El
marxismo es insuficiente.
No
porque Marx no haya descubierto los mecanismos del capitalismo industrial ni
dejado de elaborar una visión del mundo y de la vida. Sino porque una mirada,
si no marxista, al menos marxiana sobre su pensamiento no puede dejar de hacer
lo mismo que él hizo. Estudiar las revoluciones. Y escribir dirigiéndose al
estado ideológico del principal núcleo de subordinados de su tiempo, la clase
obrera industrial. Y esa clase ya no es, aunque siga siendo base y punto de
partida del edificio social, el principal núcleo de subordinados. Porque el
capitalismo industrial está también subordinado a otras formas del capitalismo,
las financieras. Y el estado ideológico de los subordinados, consecuentemente,
es otro.
El
emprendedorismo está de moda. El Global Entrepreneursship
Monitor
(GEM) es el estudio más importante del mundo en materia de iniciativa
empresarial. En nuestro país los informes para él los elabora el Centro de
emprendedorismo de la escuela de negocios IAE (Instituto de Altos Estudios
Empresariales) de la Universidad Austral.
El
primero sostiene que dos tercios de la población adulta mundial piensa que el
espíritu empresarial es una buena elección de carrera. Y el Informe para
nuestro país del 2015 afirma que el 29% de los adultos espera iniciar algún emprendimiento
innovador en algún momento dentro de los próximos tres años. Las ya famosas startups.
Eso
significa asumir riesgos individuales.
Y también significa que necesita capitales de riesgo. Grandes empresas derivan
algunas chirolas en esto a través de capitales que se llaman “incubadoras”,
cuando el emprendimiento no es más que un proyecto, o “aceleradoras” cuando ya
está funcionando.
La
referencia a las incubadoras es sugerente, remite a la fabricación de animales
en serie.
Claro
es que no todo es así. Eso no es para los ochocientos cuarenta millones de
desnutridos, ni para todavía la quinta parte de la población mundial que vive
con U$S 1,90 diarios. No lo es para los millones de mujeres adolescentes de la
India que escapan a las rígidas y crueles tradiciones rurales para ir a
trabajar en la manufactura de grandes y célebres firmas textiles, a jornada
completa, cosiendo 100 prendas por hora. En la era de la robotización y la
producción 3D. Y esto fomentado por políticas de estado.
Tampoco
puede decirse que este emprendedorismo sea una tendencia perdurable. Pero, de
momento existe. Al menos en las regiones donde se ha señalado la existencia de
“nuevas clases medias”. Y esas en China constituyen muchos millones de
personas, conviviendo con la mano de obra del tipo de India o Bangladesh, donde
empresas chinas también fabrican sus manufacturas baratas.
Este
tipo de manufacturas evoca los primeros tiempos del capitalismo industrial y el
Taylor-fordismo. Y allí estaba el célebre chaplinesco obrero de Tiempos
Modernos.
O
el de Los Compañeros. Y allí están las diferencias.
Y
las paradojas. Las muchachas urbanizadas a la fuerza, una vez reclutadas,
llegan a invertir sus primeros pesitos en un Smartphone. Pero, sobre todo,
tienen la posibilidad de elegir un novio y no casarse obligatoriamente con
quienes decidan las familias, sin siquiera conocer al candidato.
En
la postmodernidad, el riesgo individual del productor subordinado, convive con
el obrero de la modernidad, con su mutualismo y su sindicato, y la
premodernidad del trabajo esclavo. No era ésta la problemática ideológica que
contemplaba El Capital.
El
trabajo de Marx consistía en desbrozar
la ideología jurídica, las determinaciones ideales en su decir, que incrustadas
en las teorías económicas precedentes naturalizaban la eternidad del orden capitalista
industrial. Criticar las categorías tales como la propiedad y el salario
significaba la posibilidad de transformación, de revolución de las relaciones
sociales, mostrando las relaciones materiales, las determinaciones materiales
decía él.
Es
decir, historicidad de las relaciones materiales significa que el modo de
apropiación del trabajo ajeno, que considera la capacidad laboral humana como
una cosa que puede ser comprada y vendida, es transitorio. Que la figura
jurídica mercantil de la compraventa encubre esa apropiación, la explotación
del hombre por el hombre, dándole carácter de eterna e inmutable.
Un
aspecto de la revolución social probable que implicaba también una revolución
política, dado que esa forma jurídica se sostiene en la fuerza del Estado. Que
es también una forma ideológica. Pero las ideologías, las formas de
idealización, no son sólo ideas ni su existencia es ilusoria, pues de hecho
funcionan efectivamente en las conductas. Su carácter de idealización sólo
aparece cuando, en los actos aislados e individuales, queda oculto el conjunto
de los mecanismos del sistema.
En
estas relaciones aparecen las ideologías espontáneas. No son nunca puras porque
se generan sobre las tradiciones, sobre las costumbres, sobre formas
ideológicas precedentes, sobre formas religiosas. Es decir, no solamente sobre
mecanismos económicos.
Pero
otras ideologías son elaboradas. Son ideologías de legitimación y la más
difundida en la modernidad mercantil-capitalista es la que tiene forma de ley.
Y legal es aquello que tiene como autor aparente
al Estado. Por eso la revolución social implica una revolución política, aunque
la política no se reduzca, ni mucho menos, al Estado.
La
ley no es la única ideología elaborada. Pero esto es asunto de otro merodeo.
Edgardo
Octubre
2016
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