sábado, 6 de abril de 2013

Mocca, Francisco y Maquiavelo.


El Viejo es nuestro.

Cuando muchos intelectuales oficialistas se confunden y nos confunden con el valor y el significado de la elección de un jesuita porteño como pontífice máximo de la iglesia romana, alguna pluma esclarecida y más informada nos tenía que ofrecer algunas "pistas ideológicas para pensar a Francisco". Así lo hizo Edgardo Mocca el 24 de marzo en Página 12.

En efecto, mientras el sociólogo Horacio González, indignado, sorpresivamente vehemente, consideró que la elección de Bergoglio y su celebración como argentino y peronista significaban un retroceso político, su amigo, el filósofo José Pablo Feinnman, entusiasmado, entendió que había que seguir la "bajada de línea" de la Presidenta y "apropiarse del Papa".
Como trasfondo parece haber una cuestión ontológica o teológica, según se la mire, que aporta más confusión. Ya otro filósofo, Ricardo Forster, había anticipado algo parecido a los dos cuerpos del rey: Bergoglio no era Francisco. El carnal superior de la orden de Loyola es el mismo y a la vez distinto portador de la espiritual dignidad papal. Feinnman, más radical, sostiene que la Presidenta abrogó al primero desde que eligió llamarse Francisco. Según el filósofo la Presidenta "Está actuando como funcionaria, no como militante, pero como una funcionaria militante que se da cuenta de que este tipo puede ser otro tipo. [...] Está diciendo «No jodan más con Bergoglio. Ahora es Francisco»". No habría, entonces, ningún retroceso, puesto aquél de quién tiene memoria el periodista Horacio Verbitsky ya no existe. Bergoglio sería un desaparecido, de la memoria[1].
La cuestión se enreda más ya que otro periodista, ni filósofo ni sociólogo sino abogado, Mario Wainfeld, sugiere que no son muchas las coincidencias entre los objetivos de la Presidenta y los del Papa y que, aunque las hubiera, los tiempos de los pontífices no son los mismos que los de los gobernantes. Los de los primeros son estratégicos porque son de larga duración y los de los segundos, sean presidentes o presidentas, son breves. De esta manera, contra la posición de Feinnman, la presunta intención de apropiarse del jerarca religioso no sería más que una táctica con pocas perspectivas. 
Para amentar el enredo, el mismo día Wainfeld, al tiempo que afirma la coherencia de González, apuntala la posición de éste que, trayendo a cuento la pertenencia de Bergoglio a Guardia de Hierro, estaría negando la existencia de dos personas.
El cuadro pierde aun más claridad cuando el poeta Juan Gelman lamenta la soledad del memorioso Verbitsky, que recuerda los lados oscuros de Bergoglio, y lo contrapone a la Presidenta que "se los limpia".

En verdad, en  estos entresijos temblorosos, como consecuencia de la decisión de algo más de cien religiosos castos por elección, me parece que se muestra la fuerza que aún conserva esta secta judía milenaria con sede en Roma.
Al discurso de Feinnman, propiciando la apropiación del Papa, poco le falta para querer instalar un Palacio de Avignon en la basílica de Luján. La rara indignación de González le hace olvidar que hace poco compartía con José Pablo su sensación de vivir "tiempos de rara felicidad", exculpando a los responsables del estrago del Sarmiento. Verbitsky dándole letra al discurso de los derechos humanos de la Presidenta, va perdiendo la filosa crítica a los beneficiarios de los negociados que lo caracterizara en la época de Menem. Wainfeld, siempre con más esquives que Maravilla Martinez, sugiriendo presuntas disidencias aparece masticando el vidrio de las ART.
Todos "rodeando a Cristina", protegiéndola, como pidió Juan Carlos Dante Gullo cuando murió Néstor Carlos Kirchner. Quizá una tardía reedición de "el Viejo es nuestro".
Todos escuderos, cualquiera se la posición de la Presidenta.


La sorpresa de Aparecida.

También es ésta la tesitura de Edgardo Mocca, sólo que apelando a otro Cardenal con poder político, Richelieu. Así fue su posición frente a la Ley Antiterrorista.  Dijo entonces, "Desde mi perspectiva, de mi mirada sobre las libertades democráticas no me gusta".  Pero "es una de las cosas que tienen que ver con las razones de estado".

