Volkswagen fue pillada ocultando gases mortíferos.
El nombre suscita oscuras reminiscencias. Su origen se debe
a Hitler, quien encargó el proyecto al fabricante de armas de la Alemania nazi
Ferdinand Porsche, del que lleva su nombre el grupo económico que controla
Volkswagen.
La mortífera camarita de gases no se halla ahora en ningún
campo sino en once millones de automóviles dispersados por el planeta
repartiendo oxido de nitrógeno. Una inocente centralita ubicada en el sistema
de escape con un software que detecta si el vehículo se encuentra o no en el
banco de rodillos del test de gases. Si lo está bloquea funciones que, andando
normalmente, los produce.
Una más de las mentadas innovaciones que vuelve locos de
contentos a los entusiastas de las nuevas tecnologías. Las ciencias y las
técnicas, dicen, no tienen distinción de clases. Y es verdad, pero tienen
dueños que disponen de ellas.
No se trata de un fraude, es parte del negocio. Se ahorran
costos y se compite.
Es parte del perverso sistema de comprar el derecho de
contaminación. Las empresas que están por debajo de los límites críticos de
contaminación son premiadas con créditos por el simple hecho de cumplir el
deber de no matar (Mateo 5, 21).
El crédito así reconocido se titulariza en bonos que tienen
precio, el valor dinerario del Quinto Mandamiento.
Quienes exceden los mentados límites, por caso Volkswagen,
pueden comprar ese derecho a matar y contaminar tranquilos.
Se adquiere así
patente de genocida como otrora se adquiría la patente de corso para matar y
saquear.
Huele a nazi ¿verdad?
Pero comprar los bonos de libre contaminación aumenta los
costos y merma la ganancia. No va ello de acuerdo con el Primer Mandamiento del
capitalismo. Es pecado. Mortal.
Como lo es perder la patente. El Señor del mercado de
valores lo castiga, las acciones pierden valor. El grupo Porsche, el patrón de
los patrones, declama su ignorancia, es una víctima más. Acude a redimir el
pecado ajeno, enrocando directivos y haciendo acto de contrición jura no volver
a permitir el pecado de su vástago. Como un buen padre de familia.
El gobierno alemán muestra su preocupación por el honor -y
el valor- del Made in Germany. Los
medios europeos se lamentan. No conviene hacer demasiado ruido, después de todo
junto a Porsche, 50% de los votos del directorio, conviven armónicamente la
Iglesia Evangélica Alemana del Estado de Baja Sajonia con el Islam de la
monarquía confesional de Qatar con un 20% más o menos cada una.
Los vehículos seguirán en la calle. La empresa y las
autoridades garantizan que se respetará el derecho de propiedad de los
usuarios. No se retirarán de la circulación. El derecho a la vida es otra cosa,
no está sobre la mesa.
Dentro de un tiempito se realizará la Cumbre del Cambio
Climático. El cura Bergoglio ha dado sus consejos evangélicos. La cumbre hará
sus conocidas "recomendaciones". Es una cuestión de Responsabilidad Social
Empresarial.
Ningún gobierno ha condenado el hecho.
Edgardo Logiudice
Septiembre 2015.
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