I.
No
han sido las técnicas las que ha puesto en crisis a la democracia
representativa electoral, tampoco el socialismo, sino el propio capitalismo,
aún más su absolutismo financiero. Que no sólo mostró sus límites sino que la
viene demoliendo, porque ya no solamente es un obstáculo, sino porque no le
sirve más que como apariencia o lugar de manipulación ideológica, apenas
simbólica.
Sin
embargo creo que las técnicas, en particular las de información y comunicación,
no son ajenas al proceso de desmitificación que no ha sido hasta ahora superado
con éxito a pesar de intentos autogestionarios democráticos.
Por
eso, aunque no sea más que desde la reflexión liviana mediante la cual logremos
algún paso adelante, quizá valga la pena algún ejercicio de especulación sin
pretensiones (conjeturas) para criticar al menos un poco el sentido común,
siempre presente cuando caminamos períodos electorales. No para sugerir no
participar, que eso es privativo (además de un derecho o un deber, según se lo
mire) sino para tener idea de sus límites y no generarnos demasiadas ilusiones.
(Porque la des-ilusión, si acaece, des-moviliza y, si genera miedos, paraliza).
Acá
quiero especular algo sobre la democracia y las TICs en relación al tiempo y el
espacio.
Por
democracia quizá deba entenderse mucho más que la representativa electoral.
Se
intuyó así con el “que se vayan todos”, en el que “todos” eran los
representantes electos. Creo que no pasó de intuición y que la gesta de haber
tirado abajo varios gobiernos en pocos días devino euforia que hibernó la
evidencia del propio poder de rebelión democrática.
Las
TICs no sólo sirven a los trolls dominantes, ni alcanzan las redes para
oponerse.
Creo
que para aprovecharlas hay que pensar su alcance, aunque sea modestamente.
II.
La
representación es la forma por excelencia de la legitimación del poder en
sentido amplio, aun cuando éste se ejerza por medio de la fuerza y no el
asentimiento o el consenso. La re-presentación es un término de una relación–en
este caso político- no necesariamente vinculado a la manifestación de la
voluntad general o popular. Así, por ejemplo, en las teo-cracias absolutistas
originadas en actos electorales.
Re-presentar
es hacer presente lo ausente que está o se concibe en otro lado o en otro
tiempo.
Entiendo
por política acá la toma de decisiones eficaces que afectan la conducta de
grandes conjuntos de población humana, aun en el caso de que perjudiquen o
beneficien a grupos no mayoritarios. Por ejemplo, respetar los derechos de
alguna minoría.
En
este sentido las decisiones pueden provenir de lo que llamamos Estado (como
pretensión de representación de una comunidad) o no. Por ejemplo un cartel
narco o una organización paraestatal (armada, o religiosa, o ideológica, o
gremial, o empresaria). Sus decisiones son políticas siempre que afecten
eficazmente a conjuntos humanos, pretendan o no alguna representación,
celestial o terrena.
En
lo que llamamos Modernidad, por lo menos en “Occidente” desde los siglos XII o
XIII, la representación política se asienta en la idea de que las decisiones
son el resultado de la expresión de la voluntad general o popular de los
miembros (o de algunos de ellos más o menos privilegiados o reconocidos en
razón de género, edad, patrimonio, etc.) de una comunidad, en particular de la
llamada Nación. Ilusión de comunidad por excelencia, identificada como
Estado-Nación. Todo un proceso histórico que transcurre con algunas gloriosas
revoluciones y también modestas reformas.
La
construcción de esa representación se realiza por el medio técnico del voto (como manifestación por lo general, de
voluntad individual, no estamental o
corporativa) en la elección de representantes que expresan distintas opiniones,
deseos o intereses, que se postulan o presumen beneficiar al conjunto de su comunidad.
Hoy denominadas políticas de Estado, otrora utilidad pública, común o bienestar
general.
Digo
que se trata de una técnica porque su objetivo es lograr una operación numérica
y puede utilizarse tanto para elegir representantes o cualquier otra cosa. El
capitán de un equipo de futbol amateur, un encargado de una tarea arriesgada, o
un condenado por un tribunal disciplinario, o quién fusila o quien hace de
gallinita ciega. Cosas que poco o nada tienen que ver con la autoridad o el
imperium que caracterizan tradicionalmente la política.
De
modo que el voto es en sí mismo independiente de la representación. Un monarca
hereditario puede re-presentar una estirpe originaria.
Hay
voto sin representación y representación sin voto.
En
suma, el sufragio es un modo de comunicación e información, en este caso como parte de un sistema de
legitimación del poder. El medio o instrumento puede ser la voz, la mano
levantada, un papel en una urna. Un gesto.
III.