Porque Mocca es profesor de Ciencias Políticas, si es que las hay. Ha leído Maquiavelo, se descuenta.
Puede poner la mirada de un analista político, más que de periodista; se distingue del filósofo y del sociólogo, del abogado y del poeta. Nos ofrecerá entonces pistas ideológicas. No nos hablará de ideologías que evocan falsas conciencias, ni ocultamientos, ni transformismos que argumentan contraponiendo los discursos, en este caso de la iglesia romana, con las conductas, con la iglesia "realmente existente".
Esa posición es infértil y reduccionista porque no atiende al valor de las palabras. Mocca asume un punto de vista distinto, el que "considera que en la vida colectiva las palabras se autonomizan relativamente del propósito de uso individual de quien las pronuncia. Crean expectativas, construyen campos de alianzas y adversarios, sustentan identidades, disputan sentido".
Supone que sus lectores, los de Página 12, pueden confundir algún texto, que él -dice- eligió a modo de provocación, es decir propedéuticamente, del Documento de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que el Papa obsequió a la Presidenta, con el discurso de algún líder populista latinoamericano.

No, Mocca es más sutil, más perspicaz, ha entendido mejor que los demás el modelo teórico presidencial.
Utilizar el documento como insert, tal como prometió la Presidenta al Papa, no significa rellenar un discurso con una cita de autoridad, como surge de una lectura superficial. 
Es politólogo, tampoco va a endosar la afirmación poética del valiente Gelman. Sería osado pensar que la Presidencia le fue a lavar los pecaminosos calzoncillos a Bergoglio.
La Iglesia de la Conferencia de Aparecida tiene un agudo y crítico discurso social para esta época. Mocca incita a leerlo para no equivocarse. Lo tiene a la fuerza -dice-, en América Latina escasea la fe religiosa o se va para otros rumbos evangélicos. A veces ni siquiera evangélicos sino seculares. Hay un lugar de disputa.
Pero el buen discurso social de la Iglesia está unido al discurso religioso, con los dogmas contrarios a la elección sexual y la libertad de género (únicos dos ejemplos que recuerda Mocca).
Pues bien, es necesario insertar el discurso social de la iglesia y darle sentido político. Y tragarse las hostias, sin masticarlas, eso sí.
Aprovechando también, de paso, que el Papa va a estar ocupado en los desaguisados que le legó Benedicto.

El analista político debe demostrar que el discurso social del CELAM es bueno.
Primero transfiere su sorpresa, provocando la del lector. Nos descubre que las palabras, de la conferencia episcopal que Bergoglio presidió en el 2007, tienen una "significativa sincronía con el modo en que el presidente de Ecuador Rafael Correa, define la realidad sudamericana": "cambio de época".
Después descubre también que el documento "está atravesado por la tensión entre el extraordinario salto del desarrollo de la ciencia y la técnica –particularmente las de la manipulación genética y la comunicación social– y lo que llama una «crisis de sentido» de la civilización humana".  
Finalmente que "el texto está penetrado de una mirada agudamente crítica del proceso de globalización".

El pastor debe evitar que se disperse el rebaño. "Francisco tiene que gobernar la Iglesia Católica en este mundo. No se trata de un gobierno estatal, «terreno», más allá de las fronteras del Estado vaticano. Se trata de un liderazgo espiritual, del poder de un mensaje cuyo léxico no es el de la decisión política sino el de la apelación a una fe. Sin fe no hay iglesia, aunque pueda haber y hay masivamente una fe que no forma parte del catolicismo y, en muchos casos, de ninguna otra institución eclesial". 
Esta fe que se le escapa a la Iglesia Católica es la que "atraviesa momentos críticos".

En América del Sud y el Caribe hay pobreza.
Por eso "Se entiende muy claramente por qué el signo de toda la gestualidad desplegada por Francisco desde su elección está dirigido a la humildad y al acercamiento con los pobres.
No es arbitraria la conexión de esa presentación pública del nuevo papa con el siguiente texto del documento al que nos estamos refiriendo: «La afirmación de los derechos individuales y subjetivos, sin un esfuerzo semejante para garantizar los derechos sociales, culturales y solidarios, resulta en perjuicio de la dignidad de todos, especialmente de quienes son más pobres y vulnerables».
Más aun, esa preocupación por los pobres no proviene de cualquier lugar. "El Papa está en un mundo en el que se desarrollan procesos de transformación social, con el cristianismo como emblema y sustento ideológico. Y ese proceso ocurre en el «distrito» de donde viene el Papa, de ese «fin del mundo» que él mismo mentó el día de su elección; ocurre en América del Sur. El mundo en el que actúa Francisco está atravesado por la crisis del paradigma capitalista bajo el que se desarrolló durante las últimas cuatro décadas". No se trata ya del simplismo de que Bergoglio sea argentino, se trata de que el lugar de donde proviene el Papa está atravesado por la crisis del paradigma capitalista, donde se desarrollan procesos de transformación social con el cristianismo como emblema y sustento ideológico.

