jueves, 6 de agosto de 2015

Frente a las PASO. El sufragio y la tecnología.

Un año eminentemente electoral nos pone por delante la cuestión de la calidad democrática. Para ser más precisos de los mecanismos de la democracia representativa electoral.

Alrededor suyo han transcurrido luchas y reivindicaciones tan preciadas como el sufragio no censitario, la lucha de las sufragistas, el voto secreto, la representación proporcional para el derecho de las minorías e infinidad de recursos técnico-jurídicos para evitar la distorsión de la voluntad popular que expresan las urnas.

Sin embargo, no tanto el sistema de elección basado en la fórmula de "un hombre, un voto", como la representación ha sido un tópico cuestionado, al menos desde la célebre expresión de Rousseau: el pueblo inglés cree que es libre porque sufraga, pero desde ese momento se pone las cadenas.
Desde entonces famosos constitucionalistas, juristas y filósofos, ensayistas, sociólogos y, últimamente politólogos, han escrito desde voluminosos tratados a flacas monografías.
Suenan nombres como Hanz Kelsen, Carl Schmitt. Más recientemente Giovanni Sartori, Robert Dahl.

Algunos sostienen que la representación moderna tiene un origen rural y mentan la representación de los Estados Generales en Francia. Nosotros podemos pensar en los representantes de las provincias en la Junta Grande, que nunca acababan de llegar.   

Ello nos pone frente al tema de las tecnologías.
A esta altura de la civilización sabemos que no es sólo patrimonio de los marxistas afirmar que el desarrollo técnico incide sobre la formación de las instituciones. Es decir, que éstas sufren transformaciones conforme al desarrollo de las fuerzas productivas. Cosa que hace evidente el ejemplo recién citado, cuando los votos llegaban en carretas.

Bien, nos hallamos ahora frente al voto electrónico. Por lo tanto se pone sobre la mesa su papel en el mejoramiento de la calidad democrática.

Sin embargo parece necesario atender a algunas cuestiones previas e implícitas del problema.

Como vimos la construcción del proceso de expresión de la voluntad tiene la impronta del valor del tiempo y el espacio. No cabe duda de las ventajas de la celeridad informática frente al paso de los bueyes vadeando los ríos para llegar a Buenos Ayres.
Sin embargo no debemos olvidar que se arbitraron otros medios para acelerar el proceso electoral, tales como "no se moleste, usted ya votó" o encomendar al capataz a recoger todas juntas las libretas y llevarlas al comicio sin que la peonada tuviera siquiera que trasladarse. De este modo no hacía falta siquiera la boca de urna, pues el resultado se conocía de antemano. Ventajas que no posee el modernísimo voto electrónico.

Nadie parece haber reparado en las protestas de los detractores de las nuevas tecnologías. Se les achaca su agresividad al medio ambiente aludiendo a la cantidad de bosque que es necesario talar para fabricar el papel de boletas que alcanzan hasta más de un metro, cuando no una acusación filosófica de racionalidad instrumental de costo y beneficio, que cantidad de papel cuesta un diputado.   
Se establece apriorísticamente la ley de que la calidad democrática es inversamente proporcional a la longitud de la boleta y nadie discute sus presupuestos lógicos.

Por el contrario quienes defienden el sistema de la clásica papeleta argumentan la verdad de la ley contraria ya que, cuanto más larga la boleta menor es la probabilidad de su robo, cosa bastante frecuente que, por lo demás insume el tiempo de los fiscales que interrumpen el acto para verificar la existencia de boletas de su partido.
Este argumento a favor de la longitud también debería ser objeto de discusión, ya que algunos están pensando en el rollo de 74 metros. Sin reparar que la longitud del papel no garantiza su buena absorción por el electorado. Lo que va en desmedro de la calidad democrática.

Tampoco entre los defensores de la high tech electoral parecen atender al derecho al voto anulado. Muchas veces expresión de disidencia extrema manifiesta en una feta de salame de clara alusión a los candidatos o algún otro adminículo más íntimo que demuestra la consideración que aquellos les merecen.  Aunque este argumento tampoco es sostenido por los defensores del sistema artesanal que se sienten mal aludidos.

 En suma, es auspicioso y alentador que nuestros futuros representantes atiendan a la legitimidad de sus mandatos poniendo en tela de discusión la precisión del software y la longitud del soporte corpóreo de la expresión de la voluntad popular.


Edgardo Logiudice

agosto 2015, vísperas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario