Dinero.
El dinero es una mercancía para los pobres. Solamente
ellos compran dinero. Lo hacen pagando con su trabajo.
Todo préstamo es una venta. Con el salario, el
capitalista industrial le presta dinero
al obrero, porque el dinero del capital variable vuelve siempre a él.
El capitalista del capitalismo industrial, de
cualquiera de sus sectores (industrial, comercial o financiero) vende dinero
que se reembolsa con fuerza de trabajo, con el plus-trabajo contenido en la
capacidad laboral. La única capaz de generar nueva riqueza, que es de lo que se
apropia el capitalismo en su conjunto. La venta continua de dinero es lo que
genera la acumulación a través de sucesivas metamorfosis.
Lo que hace circular el dinero no son las mercancías
sino el título de propiedad sobre ellas. Los únicos que tienen efectivamente
propiedad sobre las mercancías son los capitalistas. La propiedad es el poder
de disposición de ellas.
El título de propiedad de los asalariados sobre las
mercancías es un título sobre la nada. Lo que parecen adquirir está destinado
al consumo, es decir a desaparecer. Sólo alimenta la capacidad laboral que está
a disposición de la clase de los capitalistas en la forma de fondo de salarios
o capital variable. Aun de los bienes que no se consumen inmediatamente, al
primer uso. Los bienes de uso, no son más que bienes consumibles. El uso no es
más que un consumo diferido.
Los capitalistas, que disponen tanto de los medios de
producción como de los de subsistencia, no basan su poder en el dinero como
medio de circulación sino como títulos de propiedad sobre ellos. Los títulos no
son más que la forma jurídico-ideológica del poder de disposición efectiva, es
decir usarlos para generar nuevos bienes, riqueza, o destruirlos. Independientemente
de su necesidad social.
El trabajo abstracto como singularidad empírica,
divisible en unidades homogéneas de fuerza de trabajo, no se halla representado
ya por el dinero, si es que pudo haber aparecido así.
La forma técnico productiva que lo hizo posible ha
sido, en lo fundamental, desplazada por la robotización. El taylor-fordismo y
sus derivados han sido relegados, subordinados a las nuevas formas de
producción fundadas en las nuevas tecnologías.
Las nuevas tecnologías se dirigen a habilidades,
capacidad laboral, diferenciadas. Capacidad diferenciada conforme a la
especialización derivada del ensamblado de nuevas formas de división del
trabajo. De allí que los productores ofrezcan su diferencia, su especialización
o su originalidad.
En realidad el dinero nunca representó la equivalencia
del trabajo abstracto intercambiado, porque nunca hubo intercambio, más que en
la forma de la circulación. No hubo intercambio, ni de equivalentes ni de
no-equivalentes. La clase capitalista crió la clase de los portadores de la
capacidad laboral necesaria para la producción anticipándole los medios de
subsistencia en forma de dinero, de títulos de propiedad de bienes consumibles
para su reproducción como asalariados. Títulos de propiedad que no son más que
vales por condiciones de vida. Ese es el verdadero carácter del salario.
El dinero es un vale, una especie de voucher, como
promesa de ser canjeable. No solamente un medio de pago. Esta función del
dinero estaba más clara antes de su inconvertibilidad, primero por oro, después
por dólares. Los bancos centrales se obligaban a convertir el papelito y el oro
representaba un equivalente general.
Esa función de promesa (“pagaré al portador y a la
vista”) atiende al futuro. Y a la confianza, en el cuño legal. Caracteres
jurídico-ideológicos que portan todavía, por lo menos algunas monedas. Pero
que, en realidad, nunca pasaron de eso, una promesa basada en la fe. Porque ese
dinero siempre representó parcialmente bienes por el valor emitido, de allí la
existencia de los llamados “encajes”, ya que de presentarse todos los billetes
a la conversión los bancos quebrarían siempre.
De modo que el valor nominal del dinero es
convencional, político. El dinero, estrictamente, ya no representa trabajo,
sino en un solo sentido. El de la obligatoriedad del trabajo futuro.
Un medio de dominación, de asegurarse de que, en manos
del asalariado o de cualquiera que viva de su trabajo, esté siempre obligado a
hacerlo cuando la clase capitalista lo requiera y en la medida que lo haga.
Las nuevas formas productivas, el crecimiento de los
servicios (y otras formas de servidumbres personales a las que quedan relegados
los más pobres y menos adaptables), es el asiento de las nuevas formas de
“retribución del trabajo”. No solamente el trabajo “informal” sino las
subcontrataciones, el auto-empleo, etc.
En cualquiera de sus formas, porque el salario está
siendo sustituido por esas otras formas “remunerativas”, lo que aparece como
medida y pago de la fuerza de trabajo, no es más que un adelanto, un vale, para
reproducir una determinada cantidad de portadores de capacidad laboral
disponible. El aseguramiento de la continuidad de la dominación y la
esclavitud.
El propio capitalismo pone en evidencia que esa es la
función más relevante, haciendo que no lo vaya siendo para los intercambios. Al
menos de dos maneras.
Una cuando las mayores transacciones son
inter-empresarias y, entonces, el dinero se transforma en meros asientos
contables. Otra, con la llamada economía colaborativa que no es más que una
forma de trueque. Pero esto queda para otro merodeo.
Edgardo
Setiembre 2016.
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