La hemos oído o
leído en cualquier policial norteamericana. Se conoce como los "derechos
Miranda" o la enmienda Miranda. Ernesto Miranda fue un joven que, en 1966,
confesó una violación en los interrogatorios policiales. El fiscal no ofreció
pruebas, de modo que lo condenaron por esa confesión.
La Corte Suprema de
los Estados Unidos anuló la sentencia dictaminando que son inadmisibles las
declaraciones de alguien que no fue informado de sus derechos.
Estos derechos, que
son los que aparecen en la formulita clásica,
provienen de la Quinta y Sexta Enmienda. Derechos a no
auto-incriminarse, a un abogado y a un
juicio antes de ser condenado.
Los antecedentes de
estos derechos se hallan en la Carta Magna que la nobleza inglesa arrancó a
Juan sin Tierra en 1215. Hablamos del Siglo
XIII.
Existe alguna
probabilidad (o muchas) de que los jóvenes checheno-americanos hayan colocado
los explosivos en la maratón. Y, de ser así, es seguro que merecen cadena
perpetua. Al menos para quienes estamos contra la pena capital.
Pero lo que también
es seguro es que a ninguno de los dos, antes de tirarles, les leyeron sus
derechos Miranda. La sospecha de terrorismo es suficiente para la pena de
muerte sin juicio previo.
Con el gobierno de
Busch se estableció la Ley Patriota, Patriot
Act.
Es lo que se llama
"derecho penal del enemigo" o, lo que es lo mismo, para el enemigo no
hay ningún derecho.
En su nombre se
justifican las detenciones sin juicio, torturas y muertes de las cárceles
secretas (y no tan secretas, como Guantánamo) de los Estados Unidos por el
mundo.
Sujetas al
desprestigio, pero además caras, están siendo suplidas por los drones. Pena de muerte con misiles a
control remoto. Asesinato más eficaz y rápido que la cámara de gas o la silla
eléctrica.
Pero un sospechoso
de terrorismo (enemigo) en el caso de Boston logró la ciudadanía
estadounidense. Tenemos ahora el derecho penal del enemigo interno. Con el gobierno del Premio Nobel de la Paz, Obama.
Nos estamos
quedando atrasados. Loïc Wacquant, cuando denuncia a los Estados Unidos de
Norteamérica como Estado Penal, con la cuarta parte de la población penal del
mundo. Giorgio Agamben con el Estado de Excepción como un estado conde la única
regla es que no existe ya Ley. Todos sujetos al bando, por caso, de la CIA, el
FBI o los Swat.
Es para pensar el
papel actual de los Estados y las Leyes. en el Siglo XXI, Ocho siglos después
de la Carta Magna.
Y los recursos de
amparo.
Y la Ley
Antiterrorista, que un individuo como Edgardo Mocca justifica en nombre de la
"Razón de Estado".
Claro es que esto
tampoco ocupa mucho a los jesuitas. Ni a los a los franciscanos, uno de los
cuales, el santo Bernardo, arengó a los caballeros de la Tercera Cruzada al
grito de Muerte a los Infieles. Con
el hábito del pobrecito de Asís.
Mal matrimonio
parece el de la Patria y la Religión.
Edgardo Logiudice
abril 2013.
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