sábado, 25 de abril de 2015

Ser y no ser al mismo tiempo. Reflexión sobre el Llamamiento a un encuentro nacional de argentinos de origen judío.

Son irrenunciables e inalienables los derechos de expresión, reunión y asociación. Como lo es la libertad de identificarse como y con quien a cada uno le parezca. Sobre todo si ello le honra.
Algo más de seiscientas personas se han identificado como "argentinos de origen judío" para emitir un documento que declara la falta de representatividad de la DAIA y la AMIA, a quienes niegan la atribución de hablar y negociar en sus nombres, "como si fueran los depositarios del monopolio de «lo judío»". 

El Llamamiento señala tres cuestionamientos perfectamente atendibles.

a) Cuestiona que las direcciones se ciñen "estrictamente al relato oficial del gobierno de turno de Israel con respecto al conflicto con el pueblo palestino, sin permitirse el más mínimo matiz de diferenciación". 

b) Cuestiona "el brusco cambio de postura, de un día para otro, de la dirigencia AMIA-DAIA en torno al Memorándum Argentina-Irán".

c) Cuestiona el apoyo al Dr. Alberto Nisman pese a su subordinación con la Embajada de Estados Unidos.

Como se ve la cuestión excede a la materia de la representatividad de esas instituciones o sus conducciones.

Se trata de asuntos que conciernen a, por lo menos, todos los habitantes de este país, como concernió el atentado a la AMIA y, en su momento, a la Embajada de Israel. Se trata del proceder de personas o instituciones habilitadas para expresarse y actuar en la República Argentina. La relación y conducta del Estado de Israel con el pueblo Palestino, las relaciones de nuestra República con la República Islámica de Irán y la vinculación de un Fiscal de la Nación con la embajada de los Estados Unidos constituyen cuestiones políticas. Cuestiones políticas de envergadura que interesan a todos los habitantes, habilitados por ello a opinar y juzgar sobre esos asuntos y el parecer y el proceder de cualquier persona o institución respecto a ellos.

Digo, entonces, que es muy pobre el cuestionamiento a la postura de las entidades frente a el "conflicto" con el pueblo palestino.
Estos compatriotas de origen judío no se agraviarían, parece, si DAIA-AMIA se permitieran algún matiz de diferenciación con el relato oficial del gobierno de turno de Israel. No parece que fuese necesario condenar la política de terror del Estado de Israel. Bastaría con que no hubieran seguido estrictamente el relato oficial de sus gobiernos. 

Digo también que estos connacionales no tendrían nada que objetar si el cambio de postura de los dirigentes cuestionados no hubiese sido brusco sino pausado, no hubiese sido de un día para otro, sino en cómodas cuotas mensuales.
Poca cosa. Si para legitimar su ejercicio del derecho de reunión, deben disputar a las instituciones el monopolio de "lo judío". Si deben apelar a su "herencia de las mejores tradiciones progresistas que están representadas, entre otras, por sus aportes en el surgimiento del movimiento cooperativo y en su activa participación en los inicios del movimiento obrero y estudiantil".
Parece que eso es todo lo que se puede mostrar de la presencia de judíos expatriados de todo el mundo en nuestro país.
Pobre muy pobre. Ni la pampa gringa, ni la ciencia, ni la cultura, ni la educación, ni el arte. Ni la industria, ni el comercio. El movimiento cooperativo, respetable sin duda.

Queda como residuo la cuestión Nisman. La roña podrida de la cuneta tapada por débiles colores de las hojas de otoño del cooperativismo de crédito, eso sí, banca solidaria. Juego de servicios y mafias. Tolerado, consentido y fogoneado. Que genera miedos cuando corcovea tirando algún muerto. Y balbuceos incoherentes, pastos tiernos para una oposición y una prensa a la que no salvan ni siquiera las célebres exculpatorias de las "raras excepciones" de dignidad.
Ataque de pánico que, con sus titubeos, el gobierno convierte a Nisman en un mártir (dos días bandera a media asta, para el hoy lacayo de los buitres) prestamente objeto de una beatificación ecuménica por la curia "opositora".
Todo en el Palacio. Para los vecinos de a pié, también los argentinos de origen judío que exceden a los seiscientos cuarenta firmantes, la novela de intrigas. El espectáculo televisivo, el doctor Nelson Castro sonriéndole a su monigote y las sonrisas sobradoras del filósofo Palma y las cejas fruncidas de mirada inteligente del politólogo Mocca.