Pero
la representación es la forma, lo formado, trans-formado por el voto, en ese
modo de legitimación.
Ese
poner presente lo ausente tiene diversos orígenes y distintos aspectos.
No
es cuestión de referirnos a ellos acá, en estas modestas conjeturas, sino muy
brevemente. Podríamos aventurar sí, que siempre tienen relación con el espacio
y el tiempo.
Hay
antecedentes religioso-teológicos, al menos en la tradición cristiana,
conocidos y muchas veces tratados, en la encarnación de Cristo, que hace
presente a Dios (como los re-presentantes hacen presente y le dan voz al
Pueblo). Ya no en el Cielo sino en la tierra. E, independientemente de tantas
discusiones teológicas sobre desde cuando estaba prevista esa encarnación, lo
cierto es que –como hombre- Jesús aparece mucho tiempo después que otros
hombres para manifestar el Verbo.
Pero
sea ése un paradigma o no de la re-presentación, hay otra de origen terreno y
pragmático. Antes aún de la Modernidad. La vinculada ya a modos de producción
bélicos, por lo menos desde el siglo III a.C., por medio de procuradores para
la relación con otros pueblos en re-presentación de los reinados y los
imperios. Enemigos o aliados.
Sin
embargo es en materia comercial donde particularmente se desarrolla la
re-presentación bajo la figura jurídica del mandato, la gestión en nombre de
alguien que no está presente. Lo que llamamos poder de representación.
Acá,
en materia jurídica “privada”, particularmente en el derecho romano, es donde
se desarrolla esta institución: el mandato, originada en manum dare, dar la mano en señal de confianza a quien lo
representará. Todavía, entre nosotros se utiliza la expresión mandatario y, si
Primer Mandatario es el Presidente, lo es porque es también un representante,
como lo son los senadores de cada Provincia y los Diputados del Pueblo de la
Nación.
Y
los propios constituyentes, si recordamos el Preámbulo de la Constitución.
Todavía
hoy los representantes agregan a su
dieta el plus generado por los gastos de traslado, lo que nos señala el
elemento espacial de la práctica de la representación. Como su misma dieta nos
indica el tiempo que insumen las deliberaciones y sesiones.
Ha
sido con el desarrollo de la economía capitalista mercantil que el derecho de
las burguesías perfeccionó la institución. Pero en materia política no debemos
olvidar que la representación jugó el papel de hacer llegar las peticiones,
quejas y demandas rurales a los centros de poder. Por ejemplo en la Revolución
Francesa. Aquí se ve el elemento espacio más claramente.
IV.
En
suma, como en cualquier sistema de
poder, aparece un apoderamiento a
los representantes. Poder que se otorga. Esa es la figura ideológico-jurídica.
Pero ¿es ésa la determinación material?
No
lo sería si miramos dónde se halla el
verdadero poder. Que el poder soberano
reside en el Pueblo no es mucho más que una construcción, desde que éste hoy no
es sino una masa de deudores con título de propietarios. Y, para los grandes
grupos de poder un registro de datos que proveen a su manipulación publicitaria, con muy poco sentido de
comunidad, desde que cada persona deja de ser tratada como individuo de la
especie, para ser dividido en las parcialidades que registran los algoritmos.
Constituyendo (o destruyendo) así nuevas subjetividades e identificaciones.
No
obstante, las resistencias y las demandas existen y la idea de mandato, que
aún pervive, suele ser movilizadora. Y
en la movilización, si encuentra algún rumbo superador del statu quo establecido, se hallaría la potencia
soberana capaz de liberarse de la dominación
del hombre por el hombre.
Acá
quiero poner de relieve solamente los
dos elementos de la representación como mandato: espacio y tiempo. Para
conjeturar que si ellos se contraen y hasta se anulan por medio de estas
tecnologías, la representación se torna innecesaria.
V.
Dominación
del hombre por el hombre significa que algunos seres humanos dependen de otros
para vivir. No sólo subsistir biológicamente, sino como, precisamente, humanos que se comunican con la especie en forma
interindividual o colectiva.
En
el capitalismo, por lo menos desde la gran industria hasta acá, los medios de
producción y de subsistencia son distribuidos por sus poseedores (propietarios
privados, si se quiere) conforme se
acreciente el valor de esos medios (acumulación. Y todo lo demás que el lector conoce. Para ello (ya en
la época de la economía de la deuda o fábrica de deudores, como dice Lazzarato)
el capital adelanta a quienes necesita los medios de subsistencia, que deberán
devolverse con trabajo. Más del necesario para subsistir, como quién paga
intereses por una deuda. De esa manera
el capital produce (y reproduce) productores y también consumidores. El capital
no sólo produce mercancías, ésta es solamente una forma transitoria para
convertir el trabajo en capital.
