jueves, 6 de junio de 2013

La gallina ponedora o el lado oculto del capitalismo.

Huevos.

Quizá por el pedido vehemente y constante de las hinchadas futboleras con eso de ¡Pongan güevo! Argentina produjo el año pasado cerca de diez mil millones de huevos y exportó casi cuatro mil toneladas de ovoproductos (yema de huevo en polvo, huevo entero pasteurizado y albúmina).

Las gallinas ponedoras transforman los nutrientes de los alimentos que comen y beben en un producto rico en proteínas. La FAO declara que son necesarias más proteínas de origen animal para paliar la desnutrición y subnutrición que afecta a grandes masas de población.

La producción de las gallinas ponedoras se realiza en condiciones ambientales controladas adecuadamente. En el mismo lugar las gallinas comen, producen, duermen y cagan. Su ambiente está climatizado e higienizado. La luz es dosificada de acuerdo a la edad y estimula la alimentación y la producción.
Las gallinas ponedoras son alimentadas para producir.


Trabajo esclavizado.

I.- Foxconn es parte de Hon Hai Precision Industry Co., uno de los mayores proveedores mundiales de componentes para la industria electrónica, con sede en Taiwán. Gran parte de su división de manufacturas está basada en China continental, donde ensambla un amplio rango de productos como el iPhone y la iPad de Apple, el Kindle de Amazon y el Xbox de Microsoft.
Con 1.2 millones de empleados solamente en China, la producción se realiza en más de 12 fábricas en todo el país, incluyendo la enorme planta Longhua en la ciudad sureña de Shenzhen; la instalación de manufactura más grande de la empresa, y que emplea casi la mitad de su fuerza laboral china.
Foxconn produce un estimado del 40% de los productos electrónicos de consumo del mundo.
Los trabajadores son tratados como máquinas con bajos salarios en un opresivo ambiente de estilo militar; los empleados usualmente comen, duermen y trabajan en los gigantesco complejos.
“Se despiertan, desayunan, van a trabajar, trabajan un turno duro, regresan a sus dormitorios y duermen... es un lugar muy deshumanizador, y los trabajadores son poco más que máquinas de allí”, dijo Geoffrey Crothall del China Labor Bulletin, un grupo sin fines de lucro con sede en Hong-Kong que trata de proteger los derechos de los trabajadores en todo China.

II.- Según publica Infobae, el pasado 20 de diciembre de 2012 un funcionario de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) realizó la denuncia tras una fiscalización, en donde constató el funcionamiento de dos talleres textiles clandestinos. Se trata de la empresa chilena Falabella.
En dichos inmuebles trabajaban diez personas, en su mayoría de nacionalidad peruana, en deplorables condiciones de higiene por un sueldo de 2.500  monto del que le descontaban mil pesos para la comida y vivienda.
De acuerdo a los antecedentes, los obreros tendrían jornadas de trabajo que se extendían entre 8 y 17 horas.
“Viven ahí, duermen ahí y confeccionan todo el tiempo… no salen mucho de la casa. Tenían cara de cansados, con ropa de trabajo, sucios. Aparte, el olor a encierro era terrible, no había ni una ventana abierta”, reveló uno de los funcionarios del AFIP.

III.- Una organización no gubernamental de Argentina presentó una denuncia judicial contra talleres textiles de Buenos Aires por la presunta explotación laboral de inmigrantes bolivianos.
La presentación judicial involucra a la española Zara, ya que en los talleres, según la denuncia, se encontraron prendas de vestir con etiquetas de esta marca.
En esos talleres, según el titular de La Alameda, "había costureros que estaban encerrados, trabajando en jornadas desde las 7 de la mañana hasta las 22, en condiciones de hacinamiento, todos inmigrantes de nacionalidad boliviana, varios de ellos sin la documentación regular".

Es lo que suele llamarse trabajo esclavizado.
Después de la masacre de Bangladesch, a raíz de las denuncias y protestas de algunas ONG, algunas grandes empresas activaron algunos acuerdos sobre las condiciones de trabajo a bajo costo asiático de marcas occidentales, en su mayoría de los Estados Unidos, Europa y China. Las empresas norteamericanas y chinas no adhirieron a los acuerdos.
En Bangladesh el 90% de los trabajadores de la manufactura textil son mujeres. La producción representa el 70% de las exportaciones. El salario promedio es de 32 u$s mensuales.  El gobierno local tampoco colabora con los acuerdos.
No hemos leído ninguna denuncia de las CGT, ni de Moyano ni de Caló.


