"Cuántos pobres hay es una pregunta bastante complicada.
Yo no tengo el número de pobres, me
parece que es una medida bastante estigmatizante", afirmó el Doctor
Kicillof.
La ignorancia de los doctores no es precisamente la docta ignorantia que postuló Nicolás de
Cusa en el Siglo XV. Era esa la ignorancia humilde como condición del conocer y
cumplió su tarea de abrir los senderos de las ciencias. Bien distinta de los bocazas
sabelotodo.
Probablemente
alguien más enterado le haya advertido al Ministro, a bocajarro de haber
abierto la boca, que el actual Papa, argentino y peronista, se bautizó
Francisco en honor al poverello de Asís y que, según la tradición fue éste el
primero que recibió los estigmas. Y que fue el Obispo de Roma quien obsequió a
la abogada Fernández el documento del Consejo Episcopal de Aparecida, que trata
de los pobres de América Latina "para
que vaya pescando lo que piensan los obispos".
Entonces
el Doctor Kicillof, sin parar mientes sobre la estigmatización, se apuró a
rectificar la ausencia de medición enfatizando: "La medimos y la ultramedimos".
Vele decir, si medir es estigmatizar: estigmatizamos y
ultraestigmatizamos.
Con lo
cual los pobres deberían sentirse agradecidos de que el Ministro reprodujera en
sus cuerpos las llagas de Cristo de tal manera. Que obrara el milagro del
privilegio divino. Privilegio tal que el propio San Francisco ocultaba sus
estigmas porque no se creía merecedor de ellos.
Quiero
pensar que fue ésta la acepción que quiso usar el Doctor y no la infamar o
deshonrar, puesto que si así fuera y medir la pobreza significase infamar a los
pobres o deshonrarlos, "ultramedirlos" sería poco digno de un
Ministro. Mucho menos de quien, exhibe, en el CV que publica la página de su
Ministerio, haber sido Asesor de Gildo Insfran, durante una de sus
gobernaciones en Formosa, y de Eduardo Amadeo durante el gobierno de Carlos
Menem.
Podría
esto quedar en la anécdota de una pifiada. Pero ignorar la pobreza parece ser
hoy tarea de economistas que, acompañados de cerca por el propio líder de la
"Iglesia de los pobres", el compatriota Bergoglio, desplazan el
asunto hacia la "desigualdad escandalosa".
Y la
razón parece residir, precisamente, en la medición.
La
medición de la pobreza no es infamante, como tampoco una gracia divina. Es
inmoral cuando se naturaliza su existencia -pobres hubo siempre, dijo la rea
María Julia Alsogaray-, porque significa la naturalización de los ricos. Es
esto lo que da por presupuesta la desigualdad que escandaliza al Papa más que
la pobreza, que da sentido a su iglesia ¿qué sería de la iglesia de los pobres
sin pobres? Como da letra a Pikkety, Stiglitz, Krugman y a cuantos dan por casi superada la pobreza en Latinoamérica
y el Caribe, por cuanto conforme a cómo
miden ésta,
por ingresos y tenencia de algunos bienes, los índices efectivamente han bajado
sustancialmente en la última década. Al tiempo que mucho más aumentaron los de
la desigualdad.
La tarea, dicen, es bajar la desigualdad.
Claro es que bajar la desigualdad es mantener la pobreza. Y la riqueza. Lo que
ninguno de ellos dicen es que precisamente la
desigualdad es la causa de la pobreza.
"Queremos que más personas sean
propietarias" dijo George W. Bush en el 2003.
Se trataba de los adquirentes de viviendas
con las hipotecas que fueron a parar al diablo pero que fueron el pilar del
gran negocio financiero cuyo pato lo pagaron, con el salvataje, los mismos
contribuyentes "favorecidos"
por Bush Jr.
Préstamos para el consumo, endeudamiento de
los hogares. Propietarios endeudados fueron los que quería el hijo del padre,
como los españoles desahusiados y los griegos desprevenidos.
Tanto en Estados Unidos como en España el
endeudamiento de los hogares, vale decir cuánto del ingreso está afectado al
pago de deudas por préstamos para el consumo, es del 100%. En Inglaterra del
159%, lo que significa que para saldar la deuda el tipo tiene comprometido, de
mantenerse constante, una vida y media de trabajo.
En Latinoamérica se mide poco, pero en tanto
en Brasil como en Chile alcanza al 60%. En México se realiza en relación al PBI
y aumenta aceleradamente.
En la República Argentina no se hace.
Seguramente también para no estigmatizar. Pero el Doctor Kicillof asegura que
algún organismo internacional señala a nuestro país con menores índices de
desigualdad en América del Sud. En el mismo acto donde la Presidenta de la
Nación anunciaba más préstamos para el consumo de bienes del hogar. Es decir,
más deuda. Trabajo futuro más comprometido y más ganancia asegurada para el
acreedor. Siempre que el deudor viva y pague. Para lo que no tiene más remedio
de trabajar. Si puede.
Está claro que con algunos bienes se puede
vivir un poco mejor. Mejor con heladera que sin ella. Pero el nivel de pobreza
no es ni absoluto ni permanente. Salvo que, para acreditar la condición de
pobre deba uno andar con taparrabos o, como dicen que decía el General don José
de San Martín, "en pelotas".
La pobreza, según parece, es relativa e
histórica. Habrá de considerarse en relación al producto social y a su
apropiación. Y esa apropiación, que se traduce en quienes tienen que cobrar y
quienes tienen que pagar, es la que señala la desigualdad
"escandalosa". Pocos tienen mucho que cobrar y muchos tiene mucho que
pagar. Pocos acreedores y muchos deudores. We
are the 99%.
El Doctor ha enseñado en la cátedra aquello
de "libre y esclavos, patricios y plebeyos, señores u siervos" del
Manifiesto Comunista. El Doctor, pensando que hay que superar a Marx, escribió
"Salario, precio y ganancia en la Teoría General" de Keynes. No
reparó, creo, en que podría agregarse acreedores
y deudores. Quizá sea porque el Ministro es un gran pagador. Desesperado
por no poder pagar a los acreedores. Líder de los pagadores con los ahorros de
los estigmatizados.
Quizá de De docta ignorantia le
bastara leer el Capítulo primero del Libro Primero, De qué manera saber es ignorar. Pero ignorar no es saber. No es pobreza, es
miseria intelectual.
Edgardo Logiudice
Marzo de 2015
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