jueves, 1 de octubre de 2015

Volkswagen y las cámaras de gas.

Volkswagen fue pillada ocultando gases mortíferos.
El nombre suscita oscuras reminiscencias. Su origen se debe a Hitler, quien encargó el proyecto al fabricante de armas de la Alemania nazi Ferdinand Porsche, del que lleva su nombre el grupo económico que controla Volkswagen.

La mortífera camarita de gases no se halla ahora en ningún campo sino en once millones de automóviles dispersados por el planeta repartiendo oxido de nitrógeno. Una inocente centralita ubicada en el sistema de escape con un software que detecta si el vehículo se encuentra o no en el banco de rodillos del test de gases. Si lo está bloquea funciones que, andando normalmente, los produce.

Una más de las mentadas innovaciones que vuelve locos de contentos a los entusiastas de las nuevas tecnologías. Las ciencias y las técnicas, dicen, no tienen distinción de clases. Y es verdad, pero tienen dueños que disponen de ellas.

No se trata de un fraude, es parte del negocio. Se ahorran costos y se compite.
Es parte del perverso sistema de comprar el derecho de contaminación. Las empresas que están por debajo de los límites críticos de contaminación son premiadas con créditos por el simple hecho de cumplir el deber de no matar (Mateo 5, 21).
El crédito así reconocido se titulariza en bonos que tienen precio, el valor dinerario del Quinto Mandamiento.
Quienes exceden los mentados límites, por caso Volkswagen, pueden comprar ese derecho a matar y contaminar tranquilos.
Se  adquiere así patente de genocida como otrora se adquiría la patente de corso para matar y saquear.
Huele a nazi ¿verdad?

Pero comprar los bonos de libre contaminación aumenta los costos y merma la ganancia. No va ello de acuerdo con el Primer Mandamiento del capitalismo. Es pecado. Mortal.
Como lo es perder la patente. El Señor del mercado de valores lo castiga, las acciones pierden valor. El grupo Porsche, el patrón de los patrones, declama su ignorancia, es una víctima más. Acude a redimir el pecado ajeno, enrocando directivos y haciendo acto de contrición jura no volver a permitir el pecado de su vástago. Como un buen padre de familia.

El gobierno alemán muestra su preocupación por el honor -y el valor- del Made in Germany. Los medios europeos se lamentan. No conviene hacer demasiado ruido, después de todo junto a Porsche, 50% de los votos del directorio, conviven armónicamente la Iglesia Evangélica Alemana del Estado de Baja Sajonia con el Islam de la monarquía confesional de Qatar con un 20% más o menos cada una.  

Los vehículos seguirán en la calle. La empresa y las autoridades garantizan que se respetará el derecho de propiedad de los usuarios. No se retirarán de la circulación. El derecho a la vida es otra cosa, no está sobre la mesa.

Dentro de un tiempito se realizará la Cumbre del Cambio Climático. El cura Bergoglio ha dado sus consejos evangélicos. La cumbre hará sus conocidas "recomendaciones". Es una cuestión de Responsabilidad Social Empresarial.

Ningún gobierno ha condenado el hecho.


Edgardo Logiudice

Septiembre 2015.

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