De todas las ruinas, las que pertenecen a aquello que nunca llegó a
construirse son las más tristes.
Pablo de Santis, Crímenes y
jardines, Planeta 2013, p. 171.
La propiedad manifiesta del Manifiesto.
En el texto que rumiaron Marx y Engels en el café de la
Grote Markt de Bruselas y que, según parece, fue redactado sólo por el primero,
el centro de la cuestión es el de la propiedad y la abolición de su forma
burguesa.
Pero allí también se prevé y se proclama otra abolición, la
de la compraventa.
Por aquello que desde la anatomía del hombre podríamos
conocer la del simio, es decir
, desde lo más desarrollado y complejo lo más simple, quizá valga
la pena volver sobre ese texto hoy bastante devaluado. No es la primera vez que el Manifiesto de los
comunistas, que simbolizó las luchas de las clases sojuzgadas, sigue la suerte de sus triunfos y sus
derrotas
.
Sin embargo una proclama de tal carácter, vigente durante un
siglo y medio, merece seguir siendo trillada, independientemente de sus
vicisitudes políticas.
Reflexionar desde las formas actuales de propiedad sobre la
presencia o ausencia de la propiedad privada burguesa de la que el panfleto,
como así lo consideran algunos por su estilo, proclamaba su próxima disolución
.
Presencia o ausencia. ¿Ha sido abolida la forma, su determinación formal o su determinación material, esto es, su
función, o el rango de su función?
La primera cuestión es que se trata de de un modo de apropiación
específico e históricamente determinado. En efecto, el manifiesto afirma "[…]
los comunistas destacan la cuestión de la propiedad,
al margen de la forma más o menos desarrollada que haya alcanzado,
como cuestión fundamental del movimiento"
.
"Lo que
caracteriza a los comunistas no es la abolición de la propiedad en general,
sino la abolición de la propiedad burguesa"
. Los fundadores no eran
amigos de las abstracciones indeterminadas
.
Es la abolición de la propiedad fundada en el trabajo asalariado.
Entre las tesis positivas de los socialistas y comunistas crítico-utópicos el
manifiesto señala "la supresión del trabajo asalariado". Es decir que
la abolición de la propiedad burguesa es la abolición de un modo de
apropiación. "El proletariado
carece
de propiedad […]. Los proletarios sólo pueden conquistar las fuerzas
productivas sociales
aboliendo su propio
modo de apropiación y, con este, todo el modo de apropiación precedente.
Los proletarios no tienen
nada propio
que asegurar […]"
.
Ese modo de apropiación se diferencia de otros que le
anteceden, es decir históricos.
"Todas las relaciones de propiedad estuvieron
subordinadas a un cambio histórico constante, a una transformación histórica
constante"
.
La propiedad burguesa se diferencia de la propiedad personal que la antecedió.
"Se nos ha acusado a los comunistas de querer abolir la
propiedad personalmente adquirida, lograda por el propio trabajo […] ¡Propiedad
lograda, adquirida, ganada por uno mismo! ¿Habláis de la propiedad de los
pequeños burgueses, de los pequeños campesinos, que antecedió a la propiedad
burguesa? […] No necesitamos abolirla, el desarrollo de la industria la ha
abolido y sigue aboliéndola a diario"
.
Pero esa propiedad personal "lograda por el propio
trabajo" no es atributo del obrero asalariado. El obrero asalariado no es propietario de nada.
El hecho de que el trabajo o la fuerza de trabajo o la
capacidad laboral tenga un precio no significa que el asalariado la venda como
una propiedad suya.
"[…] en vuestra sociedad vigente, la propiedad privada
está abolida para las nueve décimas partes de sus integrantes; existe
precisamente en la medida en que no existe para nueve décimos. Nos reprocháis
que queremos abolir una propiedad que presupone, como condición necesaria, la
carencia de propiedad de la enorme
mayoría de la sociedad"
.
"[…] los proletarios no tienen nada que perder excepto
sus cadenas"
.
Por eso la burguesía debe alimentar al trabajador. "[la
burguesía] es incapaz de asegurarle a su esclavo la propia existencia dentro de
la esclavitud; porque se ve forzada a degradarlo a una condición en que
tiene que alimentarlo, en lugar de ser
alimentada por él"
.
"El precio promedio del trabajo asalariado es el
salario mínimo, es decir,
la suma de los
medios de subsistencia que son necesarios para
mantener al trabajador vivo como trabajador. Lo que, pues, se
apropia el trabajador asalariado a través de su actividad, sólo alcanza para
reproducir su mera existencia. No queremos de ningún modo abolir esta
apropiación personal de los productos
del trabajo para la reproducción de la vida inmediata […]"
.
La burguesía de la que habla el Manifiesto acá mantiene vivo
al obrero para que éste trabaje. El trabajador
"solo vive en la medida en que lo requiere el interés de la clase
dominante"
.
Este obrero podría hacerse la pregunta que hace un personaje
de Roberto Arlt en El juguete rabioso:
"Decime, Rengo, ¿tiene sentido esta
vida? Trabajamos para comer y comemos para trabajar". Se estaría preguntando
quizá por la determinación material de la alienación.
Pero volvamos.
