En
el mundo del “liberalismo” vivimos la a-legalidad, eso es la des-regulación:
sin reglas, sin ley.
Una
especie de “poder soberano difuso” que se manifiesta en forma crudamente
absolutista.
No
i-legalidad, es decir contra la ley, sino sin ley. El far west, no simbólico,
efectivo. Tanto que uno de los principales asesores de Trump va a los mitines
con el arma al cinto. Aunque la Asociación Nacional del Rifle haya puesto
restricciones a la venta de ametralladoras.
La
Ley es sólo para los deudores, la mayoría de nosotros. El homo debitor de Lazzarato.
El
mundo sin ley, o mejor, sin leyes demo-cráticas,
es el mundo del Estado de excepción donde cualquiera puede ser sacrificado
impunemente, el homo sacer de
Agamben.
Lo
que significa i-libertad y a-legalidad. La i-libertad del “liberalismo”.
Por
eso Milagro no es ningún milagro, ni una excepción en el estado de excepción
del absolutismo capitalista.
El
“poder soberano difuso” global del capitalismo financiero se manifiesta nítida
y concretamente en formas absolutistas.
El
poder aplica el derecho penal del enemigo, el de Guantánamo. Pero acá.
El
“derecho” de los que amenazan al mundo dejándolo librado a la violencia.
El
“derecho” del nuevo poder global. El de los nuevos y “verdaderos nazis en el
Bundgestand”. Los que asustan con los Trump, Bannon, Roy Moore, o el King Kong
norcoreano.
Asustan
y ajustan. Los presupuestos de la “lucha contra el hambre”, o política de
manutención para contención y
gobernabilidad. Los presupuestos para la prevención del cambio climático,
de la educación, de la salud. Dedicando las partidas al armamento. Al armamento
nuclear.
La
generación del miedo generalizado, permanente y de shock, como recurso de
Milton Friedman para gobernar los desvíos de la “gobernabilidad”. Global y
local.
Peligro
del nuevo modo de acumulación del capitalismo financiero, desde que la moneda
no es más moneda. Y lo que se produce para reproducir es expectativa de
ganancia en forma de títulos y bonos que se pagan con promesas de pago, o sea,
otros títulos de crédito. Lo que aleja la economía de la deuda (o ficticia) de
la producción de bienes, acercándola sobre todo a la desposesión.
Por
eso conviven, un poder difuso del capitalismo de las finanzas, a través de las
deudas (“privadas” y “públicas”) con el absolutismo de la apropiación, como
garantía de las primeras.
Como
el consumo no es más que medio de producir deuda, que se paga con trabajo
futuro, poco interesa qué se produce y para qué. De allí que el entretenimiento
pasó a ser una gran industria. Pero como no todos se entretienen todo el tiempo,
cuando el ajuste ajusta, el peligro es la gobernabilidad. El peligro está,
sobre todo, en los que no pueden o ya no
pueden endeudarse. Y éstos, de vez en cuando, se rebelan. Porque éstos quedan
afuera.
El
peligro está en los que se niegan a ser desposeídos. O a no poseer, a nacer
desposeídos.
Proletarios
sin industria y sin oficio. Y sin milagros.
Se
dice de los misterios que son milagros y de los milagros que son misterios.
No
es milagro lo de Milagro, ni misterio lo de Santiago. Se llama represión,
contención violenta, crimen. De las luchas, de santos y pecadores, plebeyos. Y
las luchas son nuestra defensa de los usos comunes. Del planeta y sus
habitantes. Nuestro único poder contra el absolutismo del capital, o
neofascismo o derecha radical. De los armamentos, de las guerras, deberían
también ocuparse los discursos electorales.
Edgardo
Logiudice
Octubre 2017
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