Analogías y diferencias.

¿Este tipo de trabajo es una anomalía del capitalismo?
La semejanza de este tipo de producción con la producción de huevos de la ponedora no es una arbitrariedad ni una metáfora.

Podría observarse que la mayoría de los trabajadores, no sólo los de los servicios sino tampoco los manufactureros no comen, duermen, producen y cagan en el lugar de trabajo.
También podría observarse que las gallinas no compran su alimento ni cobran salario.
Ambas observaciones son conducentes.

También es cierto que un barrendero que trabaja en Villa Urquiza y vive en González Catán toma tres colectivos para llegar y otros tantos para volver. Y, como es pentecostal, agradece a Dios que tiene trabajo. El que viene de Solano, para estar en Urquiza a las seis y media parte a las tres de la mañana. También agradece al Señor, porque es de otra rama evangélica. De ellos se preocupa Francisco, no tanto por pobres sino por infieles.
Comen algún sandwich parados al lado del carrito y el escobillón. Cagan en algún boliche que todavía no reserva el baño para los clientes.
Si no hay una masacre como en el edificio de Bangladesh puede haber otra como la de Once.
Es verdad que no son productores. Pero los albañiles también comen y cagan en la obra. Los obreros de Edenor y Aysa comen en la calle y cagan también donde los dejan.
¿Cuántos empleados almuerzan en su casa? ¿Cuántos viajan horas en el Roca sin que nadie cuide de que lleguen en condiciones al frigorífico, como a las vacas?

Es verdad que las gallinas no compran ni venden.
Los trabajadores, productores directos o no, venden su fuerza de trabajo por un precio, el salario diario, quincenal, mensual. Con él compran sus alimentos y demás condiciones de vida.
¿Venden para comprar o compran para vender?
Podría observarse que se plantea un círculo vicioso. Tienen que vender su trabajo para comprar los medios de subsistencia y si no se alimentan no pueden vender su trabajo.
La experiencia parece decir que el trabajador adelanta su trabajo, un día, una quincena, un mes, hasta que cobra el salario. Este, en dinero, representa sus medios de vida. Con el monto del salario los compra.
Esta experiencia es la que adquirimos en nuestra relaciones cotidiana de relación entre individuos, con el empleador o quien lo represente, con el colectivero, con el almacenero, el verdulero, el panadero o con el súper que los junta todos impersonalmente. Son los actos de compra individuales y aislados que realizamos habitualmente en los que comprar es un acto casi inconsciente, natural. Que aprendemos desde chicos. Para poseer alguna cosa para usar o consumir hay que comprar. Es decir, pagar, más tarde o más temprano, a crédito o cash.
Y para comprar hay que tener dinero que, si no lo ganamos al quini o nos legó alguna tía del campo, obtenemos vendiendo nuestro trabajo. Para vivir hay que trabajar porque hay que comprar. Pagar es la primera obligación, la segunda o derivada es trabajar.

Pero si tenemos que comprar, alimentos y condiciones de vida en general, es porque no son nuestras. Las condiciones de vida no nos pertenecen, tiene dueños, la clase que los posee.
El asunto es que nos podrían pagar directamente con los bienes que necesitamos para vivir.
Acá está la cuestión.
Si nos pagaran con los bienes que necesitamos para vivir estaría claro no sólo que con los que producimos, sino que producimos más de lo que necesitamos. Y así estaría claro que la ganancia del capitalista la producen los trabajadores, todos.
Entonces, dado que no nos pagan directamente en bienes, sino en dinero, estamos obligados a comprar. Con el salario.
Es la forma no violenta de obligarnos a trabajar. La clase capitalista da de comer a los productores para obligarlos a trabajar. Dulcemente, haciéndoles creer que compra y venden, como si fueran comerciantes, cuando en realidad son esclavos.

Pero esto significa que, en realidad nos alimentan, nos cobijan y nos educan, para que trabajemos. Cuando, para obtener ganancias les sea útil que lo hagamos. Nos hacen producir si hay mercado, como a las gallinas. Se hace producir a las gallinas si los huevos se venden o se exportan, de lo contrario las gallinas se matan para caldos.

