viernes, 26 de abril de 2013

Boston


La hemos oído o leído en cualquier policial norteamericana. Se conoce como los "derechos Miranda" o la enmienda Miranda. Ernesto Miranda fue un joven que, en 1966, confesó una violación en los interrogatorios policiales. El fiscal no ofreció pruebas, de modo que lo condenaron por esa confesión.
La Corte Suprema de los Estados Unidos anuló la sentencia dictaminando que son inadmisibles las declaraciones de alguien que no fue informado de sus derechos.
Estos derechos, que son los que aparecen en la formulita clásica,  provienen de la Quinta y Sexta Enmienda. Derechos a no auto-incriminarse, a un abogado  y a un juicio antes de ser condenado.
Los antecedentes de estos derechos se hallan en la Carta Magna que la nobleza inglesa arrancó a Juan sin Tierra en 1215. Hablamos del Siglo XIII.

Existe alguna probabilidad (o muchas) de que los jóvenes checheno-americanos hayan colocado los explosivos en la maratón. Y, de ser así, es seguro que merecen cadena perpetua. Al menos para quienes estamos contra la pena capital.
Pero lo que también es seguro es que a ninguno de los dos, antes de tirarles, les leyeron sus derechos Miranda. La sospecha de terrorismo es suficiente para la pena de muerte sin juicio previo.

Con el gobierno de Busch se estableció la Ley Patriota, Patriot Act.
Es lo que se llama "derecho penal del enemigo" o, lo que es lo mismo, para el enemigo no hay ningún derecho.
En su nombre se justifican las detenciones sin juicio, torturas y muertes de las cárceles secretas (y no tan secretas, como Guantánamo) de los Estados Unidos por el mundo.
Sujetas al desprestigio, pero además caras, están siendo suplidas por los drones. Pena de muerte con misiles a control remoto. Asesinato más eficaz y rápido que la cámara de gas o la silla eléctrica.

Pero un sospechoso de terrorismo (enemigo) en el caso de Boston logró la ciudadanía estadounidense. Tenemos ahora el derecho penal del enemigo interno. Con el gobierno del Premio Nobel de la Paz, Obama.

Nos estamos quedando atrasados. Loïc Wacquant, cuando denuncia a los Estados Unidos de Norteamérica como Estado Penal, con la cuarta parte de la población penal del mundo. Giorgio Agamben con el Estado de Excepción como un estado conde la única regla es que no existe ya Ley. Todos sujetos al bando, por caso, de la CIA, el FBI o los Swat.


Es para pensar el papel actual de los Estados y las Leyes. en el Siglo XXI, Ocho siglos después de la Carta Magna.
Y los recursos de amparo.
Y la Ley Antiterrorista, que un individuo como Edgardo Mocca justifica en nombre de la "Razón de Estado".
Claro es que esto tampoco ocupa mucho a los jesuitas. Ni a los a los franciscanos, uno de los cuales, el santo Bernardo, arengó a los caballeros de la Tercera Cruzada al grito de Muerte a los Infieles. Con el hábito del pobrecito de Asís.

Mal matrimonio parece el de la Patria y la Religión.


Edgardo Logiudice
abril 2013.


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