismo pero que sí
leen y escriben, invocando una presunta coincidencia en un mismo sentido común,
a que no permitan que horaden sus creencias democráticas con torpes y burdos
espectáculos periodísticos.
Con actitud propedéutica les informan (nos informan) de las virtudes del buen gobierno que los ha
emancipado del capitalismo corrupto y les advierte que sí no lo reconocen así
podrán llegar tiempos de revancha. En cuyo caso deberán arrepentirse y será ya tarde
para reparar las culpas. Como otras veces en la historia serán los
responsables.
No lo serán quienes remitieron alambicadas cartas desde la
biblioteca anunciando la emancipación, temerosos de cualquier mirada tibiamente
crítica sin más pasión que lo posible. Sin más exigencia que lo que el poder
otorga. Sin más audacia intelectual que la retórica obligatoriamente resignada por
la reverencia a una llamada desde la casa de gobierno.
Tampoco serán responsables los virtuosos gobernantes cuya
deshonestidad, efectivamente, no está probada. Ni llegaron al poder para
enriquecerse ni construir bóvedas familiares (y, en todo caso, un filósofo como
Forster no tiene porqué saber quién es Báez, como no sabía Borges quien era
Maradona), sino para recaudar y pagar el desendeudamiento y los subsidios. Con
impuestos al consumo y al trabajo y desgravación a la renta financiera. Con el
blanqueo del dinero negro y expatriado, comprado a cuatro pesos e inmaculado al
doble por lo menos.
No serán responsables quienes con el mayor apoyo y
consideración popular llamaron a todos los personeros menemistas, cavallistas y
aliancistas para administrar el país. Es
decir, los que estatizaron las deudas que ahora hay que pagar, los
comisionistas de los acuerdos stand by.
Este es el mensaje, que no apela ya a los derechos humanos y
la renovación de la Corte Suprema. Recursos ya banalizados y exprimidos al
límite como discurso legitimador y electoral. Y, dado que el periodista
mercenario acude a la corrupción como deslegitimación, no les está de más
recordar que la masacre de Once fue un lamentable accidente, sin Jaimes, ni
Schiavis, ni Ciriglianos, ni De Vidos. Por las dudas.
Triste, muy triste. Que algunos buenos intelectuales se
pongan a la altura de un bufo, no sólo con el discurso descalificador e
indecente que atropella al lector, sino peor aún, con el chantaje dulzón de los
jesuitas.
Cuando las papas queman y hay que contar los porotos reconocemos que hay una receptividad
indignada, que aunque no siempre tenga buenas razones no es golpista, aunque a
Fito le den asco. Reconocemos que con la izquierda arcaica y trasnochada
compartimos un sentido común. Cuando la proclamada confianza en el pueblo
recula ante el fantasmal rating que emparda al fútbol. Cuando esto sucede ni
siquiera es necesario que nos bajen línea para pescar votos. Somos todos
veteranos de mil comicios. A la hora que las papas queman somos todos
transversales. La soberbia al mazo, escondida.
Cuando no basta lamer hay que arrugar.
Quizá fuera bueno que nuestros intelectuales se ocuparan de
la educación y la sanidad y no del show del señor Lanata. O de caminar fuera de
los límites del edificio de Clorindo Testa. Tranquilos compañeros, la
corrupción no existe, Elsztain como Báez
tampoco. Calma, intelectuales, calma.
Que ya ha aparecido quién está a la izquierda de Cristina, un trovador de
Alsogaray.
¿Compañeros dije? Cagatintas, me duele decirlo.
Edgardo Logiudice
mayo 2013