Comida por trabajo, trabajo por comida, parece un
intercambio. La suma de los medios de subsistencia conque la burguesía alimenta
la vida de los trabajadores, aparece como un precio en la forma salario.
Aparece como un contrato, un contrato de compraventa
. Esto es, el salario
constituye la determinación formal de una relación cuya determinación material
es alimentar el trabajo vivo.
Pero esa determinación formal no es inoperante, inocua, sino
que constituye al asalariado como si
vendiera su fuerza de trabajo como algo de su propiedad. Lo constituye en
propietario, como si fuese propietario de su energía y sus habilidades que, en
realidad son propiedad de la burguesía. En la forma de capital destinado a
salarios, es decir los medios de subsistencia del trabajo vivo. La propiedad
burguesa de la que habla este manifiesto es la propiedad del trabajo vivo bajo
la forma del salario.
Esta es la propiedad burguesa destinada a la abolición
en el estado de desarrollo en que se
encontraba al tiempo del escrito. Una propiedad fundada en la compraventa
originada ya en formaciones anteriores basadas en los intercambios entre
productores individuales independientes. La de los pequeños burgueses, los
pequeños campesinos, que es abolida diariamente por la propiedad burguesa. Pero
de la que no es abolida la
forma de
los intercambios, aunque sea ahora otra su determinación material, que define el
nuevo modo de producción y de cambio
. La forma cumple ahora
otra función, tiene otro rango. Es re-signficada, re-funcionalizada. Pero no
desaparece, ni desaparecen sus funciones anteriores.
Como no desaparecen del todo las clases involucradas en las
viejas formas
.
La forma de los intercambios es la compraventa, de la que el
manifiesto también proclama y prevé su abolición.
Otra vez un fragmento de El
juguete rabioso para ponernos en situación. "Por lo general, los comerciantes son necios astutos, individuos
de baja extracción, y que se han enriquecido a fuerza de sacrificios
penosísimos, de hurtos que no puede penar la ley, de adulteraciones que nadie
descubre o todos toleran".
Tal parece ser el estado del desarrollo del comercio a la
vista de Marx.
Debo admitir que, literalmente, la expresión abolición de la compraventa no surge de
ediciones que hagan mención al origen y al autor de su traducción.
Los párrafos pertinentes de esas ediciones dicen:
"Por libertad, en
las condiciones actuales de la producción burguesa, se entiende la libertad
de comercio, la libertad de comprar y
vender.
Desaparecida la
compraventa, desaparecerá también la libertad de compraventa. Las declamaciones
sobre la libertad de compraventa, lo mismo que las demás bravatas liberales de
nuestra burguesía, sólo tienen sentido aplicadas a la compraventa encadenada
[forzada] y al burgués sojuzgado de la Edad Media; pero no ante la abolición comunista de la compraventa,
de las relaciones de producción burguesas y de la propia burguesía".
Aquí
he debido apartarme de la edición que venía citando. Un obstáculo de traducción
ha resultado un accidente bastante feliz para mi propósito, que es considerar
la viabilidad de la conjetura mentada.
En
efecto, el texto transcripto corresponde a la digital de la Biblioteca de
Autores Socialistas (BAS) de la Universidad Complutense de Madrid y a la
impresa en Buenos Aires de la Biblioteca Pensamiento Crítico publicada por
Ñ-Clarín; ambas sin datos de traducción.
El
tropiezo reside en que, en la edición que venía citando, en el segundo párrafo no
aparece la palabra compraventa sino especulación, de modo que lo que se
proclama sería la abolición comunista de la especulación.
En
la vieja edición de Cartago de las Obras Escogidas la expresión utilizada es chalaneo,
en otras trapicheo. La primera se refiere al menudeo de tenderetes, la segunda
a comerciar al por menor con medios no siempre lícitos.
En
versiones digitales o facsímiles francesas e italianas la expresión es tráfico
o comercio.
Dado
que el punto gira sobre la libertad de comercio, tanto estas expresiones como
la referencia a ella como declamaciones, palabrerío, bravatas liberales, etcétera,
aparecen como una forma despectiva, peyorativa de referirse a ella.
Para
justificar el término trapicheo, en alguna versión, hay una remisión a la
mirada que tenía Engels del comercio para los años 40 en el Prefacio a La situación de la clase obrera en
Inglaterra cincuenta años después. Allí nos habla de trapacerías, trampas
mezquinas, pequeñas raterías, artimañas de ese comercio de una producción capitalista poco desarrollada.
La
expresión especulación, que parecía resultar inconveniente, tiene que ver con
el sentido del término utilizado por Marx y Engels, en alemán.
En
efecto, según me aclaró el propio traductor, el término germano utilizado por
los autores (Schachter) tiene un sentido despectivo: comercio con mucho regateo; comercio con afán de lucro sucio
(unsauber), usura (Wucher); tratar de hacer una especulación (Schacher) con una
mercancía. Se trata, entonces, de las compraventas del comercio en un sentido
negativo, peyorativo, no obstante que, hoy corrientemente, adquiera otro matiz
más preciso.