Chismes, rechismes y contrachismes. No menos creíbles los de Jorge Elbaum que los de Nisman. Simplemente porque el Licenciado Elbaum fue Director Ejecutivo de la DAIA desde el 2008 al 2012 y todavía es Asesor Político del Consejo Directivo y del Consejo Federal. Chimes que, no hay que ser John Le Carré para sospechar, distraen de otros asuntos más graves que el propio Nisman y Elbaum conocían. Lejos del alcance de argentinos de cualquier origen.

Porque si así queda la cosa, en que lo de Palestina es un "conflicto", en que la cuestión del Memorándum se reduce al velocímetro de los dirigentes y lo de Nisman a su apoyo incondicional por éstos, entonces la cuestión concierne a los convocantes tanto como a cualquier socio de la vieja Societá Italiana di Mutuo Soccorso "Unione e Benevolenza".
A ello conduce este decir para no decir.

Para ello no parece ser muy convincente tanta alharaca  (extraordinaria demostración o expresión con que por ligero motivo se manifiesta la vehemencia de algún afecto, como de ira, queja, admiración, alegría.). Pero creo que mucho menos lo es la asunción de la identidad. Respetar el ejercicio de un derecho no obliga acordar con los términos de ese ejercer.
La verdad es que no me parece muy convincente esa asunción de lo judío quizá innecesaria sea, ora para resolver una cuestión mutual, con la que basta ser asociado y respetar los estatutos, ora para afrontar una cuestión que atañe a todos los habitantes del país.

Sé que la cuestión de "lo judío" es muy delicada, de la que teólogos, pensadores y filósofos se han hecho cargo. Pero quiero decir que no entiendo bien, en este caso, cual es el significado al acuñar este sintagma identificador.
Si el sentido es religioso no me convencería la expresión argentino de origen calvinista, adventista o luterano.
Si el sentido se refiere a una nación como Estado muchos son los estados de donde provienen los judíos de la Argentina y no sería menos inocuo que argentino de origen irlandés. No creo que se quiera decir argentino de origen israelí porque me consta que muchos de los firmantes no lo son.
Si el sentido es la etnia no se me ocurre que un miembro de nuestros pueblos originarios dijese de sí argentino de origen mocoví.
Pero además, si el sintagma remitiera a la etnia, la cosa sería grave. Por suerte no se pide a nadie que para expresarse se coloque una estrella amarilla. No me convence que para hablar se crea necesario exhibir un certificado de origen. Sería más o menos como aceptar el certificado de sangre inverso. Demostrar una mínima porción de sangre judía.
Creo que éste es el lugar de autosegregación en que se han colocado algunos respetables y respetados hombres y mujeres. No deliberadamente sino arrastrados, no creo que por una peleíta de mutual, sino por una baja lucha que los (nos) excede. Una guerra sorda y sucia en la que nadie parece interesado en poner a la luz.
Lo han hecho creo, por lo menos algunos, acuciados por los tiempos de la pequeña política, tan apresurados que al apelar al origen han tomado distancia de su condición de habitantes de este país.
El encabezamiento del último párrafo del llamado dice: "Somos -y nos sentimos- parte integrante e indisoluble del destino de nuestro país y asumimos como propios los horizontes de una Patria Grande para todos los pueblos de América Latina".
No hace falta asumir como propio lo que es propio, ni hace falta decir que se siente lo que se es. La aclaración superabundante parece una confesión muda de falta de convicción. Falta de convicción que hace, a la identificación, poco convincente.
Resultado quizá de la ambigüedad de querer ser y no ser al mismo tiempo.
Flaco favor.


   
Edgardo Logiudice

abril 2015       

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