Ten piedad de mi, oh Dios, conforme a tu
misericordia;
conforme a la multitud de tus piedades
borra mis rebeliones. Salmo 51,1.
La dependencia del capital financiero es algo absolutamente
asumido como ineluctable, como sus crisis, más que periódicas, permanentes.
Aquí, en la tierra.
En compensación, después de que los más precavidos constatan
algunos daños importantes, como la desigualdad extrema, los ideólogos ofrecen una
comunidad de bienes en abundancia. Cornucopia en las nubes, la nube. Cloud computing es el nuevo paradigma.
Más allá, en el cielo prometido.
Resonancias de la antropología del Marx feuberbachiano.
Si entre los precavidos, Krugman, Obama, Bergoglio, Thomas Piketty
apeló a El Capital de Marx que
confesó no haber leído, entre los promitentes ha reaparecido Jeremy Rifkin el augur del fin
del trabajo. No ha vuelto sólo, es una nube tóxica de ideólogos, creyentes de
la diosa Tech. Y apelan también a resonancias del Marx de los Grundrisse. El general intellect en las redes y la tendencia decreciente de la
tasa de ganancia en el coste marginal cero.
Tanta apelación nominal resulta, cuanto menos sospechosa.
En la misa, borradas las rebeliones por la clemencia, llega
la gloria.
La ideología, las ideologías elaboradas, no las espontáneas,
habían ya mejorado las religiones, en tanto las dudas que admite el ensayo y el
error hicieron ceder al dogma entre los mismos teólogos.
Parece que las ideologías económicas son religiones
confundidas en la propaganda: propaganda
fide. Propagar las gracias de las tecnologías impolutas ante el capital
financiero de los bancos y fondos de inversión.
El "analista internacional" de Clarín, Jorge Castro, Secretario de
Planeamiento Estratégico de Menem, reseña un libro de reciente aparición de
Martin Wolf dedicado a las experiencias de las crisis financieras. Wolf es el
principal comentarista económico del Financial
Times. Wolf siempre ha bregado por las reestructuraciones de las deudas. Es
de los que creen que para cobrar no hay que ahogar al deudor, así lo dijo en
junio en un artículo titulado "Defender a la Argentina de los
buitres", pagándoles, claro. Así lo repitió ahora, hace pocos días, apoyando
el programa de Podemos, que propone
reestructurar la deuda española; ya que parece que las señoras Merkel y Lagarde
no creen en la seriedad de los españoles cuando, para registrar el aumento del
PBI incluyeron hace poco los negocios de
las drogas y la prostitución, además de la broma de considerar inversión los
gastos en armamentos.
Pues bien, este Wolf se ocupa aristotélicamente de la
tierra, de la necesidad técnica del capitalismo de crédito, deja el platónico
comunismo para los Rifkin. Como la Escuela
de Atenas del Raffaello, mientras él señala la tierra el otro le apunta al
cielo.
A confiar en la fidelidad de las citas del señor Castro -no
tengo más remedio - Wolf diría que la causa fundamental de la crisis financiera
internacional de 2007/2008 fue el aumento excepcional del ahorro mundial, y su mayor consecuencia fue el boom de crédito en
los países avanzados.
Cosas de la macroeconomía. Ahorro mundial.
Con ingresos del orden de los 2 dólares diarios es probable
que esos ahorros no pertenecieran a los 2.600 millones que los ganaban por
entonces, según la FAO. Vale decir el 40 por ciento de la población mundial
para esa época.
Tampoco parece probable que lo fuesen los que tomaron los
préstamos, ya que éstos absorbieron tal cantidad de capital que los
prestamistas o quebraron o debieron ser "salvados" con los ahorros públicos.
Blomberg Market calculó que la FED
cubrió déficit por 700.000 millones de dólares.
Por entonces ya las existencias de capitales especulativos
reproducidos sobre la llamada ingeniería financiera estaban muy alejadas de lo
que se llama economía real y existían fondos que desde el año 2002 en F.M.I.
había bautizado como "buitres".
