domingo, 13 de julio de 2014

La desigualdad. Desposesión y propiedad a partir del consumo.

Rousseau, Marx y la desposesión.


No estando formados los lazos de la esclavitud más que por la dependencia mutua de los hombres y las necesidades recíprocas que los unen, es imposible avasallar a nadie sin haberlo antes colocado en situación de no poder prescindir de los demás.

El párrafo es de Rousseau y fue publicado en 1755. Corresponde al Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, en que el ginebrino reflexionaba sobre  lo que ya no reflexionan nuestros sabios catequistas: cuál es el origen. Se contentan con medirla.
Por el mismo camino que el filósofo tanteaba Marx y se topó con la acumulación originaria como condición lógica e histórica del capitalismo industrial. No mera evocación teológica del pecado original, sino como acontecimientos violentos de apropiación, cuyo resultado es la separación de productores de sus condiciones de vida.  

Este asunto está suficientemente trillado pero parece muy difícil hoy seguir percibiendo la desposesión como la situación que coloca a algunos hombres en codición de no poder prescindir de los demás y, por lo tanto, devenir avasallados. Las huellas de la desposesión originaria se han ido perdiendo. Sin embargo la desposesión continúa bajo otras formas no necesariamente menos violentas. Y los avasallados dependen de los flujos vitales del capital para vivir. Ser alimentados, cobijados, educados y conchabados[1].

Sin embargo las  formas brutales de desposesión reaparecen periódicamente, sólo que ahora conforme a las necesidades del desarrollo actual del capitalismo. Tal como pueden verse hoy reeditadas en China, India o Bangladesh . Parece indudable que esta forma de acumulación con expulsión forzada de productores campesinos posee una re-significación adecuada al capitalismo global de signo financiero.


El obrero-propietario.

La desposesión significa la separación del productor de los medios de producción. Es sabido. Pero parece conveniente poner el acento en que esa separación lo es también, y sobre todo hoy, de los medios de subsistencia. Entendiendo por éstos las condiciones de vida en un sentido amplio e históricamente determinado.   
La razón por la cual colijo esa conveniencia es que la desposesión significa , del otro lado, apropiación. O, lo que es lo mismo la constitución de hecho de quienes tienen poder de disposición y quienes no, es decir, propietarios y no-propietarios.
La expulsión de los campesinos latinoamericanos en aras de los commodities sojeros y mineros, significa destrucción de su propiedad personal basada en la apropiación por el trabajo, es decir su constitución en no-propietarios.
Se reedita así la acumulación originaria ya no como punto de partida histórico del capitalismo industrial sino como  resultado del capitalismo financiero, al que el industrial está sujeto.  
La tan mentada pobreza y ahora desigualdad es la producción en masa de no-propietarios.

El secreto de la hegemonía cultural del capitalismo industrial, que culmina con  el fordismo, consiste en haber constituido ideológicamente al no-propietario en propietario.  Haber investido al des-poseído con el título de propietario de su capacidad laboral y, por lo tanto, haber generado la ilusión de su venta. Venta necesaria para la compra de lo que había sido previamente despojado, es decir sus medios de subsistencia, los del consumo de sobrevivencia y del uso de las condiciones de vida. Todos ellos en poder de la clase de los capitalistas[2].
El consumo de sobrevivencia es el presupuesto necesario para forzar la venta de la fuerza de trabajo. Lo que significa la violencia del trabajo forzado. Se trata de una violencia derivada de la desposesión originaria reproducida en forma simbólica que oculta una nueva forma de esclavitud. No se trata de la apropiación del cuerpo del esclavo sino de los nutrientes de la capacidad laboral en la forma del salario. El disciplinamiento no se obtiene ya por la violencia rústica del látigo sino por la más sutil violencia simbólica no manifiesta de la miseria. El avasallamiento de la situación en que no puede prescindir ya del capitalista[3].

Ilusión de propiedad porque lo que el trabajador adquiere no lo puede conservar. Los medios de subsistencia se agotan al primer uso. Uso que, para el capitalista, no es más que el de conservar y reproducir la capacidad laboral. Es decir el valor de uso del trabajo, del que el capitalista solo paga el valor de cambio que no es más que el equivalente de las condiciones conque conserva y reproduce  la fuerza de trabajo.
Al capitalista le interesa el valor de uso de esa fuerza para lo cual, igual que el amo al esclavo, debe alimentar. Solo que, para obtenerla, lo obliga a consumir bajo la forma de intercambio de valores. Como una compraventa entre mercaderes o productores individuales e independientes, pequeños campesinos o artesanos. Con lo que se cierra el círculo ideológico del obrero-propietario que compra y vende[4].

