El
discurso del nuevo gobierno que parece dominante, en su “apertura al mundo”,
consiste en hacer hincapié en las inversiones apuntando a infraestructuras, sin
dejar de mantener solapados los préstamos financieros, hasta con alguna alerta
sobre los “capitales puramente especulativos o golondrinas”. Las inversiones,
se dice, generarán empleos y, con ellos se lograría el Hambre Cero.
El
planteo discursivo se acerca a la Agenda 2030 para Desarrollo Sostenible del
Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD. Los buenos deseos
expresados en la Agenda son, entre otros, “Poner fin a la pobreza”, “Hambre
cero”, “Reducir inequidades”, es decir la desigualdad. Giran sobre la
estrategia de las Inversiones en Infraestructuras.
La
última reunión del Foro Económico Mundial (Davos) no tomó nota del hambre, la
pobreza y la desigualdad. No tomó nota de los 795 millones de personas que
sufren desnutrición. Veinte veces la población de nuestro país, más de dos
veces la población de USA. Tampoco de los más de 800 millones que viven con
menos de U$S 1,25 diarios (20 pesos de los nuestros) que carecen de alimentos,
agua potable y saneamiento adecuado.
Tomó
nota sí de las inversiones en infraestructuras frente a la Cuarta Revolución
Industrial, exigiendo de los gobiernos condiciones de seguridad y permanencia
de rentabilidad.
En
Davos no se tomó nota “que el 10% más rico de la población se queda hasta con el
40% del ingreso mundial total. A su vez, el 10% más pobre obtiene solo entre el
2% y 7% del ingreso total. En los países en desarrollo, la desigualdad ha
aumentado en 11%”.
Tampoco de que “Según la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), en 2015 hay más de 204 millones de personas desempleadas”. Cinco
veces la población argentina, casi dos tercios de la estadounidense.
Por el contrario el Estado Mayor Global del “10% más
rico” anunció para el 2020 la destrucción de 7 millones de empleos en las 17
principales economías del mundo que representan un 65% de la fuerza laboral. Es
decir diez años antes del cumplimiento de las metas de la Agenda a los 204
millones contabilizados por la OIT habrá que agregarle 7 millones más. Vale
decir, más pobreza, hambre y desigualdad. Los “buenos deseos” del PDUN no
coinciden con el realismo del Foro Davos.
A
este último fue a buscar inversiones el Ingeniero Civil por la UCA a cargo de
la Presidencia de la Nación. Como letra para abrirnos al mundo suena mejor la
del Desarrollo Sostenible: inversiones directas en infraestructuras para
creación de empleos y, si todos trabajan, menos pobreza y hambre cero.
Todo
parece señalar que la tendencia de los capitales hacia las inversiones en
infraestructuras está impulsada por la volatilidad e incertidumbre de los
fondos de inversión en los préstamos a interés: peligro de que estallen las
burbujas basadas en futuros y derivados, la ingeniería financiera.
Pero
ello no está desvinculado a dos fenómenos distintos pero entrecruzados. Por un
lado la existencia efectiva de la revolución técnica, lo que llaman Cuarta
Revolución Industrial. Esta excede la revolución en las manufacturas con la
robotización, abarca toda la agroindustria, el transporte, las comunicaciones,
el comercio. Por otro lado, la llamada financiarización de las grandes cadenas
de valor global.
De
allí, por un lado aparece naturalmente la cuestión del trabajo, el empleo, como
lo señala el Informe de Davos al que me referí. Pero, por otro la
financiarización, que actúa como un paradigma iluminando todas las relaciones
sociales, parece terminar cualquier conexión racional entre la producción y el
consumo. Y ambos aspectos se conectan con la demanda, tanto su orientación como
sus propios límites.
El
proceso de generar consumo para el endeudamiento dio lugar, al menos en gran parte de América
Latina, a un descenso de la pobreza en términos relativos de bienes (generando
una nueva clase cuasi-media, endeudada pero media), concomitante con un aumento
de la desigualdad. Ello no estuvo (no está) desvinculado con la fuerte demanda
de materias primas que dio (que da) lugar al negocio financiero de los
commodities como futuros.
La
caída de sus precios, cuyas causas no es necesario recordar acá, es lo que
redirige los flujos de capital financiero hacia sectores menos riesgosos o más
rentables.
Pero
ello no significa necesariamente mayor empleo. El realismo del Foro Económico
Mundial parece confirmarlo. Y, según los mismos términos de su estrategia, si
no hay mayor empleo, no hay mayor demanda.
El
Nobel Stiglitz constata que los empleos industriales caen en todo el mundo: “El
empleo global en el sector industrial está bajando porque los incrementos en
productividad exceden a los incrementos en la demanda”. Eduardo Porter, en el
New York Times, señala la observación del economista Dani Rodrik: En los países
pobres los trabajadores quizá tengan que reducir sus aspiraciones al
desarrollo.
Falta
de demanda es falta de consumo. Las nuevas clases medias pueden dejar de serlo
para formar parte de la pobreza y la desigualdad. Por otro lado, el la
redirección capitaneada por el capital financiero, ahora como parte hegemónica
de las cadenas de valor, entre ellas las de alimentación, no necesariamente
garantiza la satisfacción de necesidades básicas: las infraestructuras no
alimentan más que ganancias. La Cuarta Revolución Industrial no garantiza mejor
vida. Ni el transporte, ni el riego, ni la energía
limpia ni tecnología de la información y las comunicaciones, dirigidas hacia la
rentabilidad significan desarrollo humano sostenible.
Véase. Los biocombustibles son una de las vías promovidas
para bajar la contaminación.
Ello significa ganancias por bonos de carbono que cotizan
en Bolsa y fungen como productos financieros especulativos.
En el Foro de Davos declaró
Antoine Frérot:"Claramente, va a ser el debate de los dos próximos años
(...) Es importante que salga una solución para aplicar un sistema de precios
del carbono".
Según un estudio del INTA (2011) una tonelada de maíz
transgénico cotizaba a $ 650, pero con una tonelada de maíz se logra una
cantidad de etanol cuyo valor es de $ 1.780. Hacer bioetanol está claro es
ganar a dos puntas. Conviene más que hacer polenta y hasta más que hacer
balanceados para criar pollos y chanchos.
Louis Dreyfus, Cargill, Noble, son algunas de las grandes
cadenas globales de valor que juegan tanto a los commodities como a los
biocombustibles. Con la caída de los precios de algunos granos como futuros
ahora juegan al biodiesel. Y a los bonos de carbono monetizados como futuros.
Según
un trabajo realizado por el Observatorio de la Deuda Social, de la Universidad
Católica Argentina, 2 de cada 10 chicos del país no acceden a una alimentación
en cantidad y calidad adecuadas. De esa proporción, la mitad padece
“inseguridad alimentaria severa”, que significa que sufren hambre por causas
económicas.
Las
milagrosas inversiones poco tienen que ver con futuro empleo, soberanía
alimentaria y el cambio climático.
Inversiones
en infraestructuras ¿Hambre cero?
Edgardo
Logiudice
Mayo
2016