Pero el exceso de ahorro parece ser el argumento técnico del
señor Wolf.
La razón tecnológica cumple ahora el papel de la ineluctable
Providencia celestial o el de la fatalidad de las seculares leyes naturales.
Una especie de determinismo tecnológico.
En la versión de Castro, Wolf diría que ese exceso de ahorro provocó tres grandes
transformaciones de la economía mundial: 1) a conversión del capitalismo en un
sistema mundial unificado (caída de la URSS) cuya consecuencia fue la desregulación
de la economía y, sobre todo, del sistema financiero, 2) esa integración se
aceleró con la revolución tecnológica de la información y, 3) como consecuencia
la emergencia a primer plano de China y Asia: China es la primera exportadora
global de capitales a partir de 2001.
El resultado es la desproporción entre ese ahorro en exceso
y la inversión.
El resultado de esos cambios significa que la desregulación
del sistema financiero internacional es un "fenómeno irreversible
tecnológicamente fundado".
Este sistema es un fenomenal creador de crédito y, por lo
tanto de riesgo, por ello es "intrínsecamente inestable". Los
intentos de regulación crean falsas certidumbres. Es necesario que el capital
financiero no esté regulado para que crezca a una tasa más elevada que el
aumento del PBI, esto es la producción, para que haya siempre crédito disponible.
De lo contrario el riesgo es el estancamiento.
Claro es que las razones tecnológicas ceden ante la realidad
de que la existencia de capitales financieros desregulados como son los que
actúan a la sombra de los bancos, aun fomentados por los bancos centrales,
desalentado su ahorro para dirigirlos a la producción, producen la generación
de capitales tóxicos y fondos buitres. La actual situación de Europa y Japón (y
todavía en Estados Unidos) donde los Bancos Centrales bajaron las tasas a cero
y hasta cobraron multas a los depósito de ahorros de los bancos, no fueron a
parar a producción ni al consumo sino a préstamos a empresas a punto de quebrar
o a bonos de países de alto riesgo. Sencillamente pagan muy altos intereses,
son más rentables que si se invierten en producción.
Pero eso parece inevitable. Según este planteo el único modo
de que la regulación financiera adquiera carácter global es que el sistema
financiero crezca menos "y esto es imposible tecnológicamente".
Esa manida imposibilidad tecnológica no parece ir mucho más
allá de de dos razones más triviales: a) los capitalistas dirigen sus capitales
hacia donde son más rentables y, b) ni los estados ni los organismos
internacionales pretenden regular aquello que están destinados a gestionar, los
créditos. Todos los estados están endeudados. La todavía mayor potencia es la
que tiene la deuda más grande. Para gobernar los estados están obligados a
gestionar las deudas, tomar los créditos y recaudar para pagarlos y volver a
endeudarse.
Un Informe de la Cepal publicado en Mayo de 2014, "La crisis latinoamericana de la deuda desde
la perspectiva histórica", es la historia de la proliferación de
mecanismos inventados por los organismos financieros internacionales para
garantizar el cobro de los préstamos, a cuyo compás se mueven los gobiernos
nacionales.
Ésta parece ser y no otra la "imposibilidad
tecnológica" de que el sistema financiero crezca más y nadie lo
regule.
Cuando Paul Krugman el 27 de octubre escribió en el New York Times "los mercados
prácticamente están suplicando a los
gobiernos que se endeuden y gasten, por ejemplo, en infraestructura",
está señalando que no es que el sistema financiero crezca porque lo demanda la
producción. Ni, mucho menos que exista exceso de ahorro. Más bien parece que hay
exceso de capitales que, para seguir creciendo necesita nuevas deudas.
Concebido el capital financiero, su inestabilidad y el azar
de sus flujos conforme a la mayor rentabilidad como un dato de la realidad
inmodificable, luego pueden plantearse acríticamente augurios y recetas de
variada índole.
