El Viejo es nuestro.
Cuando muchos intelectuales oficialistas se confunden y nos
confunden con el valor y el significado de la elección de un jesuita porteño
como pontífice máximo de la iglesia romana, alguna pluma esclarecida y más
informada nos tenía que ofrecer algunas "pistas ideológicas para pensar a
Francisco". Así lo hizo Edgardo Mocca el 24 de marzo en Página 12.
En efecto, mientras el sociólogo Horacio González,
indignado, sorpresivamente vehemente, consideró que la elección de Bergoglio y
su celebración como argentino y peronista significaban un retroceso político,
su amigo, el filósofo José Pablo Feinnman, entusiasmado, entendió que había que
seguir la "bajada de línea" de la Presidenta y "apropiarse del
Papa".
Como trasfondo parece haber una cuestión ontológica o teológica,
según se la mire, que aporta más confusión. Ya otro filósofo, Ricardo Forster,
había anticipado algo parecido a los dos cuerpos del rey: Bergoglio no era
Francisco. El carnal superior de la orden de Loyola es el mismo y a la vez
distinto portador de la espiritual dignidad papal. Feinnman, más radical,
sostiene que la Presidenta abrogó al primero desde que eligió llamarse
Francisco. Según el filósofo la Presidenta "Está
actuando como funcionaria, no como militante, pero como una funcionaria militante
que se da cuenta de que este tipo puede ser otro tipo. [...] Está diciendo «No
jodan más con Bergoglio. Ahora es Francisco»". No habría, entonces,
ningún retroceso, puesto aquél de quién tiene memoria el periodista Horacio
Verbitsky ya no existe. Bergoglio sería un desaparecido, de la memoria[1].
La cuestión se enreda más ya que otro periodista, ni
filósofo ni sociólogo sino abogado, Mario Wainfeld, sugiere que no son muchas
las coincidencias entre los objetivos de la Presidenta y los del Papa y que,
aunque las hubiera, los tiempos de los pontífices no son los mismos que los de
los gobernantes. Los de los primeros son estratégicos porque son de larga
duración y los de los segundos, sean presidentes o presidentas, son breves. De
esta manera, contra la posición de Feinnman, la presunta intención de
apropiarse del jerarca religioso no sería más que una táctica con pocas
perspectivas.
Para amentar el enredo, el mismo día Wainfeld, al tiempo que
afirma la coherencia de González, apuntala la posición de éste que, trayendo a
cuento la pertenencia de Bergoglio a Guardia de Hierro, estaría negando la
existencia de dos personas.
El cuadro pierde aun más claridad cuando el poeta Juan Gelman
lamenta la soledad del memorioso Verbitsky, que recuerda los lados oscuros de
Bergoglio, y lo contrapone a la Presidenta que "se los limpia".
En verdad, en estos
entresijos temblorosos, como consecuencia de la decisión de algo más de cien
religiosos castos por elección, me parece que se muestra la fuerza que aún
conserva esta secta judía milenaria con sede en Roma.
Al discurso de Feinnman, propiciando la apropiación del
Papa, poco le falta para querer instalar un Palacio de Avignon en la basílica
de Luján. La rara indignación de González le hace olvidar que hace poco
compartía con José Pablo su sensación de vivir "tiempos de rara
felicidad", exculpando a los responsables del estrago del Sarmiento.
Verbitsky dándole letra al discurso de los derechos humanos de la Presidenta, va
perdiendo la filosa crítica a los beneficiarios de los negociados que lo
caracterizara en la época de Menem. Wainfeld, siempre con más esquives que
Maravilla Martinez, sugiriendo presuntas disidencias aparece masticando el
vidrio de las ART.
Todos "rodeando a Cristina", protegiéndola, como
pidió Juan Carlos Dante Gullo cuando murió Néstor Carlos Kirchner. Quizá una
tardía reedición de "el Viejo es nuestro".
Todos escuderos, cualquiera se la posición de la Presidenta.
La sorpresa de
Aparecida.
También es ésta la tesitura de Edgardo Mocca, sólo que
apelando a otro Cardenal con poder político, Richelieu. Así fue su posición
frente a la Ley Antiterrorista. Dijo
entonces, "Desde mi perspectiva, de mi mirada sobre las libertades democráticas
no me gusta". Pero "es una de
las cosas que tienen que ver con las razones
de estado".
Porque Mocca es profesor de Ciencias Políticas, si es que
las hay. Ha leído Maquiavelo, se descuenta.
Puede poner la mirada de un analista político, más que de
periodista; se distingue del filósofo y del sociólogo, del abogado y del poeta.