Pero Mocca sagazmente advierte un problema: el discurso de la Iglesia es religioso.
Porque es claro que "según los obispos, la llave de la recuperación de un sentido universal, aun en el reino de la diversidad y la pluralidad, está en manos de la religión y, claro está, de su religión". Ya que "el uso episcopal difiere del uso político". Está claro, el episcopado reunido en Aparecida era religioso y católico y -nos informa- el discurso político difiere del religioso.
La cosa será, entonces, que allí dónde los obispos y misioneros, aleccionados por la Conferencia Episcopal que presidio el obispo Bergoglio, le den a las palabras un sentido religioso, habrá que otorgarles un sentido político que no tienen.


La política y el padrenuestro.

La probabilidad de apropiación y cambio de sentido del discurso religioso parece estar fundada en que, a pesar de que el cristianismo funciona como emblema y sustento ideológico, "Buena parte de su feligresía forma parte hoy de nuevos movimientos sociales que no solamente ejercen y educan en la solidaridad sino que también son formadores de una nueva ciudadanía, original y conflictiva, orientada hacia nuevos modelos de convivencia social". 

En este descubrimiento nada se puede reprochar al analista político.
El problema es que esto no es algo que Bergoglio deba aprender. Ni Bergoglio ni Benedicto XVI. La conferencia de Aparecida, si se lee todo el documento, comenzando por el título ("Discípulos y Misioneros de Jesucristo, para que nuestro pueblos en Él tengan vida"), si es cierto que da cuenta de la pobreza no es para cambiar nada, sino para buscar los lugares sociales propicios, por su vulnerabilidad, para generar misioneros. No es casualidad que la presidiera un jesuita, un misionero de las misiones.   
325. Los jóvenes provenientes de familias pobres o de grupos indígenas requieren una formación inculturada, es decir, deben recibir la adecuada formación teológica y espiritual para su futuro ministerio, sin que ello les haga perder sus raíces y, de esta forma, puedan ser evangelizadores cercanos a sus pueblos y cultura.
Esta es la "preferencia por los pobres" que vino a suplir la teología de la liberación.

El analista político no está obligado a leer los documentos más importantes de la Iglesia Romana. Por eso supone que sus lectores se sorprenderán como él al descubrirlos.
Dos años después de la conferencia del CELAM, Joseph Aloisius Ratzinger, otro papa del que había que olvidar su pasado, el de las Juventudes Hitlerianas, emitió la Encíclica Caritas in veritate. Hay allí una minuciosa descripción de las miserias y los peligros que aquejan y acechan hoy a la humanidad, muy particularmente la cuestión ecológica.
La gran responsable de ello, como en el documento cuyas partes no ha leído Mocca, es la globalización, que aparece como una maldición bíblica.  
Como en el texto de Aparecida se contabilizan los males y las penurias y se llama a corregir los excesos: caritas in veritate.
"Excesos" de los capitalistas financieros y empresarios. La Iglesia parece participar de la idea de un capitalismo serio.
Nuestro politólogo se asombra de que el documento episcopal mente la cuestión de la manipulación genética.
Como dije, no está obligado a leer los documentos vaticanos. Pero no todos los documentos vaticanos son secretos.
Ya desde, por lo menos 1982, la iglesia romana se ocupa de la biotecnología. Juan Pablo II afirmaba que  es “un precioso instrumento en la solución de graves problemas como el hambre, produciendo variedades de plantas más avanzadas y resistentes, además de crear medicamentos más efectivos”.
En la encíclica La caridad en la verdad, Benedicto decía que para abordar "el problema de la inseguridad alimentaria hay que promover el desarrollo agrícola de los países más pobres. Esto puede hacerse mediante la inversión en infraestructuras, así como con la difusión de la tecnología agrícola [...]".
Si el analista político lee el suplemento rural del diario del monopolio apreciará que es el mismo argumento que sostiene el Ingeniero Héctor Huergo en favor de los organismo genéticamente modificados (OGM) de Monsanto, autorizados por la Presidenta el año pasado.
El Vaticano posee una Pontificia Academia de las Ciencias. Desde 1999 viene reuniendo periódicamente una buena cantidad de técnicos que se expiden sobre los OGM. Todas las conclusiones de los seminarios ha sido publicadas por la Iglesia. Van dirigidas a la aceptación de los mismos como forma de "paliar el hambre".