Creo que, precisamente, este contraste señala que se trata de
compraventas que, aunque en un estado de producción capitalista poco
desarrollada, son punto de partida y
condición del modo de producción capitalista industrial que, por ello, serán suprimidas por el comunismo ya en
su forma más acabada, sin el rasgo ya de artimañas y trapacerías.
En suma, el discurso sería: será
suprimida la forma compraventa del intercambio que grandilocuentemente llaman
libertad de comercio y que por ahora no es más que un menudeo de baratillo de
plaza.
La propiedad burguesa es la forma de la apropiación en un estado de desarrollo del modo de
producción capitalista.
Basta una lectura de La situación de la clase obrera en
Inglaterra para hacerse una idea del primitivo, torpe e inacabado
desarrollo de esas relaciones por la época del manifiesto.
En el Prefacio de 1882 a esa obra Engels se encarga de
señalar la magnitud de los cambios que ocurren en el modo de producir después, precisamente, de 1847 en cuyos
días finales parece haberse redactado el texto de Bruselas.
A ese estado de desarrollo de la producción, de los intercambios
y de sus formas es al que corresponde la propiedad burguesa, cargada aun de
límites artesanales y mercantiles, muy anterior al taylorismo y a la acabada
subsunción del trabajo al capital. Anterior, en suma, a la propiedad capitalista industrial. Presente ya en el pensamiento de
nuestros autores pero lejos aún de ser una realidad.
La abolición que proclaman y prevén los comunistas es la de
la propiedad burguesa que realmente ocurrirá en manos de la propiedad
capitalista industrial, de la que la burguesa es antecedente y condición
histórica. Como el comercio lo fue de ella, lógica e históricamente.
Y esa propiedad burguesa sobrevivirá también pero
subordinada a la propiedad capitalista industrial. Más aun, será la forma que
quedará (queda todavía) para los sectores más pobres, que la harán suya como si
fueran realmente propietarios. Este, creo, es el significado que tuvo el
célebre aburguesamiento del proletariado.
Independientemente del sentido profético o agitativo del
párrafo
parece indudable que la
gran industria es un estadio distinto del modo de producción y de cambio. El
que corresponde, precisamente, a las transformaciones devenidas después de 1847
a las que se refiere Engels. El desarrollo de la gran industria es la
consolidación de la dominancia del modo de producción y de cambio capitalista
industrial, de la propiedad capitalista industrial, frente a los otros sectores
del capital.
Transformada la agricultura en industria el modo de
producción capitalista se consolida e ilumina, para usar una expresión de Marx,
el conjunto de las relaciones económicas. Esa dominancia no es sólo la del modo
de la producción sino la de la apropiación y su forma correspondiente. La
apropiación por medio del intercambio generaliza la forma compraventa, la
mercantilización de casi todas las relaciones sociales, aun de los productos
del intelecto, los bienes intangibles. Persisten formas de adquisición
antecedentes, como la herencia, o marginales como algunas posesiones por
ocupación, pero la forma de adquirir generalizada es la compra. Lo postulado
por Hegel se hizo realidad: la propiedad sólo se adquiere por la compraventa.
No se trata de que la compraventa, la propiedad privada e
incluso el salario, aparezcan recién en la modernidad burguesa, consolidada con
el capitalismo industrial, después de la segunda mitad del siglo XIX. Todas
ellas existían en Roma y aun antes, pero como formas marginales dentro de otros
modos de producción dominantes, el comercio fronterizo, los pequeños
intercambios o las esporádicas ferias.
Esa economía mercantil marginal, ese intercambio, es una
forma de apropiación del trabajo ajeno recíproca,
mediada por el dinero cuando ya funciona como equivalente general. Es decir,
cuando ya coloca a los intercambiantes en poseedores equivalentes que
intercambian libremente, a diferencia de las ventas forzadas con las cuales
confrontan los autores del Manifiesto el libre comercio. Aquí es donde se ubica
el origen de las formas, de las
nuevas formas de apropiación del trabajo ajeno, tanto de la propiedad burguesa
como de la propiedad capitalista industrial. Forma con la que no sólo se
producen los intercambios realmente equivalentes (salvo las pequeñas trampas)
entre los mercaderes, sino que recubre el intercambio entre el capitalista y el
obrero.
Ya es conocido: la fuerza de trabajo o capacidad laboral
produce más valor que el que requiere su reproducción, y ese plusvalor, al
terminar el ciclo productivo pertenece a quién ya pagó por la capacidad laboral
su valor, es decir el de los medios de subsistencia necesarios. La forma
oculta, entonces, la determinación material.
El asalariado no sólo es constituido en propietario como
vendedor sino como comprador.
Ya vimos que la clase dominante, poseedora de los medios de
subsistencia, mantiene viva la cantidad de capacidad laboral que le es
necesaria. Sin embargo, como la forma del intercambio con los productores
directos es la heredada del comercio, que es su condición histórica, es la
compraventa, lo que se vende para entrar en la producción reaparece, una vez
terminado el ciclo, como compra en el consumo.
La forma de
adquirir la propiedad privada burguesa, que es la forma de los mercaderes, la
compraventa, convirtió a los proletarios en propietarios. Asalariados primero y
deudores, después.
Tanto productores como capitalistas actúan como mercaderes,
unos venden su fuerza de trabajo por un precio y otros la compran a quien, por
venderla, se suponen propietarios.
