jueves, 19 de mayo de 2016

De discursos, conspiraciones y estrategias. ¿Y ahora qué? Infraestructuras.

No son conjuras pero se les parecen.
Los que nos pensamos en la tradición marxista tenemos vedado hablar de conspiraciones. Primero porque desde Babeuf  y la Conspiraciones de los iguales llevamos mala fama y, segundo, porque se nos ha achacado  tener una concepción conspirativa de la historia, para peor economicista.
Hablo de foros internacionales de políticas públicas. Hablamos de estrategias y de sus cambios, que ahora mismo parece haberlos. En un contexto de nuevos fenómenos. Económicos. Y políticos, por supuesto.
Inversión en infraestructuras parece ser la orientación de los grandes grupos financieros frente a la volatilidad y la incertidumbre, esto es, frente al riesgo de no cobrar los préstamos.
En mi opinión indagar sobre esto e parece necesario para atisbar el rumbo del nuevo gobierno, su continuidad y diferencias con el anterior. Sobre todo teniendo en cuenta la aparente magnitud de los cambios políticos en Latinoamérica.
Cuando Clarín le publica un artículo a Lo Vuolo, bueno y en página central impar, contra la financiarización algo parece extraño. O, al menos hace ruido.

Una analista financiera española decía en marzo: “El comienzo de 2016 ha estado dominado por la volatilidad y la incertidumbre en los mercados mundiales, un contexto en el que cobra interés cualquier propuesta de inversión que pueda ayudar al inversor a sobrellevar este difícil contexto de mercado. En ese sentido, las empresas cotizadas de infraestructuras pueden constituir una alternativa, según explica Nick Langley, fundador y codirector de RARE, una boutique de fondos australiana especializada en este activo […]”. 

La cuestión ya venía siendo planteada en Davos, donde se reúnen anualmente en el Foro Mundial Económico los principales líderes empresariales y en el que este año estuvo presente nuestro presidente empresario. Ellos “han reclamado que se adopten nuevas reformas estructurales en la economía global con el objetivo de fomentar el crecimiento económico. […] El vicepresidente de General Electric (GE), John Rice, incidió en la importancia de las infraestructuras para el crecimiento global. […] A este respecto, el cofundador y consejero delegado de Carlyle Group, David M. Rubenstein, remarcó que desde que gobiernos y bancos ya no financian inversiones en infraestructuras tanto como el pasado, cada vez más proyectos de este tipo se financian con capital privado
Carlyle Group es el “primer gestor mundial de valores financieros y fondos de inversión, agrupa a la flor y nata de la política mundial. Dirigido por el ex Secretario de Defensa Frank Carlucci, incluye tanto a George Bush padre como a los Bin Laden, George Soros, Mijail Jodorkovsky o John Major”.

En 2015 se realizó la Cumbre de Desarrollo Sostenible de la que surgieron los 17 objetivos para el año 2030. Todos ellos giran sobre el Objetivo n° 9: “Las inversiones en infraestructura (transporte, riego, energía y tecnología de la información y las comunicaciones) son fundamentales para lograr el desarrollo sostenible y empoderar a las comunidades en numerosos países. Desde hace tiempo se reconoce que, para conseguir un incremento de la productividad y de los ingresos y mejoras en los resultados sanitarios y educativos, se necesitan inversiones en infraestructura.
El ritmo de crecimiento y urbanización también está generando la necesidad de contar con nuevas inversiones en infraestructuras sostenibles que permitirán a las ciudades ser más resistentes al cambio climático e impulsar el crecimiento económico y la estabilidad social. Además de la financiación gubernamental y la asistencia oficial para el desarrollo, se está promoviendo la financiación del sector privado para los países que necesitan apoyo financiero, tecnológico y técnico.”

Esto sucede, como todos reconocen, en un contexto mundial de recesión. Pero también en un proceso de revolución en la producción. Por supuesto ambos aspectos no están desvinculados.

Para inversiones en infraestructuras, como vimos las vinculadas a esta revolución tecnológica (transporte, riego, energía y tecnología de la información y las comunicaciones), son necesarios proyectos viables y gobiernos confiables. ¿Qué mejor entonces que una especie de nuevos “protectorados”, esta vez económicos?

Bertrand Badré es Director gerente y oficial financiero principal del Grupo Banco Mundial, Bertrand Badré es responsable de las estrategias de gestión financiera y de riesgos del Grupo Banco Mundial y de las instituciones que lo conforman. Fue ejecutivo de Eurazeo uno de los grupos inversores más importantes de Europa. Un artículo del Financial Times reproduce algunas expresiones suyas. "Los problemas son tanto de los proyectos como de la oferta de capital. No hay suficientes proyectos viables".
Coincide con Jim Barry, director de infraestructuras de la gestora de activos BlackRock,  la mayor empresa de gestión de activos del mundo. "No existe ninguna correlación entre la cantidad de infraestructuras necesarias y las oportunidades rentables para el sector privado".
Dice John Authers, autor del artículo: “Los críticos dicen que aunque los gobiernos tienen una amplia lista de proyectos, no hacen lo suficiente para convencer a los inversores reacios a correr riesgos de que los proyectos se materializarán o de que serán rentables”.
"Es realmente un problema de política pública. Si hubiera un marco financiero y fiscal sostenible, los inversores aportarían el dinero para los proyectos enseguida", dice Cherian George, de la agencia de calificación Fitch.
“Para los gobiernos, -dice Authers- tratar con el sector privado representa un dilema político básico: hacer que los ciudadanos paguen por algo que antes era gratuito es impopular”. También “está el tema de que generalmente se tarda mucho más tiempo en finalizar un proyecto y que sea rentable que lo que dura normalmente la legislatura de un gobierno democrático. Por tanto, es más fácil vender la idea a los inversores si estos tienen la garantía de que el gobierno no va a cambiar”.
Está claro que los inversores privados tienen apetito por las infraestructura. Según una encuesta realizada a grandes fondos de pensiones por la consultora Create de Londres, el 38% tenían previsto incrementar su inversión en infraestructuras en los próximos tres años, más que en el capital riesgo, los hedge funds o la mayoría de activos. Pero esa inversión conlleva un riesgo por la falta de garantías, especialmente en los mercados emergentes”.
“Una solución radical es la que han planteado fondos de pensiones canadienses: eliminar a los intermediarios y gestionar los proyectos ellos mismos”.
Probablemente a esto llamen asociación de lo público con lo privado.

¿Clarito verdad?
Capitales sobran. El asunto son los gobiernos que garanticen la ganancia.
El precio de las materias primas, los commodities con los que se jugaba a los futuros, todavía no han vuelto a ser los de antes, y no es seguro que lo vuelvan a ser. Prestar es un riesgo que ya asumen pocos. Los Estados y los propios ciudadanos ya están demasiado endeudados. Entonces, apetito de inversiones en infraestructuras. El mercado de futuros pqrece haber quedado demasiado en el aire: volátiles e inciertos.
En los mercados emergentes para evitar malos tragos, más que inversión en capital de riesgo, los hedge funds, inversión en infraestructuras, gobiernos confiables que aseguren la continuidad del negocio y gestión propia, directa.
Estas son las políticas públicas que propician las Naciones Unidas de consuno con los empresarios de Davos. Allí fue nuestro procónsul.
Nada del Estado protector sino “protectorado financiero”. ¿Será este el nuevo papel del Estado?

¿Cuál es en este contexto el papel del trabajo, de la pobreza, de la desigualdad, del consumo y de algunas ideologías? En esta nueva estrategia, si no estoy errado.



Edgardo Logiudice

Mayo 2016

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