Frente a la desigualdad extrema (y obscena) Piketty postula
una nebulosa política fiscal global tan efectiva como la tasa Tobin y la
condena a la usura de la Iglesia Católica en la Edad Media. Un impuesto a los
patrimonios, cuando los capitales son más abstractos y anónimos que nunca. Los
recaudadores serían, ya que por ahora no se puede arbitrar un gobierno mundial,
los estados nacionales, dijo recientemente a Página 12. No ahorró, de paso, decir que sería una tarea nacional y
popular. Dado que se trata de partir desde cero y organizar bien las cosas -
así lo expresa - su discurso se ajustaría a la comunidad organizada.
Nuestro "analista internacional" de entrecasa no
tiene esas preocupaciones por la desigualdad, tampoco por el endeudamiento
crónico ni, mucho menos, por el augurio comunista de Rifkin.
Castro pivotea sobre algunos postulados que giran sobre la high tech, la revolución industrial que
ella implica fusionando los servicios y la manufactura, la integración de la
producción dada la conectividad instantánea y global en la "nube" o cloud computing, el aumento de
productividad que de ahí deriva y la lógica fundamental del funcionamiento del
sistema capitalista, la competencia.
Claro es que "los capitales necesarios para expandir la
producción («reproducción
ampliada») no
surgen en el capitalismo de recursos propios (cash flow) …en las condiciones del capitalismo globalizado, las grandes firmas de tecnología deben
recurrir para su expansión al sistema financiero internacional".
Y a eso hay que acomodarse porque "Este mundo no es una
opción, sino la realidad ineludible de
nuestra época, y fuera de él no hay nada".
La realidad ineludible es entonces que la diosa Tech está en
la nube sostenida en el fenómeno también "irreversible" de la
desregulación del capital financiero regido sólo por su rentabilidad. Con lo
cual el presunto determinismo tecnológico no hace sino encubrir la apología del
capitalismo en su forma actual, bajo la hegemonía del sector financiero.
El fetiche de la innovación tecnológica es el anzuelo conque
nos tragamos este discurso fatalista. Y ese fetichismo es cotidiano, está en
cada nueva "aplicación".
No hay que desesperar porque en esa nube también está el
comunismo. Sólo faltan 35 años, anuncia Jeremy Rifkin, a quien Rodríguez
Zapatero pedía consejos, y ahora asesora
al Parlamento Europeo, a Hollande y a Merkel.
Abundancia y gratuidad. Lo "procomún colaborativo",
el Internet de las Cosas.
El punto de partida de esta construcción "teórica"
es lo que da título al libro: La sociedad
de coste marginal cero. Coste marginal que ya en el primer capítulo del
libro (bien gratuito que está en Internet) se transforma en casi cero.
Estos tiempos de crisis permanentes no parecen apropiados
para presuntas utopías comunistas. Eas podría ser la razón por la que no
aparecen demasiados reportajes ni opiniones en los medios de finanzas y
negocios, a pesar de los conocidos antecedentes de Rifkin en la Tercera
Revolución Industrial. Aunque parece que el libro se vende.
Brevemente,
vivimos el eclipse del capitalismo. "Lo que está socavando el sistema
capitalista es el éxito enorme de los supuestos operativos que lo rigen…Imaginemos
un escenario donde la lógica operativa del sistema capitalista supera las expectativas
más optimistas y el proceso competitivo conduce a una «productividad extrema »
y a lo que los economistas llaman un «bienestar general óptimo»; esto es, un
estado final en el que una competencia intensa obliga a la introducción de una
tecnología cada vez más sofisticada que fomenta la productividad hasta un nivel
óptimo en que el coste marginal de cada unidad adicional puesta a la venta «se
aproxima a cero». En otras palabras, el coste de producir cada unidad adicional
—si no se tienen en cuenta los costes fijos— es prácticamente nulo y el
producto acaba siendo virtualmente gratuito. De suceder esto, el beneficio, el
«alma» del capitalismo, se acabaría evaporando".