La compraventa de la capacidad laboral constituye al obrero
en propietario. Surge la forma histórica de la personalidad del
obrero-propietario. Esta forma histórica signará su papel de consumidor, el que
vende puede comprar.
De allí que, presente esta propiedad ya acabada en la visión
de nuestros autores, la abolición de la propiedad privada está ligada a la
abolición de la compraventa. "El comunismo no le arrebata a nadie el poder
de apropiarse de los productos sociales; sólo el poder de servirse de esa
apropiación para someter el trabajo ajeno"
. La apropiación donde
"el trabajo vivo es sólo un medio para multiplicar el trabajo
acumulado"
.
Apropiación cuya forma es el salario, una compraventa.
Contrato que es la forma más perfecta del intercambio, dirá
años después Marx en sus borradores ya citados. Porque, en la determinación
formal o ideal, se respeta la equivalencia. El obrero recibe exactamente lo que
cuesta reproducir su vida, que es el asiento de las capacidades laborales. Otra
cosa es el resultado de su aplicación al proceso productivo. Por eso dice Marx,
en otro lugar, que el obrero se vende a sí mismo en partes, es decir durante el
tiempo que trabaja. Porque la aplicación de su capacidad laboral es
inescindible de su cuerpo. Sólo que la apariencia de intercambio lo hace
aparecer como propietario de su fuerza de trabajo.
Pero vimos que el que vende puede comprar.
La alimentación que provee el capitalista aparece como
compra de los medios de subsistencia. Es el propietario consumidor.
La forma del intercambio, la compra del consumo, refuerza la
forma de la individualidad del obrero como propietario. El cenit de este
proceso es el fordismo.
La cadena del fordismo no termina en la producción sino en
el consumo. El consumo de masas. Producción de bienes en masa, por masas y para
masas.
La estrategia del fordismo consolidó al obrero-propietario.
Productores que aparecieron como propietarios del producto de su trabajo, de un
bien que no se agota inmediatamente con
su consumo. De un bien del que se puede disponer aun vendiéndolo. La
clásica propiedad perfecta, disponer del producto del propio trabajo, de su
capacidad laboral. Casi como aquella propiedad personal producto del esfuerzo
que la propiedad burguesa había abolido. Propiedad personal re-significada,
re-funcionalizada.
Su propiedad es formalmente igual a la del capitalista,
jurídicamente igual. Sólo que la mercancía que él compra no es igual a la que
compra el capitalista por medio del salario.
Son propiedades distintas porque son compraventas distintas.
El obrero no compra trabajo vivo; si obtiene una ganancia en la venta del auto
que compró no será porque se apropió del trabajo ajeno de nadie. La
determinación material del intercambio es lo que constituye, nuevamente, la
diferencia.
La compraventa sigue funcionando como la relación
cohesionadora de lo que es una relación antagónica ocultando las diferentes
ubicaciones, lugares, en relación a la disposición de hecho, al uso de hecho de
los bienes producidos. Pero no es la relación de los individuos con los bienes
lo que define la propiedad como apropiación, sino el tipo de relación social en
la apropiación. Y esta ya no es la misma que la de la propiedad burguesa en la
que las nueve décimas partes de la población ni siquiera tenían el título de
propietarios. Al menos en buena parte de Europa, América y Japón.
Los que tuvieron título de propietarios actuaron como tales,
negociando colectiva, no individualmente, el valor de su fuerza de trabajo. Con
lo que la compraventa, su determinación formal, de la capacidad de trabajo
adquirió otra magnitud y otros caracteres muy distintos a los descriptos por
Engels en el trabajo citado y luego por Marx en El Capital.
Como consecuencia hubo de reconocerse cierto aspecto social
de la propiedad. Es que afloraba el carácter social del trabajo. Monopolio
estatal de algunos usos y consumos con aspecto de carácter público y
limitaciones a su compraventa y, consecuentemente al ejercicio de la propiedad.
Lo que se llamó Estado Social o Estado de Bienestar o formas similares. El
derecho laboral (el nuevo derecho, diría Alfredo Palacios) parte del supuesto
de la asimetría de poder de negociación entre capitalistas y obreros. El
reconocimiento legal de una función social de la propiedad se distancia de las
formas de la propiedad privada precedentes.
Lo que no significa que las formas antecedentes
desaparecieran sino que quedaron subordinadas a las nuevas.
La incorporación de grandes masas al consumo, designio de la
estrategia fordista dio lugar a lo que denomino estado de contractualidad. Grandes masas inmersas en un mar de
contratos. Pero una contractualidad de adhesión a los precios y condiciones
puestas imperativamente por los grandes vendedores. Lo que se concibió para los
juristas como la crisis del contrato clásico, es decir la desaparición de la
supuesta igualdad de las partes y la supuesta libertad que de ella derivaba.
Muy atrás quedaba el pichuleo.
Si con la primera propiedad capitalista industrial la producción
generaba el consumo y el consumidor, tal como planteaba Marx en la Introducción del 57, con la propiedad
fordista el consumo forzado se transforma en asiento e instrumento de la
producción. Con ella nace la publicidad para el consumo de masas del nuevo bien
no perecedero, el automóvil. Como ya antes había nacido la de los bienes de
sobrevivencia. La propiedad de un Ford fue un gran sueño americano. Propiedad
de un bien tangible no perecedero.