Esta figura culmina cuando Henry Ford hace propietarios a sus obreros de un bien que no se agota la primer uso y que, por ello, puede - a diferencia de los bienes de sobrevivencia básicos- ser, a su vez, vendidos.
Para lograr concluir la generación del consumo asegurado el fordismo, además de los llamados altos salarios, recurrió al crédito o préstamo para el consumo como condición material y a la publicidad, generadora de la necesidad del automóvil como condición de vida, como condición ideal.        
  

El gran cambio, los deudores.

En los años setenta-ochenta, como sabemos, se consolidan las aplicaciones de la revolución científico técnica y, con ellas, la crisis del fordismo como organización de las relaciones técnicas de producción.  
El toyotismo que incorpora la robótica significa también una adecuación más flexible a la demanda. Con Honda hace pié en Ohio, Estados Unidos, en 1982.
En 1981 el marketing se define como una ciencia para orientar conductas. VISA había nacido en 1977.
Por los años ochenta John Bogle funda Vanguard, un fondo de inversión fiduciario de índices (Down Jones, etc.). Surgen los primeros contratos de opciones de divisas en los mercados de cambio y su primer mercado se organiza en la Bolsa de Filadelfia en 1982.
Las comunicaciones permiten operaciones en tiempo real.
La ingeniería financiera apenas se montaba, eran los inicios del gran edificio contractual que sustenta la economía de especulación.
La tarjeta de crédito es el instrumento práctico en que se asienta el préstamo para el consumo y, con él la compraventa quedará subordinada a esta figura. Con el plástico no se paga, se adeuda.
Se cierra así el círculo para que el consumo se transforme en el vehículo preponderante para la generación de las deudas sobre las que se apoyarán las expectativas de ganancias en que se sustenta el negocio financiero.
Serán esos bienes intangibles los que se contabilizarán como capitales portadores de valor, como activos estimados por su ganancia futura presunta. Activos que se convertirán en títulos con los que se avalan nuevas deudas.
Todo este fenómeno es conocido como el del capital y la ganancia ficticia por su distanciamiento con la llamada economía real. Se trata en suma de la generación de deudas como expectativa de ganancias futuras. Las deudas son de este modo capaces de soportar un valor mayor que el valor que las ha engendrado. Es decir el valor del consumo efectivo que las engendró.

Si las deudas se generan en el consumo se tratará entonces de gestar consumidores. Reales o virtuales, siempre que la presunción de su existencia futura se contabilice como un activo, potencialmente originador de deuda.
No se trata ya del consumidor comprador sino, además y sobre todo, del consumidor deudor[5].
Consumidor forzado por la publicidad que inunda todas las relaciones sociales agrediendo sus sentidos. En la información, en el arte, el deporte, las calles, los entretenimientos, las vestimentas, los paisajes. Violencia naturalizada que se consuma en el consumismo.

Si el capital industrial forzaba el consumo para generar fuerza de trabajo obligatoria (y allí originar el plusvalor), el capital financiero fuerza el consumo para generar deuda. 
El consumidor se hace de bienes endeudándose. En principio las deudas deben saldarse para lo cual el consumidor-deudor debe comprometer su trabajo futuro, que es el que avala la ganancia futura. Dado que el consumidor posee efectivamente los bienes así adquiridos queda investido con el título de propietario, como ya lo era en la mecánica del capitalismo industrial. Pero está claro que este propietario-deudor también es propietario solamente de título ya que no se puede ser propietario real de lo que no se pagó. Eso lo saben perfectamente quienes han debido devolver o rematar los bienes adquiridos para saldar las deudas, tanto en España como en los Estados Unidos con las hipotecas subprime.
El propietario-deudor es un no-propietario[6].  
Parece más clara ahora la determinación material del consumo (las condiciones de vida) como propiedad de la clase capitalista. En efecto, el consumidor nunca es propietario, posee lo que le imponen poseer y para poseerlo debe hipotecar su vida futura. Es la esclavitud de la deuda. Si logra ser esclavo. 
Desigualdad entre propietarios efectivos y no-propietarios reales[7].

La necesidad real de ese trabajo futuro del deudor, es decir la necesidad del capitalista industrial de reponer la producción, es independiente de la generación de esa ganancia llamada ficticia puesto que ésta opera sobre sus expectativas, no sobre el consumo efectivo.
Por lo tanto se producirá aquello y en la medida en que se generen esas expectativas. Lo que significa que serán alimentados sólo los consumidores reales o potenciales capaces de generar la deuda necesaria y suficiente para esas expectativas. Los demás serán desplazados violentamente. Excluidos como sobrantes, muchos literalmente des-terrados y arrojados al mar. Esta parece ser la tan mentada desigualdad gestada por el capital financiero[8].