"…los economistas de hoy
vuelven a fijar su atención en el funcionamiento contradictorio del sistema
capitalista porque no saben cómo impedir que la economía de mercado se acabe
autodestruyendo ante las nuevas tecnologías que acercan la sociedad cada vez
más a una era marcada por un coste marginal cercano a cero".
"Aunque el capitalismo está
muy lejos de autodestruirse, está claro que cuanto más nos acerca a una
sociedad de coste marginal cercano a cero su supremacía otrora incontestada se
diluye y abre paso a una manera totalmente nueva de organizar la vida económica
en una era caracterizada más por la abundancia que por la escasez."
"El Internet de las cosas
ya está aumentando la productividad hasta el punto de que el coste marginal de
producir muchos bienes y servicios es casi nulo, y esos bienes y servicios son
prácticamente gratuitos. El resultado es que los beneficios empresariales se
están empezando a evaporar, los derechos de propiedad pierden fuerza y la
economía basada en la escasez deja paso, lentamente, a una economía de la
abundancia".
"Está apareciendo un sistema económico nuevo: el
procomún colaborativo… Estamos
entrando en un mundo que, en parte, se encuentra más allá de los mercados, un
mundo en el que aprendemos a convivir en un procomún colaborativo mundial cada
vez más interdependiente".
"Entre los próximos veinte
y treinta años, los prosumidores, conectados en inmensas redes continentales y
mundiales, producirán y compartirán energía verde y productos y servicios
físicos, y aprenderán en aulas virtuales, todo ello con un coste marginal
cercano a cero que llevará la economía a una era de bienes y servicios casi
gratuitos".
"Es una red diseñada para
que sea abierta, distribuida y colaborativa, de modo que cualquier persona, en
cualquier momento y lugar, tenga la oportunidad de acceder a ella y usar sus
datos para crear aplicaciones nuevas con las que administrar su vida diaria con
un coste marginal casi nulo".
No existirá más el derecho de
propiedad, sino un derecho de acceso.
El nuevo paradigma consiste en microfinanciar
el capital social, democratizar la moneda,
humanizar la iniciativa
empresarial y replantear el trabajo.
Dijo en una entrevista: "Ser
propietario es aburrido, compartir es divertido. Cada persona tiene que ser un pequeño emprendedor, y a través del
coste marginal cero que nos proporciona internet, las nuevas tecnologías y la
energía limpia, podemos optimizar los recursos del planeta, además siendo
respetuosos con el medio ambiente. Hablamos de la tercera revolución
industrial, tenemos que potenciar el talento, la creatividad, y las nuevas
generaciones, que ya lo han comprendido, son las que van a liderar el
proceso".
Así de
fácil. Pero el origen de toda esta innovación tecnológica es cualquier cosa
menos tecnológico, dice Evgeny Morozov en un artículo publicado en El País el 29 de noviembre con el título
de Fetichismo de la innovación. Es
probable que, además de fetichismo, hallemos aquí algo de aquella alienación
feuerbachiana de encontrar en el cielo la solución de los sufrimientos de la
tierra.
Comunismo
en la nube. Abajo el infierno de la miseria, la violencia, el analfabetismo, la
desnutrición, el fanatismo…Y el reinado de las finanzas.
Panteísmo tecnológico y monoteísmo financiero.
Pero, después de todo a estos señores hay que leerlos, son
los que escriben la letra de las músicas que nos hacen bailar.
Hay otras músicas. Ernst Bloch fue el autor de El principio esperanza. También de una
obra que no leí, Experimentum Mundi.
En ella, decía Virginio Marzocchi en una recopilación de entrevistas a Bloch
publicada por Editori Riuniti en 1984, se halla esta frase: Sueños diurnos, sueños con ojos abiertos y
la música como lo "utópico por excelencia".
La utopía concreta anticapitalista exige, me parece, los
ojos abiertos.
Atentos a los discursos que nos imponen.
Edgardo Logiudice
Noviembre 2014
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