La posesión, el uso, un consumo demorado, que no se agota
inmediatamente, como resultado de un aparente intercambio, fue lo que dio visos
de realidad al sueño que esfumó las cadenas. El sueño se extendió, se hizo
común,
colectivización del sueño del
individuo propietario. Ya se hacía difícil afirmar "[…] los proletarios no
tienen nada que perder excepto sus cadenas"
.
El crédito para el consumo facilitó la compraventa, el
presunto intercambio que, generando ahora la deuda, garantizó el futuro de su
esclavitud. Una nueva esclavitud por deudas. El drama de las cuotas del
automóvil, la heladera y, después, el televisor, reflejado en cierta literatura
social norteamericana. El clásico de Arthur Miller, La muerte de un viajante.
Al adelantar los bienes de consumo el vendedor se fue
transformando en acreedor y el comprador en deudor. La tarjeta de crédito
terminará por ir borrando las huellas del intercambio. Las anacrónicas formas
del regateo quedarán recluidas al trapicheo de los pobres o al pintoresquismo
de los mercados turísticos callejeros.
La compraventa queda abolida, con la hegemonía del capital
financiero frente al industrial. El negocio no es vender sino prestar. La
compraventa y la propiedad capitalista industrial pasan a segundo plano.
Aun así todavía esta propiedad es manifiesta, de alguna
manera es visible, porque sigue vinculada sobre todo a los bienes tangibles.
La deuda es siempre invisible, el crédito es un bien
intangible. Permanece en las sombras hasta su vencimiento. Sin embargo sobre
ella se construyen ideales edificios financieros. Sobre las expectativas de las
ganancias que todo préstamo significa. Expectativas que, pese a su
intangibilidad, sirve de garantía a otros préstamos y deudas. Lo que algunos
llaman capital ficticio y ganancias ficticias. Ficción que, sin embargo opera,
decidiendo el destino de grandes grupos humanos. Tanto si las deudas se pagan,
porque lo serán siempre con trabajo pasado o futuro, como si no se pagan,
porque algunos habrán perdido lo que pusieron. La deuda tendrá consecuencias
bien tangibles, saldrá de la sombra, aflorarán sus determinaciones materiales.
La "propiedad en la sombra" o la sombra de la propiedad.
Es antigua la cuestión de la diferencia entre la propiedad y
la gestión de una empresa, planteada como problema (1932). El asunto gira en
torno a su control de hecho.
Las emergencia de fusiones, absorciones, participaciones y
otro tipos de integración, es decir concentración económica, ha llevado la
cuestión del control efectivo, no necesariamente de titularidad jurídica, a la
propia relación entre empresas o grupos económico-financieros. Así se
diferencia entre sociedades controlantes y controladas.
Esto es lo que constituye lo que los expertos denominan la
estructura de propiedad de las
empresas. Esta es la verdadera propiedad, el conjunto de determinaciones
materiales de la disposición de bienes a las que corresponden otras
determinaciones formales.
La emergencia de la incorporación de toda la ingeniería
financiera, lo que algunos llaman la innovación financiera, ha generado
transformaciones en la concepción de la gestión de las empresas. Han devenido
asimismo conflictos de intereses entre los titulares propietarios, lo gestores
o cuadros y los inversores.
Todo esto en un marco de una extensión global tanto de las
empresas multinacionales como de los grupos financieros. En este contexto los
Estados nacionales, en particular los estados receptores, no actúan más que de
mayordomos locales de estos grupos. Pero tampoco actúan mejor los organismos
internacionales como la OCDE o las propias Naciones Unidas. La consecuencia es
que las decisiones de los grupos económicos carecen de cualquier control o
regulación. Esta propiedad deviene entonces, una propiedad a-legal.
De la nueva propiedad, de las determinaciones materiales de
la propiedad, sólo parecen verse las sombras. Tan intangibles como los bienes a
los que se vincula.
Shadow banking system
es la expresión técnica para designar negocios financieros a la sombra de la
banca.
En las crisis suelen mostrarse algo las entrañas del sistema.
Sucede cuando no ya los críticos del sistema, algunos marxistas y exponentes de
la teoría económica crítica, sino intelectuales orgánicos del mismo, ortodoxos
y heterodoxos, asustados por algunas consecuencias no previstas en sus modelos
matemáticos, buscan la forma de reformar algunos mecanismos. Las catastróficas crisis
de estas dos últimas décadas desprestigió tanto a la iglesia financiera como a
sus pastores. Como el Papa de la iglesia romana hubieron de revisar los
mecanismos de los negocios, manteniendo el templo en pié. Como Francisco
también algunos acudieron a la ética, a la responsabilidad y a las normas de
conducta.
Para nuestro propósito voy a distinguir acá, si bien se
trata de un mismo fenómeno de flujos de capitales en ámbitos locales muy
amplios (Estados Unidos, Gran Bretaña, China) o regionales (Unión Europea) o
directamente globales, entre el sistema bancario y financiero, por una lado, y
las empresas multinacionales o trasnacionales, por otro. En ambos casos estamos
en el nivel de la propiedad a-legal o propiedad en la sombra.