Nos ofrecerá entonces pistas ideológicas. No nos hablará de ideologías que
evocan falsas conciencias, ni ocultamientos, ni transformismos que argumentan
contraponiendo los discursos, en este caso de la iglesia romana, con las
conductas, con la iglesia "realmente existente".
Esa posición es infértil y reduccionista porque no atiende
al valor de las palabras. Mocca asume un punto de vista distinto, el que "considera que en la
vida colectiva las palabras se autonomizan relativamente del propósito de uso
individual de quien las pronuncia. Crean expectativas, construyen campos de
alianzas y adversarios, sustentan identidades, disputan sentido".
Supone que sus lectores, los de Página 12, pueden confundir algún texto, que él -dice- eligió a
modo de provocación, es decir propedéuticamente, del Documento de la
Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que el Papa obsequió a
la Presidenta, con el discurso de algún líder populista latinoamericano.
No, Mocca es más sutil, más perspicaz, ha entendido mejor que
los demás el modelo teórico presidencial.
Utilizar el documento como insert, tal como prometió la Presidenta al Papa, no significa
rellenar un discurso con una cita de autoridad, como surge de una lectura
superficial.
Es politólogo, tampoco va a endosar la afirmación poética del
valiente Gelman. Sería osado pensar que la Presidencia le fue a lavar los
pecaminosos calzoncillos a Bergoglio.
La Iglesia de la Conferencia de Aparecida tiene un agudo y
crítico discurso social para esta época. Mocca incita a leerlo para no
equivocarse. Lo tiene a la fuerza -dice-, en América Latina escasea la fe
religiosa o se va para otros rumbos evangélicos. A veces ni siquiera
evangélicos sino seculares. Hay un lugar de disputa.
Pero el buen discurso social de la Iglesia está unido al
discurso religioso, con los dogmas contrarios a la elección sexual y la
libertad de género (únicos dos ejemplos que recuerda Mocca).
Pues bien, es necesario insertar el discurso social de la
iglesia y darle sentido político. Y tragarse las hostias, sin masticarlas, eso
sí.
Aprovechando también, de paso, que el Papa va a estar
ocupado en los desaguisados que le legó Benedicto.
El analista político debe demostrar que el discurso social
del CELAM es bueno.
Primero transfiere su sorpresa, provocando la del lector.
Nos descubre que las palabras, de la conferencia episcopal que Bergoglio
presidió en el 2007, tienen una "significativa sincronía con el modo en
que el presidente de Ecuador Rafael Correa, define la realidad
sudamericana": "cambio de época".
Después descubre también que el documento "está atravesado por
la tensión entre el extraordinario salto del desarrollo de la ciencia y la
técnica –particularmente las de la manipulación genética y la comunicación
social– y lo que llama una «crisis de sentido» de la civilización humana".
Finalmente que "el texto está penetrado de una mirada
agudamente crítica del proceso de globalización".
El pastor debe evitar que se disperse el rebaño. "Francisco
tiene que gobernar la Iglesia Católica en este mundo. No se trata de un
gobierno estatal, «terreno», más allá de las fronteras del Estado vaticano. Se
trata de un liderazgo espiritual, del poder de un mensaje cuyo léxico no es el
de la decisión política sino el de la apelación a una fe. Sin fe no hay
iglesia, aunque pueda haber y hay masivamente una fe que no forma parte del
catolicismo y, en muchos casos, de ninguna otra institución eclesial".
Esta fe que se le escapa a la Iglesia Católica es la que
"atraviesa momentos críticos".
En América del Sud y el Caribe hay pobreza.
Por eso "Se
entiende muy claramente por qué el signo de toda la gestualidad desplegada por
Francisco desde su elección está dirigido a la humildad y al acercamiento con
los pobres.
No es
arbitraria la conexión de esa presentación pública del nuevo papa con el
siguiente texto del documento al que nos estamos refiriendo: «La afirmación de
los derechos individuales y subjetivos, sin un esfuerzo semejante para
garantizar los derechos sociales, culturales y solidarios, resulta en perjuicio
de la dignidad de todos, especialmente de quienes son más pobres y vulnerables».
