Decía Marx en 1847[1]:
“¿Qué es el salario? […] al parecer,
el capitalista les compra a los
obreros su trabajo con dinero. Ellos le venden
por dinero su trabajo. Pero esto no es más que la apariencia. […] Con el mismo
dinero […] el capitalista podía haber comprado dos libras de azúcar o una
determinada cantidad de otra mercancía. […] Al entregarle dos marcos, el
capitalista le entrega, a cambio de su jornada de trabajo, la cantidad
correspondiente de carne, de ropa de leña, de luz, etc. […] el capitalista no
paga este salario del dinero que ha de obtener […] sino de un fondo de dinero
que tiene de reserva. […] Por tanto, el
salario no es la parte del obrero en la mercancía que él produce. El salario es
la parte de la mercancía ya existente, con la que el capitalista compra una
determinada cantidad de fuerza de trabajo productiva. […]. [El obrero] no
pertenece a tal o cual capitalista, sino a la clase capitalista en conjunto […].”
Resumiendo el salario aparece
como un contrato de compraventa del trabajo, pero se trata de una apariencia:
el precio del trabajo no es otra cosa que las mercancías para el consumo de
subsistencia, que ya están en manos de la clase capitalista industrial. Por lo
tanto el obrero pertenece desde el vamos
a la clase capitalista.
“[…] desde el punto de vista social, la clase obrera, aun
fuera del proceso directo de trabajo, es atributo
del capital, ni más ni menos que los instrumentos inanimados. Hasta su consumo
individual es, dentro de ciertos límites, un mero factor en el proceso de
reproducción del capital. […] El cambio constante de patrono y la fictio juris del contrato de trabajo
mantienen en pie la apariencia de la libre personalidad”[2].
Edgardo Logiudice
Julio 2012
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