Tanto el consumo programado como el no-consumo derivado son formas violentas de este sistema.
El consumo programado significa también destrucción.
El no-consumo es la coartada de la destrucción de los recursos naturales y el consumo de innovaciones la de la destrucción de la producción.
El hambre es el pretexto de la deforestación para la soja. Alimentos que se convierten en commodities. Las hambrunas y las sequías como expectativas de ganancia.
El presunto privilegio de la posesión de lo nuevo, que diferencia a su poseedor, la innovación, es la celada de la obsolescencia programada. Producción de bienes cuyo valor de uso es el no-uso. Su verdadera utilidad es la expectativa de ganancia.

La desigualdad es patente en la regulación y desregulación. La conducta de los deudores es reglada y sancionada. En la cima del edificio jurídico-financiero el movimiento de los capitales no queda sujeto a norma alguna. Su arbitrariedad es manifiesta, se trata de un tipo de propiedad a-legal. Y éstos son los flujos de capital de los que dependen las vidas de miles de millones de humanos: miles de millones de congéneres desiguales sujetos a la violencia de la disposición de sus vidas en manos de los que reparten sus condiciones de subsistencia. Uso de hecho de un no-uso de derecho.
No se trata de desigualdad de propiedad de bienes, se trata de disposición de hecho de la vida sin sujeción a norma alguna, en el campo violento de la ley del más fuerte.
La llamada des-regulación significa la política deliberada de los organismos internacionales de no inmiscuirse, más que con tibias "recomendaciones", en las actividades de las empresas trasnacionales y los fondos financieros que operan bajo la cobertura de los bancos. En palabras del jurista argentino Alejandro Teitelbaun, "la norma es no normar"[9].  

En suma la reproducción de la violencia desposesoria que suponía Rousseau que se manifiesta en la desigualdad. Que no sólo consume criminalmente las vidas humanas sino el universo de que son parte.

Si la frugalidad, como sostiene la tesis del "de-crecimiento", aparece como una respuesta, ésta parece parcial e insuficiente.
Parcial, porque no se puede exigir frugalidad a los millones de indigentes, cuando la desnutrición crónica alcanza a ochocientos cuarenta millones de personas. Insuficiente, porque no se trata de producir menos, sino de producir racionalmente y no conforme a la ley de la ganancia. Es necesario producir más granos y cereales para alimentos. Sin embargo ello dependerá del precio en la Bolsa de Chicago y éste dependerá, no de la demanda como alimento sino como biocombustible, para alimentar automóviles de obsolescencia programada cuya producción y deshecho degrada el ambiente.  
Se trata de exigir el aire limpio y no la compra de emisiones del dióxido de carbono, la ecología convertida en negocio.
Aire limpio para todos. Ni el aire, ni el agua, ni la tierra, ni sus frutos ni los frutos de la industria humana deben ser dispuestos más que para la vida y no para los balances financieros.
Es probable que el recurso a la exigencia del uso y consumo de los bienes sea el motor movilizador de las indignadas respuestas de los desposeídos. 


Edgardo Logiudice
julio 2014
    









[1] "E1 capital es el flujo vital que nutre el cuerpo político de todas las sociedades que llamamos capitalistas, llegando a veces como un goteo y otras como una inundación, hasta el último rincón del mundo habitado. Gracias a ese flujo adquirimos quienes vivimos bajo el capitalismo nuestro pan cotidiano, así como nuestras viviendas, automóviles, teléfonos móviles, camisas, zapatos y todos los demás artículos necesarios para mantener nuestra vida diaria cotidiana. Mediante ese flujo se crea la riqueza que proporciona los muchos servicios que nos sustentan, entretienen, educan, reaniman o restablecen […]". HARVEY, David. El enigma del capital y las crisis del capitalismo. Madrid, 2012. Akal, Pág.5.

[2] "¿Qué es el salario? […] al parecer, el capitalista les compra a los obreros su trabajo con dinero. Ellos le venden por dinero su trabajo. Pero esto no es más que la apariencia. […] Con el mismo dinero […] el capitalista podía haber comprado dos libras de azúcar o una determinada cantidad de otra mercancía. […] Al entregarle dos marcos, el capitalista le entrega, a cambio de su jornada de trabajo, la cantidad correspondiente de carne, de ropa de leña, de luz, etc. […] el capitalista no paga este salario del dinero que ha de obtener […] sino de un fondo de dinero que tiene de reserva. […] Por tanto, el salario no es la parte del obrero en la mercancía que él produce. El salario es la parte de la mercancía ya existente, con la que el capitalista compra una determinada cantidad de fuerza de trabajo productiva. […]. [El obrero] no pertenece a tal o cual capitalista, sino a la clase capitalista en conjunto".  MARX, Carlos / ENGELS, Federico, Trabajo asalariado y capital. En Obras Escogidas. Cartago: Buenos Aires, 1957, pp. 48-50.
[3] Sobre esta forma de disciplinamiento permítaseme remitir a LOGIUDICE, Edgardo Violencia. Alienación y desposesión, en AA.VV. Tiempos Violentos. Barbarie y decadencia civilizatoria, Buenos Aires, 2014, Herramienta Ediciones, pág. 159.
[4] Véase MARX, Karl. La pequeña circulación, en Elementos fundamentales para la crítica de la Economía Política. Borrador 1857-1858. volumen 2, Buenos Aires, 1972, Siglo XXI, Pág. 195 y ss.