Más aun, esa preocupación por los
pobres no proviene de cualquier lugar. "El Papa está en un mundo en el que se
desarrollan procesos de transformación social, con el cristianismo como emblema
y sustento ideológico. Y ese proceso ocurre en el «distrito» de donde viene el
Papa, de ese «fin del mundo» que él mismo mentó el día de su elección; ocurre
en América del Sur. El mundo en el que actúa Francisco está atravesado por la
crisis del paradigma capitalista bajo el que se desarrolló durante las últimas
cuatro décadas". No se trata ya del
simplismo de que Bergoglio sea argentino, se trata de que el lugar de donde
proviene el Papa está atravesado por la crisis del paradigma capitalista, donde
se desarrollan procesos de transformación social con el cristianismo como
emblema y sustento ideológico.
Pero Mocca sagazmente advierte un problema: el discurso de
la Iglesia es religioso.
Porque es claro que
"según
los obispos, la llave de la recuperación de un sentido universal, aun en el
reino de la diversidad y la pluralidad, está en manos de la religión y, claro
está, de su religión". Ya que "el uso episcopal difiere del uso
político". Está claro, el episcopado reunido en Aparecida era religioso y
católico y -nos informa- el discurso político difiere del religioso.
La cosa será, entonces, que allí dónde los
obispos y misioneros, aleccionados por la Conferencia Episcopal que presidio el
obispo Bergoglio, le den a las palabras un sentido religioso, habrá que
otorgarles un sentido político que no tienen.
La
política y el padrenuestro.
La probabilidad de apropiación y cambio de
sentido del discurso religioso parece estar fundada en que, a pesar de que el
cristianismo funciona como emblema y sustento ideológico, "Buena parte de su
feligresía forma parte hoy de nuevos movimientos sociales que no solamente
ejercen y educan en la solidaridad sino que también son formadores de una nueva
ciudadanía, original y conflictiva, orientada hacia nuevos modelos de
convivencia social".
En este descubrimiento nada
se puede reprochar al analista político.
El problema es que esto no
es algo que Bergoglio deba aprender. Ni Bergoglio ni Benedicto XVI. La
conferencia de Aparecida, si se lee todo
el documento, comenzando por el título ("Discípulos y Misioneros de
Jesucristo, para que nuestro pueblos en Él tengan vida"), si es cierto que
da cuenta de la pobreza no es para cambiar nada, sino para buscar los lugares
sociales propicios, por su vulnerabilidad, para generar misioneros. No es
casualidad que la presidiera un jesuita, un misionero de las misiones.
325. Los jóvenes provenientes de familias pobres o de grupos indígenas
requieren una formación inculturada, es decir, deben recibir la adecuada
formación teológica y espiritual para su futuro ministerio, sin que ello les
haga perder sus raíces y, de esta forma, puedan ser evangelizadores cercanos a
sus pueblos y cultura.
Esta es la "preferencia por
los pobres" que vino a suplir la teología de la liberación.
El analista político no está obligado a leer los
documentos más importantes de la Iglesia Romana. Por eso supone que sus
lectores se sorprenderán como él al descubrirlos.
Dos años después de la conferencia del CELAM, Joseph
Aloisius Ratzinger,
otro papa del que había que olvidar su pasado, el de las Juventudes
Hitlerianas, emitió la Encíclica Caritas
in veritate. Hay allí una minuciosa
descripción de las miserias y los peligros que aquejan y acechan hoy a la
humanidad, muy particularmente la cuestión ecológica.
La gran responsable de ello, como en el documento cuyas
partes no ha leído Mocca, es la globalización,
que aparece como una maldición bíblica.
Como en el texto de Aparecida se contabilizan los males
y las penurias y se llama a corregir los excesos: caritas in veritate.
"Excesos" de los capitalistas financieros y
empresarios. La Iglesia parece participar de la idea de un capitalismo serio.
Nuestro politólogo se asombra de que el documento
episcopal mente la cuestión de la manipulación genética.
Como dije, no está obligado a leer los documentos
vaticanos. Pero no todos los documentos vaticanos son secretos.
Ya desde, por lo menos 1982, la iglesia romana se ocupa
de la biotecnología. Juan Pablo II afirmaba que
es “un precioso instrumento en la solución de
graves problemas como el hambre, produciendo variedades de plantas más
avanzadas y resistentes, además de crear medicamentos más efectivos”.
En la encíclica La caridad en la verdad, Benedicto decía
que para abordar "el problema de la inseguridad alimentaria hay que
promover el desarrollo agrícola de los países más pobres. Esto puede hacerse
mediante la inversión en infraestructuras, así como con la difusión de la tecnología agrícola [...]".
Si el
analista político lee el suplemento rural del diario del monopolio apreciará
que es el mismo argumento que sostiene el Ingeniero Héctor Huergo en favor de
los organismo genéticamente modificados (OGM) de Monsanto, autorizados por la
Presidenta el año pasado.