No parece casualidad que el nuevo capitalismo manufacturero  en que emperna el capital financiero quiera controlar la producción de productores. Los que hay que alimentar y no producen ganancia sobran. Y los que sobran quedan afuera, son excluidos.
Las masas de campesinos chinos tiene que controlar su reproducción, por un lado, y emigrar, por otro.  Sobrantes y excluidos.

Los excluidos son los que no pueden consumir, no los que no pueden trabajar.  


Averiguación y antecedentes.

Esto que vengo diciendo puede parecer algo forzado, en mi opinión no lo es.
Una razón es que yo no inventé esto, mucho antes lo hizo Carlos Marx. Sólo que se lo lee poco. Y no siempre se ha leído de la misma manera.
Marx puso su acento en la producción y el salario como modo de apropiación del trabajo ajeno. Por eso se preocupó de lo que llamó el consumo productivo, el de la fuerza de trabajo en la producción, y no tanto del consumo de subsistencia.
Acentuó la venta de la fuerza de trabajo como forma jurídica encubridora de la plusvalía más que la compra como extorsión.

No voy a repetir acá citas de Marx, tanto del joven como del viejo, que transcribí en otros trabajos.
Pero lo cierto es que en más de una oportunidad señaló que la continuidad incesante de contratos de compras y de ventas hacía aparecer al propio trabajador que él vendía su trabajo y que con su precio, el salario, compraba sus condiciones de vida.
En realidad, y también lo señalaba, los medios de vida que había producido el obrero industrial estaban en poder de la clase capitalista. Ésta se había ido apropiando, después de la desapropiación violenta de la acumulación primitiva, paulatinamente de lo producido a través de la apropiación del plus-producto, en la forma de la plusvalía. A tal punto que el capital inicial puesto por el capitalista se había confundido, primero con el aportado por la plusvalía y perdido, luego, todo vestigio de él.
Esto significa que todos los medios de producción, entre los que se halla la fuerza de trabajo, en la forma de alimentos, vestidos, vivienda se hallan ya apropiados por el capital, distribuido entre distintos capitalistas. Unos los poseen físicamente en su forma natural y otros representados en dinero bajo la forma de capital variable destinado al pago de salarios.
Por eso dice Marx que los obreros pertenecen a la clase capitalista en general.
Por eso mismo dice que los trabajadores son esclavos. Los capitalistas los alimentan para que produzcan.


De santos y demonios.

Por lo que dije no están muy desacertados aquéllos empresarios que dicen yo les doy de comer a tantos empleados.
Sin embargo no es que sean santos caritativos, pero tampoco demonios.
No es necesario que un capitalista sepa cómo funciona este sistema de apropiación a través del intercambio mercantil para que el sistema funcione.
Marx decía, no saben pero lo hacen.
Este sistema de apropiación del trabajo ajeno empernado en contratos de compra y de venta, que hacen que el derecho funcione como una ideología orgánica que da consistencia y coherencia aparente al sistema, es un resultado histórico. Una forma histórica de dominación. Ha habido otras, pre-capitalistas, y pueden haber otras, con otras formas capitalistas o no capitalistas.
Y eso es lo que Marx quería demostrar.
De hecho podríamos decir que ya no es dominante el modo del capitalismo industrial sino del financiero. Y con este modo parece preeminente que la forma de apropiación del trabajo ajeno, aunque persiste el salario, es sobre todo la deuda originada en el préstamo para el consumo. Deuda que permite al capitalismo apropiarse del trabajo futuro y no sólo presente o pasado de los trabajadores.
En efecto la deuda, las deudas, son la forma de coerción dulce que hipoteca el futuro. Lo que consumimos hoy mañana habrá que pagarlo. Y lo sabemos para pagar hay que trabajar. 
Es la masificación de esta forma de vida, donde comprar es obligatorio, no sólo por lo que llamamos consumismo, la que hace más evidente que el capitalismo alimenta viste y cobija para obligar a trabajar.
Este fenómeno no existía de esta manera en el Siglo XIX, por eso Marx no ponía su acento en él. Creo que hoy nuestra obligación militante (aunque no me guste la palabra) es atender a estos cambios. Con un poco de audacia para pensar.
Para no ser gallinas.



Edgardo Logiudice

junio 2013

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