En el sistema de las empresas multinacionales la a-legalidad
se halla en el borde de la ilegalidad y esto por obra directa de las Naciones
Unidas.
La irrupción de estas empresas a nivel global ha dado lugar
a debates en el plano de los organismos internacionales. Algunos de ellos a
raíz de reconocidas violaciones a los derechos humanos, del trabajo y
medioambientales. Se ha reconocido la incapacidad regulatoria de los estados
nacionales frente a el poderío de las empresas y sus estrategias de elusión de
las normas locales. Solicitándose por ello, desde la década de los setenta, la
intervención de esos organismos, lo que dio lugar a iniciativas y proyectos de
regular las actividades empresarias.
Sin embargo tales proyectos no han sobrepasado el nivel de
recomendaciones que no obligan a las empresas.
En efecto, a iniciativa del Secretario General Kofi Annan,
en el 2005, nombró para estudiar el tema a John Ruggie, asesor de Global
Compact, conglomerado que funciona junto a la Secretaría General formado por
grandes empresas transnacionales.
Ruggie presentó sus "Principios Rectores sobre las
empresas y los derechos humanos". El Informe dice que "los principios
rectores no son ni aspiran a ser normas obligatorias sino solo indicaciones". Y agrega que la contribución normativa de
los principios no radica en la creación de nuevas obligaciones en el derecho
internacional.
En julio de 2012 la Secretaría General de la ONU presentó un
Informe al consejo de Derechos Humanos relativo al tema para la divulgación y
aplicación de los Principios Rectores. Allí se reconoce que "es posible
que aparezcan lagunas normativas". Dice Alejandro Teitelbaum, jurista
argentino de la Asociación Americana de Juristas, partícipe de estos debates, a
quien sigo acá: "De modo que no se trata de que sea …«
posible que aparezcan lagunas normativas» sino que en materia de un encuadramiento jurídico
específico de las empresas transnacionales sigue existiendo un vacío normativo
en el derecho internacional"
.
En realidad se trata de una norma de no normar impuesta por Global Compact. Estado de
excepción, diría Agamben, donde la regla es que no hay normas.
John Ruggie posteriormente fue nombrado miembro de la Junta
de Asesores en materia de Responsabilidad Social Empresarial de Barrick Gold en
el 2012.
Otro tanto sucede con la OCDE
. Sus países miembros
representan alrededor del 80% del PBI mundial.
La actualización de las Líneas Directrices es del 2011. Son
bastante elocuentes.
Contiene
las "Recomendaciones para una conducta empresarial responsable en el
contexto global". Allí se afirma que "se constata una tendencia hacia las fusiones internacionales
de gran escala […] actualmente tienen un abanico más amplio de acuerdos
empresariales y de tipos de organización. Las alianzas estratégicas y las
relaciones más estrechas con proveedores y contratistas tienden a desdibujar los límites de la empresa.[…]
Otro hecho clave es el surgimiento de empresas multinacionales
en países en desarrollo como inversionistas
internacionales de peso".
"En este contexto, las empresas
podrían verse tentadas a descuidar las
normas y principios de conducta adecuados con el fin de obtener una ventaja
competitiva indebida. Estas prácticas de unas pocas empresas podrían poner en duda la reputación de la
mayoría de ellas y generar preocupación
en los ciudadanos". He allí la preocupación fundamental.
"Las Directrices son
recomendaciones dirigidas conjuntamente por los gobiernos a las empresas
multinacionales. […] El cumplimiento de
las Directrices por parte de
las empresas es voluntario y no es jurídicamente vinculante". Conforme
a ello en sus Principios Generales declara que "Las empresas deberán […]
desarrollar e implementar prácticas autodisciplinarias".
"Las empresas deben ser consideradas como socios de los poderes públicos para la preparación y aplicación de estrategias voluntarias y
regulatorias relacionadas con las políticas que las afectan".
En este caso no se trata
solamente de no querer establecer normas obligatorias, sino de tener a los
poderes públicos como socios de sus estrategias autodisciplinarias, es decir de
sus decisiones. De este modo quedan
sujetos a este principio todos los temas que el documento aborda: los derechos
humanos, la legislación laboral, el medio ambiente, la tributación fiscal, las
cuestiones de ciencia y tecnología, la corrupción. Está claro, los Estados
locales, llamados anfitriones, deben
asociarse a las decisiones voluntarias, discrecionales, de las empresas y los
inversores.
Estamos hablando de los
titulares de la propiedad del ochenta por ciento de la riqueza mundial. Esa
propiedad no está legislada, es a-legal
.
Demasiado grande para quebrar. Too big to
fail. Es un concepto que categoriza
entidades bancarias cuya quiebra pondría en peligro la estabilidad financiera y,
con ella, la de toda la economía no sólo local o regional, sino global.
