No se trata acá del fácil recurso de demostrar la
hipocresía del discurso de la banda gobernante. De eso se encarga la propia
realidad y el politiquerismo y burocratismo sindical baratos.
Tampoco de denunciar el “sinceramiento” de los números
del Indec como método extorsivo. Terrorismo preventivo de los números para
disciplinar por el miedo.
Pobreza cero, hambre cero, colesterol cero, azúcar
cero…Sintagmas inoperantes y engañosos. Muchos ceros. Y muchos Ceos copiando la
consigna que llevó a Lula al poder, cuando parecía estar a la izquierda.
Eslogan que copió primero la FAO, y luego toda la ONU a través de las
declaraciones inopias del Programa de Desarrollo (PUND) hasta la Agenda 2030 de
Desarrollo Sostenible, con el apoyo del Banco Mundial, el FMI y todos los
organismos intergubernamentales de crédito. Los mismos que se encargan de
legalizar las estrategias del Estado Mayor del capitalismo financiero que hunde
naciones entera en el hambre, la pobreza, la desnutrición y la desigualdad. En
una muestra de hipocresía mayor, en escala global.
Es una cuestión
ideológica, de clase. Si la pobreza fuese igual a cero, si no hubiera
pobreza no habría capitalismo. La pobreza es el supuesto lógico y el punto de
partida histórico del capitalismo. El capital, en cualquiera de sus sectores y
formas, requiere, y por eso reproduce, pobres. Aunque tengan automóviles o sean
propietarios de viviendas, como prometió Bush a los norteamericanos para que
endeudándose en las famosas hipotecas subprime, que fueron el gran negocio de
los bancos a cuyo salvataje debieron contribuir los mismos que habían mandado
al matadero.
Los pobres no se pueden cuantificar sólo por los
bienes y los ingresos, pobre son todos aquéllos que, o están obligados a
trabajar para otros que así se apropian de su trabajo o quedan excluidos de la
obligación. Al margen no solamente del consumo sino de los vínculos sociales.
Medida por los bienes o los ingresos la pobreza bajó
en América Latina, así lo constata la CEPAL. Pero los bienes que adquieren los
pobres en su mayoría son bienes de consumo. Inmediato o diferido. Bienes
destinados a desaparecer un poco antes o un poco después.
Poco le interesa al capitalismo la cantidad de hambre
o de pobreza mientras haya ganancia. La pobreza decreciente en nuestro
continente, el consumismo de las nuevas clases cuasi medias, no fue producto
del derrame. Fue el negocio de hacer consumir y endeudarse permitido y
auspiciado por el negocio financiero de los commodities. Para lo cual tan poco
les importó la alimentación y la salud de los habitantes que sus negocios
aparejaron la deforestación de millones de hectáreas y expulsión de millones de
campesinos hacia las villas miseria y las favelas de las grandes urbes.
Mientras para esos negocios se degradó la tierra cultivable con el monocultivo
de lo que mejor sirviera como commoditie, ya sea por la erosión, el agotamiento
de la fertilidad de los suelos o la proliferación de las malezas testarudas y
plagas que resisten al glifosato o cuanto herbicida, fungicida o insecticida
nos encajen. Los laboratorios asociados a las grandes cadenas globales de valor
a las que tanto les da la alimentación o la desnutrición o malnutrición que, en
América Latina, vez de bajar crecen, como el destino de cultivos al etanol o el
biodiesel, cuando el petróleo no es negocio. Eso sí, al amparo presunto de los
combustibles no contaminantes. Parece que es una muerte de mejor calidad la
producida por el hambre que la producida por el smog. El calentamiento global
da para todo, lo que sea ganancia, sobre todo si es financiera.
Pero el ya no tan acelerado decrecimiento de la
pobreza medida en bienes de consumo frente a la magnitud de apropiación y la
desposesión, pone el tema de la desigualdad sobre la mesa. Para los sectores
más lúcidos, ésta atenta contra la democracia. Cuando en realidad lo que atenta
de lo poco que hay de ella es el poder difuso y global de los grandes grupos
capitalistas, que deciden hasta quién gobierna,
a través del chantaje de las inversiones y, si éste no funciona del
todo, la corrupción.
El problema es entonces con la gobernabilidad, no con
la democracia. Es una cuestión ideológica. Detrás de eslóganes que antes sólo
levantaba la izquierda, pobreza, indigencia, hambre, exclusión, la cuestión es
que la desigualdad (extrema, dicen) es un peligro para la dominación. En todos
sus sentidos, económico, cultural, ideológico y, sobre todo, político. Porque
se trata de las decisiones que afectan a grandes grupos humanos. No sea que los
gobernados, los dominados, los subordinados, se encabriten.
Edgardo Logiudice
A 28 de setiembre de 2016.
Día de mis ochenta años y de la fundación de la Primera
Internacional.
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