También existe un Consejo Pontificio de Justicia y Paz. En 2011 trató el tema del capital financiero. Se verá que la preocupación es la crisis y la extrema desigualdad como un problema ético. Concluye con  un llamado para la creación de un organismo internacional de regulación de las actividades financieras.
El analista político podría observar que en estos documentos no aparece ninguna relación entre la utilización de los alimentos como commodities,  la cuestión ecológica y el hambre, por ejemplo.  

Pues bien, los países cuyas economías se basan en la explotación de los commodities resultantes de la agricultura basada fundamentalmente en OGM, de las que resultan la desertificación, la expulsión de pueblos originarios, campesinos y pequeños productores, están en el "distrito" de Francisco. Y, por cierto él, salvo que en esto también le falle la memoria, conoce bien, a diferencia de nuestro analista, los documentos vaticanos.
Entre esos países están Argentina, Brasil y Paraguay. Países donde los mentados procesos de cambio, además del citado Correa con la megaminería, se hallan los gobiernos que la Iglesia no ve con buenos ojos.
Lo que parece estar disputando la Iglesia Romana no parece ser más que el gobierno de un mismo proceso. El proceso de adaptación a la hegemonía del capital financiero, del que la Iglesia, se ve también por sus escándalos bancarios, no parece ajeno.
Lo está disputando en el terreno religioso con los pentecostales del populista (para ellos) Lula y, en el terreno político con todos. Me parece.

Coincidencia en la adaptación, evidente respecto a la deuda.
Parece no haberle llamado la atención al politólogo la celebración del "desendeudamiento".   
Dice el texto de CELAM: "406. Es urgente proseguir en el desendeudamiento externo para favorecer las inversiones en desarrollo y gasto social, prever regulaciones globales para prevenir y controlar los movimientos especulativos de capitales, para la promoción de un comercio justo y la disminución de las barreras proteccionistas de los poderosos, para asegurar precios adecuados de las materias primas que producen los países empobrecidos y normas justas para atraer y regular las inversiones y servicios, entre otros".
Todo un programa.

Desendeudamiento significa pago de capital e intereses. J.P.Morgan y Barclays recomiendan comprar bonos argentinos y venezolanos. Pese a los altos intereses que ha pagado Venezuela, en los últimos 14 años no ha dejado caer ningún vencimiento. En nuestro país ha dicho la presidenta que los dólares se precisan para pagar la deuda.
Petróleo y soja transgénica son commodities. Precios adecuados, dice el CELAM, para pagar deuda al capital financiero que, para evitar peligrosas crisis debe ser controlado y regulado por un organismo internacional, dice el Vaticano.

Si, efectivamente, algún distraído puede confundir el discurso de la iglesia romana con el de algún "líder populista", como teme Mocca, es porque en definitiva no hay tanta diferencia. Diríase que son complementarios.
No parece disputarse un espacio de discursos sino de poder sobre los fieles e infieles. Los más pobres. Poder terrenal que es social, político, económico, cultural y religioso. Y no lo ignoran algunos líderes sudamericanos y del Caribe. Y la iglesia, no sólo la católica, también y, seguramente; desde antes que aquéllos. Y el discurso del Vaticano nunca ha dejado de ser político, el cielo para los pobres, para los obispos la tierra.

Los cardenales han leído a Maquiavelo hace mucho tiempo y saben que la política no se hace con padrenuestros. ("Che gli stati non tengono co´ paternostri in mano". Istorie fiorentini, VII, 6.) Los jesuitas mejor que nadie, profesor Mocca.



Edgardo Logiudice
marzo de 2013.


   



[1] Es de observar la coherencia de la construcción filosófica de Feinnman. También la Presidenta participa de el desdoblamiento, es militante y funcionaria, pero en forma de hipóstasis teológica militante-funcionaria, une dos personas en una. Este sesgo teológico se acentuaría si se agregara la persona de "abogada exitosa" conque la Presidenta ha justificado sus bienes terrenales. Lindaríamos la hipóstasis trinitaria, esto explicaría el nombre de Cristina. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario