martes, 11 de octubre de 2016

Merodeando El Capital. 3. Pobreza.

No hay capitalismo sin pobreza y no todos los pobres son iguales.
La pobreza es un supuesto lógico y un punto de partida histórico para que existan hombres que solo puedan vivir de su trabajo. Los asalariados.
El salario es la forma de apropiación del trabajo ajeno propia del capitalismo industrial.
El capitalismo necesita la existencia de pobres como soportes vivientes de capacidad laboral para que, insertados con otros medios produzca los nuevos bienes que contienen la riqueza en forma de productos para ser intercambiados por dinero.
Pero sobre todo necesita pobres para producir ganancias, más que bienes. Por eso las formas de apropiación no se reducen a la salarial del capitalismo industrial.
Por la misma razón la pobreza no se reduce a la pobreza franciscana de los mendigos, ni a la del “obrero desnudo”, supuesto de ese capitalismo. Porque éste genera también necesidades y, con ellas, su consumo y al propio consumidor.

La tendencia a ahorrar tiempos muertos en el proceso productivo para lograr mayor productividad en el mismo tiempo de trabajo apareja cambios técnicos y organizativos en la producción. Una revolución de esas transformaciones ha sido lo que se conoce como Taylor-fordismo o fordismo, la especialización y la producción en cadena.
Pero el fordismo no sólo consistió en ese modo de producción en  masa y por masas, sino también para las masas. Es decir para asegurar el consumo, modo de transformar la producido, los bienes en dinero. La producción en masa de mercancías.
Transformar las mercancías en dinero para poder luego transformar a éste en nuevos medios de producción y reiniciar otro ciclo productivo y, con él, nuevas ganancias.

El modo de asegurarse el consumo consistió en establecer salarios que permitieran la adquisición de los bienes producidos, llamados “altos salarios”. Pero, junto con ello la venta a plazos en masa. El paradigma de este mecanismo fue Henry Ford. Sus obreros debían consumir lo que producían. La producción en serie le permitía bajar costos de producción y lograr modelos de automóviles, hasta entonces un bien de lujo, accesibles a ser comprado en cuotas por los mismos obreros. El automóvil pasó formar parte de las condiciones de vida necesarias para grandes masas. Generó su necesidad, con ella su consumo y con éste al productor-consumidor. Pero como para consumir hay que comprar y comprar transforma al comprador en propietario, el fordismo realiza el milagro de generar al pobre-productor-propietario.
Más obligado a trabajar, porque con la deuda que asume se está obligando con su trabajo futuro. Sin dejar de ser pobre porque su “propiedad” tiene como contrapartida la deuda. Es un pobre, permanentemente desposeído de la disposición de su capacidad laboral, con el título de propiedad (mientras trabaje y pague) sobre un bien destinado a consumirse, puesto que el uso de su automóvil es un simple consumo, aunque diferido.
La deuda consolida su carácter de pobre.  Pero su pobreza ya no es la misma, ya no está “desnudo”, liberado de la propiedad de otros bienes que no sean los meros medios de sobrevivencia, de subsistencia. La pobreza es, por lo tanto, un concepto histórico, es decir determinado históricamente.
Determinado tanto por el modo de producir, como el modo de apropiación del trabajo ajeno. Y la forma ya no es simplemente el salario; lo es, además, la deuda a través del consumo. Estas son las relaciones materiales del llamado consumismo, a cuyas formas ideales (las normas jurídicas) se agrega la normatividad sin leyes de la publicidad para el consumo.

De la misma manera ocurre con las nuevas formas productivas del post-fordismo y del crecimiento exponencial del crédito para el consumo como resorte básico de la hegemonía del capital financiero que, dando lugar a nuevas formas de propiedad, también da lugar a nuevas formas de pobreza. Una de ellas es la de las llamadas nuevas clases medias o cuasi-medias.

El carácter de los bienes fundamentales es condicionante del conjunto de las relaciones sociales. La tierra, su posesión fue condicionante, cuando era el bien fundamental, del modo de producción bélico. Su modo de apropiación fue la conquista y la ocupación y su forma la posesión, que subyace en el concepto de propiedad. Pero la producción cognitiva, la información, la comunicación no puede ser objeto de posesión. La apropiación de los bienes intangibles ha generado otro tipo también de la forma de la apropiación y, por lo tanto otras formas de propiedad.
Si esto es así, entonces, nuevas carencias determinarían nuevas formas de pobreza. Y nuevos pobres, sin que desaparezcan del todo los anteriores.
Nuevos expropiados y nuevos excluidos. Lo que subsiste es el punto de partida histórico y presupuesto lógico: la desigualdad. Y la desigualdad es que algunos hombres se apropian del trabajo de otros de distintos modos que tienen distintas formas.

Por ello parece desaparecer la pobreza, medida en la forma de propiedad o acceso a bienes no fundamentales y, sin embargo la desigualdad se acrecienta.

“La fábrica del hombre endeudado” es el título de un libro del filósofo italiano Maurizio Lazzarato y es así como describe la economía capitalista actual. Productora de hombres endeudados, hombres obligados por sus deudas. No parece posible ubicarlos como clases medias, salvo que por pobres entendiéramos solamente a los excluidos del sistema. Pero no lo eran, ni lo son, los obreros de la sociedad capitalista industrial, y eran los pobres, los proletarios, los obreros desnudos que lo único que poseían era su fuerza de trabajo o, mejor, su capacidad laboral.
Excluidos eran y son los que ni siquiera integraban el ejército industrial de reserva, los temporariamente desocupados según las necesidades de propietarios de los medios de producción y de subsistencia. Excluidos eran y son los expulsados de la producción. Excluidos eran y son los considerados inservibles para generar ganancias. Y esos son hoy los expulsados del consumo que genera las deudas, los que no son fabricados como deudores. Esto es lo que hoy sociológicamente se denomina extrema pobreza.
Excluidos recluidos en los guetos, en las cárceles, en las pateras, en los campos de refugiados.

No menos recluidos están los que trabajan sin libertad de horarios, es decir todo el día, en su casa.
Las nuevas tecnologías de información y comunicación, la robotización, nuevos materiales, posibilitan nuevas formas de división del trabajo y de organización tanto de la producción como de su circulación. Se trata de una revolución en el modo de producir con una incorporación creciente del conocimiento. Y, con ello, el crecimiento de los servicios, prestaciones de toda índole no necesariamente consistente en bienes físicos o tangibles. Diferenciados de, pero fusionados con, la producción de estos últimos. La logística y el comercio on line son casos paradigmáticos. Tal es su peso en el comercio internacional que supera al de los bienes industriales.
Cuando hablamos de servicios ya no podemos pensar solamente en los choferes, los porteros, los canillitas ni los lustrabotas.

Y, en todos ellos, todos estos servicios, está la gente que vive de su trabajo. 
Aquí es donde aparecen fundamentalmente los emprendedores y los franquiciados.
Todas las formas de tercerización y subcontratación recubriendo nuevos modos de apropiación del trabajo ajeno. Formas que sustituyen la forma salarial.
Así como el salario constituía en propietarios a los proletarios, estas nuevas formas también constituyen a expropiados, muchas veces deudores, en propietarios pero ya no sólo de algún artículo que antes se consideraba de lujo, sino hasta de instrumentos de producción. Y no por ello se transforman en capitalistas, aunque sí pueden pensar que lo son.
La presunta libertad de horario y de decisiones no los libera de la reclusión social que significa la mayor parte de las veces estar permanentemente conectado al móvil, cuyos mensajes dirigen sus acciones. Si látigo y sin capataces.

Se trata, en realidad, de nuevos pobres. Su desigualdad con las grandes cadenas de valor, a las que muchas veces sirve, lo constata. Desigualdad con una nueva forma de propiedad. Pero esto queda para otro merodeo.

Edgardo

Octubre 2016 

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