[5] "La ideología del sistema capitalista en su estado actual es la ideología del consumo individual.  Está gobernada por la idea de que, si cada uno cumple con su deber de consumidor, todo irá bien". AUGÉ, Marc. El antropólogo y el mundo global, Buenos Aires, Siglo XXI, 2014, pág. 87.
[6] Maurizio Lazzarato ha señalado el actual relieve de la relación de endeudamiento desde el registro más amplio de la deuda pública. Al respecto ensaya dos hipótesis: 1) "la idea de que lo social no se constituye por el intercambio (económico y/o simbólico), sino por el crédito", 2)" la deuda es una relación económica inseparable de la producción del sujeto deudor y de su moralidad", es decir la deuda como generadora de subjetividad. Lazzarato sostiene que la crisis revela "que la relación acreedor/deudor devela una relación de fuerzas entre propietarios (del capital) y los no propietarios (del capital)". Tomado de la Introducción al libro La fabrique de l’homme endetté, essai sur la condition néolibérale. Traducción de Mirta Fabre y Darío Bursztyn, en Revista Crisis,  número 7: oct 2011-ene 2012,   http://www.revistacrisis.com.ar/La-fabrica-del-hombre-endeudado.html
[7] La desigualdad que miden las estadísticas opera como si todos los involucrados en el universo de medición fuesen propietarios, unos más y otros menos. De este modo el universo de la pobreza es el de los desfavorecidos y no el de los desposeídos. De esta manera las denuncias de la escandalosa desigualdad que hacen las ONGs, como Oxfam International, o economistas como Piketty o Krugman, no trascienden las jeremiadas caritativas.
[8] El antropólogo francés Marc Augé observa que la superpoblación mundial ofrece oportunidades para bajar el costo del trabajo, los salarios o cualquier forma de remuneración, pero ello no significa que se pueda bajar el consumo. "De allí -dice- el auge de las obras caritativas, ligado al crecimiento de la pobreza, dentro mismo de los países desarrollados. ¿Hay que ver en ello una contradicción y la amenaza, en su momento, de un retroceso de la demanda y del consumo, o es la prueba de que el sistema puede contentarse con el mercado existente, la renovación de los productos y la creación de nuevas necesidades que sustituyen el crecimiento de la clientela y perpetúan de ese modo la existencia de una clase de excluidos? […] el corazón del problema sigue siendo el incremento de la brecha entre los más ricos de los ricos y los más pobres de los pobres. Si se incremente es precisamente porque, a pesar de los esfuerzos que pueden hacerse aquí y allá, nos encaminamos a una sociedad global de tres clases: los oligarcas (figuras gloriosas de individualismo en todos los dominios), los consumidores, y los excluidos, aquellos incapaces de cumplir con el deber de consumidores". AUGE, Marc. Op.cit. pág. 104.
[9] Al respecto HERNANDEZ ZUBIZARRETA, Juan. El Derecho comercial Global frente al Derecho Internacional de los Derechos Humanos. En http://www.enlazandoalternativas.org/spip.php?article243

TEITELBAUN, Alejandro. Las multinacionales del capital y de la producción, los mercados y los derechos humanos. http://www.seipaz.org/documentos/2013FSIP_Teitelbaum.pdf . LOGIUDICE, Edgardo. El marxismo y la propiedad privada. ¿Hay una nueva propiedad privada? Revista HERRAMIENTA web, n° 9, agosto 2011.  http://www.herramienta.com.ar/revista-web/herramienta-web-9



2 comentarios:

  1. Buenas tardes Edgardo. Le escribo para hacerle una consulta. He visto que ha leído y trabajado el último libro de Jacques Bidet "El estado mundo". Estoy interesado en la obra de éste autor, y dado que no manejo el idioma Frances no he podido leer éste último libro. Lo que quería saber era si en algún momento piensa dar algún curso o clase sobre ésta obra. Desde ya le agradezco mucho, un gran saludo.

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    1. Rosty Jung
      No. De momento no tengo pensado ni preparado ningún curso o trabajo sobre ese libro de Bidet. En la web de la revista Herramienta hay un comentario sobre él. Sigo su obra desde hace más de 20 años. No sé en que te puedo resultar útil.
      Podés escribirme a ehlogiudice@gmail.com
      He visto que pertenecés a un grupo que estudia Kosik. ¿Podés contarme un poco?
      Un cordial saludo
      Edgardo

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