sábado, 26 de julio de 2014

Los buitres y el capitalismo de crédito. Una fábrica de deudores.

La fábrica del hombre endeudado es el título de un libro de Mauricio Lazzarato, filósofo italiano.
Una nueva forma de subjetividad de masas. Lo social, dice, no se constituye por el intercambio sino por el crédito. La deuda, digo, es la más difundida relación social.

El motor del capitalismo financiero que hoy comanda, se ve, el desenvolvimiento de todo el modo de producción y de cambio capitalista, es el préstamo. Los préstamos que, se sabe, son créditos para unos y deudas para otros.

El capitalismo de crédito es productor de propietarios sin bienes y bienes sin propietarios.
Los consumidores adquieren bienes que consumen. De lo que se come no se puede ser propietario, pues una vez consumida la cosa no existe más. Como no lo puede ser el que debe todo lo que tiene más que de título, aunque su uso no agote la cosa de inmediato. Pues que si no paga será embargado.

Y así como no lo son los consumidores deudores, no lo son tampoco las naciones, es decir sus pueblos. Que la deuda pública se llama deuda soberana y ya no parece soberana la nación sino la deuda. Propietarios sin bienes, si se los comieron o los deben.
A menos que pensemos como en el siglo XIV lo hacía el papa de Avignon Juan XXII que el santo Francisco era propietario del pedacito de queso y las migajas conque la Providencia le había donado. O que puede hacer con su auto o su casa lo que quiera el que lleva pagas dos cuotas del Plan Rombo.
O que el rey de España se crea soberano y España soberana si no cumplen el ajuste de la señora Merkel y las disposiciones del Banco europeo de Bruselas. O los argentinos si no aceptamos las resoluciones del  tribunal de arbitraje del Banco Mundial llamado CIADI sólo para que reabran alguna otra línea de crédito, es decir contraer otra deuda. Que no es un problema de jurisdicción sino de fuerza, y la fuerza la tiene el acreedor y no el deudor.

Los acreedores son los grupos que juntan las cabezas de los bonistas financieros a los que nadie les pone al cascabel. Llamémosles buitres o palomas, que estas también tienen lo suyo además de la ramita del olivo. Que llegó cuando todos, salvo Noé mujer, hijos y nueras y algunos bichos, se habían ahogado en el primer genocidio hídrico universal de que da cuenta el primero de los cinco libros de la Ley o la Torah.  

Los que no tienen ley son esos grupos, como Noé privilegiados pues son los que se salvan cuando los demás están ahogados. Son los que salvan sus bienes sin ley de propiedad, nadie los controla. Ni Griesa, ni las Naciones Unidas, ni la Reserva Federal, ni los acuerdos de Basilea. Los tibios intentos de regular la actividad de los grupos que operan a la sombra de los bancos no sólo fracasan sino que cada vez parecen menos.
La propiedad de sus activos queda resguardada con los salvatajes pero libre de normas, clandestina. Pese a la limitada apertura del secreto bancario aprobada por el Parlamento suizo el año pasado, los bancos que otorgan información son boicoteados por los otros. El banco que no dé información está sujeto a multas que los grandes bancos pueden soportar y los chicos no. Suiza sigue siendo así un paraíso de lavado. Capital limpio. Bienes sin propietarios conocidos ni leyes de propiedad. Las leyes son para los deudores, para cumplirlas o ir a la calle, como los deudores de las hipotecas subprime. Los acreedores eligen las jurisdicciones, las leyes, los tribunales y los jueces. Los acreedores buitres o palomos que, como los palomos capuchinos se comen a sus propios pichones.

Atribuyen a James Carville, asesor de Bill Clinton la ya mítica expresión ¡Es la economía, estúpido!
Si no fuese tan trillada se le podría obsequiar la paráfrasis a tanto jeremías oficialista u opositor que clama por pagar ¡Es el capitalismo, estúpido!
El capitalismo cuya cruzada no lleva en el estandarte la consigna de San Bernardo "conversión o muerte" en el siglo XII sino en la frente la más actual del XXI "deuda o exclusión", cuyo significado, en realidad, es el mismo.

Sobreviven para pagar los que cumplen con el deber de endeudarse ostentando el título de propietarios del humo. Clases  casi medias pobres de solemnidad con móviles y electrónicos de última generación. Servidumbre de la deuda, atados de por vida.

Naciones que honran deudas investidas de soberanía oral. Ricos en ganados para proveer proteínas en harinas cárnicas para alimentar mascotas, granos y cereales convertidos en biocombustibles para alimentar automóviles. Presos de los commodities, hipoteca de hijos y nietos. Futuro diseñado.

Dos mil doscientos millones de personas, quince por ciento de la población mundial, están en situación de pobreza multidimensional.
Ochocientos cuarenta y dos millones de personas, el doce por ciento de la población mundial, padece hambre crónica.
Mil quinientos millones, la mitad de los trabajadores, tienen empleos informales o precarios.
El ochenta por ciento de la población mundial no cuenta con protección social.
A esto, en el Informe sobre el desarrollo humano 2014 del PNUD, le llaman ralentización del crecimiento del índice de desarrollo humano. Números recientes, deudas viejas. Últimos condenados a muerte. Carne de buitres y palomos.

Capitalismo.


Edgardo Logiudice
julio 2014



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