Estabilidad financiera es la palabra de orden del capital financiero. Es la
respuesta a las crisis que han dejado al aire las tripas de la nueva forma de
apropiación. El edificio de créditos, es decir construido sobre deudas,
resultante de las llamadas innovaciones
financieras que otorgan valor a bienes tan intangibles como son las expectativas de ganancias. Se trata ahora
de especulaciones sin ningún sentido peyorativo; su base es el cálculo. El
cálculo de probabilidades basado en modelos matemáticos de evaluación de
riesgos fundados en supuestas conductas, algunas veces basadas en estadísticas
que a su vez presuponen que los actores volverán a actuar como lo hicieron.
Todas las relaciones sociales así generadas conforman esta nueva forma de
propiedad dominante, también a-legal. La propiedad en la sombra.
La globalización
o transnacionalización de las empresas requiere grandes capitales y suficiente
liquidez para realizar las transacciones que la globalización implica.
En principio
son los bancos, con su capital propio o sus disponibilidades de depósitos
quienes pueden proveerlos, además de las bolsas de títulos y acciones.
Pero estas
distintas innovaciones financieras son transacciones en la que se adjudica
valor a bienes intangibles que pueden avalar préstamos, depósitos o aportes.
Atraer dinero líquido disponible, inversores. No sólo por medio de los bancos
sino por entidades financieras no bancarias, los fondos de inversión. Pero los
bancos, los grandes bancos (Too
big to fail) administran esos fondos, aunque no figuren en sus
balances. Esa administración no sólo genera comisiones y ganancias sino que
sirve para avalar otras operaciones del banco. Todo eso se hace a su sombra,
porque esa actividad no está regulada. Los bancos, por lo
general tienen ciertas regulaciones. Por ejemplo un capital mínimo y,
generalmente, en una determinada proporción a sus operaciones e inversiones en
activos fijos o de determinada calidad.
La
proliferación de estas modalidades y los riesgos implícitos que pusieron de
manifiesto las crisis financieras impulsaron ese furor por la estabilidad. De
allí resultaron los acuerdos de Basilea entre los Bancos Centrales de Alemania,
España, EE.UU., Francia, Italia, Japón, Luxemburgo, Holanda, el Reino Unido,
Suecia, Suiza, Bélgica y Canadá. El fin declarado fue regular la actividad
financiera. También acá nos encontramos con que la norma es no normar. Se trata
de recomendaciones para tratar de
achicar el riesgo sin que se escapen los inversores ni mermen las utilidades.
Están a cargo del Comité de Basilea, el Comité de Supervisión Bancaria.
Pero del
análisis de los acuerdos surge cuales son problemas a que los bancos se abocan
desde su punto de vista, sus operatorias y, para nosotros, las nuevas formas
del modo de apropiación. Pero también la sospecha bastante fundada de que esta
forma del capitalismo sigue dando alimento y cobijo sólo a quienes generan
ganancia. Y Basilea una sede de la materialidad de la biopolítica. Allí están
Novartis, Syngenta. Allí los conjuntos bancario-financieros que operan sobre la
especulación inmobiliaria. Semillas, fármacos y vivienda.
En esos
conjuntos los cereales son commodities,
las innovaciones farmacéuticas derivados
financieros y las viviendas hipotecas subprime.
El planeta
mismo, el habitat humano, es un derivado financiero. Hay un mercado de derechos
de emisión contaminante. Transferencias que tienen un precio estimado, el
precio de arruinar el medio ambiente. Sobre esas transferencias se apuesta a la
suba o a la baja y sirven de aval para otras operaciones. Esta es una biopolítica poco filosófica.
En estas
innovaciones financieras los protagonistas son bienes intangibles. Por lo tanto
difíciles de evaluar. Pero estos bienes se titulizan, es decir se convierten en
títulos de crédito, como si fuese un pagaré, como garantía a un inversor. Se
trata de endeudamiento con la expectativa de realizar negocios que
presuntamente dejarán ganancias.
La tendencia
de los bancos es a titulizar cualquier expectativa de ganancia y a sobrevalorar
esos títulos. Ello genera el riesgo de que al momento de hacerse efectivo el
crédito, es decir de pagar la deuda, el valor no sea el esperado o no tenga
ningún valor.
Las presuntas
regulaciones pretenden evitar esas sobrevaloraciones o sugerir reservas
suficientes para hacer frente al riesgo, capitales mínimos, etc. Pero el
negocios de los bancos (y de cualquier grupo financiero) es hacer plata con la
plata de otros. De este modo el regulador que supervisa tiene el límite de que
el negocio deje de funcionar. Para ello se asesora o con los mismos bancos
interesados o con las famosas Agencias Calificadoras de Riesgos, cuyos sistemas
y modelos de evaluación no difieren del de las propias entidades y, además,
viven de los fondos de esas empresas.
El
resultado es "una ilusión de mensurabilidad de los riesgos" que es lo
mismo que decir que se trata de una propiedad de riesgos, una ilusión de
propiedad, si nos atenemos al viejo concepto. Pero en este tipo de propiedad se
asienta la economía, pues es de esos flujos de capital de los que depende no
sólo el llamado desarrollo sino la mínima actividad productiva. El flujo de
capitales, dice Harvey, es un flujo vital
.
No se trata de ningún capital o ganancia ficticios, es el capital financiero,
bien real, bien material y bien efectivo, operatorio.