No
es lugar acá de señalar las distintas formas, nuevas y viejas de apropiación
del trabajo ajeno (conquista, desposesión, salario, deuda, prosumición).
Pero
de esa forma produce seres humanos que se comunican y la forma y las técnicas
con las que lo hacen. Y la comunicación es la forma necesaria de la política.
Dije
que la DRE es un modo de legitimación de la dominación y que se vincula al
tiempo y el espacio. Ámbito también de las nuevas tecnologías.
En
el sufragio la cuestión técnica está clara, como lo está el tiempo derivado de
la distancia entre mandante de las zonas rurales y mandatario en otras épocas. Esto ya no
existe ni para los que sufragan fuera de
su país. Pese a algunas discusiones bastante banales no debería existir para
nada, salvo la presunción de la mala fe. Y algún negocito. De modo que aquí el
asunto desaparece con la aplicación de nuevas tecnologías. Si se pueden
transferir billones de dólares en tiempo real desde cualquier lugar del mundo,
también se puede expresar y transmitir la voluntad del votante.
Las
TICs hacen intrascendente la ceremonia electoral que dogmática o
interesadamente se confunde con la democracia: “Hemos vivido una jornada
democrática ejemplar”.
Todavía
sigue prohibido expender bebidas alcohólicas el día de los comicios.
Veamos
la cuestión de la representación.
Del
mismo modo el tiempo real de las decisiones anula la distancia.
Pero
vimos ya que las decisiones no son las del “pueblo soberano”, que sólo vota.
Las decisiones políticas, en el sentido señalado, son las de los dominantes.
Por eso la representación poco tiene que ver con la democracia (gobierno del
pueblo, por el pueblo, para el pueblo. O cualquier variante, independientemente
de que se entienda por Pueblo).
En
algún momento se dijo que la burguesía delegaba el gobierno en los
representantes mientras se dedicaba a sus negocios. Negocios que significaban
tiempo. Y, en muchos casos, también distancia (las colonias). Cuando las
burguesías (comerciales, manufactureras, bancarias) todavía eran de alguna
manera calvinistas, aunque fueran católicas o judías. Ahorraban tiempo. Tiempo
que hoy, cuando sus gestores producen dinero con dinero, en la época de la
hegemonía financiera (también –y sobre todo – asentada en las TICs, ya les
permite hacerse cargo directamente de la “política”, convirtiéndola en parte
del negocio, aunque conserve una forma “pública” (asociación público-privada).
Y
las TICs, siendo los medios también medios de producción y reproducción de
ideología (en todo el amplio sentido del término) contribuyen a la propia
in-necesariedad hasta de la forma de la representación como forma de la
democracia.
Con
lo cual también se anula el valor del sufragio como elemento democrático. De
allí que, en el conjunto de los países donde el voto no es obligatorio (y no
solamente en ellos) se acreciente la indiferencia política y la abstención
electoral.
Las
TICs desmitifican el sintagma de la DRE.
VI.
Pero
desmitificación no quiere decir desaparición material.
Desde
el punto de vista analítico los términos del sintagma anulan su sentido en el
sentido común pero no necesariamente queda superado el dominio de los
dominantes. Como tampoco significa ello la asunción de otra forma democrática.
Por
el contrario lo que observamos (y sufrimos) es una forma política absolutista
que, dada la desmitificación, deja al desnudo los modos represivos de aquélla
dominación. Ajustando cada vez más el sistema de toma de decisiones a la
ausencia de reglas que no sean la de la violencia sistemática excluyente.
Lo
“paradójico” es que las mismas técnicas que desmitifican son las que, en manos
de los sectores poseedores de todos
los medios de producción (tangibles e intangibles, materiales y culturales –la
robótica y las técnicas de información-), excluyen a grandes masas de todo tipo de producción. Entre ellas la
producción política democrática, propiciando las formas de identidad xenófoba,
como medio de distracción y de represión.
Mientras
tanto van quedando atrás slogans tales como el “hambre cero”. Suplidos por la
eficiencia en la gestión. La gestión de las deudas, por un lado, y del hambre
por el otro.
El
famoso crecimiento global no parece más que el crecimiento de las deudas, las
guerras y la pobreza para las grandes masas (FAO, El País, 16/09/17). Aun para
aquéllas que parecen indiferentes pero, en realidad, están entretenidas en las
redes con el telefonito.
Parte
de la paradoja es esto de que la facilidad de la información y comunicación,
que sustentaría nuevas formas democráticas sirve para la posverdad, el
entretenimiento y los simulacros de democracia.
La
otra, la de Lincoln, por ahora tiene final abierto. Misiles mediante.
Edgardo
Logiudice
Setiembre
2017
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