El Vaticano posee una Pontificia Academia de las
Ciencias. Desde 1999 viene reuniendo periódicamente una buena cantidad de
técnicos que se expiden sobre los OGM. Todas las conclusiones de los seminarios
ha sido publicadas por la Iglesia. Van dirigidas a la aceptación de los mismos
como forma de "paliar el hambre".
También existe un Consejo Pontificio de Justicia
y Paz. En 2011 trató el tema del capital financiero. Se verá que la
preocupación es la crisis y la extrema desigualdad como un problema ético.
Concluye con un llamado para la creación
de un organismo internacional de regulación de las actividades financieras.
El analista político podría observar que en
estos documentos no aparece ninguna relación entre la utilización de los
alimentos como commodities, la cuestión ecológica y el hambre, por ejemplo.
Pues bien, los países cuyas economías se basan
en la explotación de los commodities
resultantes de la agricultura basada fundamentalmente en OGM, de las que
resultan la desertificación, la expulsión de pueblos originarios, campesinos y
pequeños productores, están en el "distrito" de Francisco. Y, por
cierto él, salvo que en esto también le falle la memoria, conoce bien, a
diferencia de nuestro analista, los documentos vaticanos.
Entre esos países están Argentina, Brasil y
Paraguay. Países donde los mentados procesos de cambio, además del citado
Correa con la megaminería, se hallan los gobiernos que la Iglesia no ve con
buenos ojos.
Lo que parece estar disputando la Iglesia Romana
no parece ser más que el gobierno de un mismo
proceso. El proceso de adaptación a la hegemonía del capital financiero,
del que la Iglesia, se ve también por sus escándalos bancarios, no parece
ajeno.
Lo está disputando en el terreno religioso con
los pentecostales del populista (para ellos) Lula y, en el terreno político con
todos. Me parece.
Coincidencia en la adaptación, evidente respecto
a la deuda.
Parece no haberle llamado la atención al
politólogo la celebración del "desendeudamiento".
Dice el texto de CELAM: "406. Es
urgente proseguir en el desendeudamiento externo para favorecer las inversiones
en desarrollo y gasto social, prever regulaciones globales para prevenir y
controlar los movimientos especulativos de capitales, para la promoción de un
comercio justo y la disminución de las barreras proteccionistas de los
poderosos, para asegurar precios adecuados de las materias primas que producen
los países empobrecidos y normas justas para atraer y regular las inversiones y
servicios, entre otros".
Todo un programa.
Desendeudamiento significa pago de capital e intereses.
J.P.Morgan y Barclays recomiendan comprar bonos argentinos y venezolanos. Pese
a los altos intereses que ha pagado Venezuela, en los últimos 14 años no ha
dejado caer ningún vencimiento. En nuestro país ha dicho la presidenta que los
dólares se precisan para pagar la deuda.
Petróleo y soja transgénica son commodities. Precios adecuados, dice el CELAM, para pagar deuda al
capital financiero que, para evitar peligrosas crisis debe ser controlado y
regulado por un organismo internacional, dice el Vaticano.
Si, efectivamente, algún distraído puede confundir el
discurso de la iglesia romana con el de algún "líder populista", como
teme Mocca, es porque en definitiva no hay tanta diferencia. Diríase que son
complementarios.
No parece disputarse un espacio de discursos sino de poder
sobre los fieles e infieles. Los más pobres. Poder terrenal que es social,
político, económico, cultural y religioso. Y no lo ignoran algunos líderes
sudamericanos y del Caribe. Y la iglesia, no sólo la católica, también y,
seguramente; desde antes que aquéllos. Y el discurso del Vaticano nunca ha
dejado de ser político, el cielo para los pobres, para los obispos la tierra.
Los cardenales han leído a Maquiavelo hace mucho tiempo y
saben que la política no se hace con padrenuestros. ("Che gli stati non tengono co´ paternostri in mano". Istorie
fiorentini, VII, 6.) Los jesuitas mejor que nadie, profesor Mocca.
Edgardo Logiudice
marzo de 2013.
[1]
Es de observar la coherencia de la construcción filosófica de Feinnman. También
la Presidenta participa de el desdoblamiento, es militante y funcionaria, pero
en forma de hipóstasis teológica militante-funcionaria, une dos personas en
una. Este sesgo teológico se acentuaría si se agregara la persona de
"abogada exitosa" conque la Presidenta ha justificado sus bienes
terrenales. Lindaríamos la hipóstasis trinitaria, esto explicaría el nombre de Cristina.
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