Esta es
la propiedad que subordina a todas las demás. Y esa propiedad autoregulada es
la propiedad dominante. La que ostenta el poder de decisión. Poder de facto,
porque es a-legal. Disposición directa o indirecta del uso y consumo de los
bienes tangibles e intangibles, bienes que son producto del trabajo social,
pasado, presente y futuro. También de su destrucción, como con la obsolescencia
programada. ¿Qué propiedad es la de un bien que es agotado antes de ser
consumido? De un bien obsoleto antes de entrar en el mercado.
Y de
la destrucción de la apropia propiedad: las "hipotecas basura"
no destruyeron la propiedad financiera, objeto de "salvataje", sino
la de los desahuciados.
Los Estados actúan como mayordomos de los conjuntos
financieros
.
El rescate con los fondos públicos, el trabajo social, es el asiento de la
"estabilidad" de los demasiado grandes para quebrar. No sólo han
renunciado a regular sino que, además, han sido capturados tanto o más que los
organismos de regulación ad hoc. El rescate con fondos sociales no es sino otra
forma de apropiación del trabajo ajeno, que no es ahora el salario. La
propiedad burguesa ha sido abolida.
Estamos muy lejos del trapicheo o el pichuleo, cualquiera
sea la traducción, del Manifiesto. Y, sin embargo, tan cerca, tan diaria, como
lo estamos del sol dando vuelta alrededor de la tierra, estamos en relación con
la propiedad manifiesta del manifiesto.
Si para los dominados, oprimidos y excluidos la cuestión de
la propiedad sigue siendo "la cuestión fundamental del movimiento",
quizá sea bueno explorar algo más sobre sus mecanismos y resultados. La
propiedad no es una cuestión de los juristas.
Edgardo Logiudice
marzo 2014
"Es sabido que los monjes escribieron insípidas
historias católicas de santos sobre manuscritos que contenían las obras
clásicas del paganismo antiguo. Los literatos alemanes procedieron de manera
inversa con la literatura profana francesa. Escribieron su insensatez
filosófica detrás del original francés. Por ejemplo, detrás de la crítica
francesa de las relaciones dinerarias, escribieron «enajenación de la esencia humana»; detrás de la crítica francesa del Estado burgués,
escribieron «abolición del dominio del universal abstracto», etc." Id.ant. Pág.58.
"La gran industria ha producido el mercado
mundial, que había sido preparado por el descubrimiento de América. El mercado
mundial concedió un inconmensurable desarrollo al comercio, a la navegación, a
las comunicaciones terrestres. Este desarrollo, a su vez, influyó
retrospectivamente en la expansión de la industria, y en la misma proporción que se expandieron
la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, la burguesía se
expandió, aumentó sus capitales, desplazó a un segundo plano a todas las clases
heredadas del Medioevo". Aquí el
traductor anota acertadamente: "Como puede verse, no se sostiene aquí que
las demás clases desaparezcan, sino que son relegadas a un papel subsidiario". Yo diría papel subordinado. MARX,C.-ENGELS,F.
Op.cit., Pág. 27.
OCDE (2013), Líneas
Directrices de la OCDE para Empresas Multinacionales, OECD Publishing.
Según un estudio de
un grupo de investigadores del Swiss Federal Institute of Technology de Zurich,
publicado
en setiembre de 2011, el grueso del poder económico mundial confluye en 737
grandes
corporaciones,
la mayoría de ellas bancos y grupos financieros que, a través de diversas redes
y vínculos,
controlarían
el activo del 80% de las grandes sociedades transnacionales. Pero según el
mismo estudio, un grupo más concentrado, que llaman “super-entity”, de sólo 147
corporaciones controlaría el 40% de dicho activo « The network of global
corporate control », Stefanie Vitali, James B. Glattfelder et Stefano
Battiston, ETH Zurich, 19 septembre 2011,
http://www.scribd.com/doc/70706980/The-Network-of-Global-Corporate-Controlby-
Stefania-Vitali-James-B-Glattfelder-and-Stefano-Battiston-2011). Citado por TEITELBAUN, Alejandro, Op.cit.
"E1 capital es el flujo vital que nutre el
cuerpo político de todas las sociedades que llamamos capitalistas, llegando a
veces como un goteo y otras como una inundación, hasta el último rincón del
mundo habitado. Gracias a ese flujo adquirimos quienes vivimos bajo el
capitalismo nuestro pan cotidiano, así como nuestras viviendas, automóviles,
teléfonos móviles, camisas, zapatos y todos los demás artículos necesarios para
mantener nuestra vida diaria cotidiana. Mediante ese flujo se crea la riqueza que
proporciona los muchos servicios que nos sustentan, entretienen, educan,
reaniman o restablecen y, gracias a los impuestos sobre él, aumentan su poder
los Estados; no sólo su poderío militar, sino también su capacidad para
mantener un nivel de vida adecuado para sus ciudadanos. si se ve frenado o,
peor aún, si se interrumpe o bloquea, nos encontraremos con una crisis del
capitalismo en la que la vida cotidiana no puede proseguir de la forma
acostumbrada". HARVEY, David. El
enigma del capital y las crisis del capitalismo. Madrid, 2012. Akal, Pág.5.